La Taberna del Puerto Osmosis
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Antiguo 22-06-2010, 16:53
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Fareraa Fareraa esta desconectado
Hermano de la costa
 
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Predeterminado Un poco de erotismo?

He comprobado que en esta taberna se habla de todo lo que normalmente puede interesar a la gente de la mar, yo siempre he visto esta taberna como un lugar al que la gente va cuando deja el barco en el pantalan a hablar de sus travesias, de sus dudas, de la musica que les gusta y han escuchado en el barco, de lo que han leido, de los animales que han visto, si han buceado, si el faro estaba bello cuando lo pasaron, si al dia siguiente dejaran el barco y daran un paseo en moto, si la copa america la ganará uno u otro,si ha ganado la seleccion, de las caracterisiticas de la ultima camara que han comprado o de las fotos que hace la que ya tenian, y aunque se pretenda mantener en secreto se van percibiendo ligues y amorios que surgen del contacto en la taberna ¿no me direís que lo que tenga que ver con lo erótico no interesa a la gente de la mar? me ha parecido que debe haber un rincon en el se hable de la parcela que los tabernarios dedicamos al erotismo en nuestras vidas dentro y fuera del barco? y que conste que hablo de erotismo, no de porno duro que yo no digo que no interese pero preferiria que se deje en el campo de la intimidad de los tabernarios
no se si lo cerraran pero por si parece buena idea empiezo yo

