La Taberna del Puerto Social
"Se navega por los astros, por la mar, por la tierra, por las gentes, por los sentimientos...Se navega." Altair
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Antiguo 27-08-2008, 19:05
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El relato que copio a continuación fue el 2º premio del Concurso de Narraciones Breves sobre temas relacionados con el mar convocado por el Puerto de Sitges. La ganadora es una miembro de esta Taberna. Le han pedido varias veces que lo cuelgue en el foro, y ni a mi me ha hecho caso. No sé qué manía le ha cogido, pero dice que no le gusta. A mi sí. Así que aprovechando que ha salido y que estoy en su ordenador hurgando en su portátil lo he encontrado y me tomo la libertad de colgarlo, porque la quiero un montón, porque estoy orgulloso de ella y porque esto es una taberna en la que creo que se pueden contar cuentos sobre el mar.

Eso sí, me va a costar una bronca muy gorda cuando vea que lo he colgado, pero a pesar de ser una fiera se le pasará en un par de días, o varias semanas porque en el fondo es un cacho pan. Espero que os guste


EL RASPA

Un cuento para José


¿Quién puede afirmar que no ha soñado despierto alguna vez? Todos, en mayor o menor medida lo hemos hecho alguna vez. Pero ¿quién se ha atrevido a perseguir ese sueño? Carmen siempre quiso navegar. Desde que tuvo conocimiento soñó con la mar, estuvo ahí, presente desde su niñez, poblando su memoria de recuerdos.

Los veranos de su infancia transcurrieron año tras año a orillas del Mediterráneo, entre chapoteos en el agua y búsqueda de coquinas en la arena. Recordaba al tío Paco enterrar sandías en la orilla -¡Para que estén fresquitas a la tarde!- decía. Eran tardes felices que transcurrían plácidas bajo el sol, haciendo castillos de arena. Aún recuerda los primeros acercamientos a la mar junto a sus hermanos, esos que son para los niños un cara a cara con las olas que rompen en la orilla. Jugaban a que la blanca espuma que iba a romper en la arena no les diera alcance, y al retirarse la corrían persiguiéndola hasta que una ola traicionera les pillaba dándoles un buen remojón que provocaba risas y la algarabía típica de los niños que saben como nadie convertir cualquier momento en una aventura llena de magia.

Pero siempre había un instante en el que, inconscientemente, casi por embrujo, se apartaba del grupo de niños para sentarse cerca de las barcas, y embobada observaba como los pescadores afanosos recogían sus redes. Ya desde bien pequeña quedaba fascinada viéndoles hacer. Un día uno de ellos la llamó:

-¡Niña, ven aquí!-El hombre de tez morena y profundas arrugas en el cuello la escudriñó atentamente mientras se acercaba- ¿de quien eres tu?

-Soy la hija de Miguel- se giró a señalar a su padre, que estaba junto a sus hermanos en la orilla, unos pocos metros más allá.

-¡Vaya, con que la hija de Miguel! Conozco a tu padre desde que iba en pantalones cortos, ¡menudo elemento estaba hecho! más de un coscorrón le di entonces por subirse a la barca a jugar a los piratas. Veo que de tal palo tal astilla, a su hija le siguen tentando los barcos. ¿Y qué miras con tanta atención, si puede saberse? Deberías estar jugando con tus hermanos y no aquí perdiendo el tiempo.

Las mejillas de la niña, avergonzada por la reprimenda se encendieron enseguida pero Carmen, lejos de agachar la cabeza y mostrar timidez plantó cara al grupo de pescadores. Nunca se había atrevido a dirigirse a ellos, siempre estaban atareados, aún así no estaba dispuesta a amilanarse. Les miró fijamente, con los brazos en jarra y replicó descarada:

-¿Acaso la playa es vuestra? es muy grande, no os estorbo. Además- la niña se iba envalentonando según hablaba- me gusta mirar como coséis las redes, como sacáis peces de esos cestos y allá donde vais, las gaviotas os siguen. A mi no me dejan acercarme, solo quería jugar con ellas.

