--Un navegante solo--

[Rho Bootis]

En estos momentos de mudanza no puede uno por menos que reflexionar y mirar hacia atras con cierta nostalgia recordando los buenos ratos pasados y las interesantes aportaciones leidas en este querido tugurio.

Yo os voy a poner uno de los escritos que mas me han impactado en los casi tres años que llevo por estos andurriales. Es del cofrade Bedmar, espero que no le sepa mal que lo traiga de nuevo aqui. Lo acompaño con una foto que hice hace muchisimo tiempo y que fue la imagen que me vino a la cabeza cuando lei lo que os pego a continuacion.

………el navegante arriba a la playa en un bote pequeño. En la bahía, un solo velero señala su presencia. Desea un impreciso contacto humano, cruzar un par de frases, un saludo, cuando media docena de chavales de color le rodean, ofreciéndose para cuidar del bote. El navegante enseña las palmas de las manos y se encoge de hombros. La chiquillería muestra su desanimo y retorna al agua a jugar con la pelota que habían abandonado en la playa. Solo ha quedado uno que examina al hombre sin disimulo, valorando el pantalón corto y la camiseta abrasados por el sol, la barba. Repara en los bolsillos abultados: -Que llevas ahí-. El navegante le muestra el contenido con las manos abarrotadas de herrajes y una navaja. -Dámela y te cuido el dingy-. -No puedo, la necesito y es el regalo de una amiga-. Señala entonces con el dedo una cicatriz curvada en la rodilla derecha del marino. Pregunta la causa y el responde que es una mordedura de tiburón. La criatura se asombra, se hecha las manos a la cabeza rapada, horrorizado; advierte el gesto del hombre y un momento mas tarde esta doblándose de risa porque ha entendido la broma. Tiene un cuerpecillo flaco enervado y unos ojos como pozos, que delatan una madurez prematura. El navegante se despide levantando una mano pero el chaval comienza a caminar unos pasos detrás; cuando aminora el paso para que le alcance, el hace lo mismo. Desde atrás le llega otra pregunta: sí, navega solo. La tercera: sí, a veces tiene miedo. ¿Y entonces?. Porque ama la mar. El crío da muestras de no entender la respuesta; ahora han entrado en la calle principal del pueblo y caminan descalzos, a la par. El chaval le requiere de nuevo: sí, el navegante tiene hambre. El chaval le señala un restaurante en la acera opuesta. No, no quiere comida para gringos. -Pero tú eres gringo-. -No lo soy.- -¿Entonces que eres?-. -Soy gente-. Un silencio y luego: -ya me parecía a mi-.-¿Por qué?-. -Porque no has dado dinero a los chicos-. -Y a continuación: -¿No te importa que te roben el dingy?-. -No lo van ha robar-. -¿Como estás tan seguro?-. -Porque saben que estoy contigo-. Imperceptiblemente, el chaval se recompone. -Entonces podría llevarte a un sitio que conozco de un tío mío-. -¿La comida es rica?-. -Si, muy rica-. -De acuerdo-. -El chaval es ahora su guía y anfitrión: levanta la mano con autoridad a una voluminosa mujer que ofrece sus servicios al marino. Asume el nuevo papel dirigiendo los pasos del navegante entre baches y escombros de callejas sin alumbrado, con luna nueva. Al fondo, una terraza cubierta con chapas onduladas acoge a una veintena de paisanos bebiendo cerveza. La cocina no es más que un pollete con una parrilla de asar y un par de barreños de plástico que cumplen precariamente la función de lavadero. Del fogón ascienden bocanadas de humo con aroma intenso de asado de cerdo y pescado que oscurecen momentáneamente la única bombilla que ilumina las mesas. Un momento antes el chaval ha cogido la mano del navegante para que todos entiendan que es su logro personal, que el responde del extraño. Para el marino, entender la jerga local es un esfuerzo inútil y la intervención de su guía es decisiva. ¿ Que quiere comer?. Lo que prefieras…..y pide dos raciones. El chaval ríe, feliz por la certeza de no haberse equivocado.
El navegante siente que ya puede volver a zarpar.



.




______________________ __________________