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| VHF: Canal 77 |    | ![]() |
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#1
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Mi primera experiencia náutica la tuve cuando después de empezar a trabajar pude pagarme un curso de buceo. Pero de buceo de los de antes, no de submarinismo como se les llama ahora, que duran cuatro días mal contados, y que me hacen dudar de su efectividad cuando te encuentras ahí abajo a veinticinco o treinta metros. Salíamos desde la playa empujando la embarcación, entre todos, a base de rulos hasta lograr que llegara al mar y flotara y después de haber cargado cada uno hasta allí, con el equipo deportivo más pesado que existe. Nunca olvidaré aquellos viajes a los fondeaderos más interesantes por su riqueza en especies de todo tipo. Pasando un calor insoportable, apretados en la bañera, con aquellos neoprenos, pendientes de hasta el mínimo detalle del equipo, de ese detalle que marca la diferencia entre un accidente y un incidente solucionable. Desde que te subías al bote hasta que desembarcabas se respiraba una disciplina casi militar. Todo había que hacerlo siguiendo un protocolo establecido y de una forma determinada. A nadie se le ocurría cuestionar una orden del instructor aunque no la entendiese en ese momento:
-Aurelio, “estiba tu botella ahí, en el centro, junto a las demás...” -Jesús, “sitúate en proa y cambia tu sitio con el de Federico...” -Andrés, “ni se te ocurra volver a dejar los plomos tirados en popa...” Si,…en definitiva eran la aplicación practica de esos conceptos sobre reparto de pesos y estabilidad de un buque, que se explican detenidamente en el Simón-Quintana, y que aparecen ante tus ojos más tarde cuando estudias para patrón de yate. Fue un par de años después cuando conocí a mi maestro en el arte de manejar una embarcación. Gerardo…, le dije, yo he llegado tarde al mar y lo único que se hacer es bucear. Y me dio una respuesta que tardaría años en comprender:… “En ese caso, Rick, que no se te olvide que, aunque tarde, has entrado por la puerta grande”. Me dejó absolutamente perplejo y pensé que lo decía solo por animarme o tal vez por consolarme. No podía haber otra razón, ni siquiera iba a cobrarme nada, o a pedirme algo, a cambio de sus enseñanzas. Gerardo era mayor que yo, prácticamente me doblaba la edad, e igualmente había sido buzo de joven. En esas fechas solía navegar solo. Su barco, un simple cascarón de aluminio, muy ligero, de poco más de tres metros de eslora al que le acoplábamos un fuera borda de 6 CV y dos buenos remos de madera, por si acaso, gruesos, de los antiguos, de los que te dejan callos, y que efectivamente una vez nos sacaron de un apuro. Pero, aunque su apariencia parecía frágil, tenia, un franco-bordo, una proa y una quilla de verdad, de las que cortan el agua y te hacen avanzar con “na” de potencia. Un barco de los que navega bien, vamos. Para mi era precioso, perfecto y seguro. Fue el barco en el que aprendí, en el que Gerardo me enseñó a amurar las olas, a mirar su dirección, su onda, su trayectoria, a maniobrar entre el seno y la cresta, a observar el color del agua, delante, detrás y más lejos, a tener en cuenta el aspecto del cielo, del horizonte. Me enseño a apreciar un buen casco, a olvidar si detrás, en el culo, llevas 250 o 6 Cv. Me enseñó en definitiva a navegar con seguridad, a respetar el medio y a los que en él deambulan, lo mismo que hizo mi instructor de buceo. Por eso aún sigo aquí. Otros no han tenido tanta suerte. Recuerdo que nuestro equipamiento era de lo más rudimentario, al margen de lo exigido por la normativa de la época, que cumplíamos a rajatabla. Es decir, nuestra sonda era una estacha a la que sujetábamos un profundimetro, tipo reloj, de los antiguos, por si entrábamos en aguas turbias, una brújula de bolsillo, un bidoncito de gasolina de respeto, una linterna marinada, cuchillo, gafas de buceo y otras pequeñeces que pudieran resultar de utilidad y no ocupasen mucho espacio. El bichero era de fabricación casera pero muy efectivo. Tampoco faltaban las cervezas, claro. Como decía antes, Gerardo sabia cosas, que yo ignoraba o de las que no era consciente entonces, cuando me aceptó a bordo como tripulante: Si había navegado en barcos de buceo, sabía moverme en un espacio reducido, podía controlar el mareo, estaba acostumbrado a soportar meteorologías adversas, a que en el mar las cosas hay que hacerlas de una determinada forma, no de cualquier forma, que no me acojonaría si la embarcación escoraba o las condiciones de la mar se ponían duras y empezábamos a recibir rociones, que le ayudaría a manejar la situación y no perdería la calma hasta lograr llegar a la playa o a un abrigo, entre otras. Gerardo me fabricó hace más de veinticinco años una mochila, que aún llevo puesta cuando salgo a la mar, y que espero no perder nunca. Para navegar y sobre todo para navegar bien, no hace falta un velero de 12 metros. Una ronda, compañeros, a la salud de mi maestro. |
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#2
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"Para navegar y sobre todo para navegar bien, no hace falta un velero de 12 metros."
![]() ![]() ![]() Me identifico con tus experiencias. Las mias diferentes de forma, pero en el fondo iguales. Brindo ![]()
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Todos somos ignorantes ... pero no de las mismas cosas.
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RICK2009 (11-12-2010) | ||
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