El pescador soltó una sonora carcajada y Carmen pudo ver que en su boca abierta faltaban algunos dientes. A la niña se le antojó que debía tener más de cien años, pues sus arrugas eran muy profundas y sus ojos oscuros y muy muy pequeños.

-Las gaviotas, niña, son pájaros tontos y tragones que no entienden de juegos, sólo piensan en zampar. Se arriman en busca de alimento, las muy pillas pretenden comer sin mojarse el pico. Y esto, entérate bien, no son cestos, se llaman nasas. Deberías saberlo, tus antepasados fueron pescadores, y llevas su sangre en las venas. –El viejo, con una sonrisa conciliadora alargó el brazo hacia ella y le dio un cubo -Anda, toma estos calamares y llévaselos a tu padre, dile que se los manda Antonio, el Raspa. ¡Y tráeme el cubo de vuelta!

Carmen tomó el cubo con la solemnidad del que recibe el más valioso de los presentes, pero pronto perdió la compostura: era demasiado pequeña y el cubo pesaba demasiado para ella. Aún así se asomó dentro y su carita se iluminó: dos enormes calamares aún vivos parecían mirarla. Presa de la emoción emprendió una penosa carrera hacia el lugar donde estaba su padre, que saludaba con el brazo al pescador. Resultaba graciosa verla, tan chica tirando a trompicones del cubo. Pero a mitad de camino frenó y volvió sobre sus pasos hacía Antonio El Raspa, que de nuevo se hallaba metido en faena. Tiró del faldón de su camisa, Carmen no le llegaba ni a la cintura. Esté giró la cabeza y levantó una ceja:

-¿Aún por aquí?

-¡Señor Raspa! ¿Podría llevarme en su barco la próxima vez que salgan a pescar? Yo quiero navegar- La de Carmen, más que petición era una súplica. El pescador miró a sus compañeros y se volvió de nuevo hacia la niña negando con la cabeza.

-¡No es posible, pequeña! un barco faenando no es lugar para ti, hoy tendremos poniente que pega duro en la bahía y te asustarías. Además, salimos cuando aún duermes, que es lo que deben hacer los niños a esas horas.

-¡Me portaré bien, lo prometo!

-He dicho que no –el pescador se revolvió incómodo, era difícil resistir a la carita lastimera de la niña- Haremos un trato: el año que viene, que serás un poco más mayor vuelve, y ya veremos ¿De acuerdo?

-¡Por favor, señor!-era un último intento desesperado, pero no logró convencerle

-No insistas. El año que viene, y ahora tira a jugar con tus hermanos y que no te vuelva a ver merodeando por aquí hasta entonces.

La chiquilla asintió resignada, no le quedaba otra. El verano estaba casi acabado y los meses fríos pronto dieron paso a la primavera. Carmen recordaba a diario la promesa de Antonio el pescador, y no veía la hora de volver a la playa. Pero con el fin del curso escolar llegó el momento tan esperado: empezaban las vacaciones estivales, lo que significaba volver a la mar.

El primer día de playa Carmen estaba presa del nerviosismo propio de quien va a iniciar una gran aventura, la noche anterior apenas pudo dormir. Nada más bajar del coche corrió hacia las barcas en busca de Antonio. Su barca estaba allí, varada en la arena, pero la encontró vieja, abandonada, el barniz cuarteado no lucía los vivos colores que guardaba su memoria. Anduvo arriba y abajo buscándole entre pescadores –quizá tenga otro barco- pensaba. Tuvo el presentimiento de que algo iba mal. Reconoció entre un grupo de hombres una cara familiar, ¡sí, le recordaba! ese muchacho estaba el año pasado ayudando al pescador. Corrió hacia él

-¡Hola! Busco al Sr. Antonio Raspa, me dijo que volviera este año para llevarme a navegar ¿sabes donde está? En su barca no hay nadie y no lo encuentro por ningún lado.