Hablábamos por el móvil mientras conducíamos. ¿Dónde estás?. Enfrente del hotel, voy a aparcar...¿y tú?. Acabo de pasar por delante de la puerta, es posible que nos hayamos cruzado; estoy aparcando.
La excitación me consumía, tenía que recolocarme a cada instante los pliegues de la ropa. La respiración se mezclaba entre la indulgencia, la tensión, y el ardor. El aire de la calle era limpio, en esa hora en que todo parece pararse, pero que calienta. Al fondo de la cera, la distinguí, caminando en la misma dirección, hacia mi. Sonreí con suficiencia, como sabiendo qué iba a llegar. Estaba suavemente preciosa, dulce, coloreada de ensalce. Hubo una distancia en que pudimos remediar nuestras soledades, y allí estábamos, el uno frente al otro.
Nos besamos en la cara, diplomáticamente, pero el aroma en hoto se arremolinaba ya en las postrimerías de nuestros vientres. Ya sabíamos qué torbellino se escondía dentro del aura de nuestro disloque. Tomamos un desayuno. Era pronto. Imaginábamos que el otro querría ir despacio. Tener calma, mucho tiempo. Nos conocimos, pero ya nos conocíamos, solamente nos faltaba reconocernos. Nos teníamos en nuestra propia trama. Zumo de naranja y café. Charlamos. Las miradas cómplices traían una carga explosiva. Sentados en el brillo de la barra nos cogimos la mano. En ese preciso instante supimos lo que debíamos hacer...irnos. Las manos se devoraban. Andamos hasta el hotel. Tres minutos. Cinco estrellas. Solo de la mano. Conteniéndonos. Agitados. Como si la fuerza interna del magma no tuviese por dónde escapar. Nervios en la recepción. Sonrisas extraviadas. Muchas gracias señores. Segunda planta a la derecha. Ascensor con botones familiar, un poco pesado, un parlanchín sesentón en busca de rijosidad y propina. No obtuvo nada, estábamos demasiado ocupados en esperar a que se fuera de inmediato. Nos enseñó todos los rincones de la habitación, hasta hizo un recuento de viva voz de las bebidas del mini bar. Casi nos da un infarto. ¡Vete, vete, vete! decíamos en nuestro silencio interior.....¡SE FUE!.
La penumbra de la habitación, y la suavidad de nuestras ropas se quedaron fijas en nuestro primer abrazo de descanso. ¡Qué placer! ¡Qué gusto!. Nos olimos, nos buscamos, nos estrechamos, con lento deshabillé de la ropa gruesa. Las caricias tenían una carga almizclada, almibarada, inacabable, especial. En realidad ya nos amábamos. Vimos qué besos teníamos guardados, presos tal vez para otros, qué inclinación de cuello nos llamaba, qué giro de cabeza nos prolongaba, qué humedad de lengua podía estremecernos. No resistíamos más. Nos dejamos caer, tumbándonos sobre la amplísima cama impoluta, lista para tanto amor?. Descansamos en el abrazo continuo, de medio lado, montando los muslos, algodón sobre algodón. Casi quisimos dormirnos en el bienestar. El placer se explayaba, se enredaba y se desleía. Vimos que fluíamos...y nos relajamos hasta el desprendimiento. Nada de volcanes, que la marea nos llevase, nos atrapase, nos ahogase eternamente, esperando una nueva imposibilidad, la de existir sin yoes. Las conjeturas nos llamaron al baño para estar completamente a gusto, sin incomodidades, muy tranquilos. Regresamos a la cama, esa bendita precisión horizontal de las almas en reposo. Fumamos una calada de hierba. Solo una. Pero profunda. El trago de cerveza helada erizó el vello. Ahora los labios estaban frescos en los besos. Al cabo, el efecto multiplicador de los sentidos era un acento sexual constante, una criminal emoción.
De súbito, en el sopor placentero de los vaivenes, le fui quitando mínimamente, a cámara lenta, los pantalones negros. Ella, fue notando la desnudez de sus piernas como una aventura en el círculo polar ártico. Pronto, el calor de lo lingüe hizo que ella me sacara el jersey fino de algodón, también negro. Lo negro extermina, lapida, y lo que queríamos era resucitar, galvanizar las almas. Desnudos anacrónicos, a la inversa. Yo sobre ella, ella sobre mi, pero yo sin saber de la piel de sus muslos frescos y morenos, y ella sin saber de mi jugoso y menesteroso pecho al aire. Desnudo sobre vestido, vestido sobre desnudo. Necesitábamos ya tener la temperatura de la dermis. Enseguida, en una liturgia perfecta, le deslicé las bragas al infinito, como ejecutando una obra de arte, como abriendo una caja fuerte. Más adelante, en una secuencia lógica de deseo, nos quedamos provisionalmente desnudos. La fusión tan esperada de los cuerpos fue algo severo, nuclear, excelso, que nos hacía jadear, movernos en la lentitud del susurro mutuo, movernos, buscarnos, lamernos, degustarnos, discernirnos. Subía. Bajaba. Me estiraba. Se retorcía. Me doblaba hacia ella. Se embebía. Enloquecía en sus perímetros. Nos tuvimos, las manos, brazos estirados, llegando al límite de la flexión, cuerpo entero, pezones enhiestos, imprudentes, mi atrás riquísimo de su agua, mis papilas rodeando su envoltorio, su protuberancia mágica, mojándolo todo, muy, muy lentos, tiempo parado, recreándonos, sabiendo de nuestras líneas, de nuestras curvas, de nuestros cabellos. Nos mordimos. Me besó el vástago. Gritaba cuando pintaba con mi saliba en su bóveda. ¡Qué gusto!¡Qué gusto!. Me decía...¡Sí!, como si le hubiese preguntado algo. Le respondía...¡Sí!, como si su afirmación fuera para mi una pregunta. Nos devoramos. Nos engolosinamos. No quedaron restos. La sangre volaba libre. Todo aumentaba y se derretía. El contraste del aire quieto de la habitación con nuestro calor corporal, nos excitaba aún más. Los contrastes siempre excitan, siempre abultan. Vi cómo quería irse, tal vez correrse, pero también se negaba a concluir, no podíamos abandonar en aquel abandono nuestro. Nos dimos sendos placeres. Varios. Suyos. Míos. Ambos. Los orgasmos no fueron el final de nada, sino una consecuencia de nuevas búsquedas, de nuevos relieves. Después de varias horas, en el juego, en la emoción, en la distensión, el reloj quiso hablarnos, pero decidimos continuar hasta quedar exhaustos, muertos de gozo, consumidos de las mejores secuencias, en lo epicúreo, hastos de hedonismo, austeros de razón, lo tuvimos todo. Nos duchamos. Seguimos jugando en la ducha, erectos. Ya sin tanto rigor, sin la pasión aquélla, aunque pude haberla horadado mucho más, haberla ofrecido mi cabalgadura, entre jabones y líquidos sedosos. Nos vestimos. Fuimos a comer. ¡Taxi!. Quince minutos. Cinco tenedores. Exquisiteces. Se me comió la puntita del bacalao, fue un capricho. De pronto...eran los pies los que jugaban por debajo del mantel. Los ojos se cerraban de la salsa y del roce. Nada nos detenía. El postre y el café nos dio sueño. ¿Una siesta?. De acuerdo. Llovía. Quisimos andar. Veinte minutos. Despejado. Ascensor. Besos. Esta vez nos tendimos completamente desnudos, aprovechando una mínima ausencia necesaria. Una sábana. Nos adormilamos. Relajación total. Contacto. Yo tuve la intención de esperarla a su sueño, para despertarla con mi densidad dura dentro de ella, en su interior, que fuera un feliz despertar. Me fui girando, sin estridencias, despacio, sin perder ese contacto que glorifica, hasta hallar los ángulos propios para edificarle el sueño. Yo estaba medio adormilado también, buscando el duermevela. Laso. Abandonado al azar de conseguir su abertura adecuada, esa superficie que tanto llena espléndidamente. Me sintió. Me entendió. Quiso venir. Me acompañó en la fantasía. Pude ir abriéndola poco a poco, paso a paso, en el duermevela, sin exigencias, casi con indiferencia, sin ansia, pero firme, seguro de la sustancia a beber. Mi cabeza ya colgaba un poco por un costado de la cama, pero mis muslos se entretejían allí dentro. Su respiración me fue contagiando, la aumentamos a medida que el miembro crecía en sus entrañas. Nos acompasamos a un insignificante movimiento microscópico, de cadera. Como dos células en acabalgamiento, terminamos por entregarnos a un nuevo goce final. ¡Ay!...nos fuimos juntos, con todas las de la ley. Las horas fueron pasando, y ya no recuerdo bien cuáles fueron los mejores momentos. Tal vez porque no hubo nada que quedara fuera de la magia, del milagro, de la felicidad de disfrutar de la paz, y del goce sumamente entendido,¿ y del amor?.

( Anonimo)

Fla te copio tu canción pues desde luego es la canción erotica por naturaleza

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el primer beso siempre se da con la mirada

Editado por Fareraa en 22-06-2010 a las 16:58.
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3 Cofrades agradecieron a Fareraa este mensaje:
Alas de Zainoa (22-06-2010), Alex (23-06-2010), CHIQUISUNICA (23-06-2010)
 

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