El muchacho la miró, parecía sobresaltado, como quien hubiera visto a un fantasma. Tardó unos segundos en reaccionar

-¡Ah, ya te recuerdo! La hija de Miguel, Carmencilla ¿no?- el joven acarició el rostro de la niña, sus manos eran ásperas y olían a pescado –El Raspa ya no está, nos ha dejado.

-¿Cómo que no está?- la niña apartó bruscamente la mano de su cara y se revolvió nerviosa- ¿Cuándo vuelve? Me dijo que me llevaría en su barco, no ha podido irse.

-¡Pobrecilla! No volverá Carmen- El muchacho soltó los aperos que le ocupaban, agarró a la niña y la sentó en su regazo. Con expresión compasiva, le explicó que Antonio el Raspa había enfermado y una mañana no bajó a pescar. Lo encontraron dormido en su cama, dormido para siempre. A medida que Carmen escuchaba el final del Raspa, sus ojos se anegaban produciendo un terrible escozor. Dio un violento empujón al muchacho para liberarse de sus brazos, estaba furiosa

-¡No es cierto! No se ha ido, ¡me lo prometió, me prometió que me llevaría a navegar!- salió corriendo en dirección al coche de su padre, se metió dentro y no consintió en salir de allí, pese a los vanos intentos de sus padres de hacerla entrar en razón. Carmen se sentía traicionada, el Raspa había faltado a su promesa, se marchó sin esperarla, sin llevarla a navegar. Durante mucho tiempo lloró amargamente, de rabia, sin entender por qué Antonio no se había despertado.

Fue tal el berrinche que agarró que no quiso volver a la playa durante buena parte del verano y sus padres, viendo su estado no la obligaron. Se dedicaba mirar la playa desde la ventana, por donde divisaba también la embarcación abandonada de Antonio. Tenía la sensación al mirarla que día a día la marinilla estaba devorando el casco a pequeños mordiscos, cada vez más desvencijada, con más arena alrededor.

Una tarde los padres de Carmen se llevaron un buen susto. Como era costumbre, la acostaron tras la comida a dormir la siesta, y pasadas un par de horas viendo que ésta no se levantaba fueron en su busca: la cama estaba vacía. En el hogar cundió el pánico, medio pueblo se movilizó para buscarla, pero pasaban las horas y no había ni rastro de la pequeña. Ya bien entrada la noche un lugareño la trajo en brazos, era el muchacho que le había dado la fatídica noticia que tanto la trastornó. Estaba dormida. La habían encontrado así, acurrucada dentro de la barca de Antonio. Carmen en un descuido de sus padres se escapó sigilosa en dirección a la playa, con el propósito de echarse a la mar. Se encaramó como pudo a la embarcación abandonada, valiéndose de unas cajas de pescado apiladas para alcanzar a subir a bordo. Una vez dentro fue consciente de que toda su determinación era inútil, era demasiado pequeña, ni tan siquiera sabía como hacían los barcos para entrar en el agua. La impotencia nuevamente se adueñó de ella, aunque esta vez no hubo lágrimas, pero lloró, lloró mucho, por dentro, hasta quedarse dormida.
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Pasaron los años, Carmen, ya convertida en mujer, nunca olvidó ese primer contacto con los pescadores. Siempre que podía volvía a esa playa y pasaba horas sentada en la arena, a la sombra de la barca del Raspa, mirando a la mar con la fascinación de siempre, tratando de imaginar qué se sentiría allá fuera, entre las olas. Fue una tarde de noviembre cuando conoció a José, ni siquiera se percató de donde venía, simplemente llegó, se sentó a su lado sin decir nada. Era raro, pero a Carmen no le importó que el desconocido se aproximara de ese modo, curiosamente ese hombre produjo en ella una extraña sensación de familiaridad. Pasaron un largo rato así, sentados en la arena en silencio, un silencio que decía más que mil presentaciones, en el ambiente se palpaba cierta complicidad. Después intercambiaron sus nombres, sin ahondar en más detalles, no hicieron falta.

-¿Cómo es eso de navegar José? Quiero saberlo. ¿Qué se siente?

-Navegar es distinto a todo. Cuando sales a la mar no quedas indiferente, una vez lo pruebas quedas atrapado para siempre o el temor te hace odiarlo. La mar hay que sentirla, pero no aquí –José llevó un dedo a su sien- sino aquí- dijo llevándose la mano al pecho. Se te mete dentro y si logras que tu sangre admita el salitre ya no vuelves a ser el mismo, te conviertes en un hijo de la mar.

Allí, sentados uno junto al otro esa tarde de noviembre comenzaron a hablar sin más. Al día siguiente Carmen volvió a la playa, no estaba segura de si volvería a ver al desconocido. Había sido un encuentro casi irreal, como soñado, así que se alegró al encontrarle de nuevo sentado junto a la destartalada barca del Raspa, esperándola. Y así, día tras día, Carmen descubrió más de la mar, de sus gentes. José parecía conocer todos los secretos que ella ignoraba, le contaba mil y una historias, le hablaba de barcos, de marinos, de otras playas. Descubrió que navegar era mucho más que flotar entre las olas. Supo que allí fuera no te pierdes si miras las estrellas, que éstas siempre orientaron a los hombres de mar desde el principio de los tiempos. Y supo que el viento ejercía una poderosa influencia, así como las mareas.

A Carmen le gusta imaginar al viento como el amante inconstante de la mar, que la complementaba, en una especie de atracción fatal, de amor-odio. Un elemento pasional que al acariciar la líquida superficie la rizaba más o menos, formando borreguillos coquetos. Cuando el viento se enfadaba la golpeaba con furia, la ira producía en ella fuertes marejadas, pero aún era peor cuando éste mostraba su indiferencia, pues durante su ausencia la tristeza de la mar aumentaba reflejando su pena en forma de calma chicha, encalmadas bucólicas de las aguas añorando a su amante, tristeza en la que quedaban atrapados a su antojo todos los que en ella estuvieran, a veces hasta la desesperación, rezando por la reconciliación de los elementos.

Una tarde como tantas de las compartidas, vieron pasar un velero. ¡Parecía volar! Carmen nunca entendió como esos barcos podían navegar contra el viento, la lógica le decía que el aire debía empujar por detrás para que avanzara. José sonrió al escuchar los planteamientos de Carmen, era evidente que le quedaba mucho por aprender.

-¿A eso se le llama ir empopado?-Esa pregunta provocó una sonora carcajada en José que ruborizó a la muchacha

-Empopado suena fatal. No, Carmen, no navegan en popa, fíjate que la mayor no va tan abierta. Ese barco lleva un rumbo más o menos abierto al viento. ¿Sabes de rumbos? ¿Ceñir?

Carmen negó con la cabeza mientras observaba al velero en silencio, no entendía apenas nada de lo que le decía.

-Veamos, pon la palma de tu mano plana sobre la arena, apuntando al mar- José dibujó en la arena un círculo alrededor de la mano de Carmen, y le puso los números del uno al doce, como si de la esfera de un reloj se trataran.- Imagina ahora que tu mano es un barco y la punta de tus dedos son la proa

-Sí…- a Carmen se le iluminó la cara con una amplia sonrisa, miraba fascinada su mano y dejaba escapar su imaginación, pensando que su extremidad surcaba los mares en forma de ondas de arena

-Fíjate, hemos dicho que la proa de tu barco está situada en tu dedo medio y éste apunta a las doce. Entonces, la popa de tu barco estaría situada a las 6 de nuestro reloj. Pues ya tenemos 2 conceptos: si el viento lo recibieras por donde marca las doce se dice que tenemos viento por proa, y si entra por las seis, viento por popa, hasta ahí es fácil. ¿sí?

Carmen asintió concentrada, en todos los días de su vida jamás había prestado tanta atención como lo hacía en esos momentos con las lecciones que José le daba.

-Sigamos, ahora vamos a intentar que nuestro barco avance, seguimos con la proa apuntando a las doce- José posó su palma sobre la mano de Carmen, Era grande, cálida, el contacto con su improvisado maestro hizo que su piel se erizara, era la primera vez que se tocaban, casi había llegado a creerle irreal.

-Estate atenta: Si el viento te llegara justo por las doce, es decir por proa, no podrías navegar a vela, no es posible hacerlo justo así- Hasta ahí Carmen lo entendía, en su ignorancia entraba dentro de la lógica que ir en contra del viento impide avanzar. -Pero bastaría con que te abrieras un poco al viento, si viraras tu proa, pongamos hasta la una, ya podrías hacerlo.


Carmen le miró extrañada, si sólo se abriera un poco seguirían casi en las mismas, con el viento aún casi de frente. ¿Cómo va a poder avanzar un barco cuando el viento le empuja por delante? José vio en seguida la expresión de extrañeza en el rostro de Carmen


-¿Y cómo? El viento entra casi casi de frente- Carmen no dejaba de mirar su mano, tratando de asimilar lo que le explicaban, no acaba de cuadrarle, pero si José lo decía debía de ser así.


-¡Claro!, pero es el suficiente para hacer que se mueva. -Si te asomas a mirar desde arriba, verás que la punta de tus dedos y las doce del reloj forman un pequeño ángulo

-Ahá…

-Por ahí el viento tiene espacio suficiente para colarse en la vela. Es así, - acarició de refilón el canto de su mano- entra y ese roce en el trapo lo llena de viento haciendo que el barco se mueva. Ahora sí que podemos navegar, y eso, Carmen, es ceñir, es decir, navegar en el menor ángulo posible respecto a la dirección del viento que nos venía por la proa

-¡Vaayaa! ¡Claro, ahora lo entiendo! Se trataba de que las velas se llenaran…- Carmen tuvo la sensación de que José acababa de abrir una puerta que asomaba a un mundo misterioso hasta entonces para ella. A partir de ahí, guiada por José, conoció a fondo los distintos rumbos, y qué era trimar, esa extraña palabra tan nombrada y cuyo significado desconocía. Descubrió además qué secreta relación guardaba el viento con las velas de un barco para que éste avanzara. Y ese fue el empujón definitivo para convencerse de que debía dar el paso que le faltaba: aprendería a navegar.
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Antiguo 27-08-2008, 19:09
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Una tarde su encuentro con José le deparó una grata sorpresa

-En marcha Carmen, ya ha llegado tu hora- Carmen se sorprendió, nunca había ido a ningún lado con su amigo. Parecía como si el único lugar en el que éste se hacía presente era en la playa

-¿Dónde vamos?

-A navegar ¿no es eso lo que querías?

Carmen no se lo acababa de creer. ¿A navegar? ¿Cómo? Un cosquilleo fue adueñándose de su tripa. ¿Le estaría gastando una broma? José cogió de la mano a Carmen y la llevó hasta el puerto. Los pies de ésta parecían no tocar el suelo, no acababa de creérselo. Su cuerpo era un hervidero en el que se cocían toda clase de emociones, estaba muy ilusionada, pero además sentía por un lado incredulidad, por otro la invadía el miedo ¿y si se mareaba o se asustaba? O lo que era peor ¿y si se decepcionaba? Llevaba años idealizando la mar, todos los días. ¿Se habría creado un concepto erróneo y navegar no era como tal como ella esperaba? Pensar en esa posibilidad era lo que más la aterraba. Fuese como fuese, era el momento de averiguarlo, de saber si se convertiría en una hija de la mar.

Llegaron a un pantalán y pararon frente a un pequeño velero atracado de popa, en el espejo podía leerse el nombre: Cote. José subió a bordo dando una zancada. Y ahí estaba ella, midiendo la distancia entre el pantalán y el barco, mirando el agua que había de por medio.

-¡Vamos! Sube a bordo grumete.

A Carmen le entró el pánico. Sus pies, al borde del pantalán no le respondían, ¡parecían estar tan lejos de la embarcación! No lo conseguiría, caería al agua.

-¡Me da miedo!

-¡Vamos no seas boba!, no vas a caer. Deja de mirar al suelo y mírame, solo tienes que dar un pequeño salto. Confía en mí- José extendió su brazo

Tenía razón, se estaba comportando como una tonta, sólo estaba a un paso de alcanzar su sueño y ni tan siquiera se atrevía a subir a bordo. Miró a José a los ojos y en ellos vio la mar. ¡Claro que confiaba en él!, era el patrón que la conducía a conseguir sus anhelos. Saltó, sin mirar abajo, un solo paso y bajo sus pies la cubierta, una superficie flotante. Nada había cambiado ¿o sí? Una vez a bordo a Carmen aún le temblaban las rodillas, estaba nerviosa.

-Hazte al timón

-¿Yo? Pero… si no sé navegar

-Vamos, no me digas que durante todo este tiempo has hecho oídos sordos a todo lo que he ido explicándote. Tranquila Carmen, yo estaré a tu lado.

Enfilaron la bocana, y una vez fuera del resguardo del puerto todo cambió. El balanceo bajo sus pies se acentuó, y sus sentidos empezaron a despertar. La tarde caía y por proa el horizonte ofrecía una impresionante paleta de tonos anaranjados.

-Apróate al viento, vamos a izar la mayor.

El viento… ahí estaba, en forma de suave brisa acariciando su rostro. Percibió el aroma de la mar, y a su memoria volvieron recuerdos de su infancia, el olor a pescado de las manos ásperas del muchacho que en su día la acarició compasivo. Pero esta vez era una caricia suave, juguetona. Pararon motores, y el silencio, tan lleno de matices, acabó de invadir todos sus sentidos ¡Sí! La mar era lo que ella esperaba, en esos momentos deseó no regresar, quería quedarse allí para siempre. Entonces José se acercó a ella y le susurró al oído:

-Deja que las olas te acaricien y que la brisa del mar peine los rizos de tu pelo

En ese instante comprendió a qué se refería José al hablarle de los hijos de la mar. Y es que en ella se percibía una sensación maternal, te arropaba, meciéndote, el sonido de la brisa contra las velas se le antojaba un canto dulce, como una nana. Se sentía bien, como si estuviera en su hogar, como si siempre lo hubiera sido.

Recorrieron la bahía mientras que José la animaba a jugar con las velas, a descubrir por sí misma como gobernar el barco. La noche llegó, y con ella un nuevo descubrimiento: el cielo era completamente distinto allí fuera. Un tapiz brillante los cubría, ¡nunca había visto tantas estrellas en el firmamento! Desde tierra apenas se apreciaban la mitad, pero allí, en medio de la nada y de un todo, el cielo cobraba vida propia. José sacó un termo y sirvió dos tazas de café.

-Gracias José, y no me refiero al café, sino a todo lo que me has regalado. El destino te cruzó sin saber por qué en mi camino, pero bendita casualidad la que te trajo hasta mi.

-No fue por azar Carmen, te busqué. Hace muchos años hice una promesa. Mi padre se pasó meses enteros hablándome de una niña que pasaba los días mirando a los barcos, una cría en cuyos ojos se leía la pasión por la mar. “Navegará, José, es su destino, y me encargaré de que se cumpla” Así me lo dijo una y mil veces. Poco después enfermó, un poso de amargura le acompañó hasta la muerte: te había dado su palabra, veía que su hora llegaba y no alcanzaría a cumplir su compromiso. Las gentes de mar siempre están ahí cuando se les necesita y en cierto modo sentía como si te abandonara a tu suerte. Su última voluntad fue que me asegurara de que recibieras tu bautismo de mar, le prometí que así sería y aquí estamos. Y me alegro por ello, porque sé que esté donde esté mi padre se sentirá satisfecho.

Carmen vio pasar una estrella fugaz. A su memoria vino la sonrisa desdentada del viejo Antonio, quiso creer que les miraba desde el cielo, que esa estrella era un guiño. Sonrió. Lo sabía, El Raspa era un hombre de mar, no le podía fallar. A partir de ese día Carmen se dedicó a navegar, haciendo planes, buscando su propio barco. La mar, tal y como vaticinó el padre de José, la había enganchado, y ya no podía pasar mucho tiempo alejada de ella. Sin embargo, seguía teniendo una espina clavada, un asunto pendiente.

La embarcación del Raspa seguía en la playa, durante todos esos años apenas había recibido mantenimiento alguno, y estaba muy deteriorada. Aprovechando que José debía emprender un largo viaje, se propuso ocupar su ausencia en la barca de la playa, quería devolverle el lustre de años atrás, en cierto modo era el barco con el que siempre había soñado navegar. Echaba de menos a José, más de lo que esperaba, se había acostumbrado a él y era extraño no tenerle a su lado en la playa, pero su nueva labor la mantenía despejada.

Empezó por revisar la estructura del casco. Lo ignoraba todo, pero sabía apreciar qué madera aún podía aprovecharse. Cada dos por tres visitaba una carpintería de ribera cercana, para fijarse en su labor, preguntando todo aquello que le producía curiosidad. Hizo lo mismo con todos los armadores de la zona. Después volvía al barco, durante días enteros, aplicando lo aprendido, hasta que la tarde caía y la falta de luz le impedía continuar. Poco a poco entre los pescadores se despertó un afecto especial por Carmen. Se habían acostumbrado a verla allí, a responder a sus preguntas sobre los barcos, la veían trabajar sin descanso con un arrojo del que muchos hombres carecían. Una mañana que dedicaba a lijar la regala se le acercó uno.

-Si pretendes que este cascarón vuelva a flotar otra vez, antes de seguir lijando deberías revisar a fondo las cuadernas, y sustituir algunos tablones del forro, la madera está podrida por algunas zonas- dicho eso, el hombre subió a la embarcación, y empezó a señalarle las partes más débiles que urgían ser repuestas. Creo que queda mucho trabajo por delante pero 4 brazos siempre trabajarán mejor que dos.

Antes de que Carmen saliera de su estupefacción otro pescador se arrimó

-Buena cosa harías si dejaras que este grumete de 3 al cuarto te dijera como hay que poner a son de mar un barco. Cuenta con dos brazos más si no quieres naufragar nada más botarlo.

Una voz ronca se sumó: -¡Que el demonio me lleve! ¡Donde vamos a llegar! Una mujer en un barco de pesca, esto no nos traerá nada bueno, no señor. Pero que no se diga,- el hombre de voz quebrada hizo un guiño simpático a Carmen- cuenta dos brazos más, que la memoria del Raspa bien merece que esas viejas maderas caten de nuevo el salitre.

Carmen se emocionó, por primera vez en mucho tiempo una lagrimilla corrió libremente por su rostro. Poco a poco el grupo aumentó. Iban todos los días, tras terminar de faenar. Los días de descanso eran una fiesta en la playa. Las mujeres llevaban viandas, y el ambiente que se respiraba era especial. Trabajaron duro, pero su labor fue llevadera amenizada con miles de anécdotas marineras que contaban los pescadores. Fanfarroneaban exagerando el tamaño de sus capturas, llegando incluso a discutir como niños, pero sus enfados se zanjaban pronto con un apretón de manos y alguna broma. Poco a poco el barco retomó vida. La pintura acabó de devolverle el esplendor que luciera años atrás.

-Carmen, ha sido cosa tuya recuperar este barco. A ti te corresponde su bautizo. Pero antes ha de volver a lucir su nombre. Y nada de cambios que trae mal fario.

¿El nombre? Ni tan siquiera había pensado en ello ¿Cómo se llamaba? Fue fácil adivinarlo. Al día siguiente bajó a la playa con un bote de pintura azul. Pintó letra a letra minuciosamente. Ahora sí, ya estaba listo para ser devuelto a su medio, para mecerse de nuevo en la mar.

La tarde que José regresó, Carmen esperaba impaciente en la playa. Esbozó una sonrisa de satisfacción al ver la expresión de sorpresa de su amigo. Le tendió la mano a modo de invitación:

-Vamos José. Hoy seré yo quien te lleve a navegar.
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Predeterminado Re: "El Raspa" Accesit Relato sobre el mar

Este es el cuento que escribió Polen, alguien a quien hoy la han calificado de histérica aburrida, y desequilibrada a la deriva. No creo que alguien así sea capaz de escribir algo así. Como alguien muy cercano a mi que es mi primera reacción fueron ganas de ponerme a defenderla insultando, afortunadamente tengo más control que ella y le disgustaría verme soltando burradas, así que opto por dejar lo que escribe, que es lo que mejor demuestra como es ella.
solo puedo añadir que se deja la piel y el corazón por los que quiere y quizá se de demasiado. ¿su problema? que es una mujer sin dobleces y a veces no es bueno ser tan transparente o darse tanto a los demás.

P.D. : Niña: No te enfades mucho por haber puesto tu cuento aquí. Es bonito y los ánimos están alterados, así que nada mejor que dejar un poco de la ternura de la niña que protagoniza tu cuento para calmar los ánimos

Editado por Gama en 27-08-2008 a las 19:27.
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precioso, muchas gracias.
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Antiguo 27-08-2008, 20:59
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Predeterminado Re: "El Raspa" Accesit Relato sobre el mar

Pues aunque te cueste una bronca... gracias por el relato.

En cuanto a lo demás... cuando la mar arrecia, es el momento de intentar serenarse y reglar las velas.
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No es prudente sentar cátedra. Es mejor sentar el trasero. Pero incluso esto no ha de tomarse como dogma. O quizá sí.

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  #7  
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Niña: No te enfades mucho por haber puesto tu cuento aquí. Es bonito y los ánimos están alterados, así que nada mejor que dejar un poco de la ternura de la niña que protagoniza tu cuento para calmar los ánimos

¿tu sabes lo que es el respeto a mis decisiones? . No tenías derecho


Este relato no me trae buenos recuerdos. Pero ya que lo han colgado he de agradecer al cofrade PIM que era y es uno de los grandes, su ayuda y paciencia y cariño para ayudarme a traducirlo, puesto que lo presenté por duplicado en catalán y castellano, y sobretodo su discrección por no contar que me iba a presentar a un concurso. Pim... gracias

Y otra cosa más... todos los personajes son inventados, Carmen y José solo son personajes, pero sí me senté de niña en la playa a ver a los pescadores, es la única semejanza con Carmen. Y el Raspa existió, antaño daban motes en los pueblos a las gentes o familias. Mi abuelo materno era Antonio el Raspa, que no conocí pero que llevo en la memoria a través de los que lo conocieron
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Editado por Polen en 28-08-2008 a las 01:21.
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Jadarvi (08-12-2008)
  #8  
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Polen,

El cuento es lindo! Gracias por escribirlo. Por favor guarda las pinzas

El avatar es precioso
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  #9  
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Este es el cuento que escribió Polen, alguien a quien hoy la han calificado de histérica aburrida, y desequilibrada a la deriva. No creo que alguien así sea capaz de escribir algo así. Como alguien muy cercano a mi que es mi primera reacción fueron ganas de ponerme a defenderla insultando, afortunadamente tengo más control que ella y le disgustaría verme soltando burradas, así que opto por dejar lo que escribe, que es lo que mejor demuestra como es ella.
solo puedo añadir que se deja la piel y el corazón por los que quiere y quizá se de demasiado. ¿su problema? que es una mujer sin dobleces y a veces no es bueno ser tan transparente o darse tanto a los demás.

P.D. : Niña: No te enfades mucho por haber puesto tu cuento aquí. Es bonito y los ánimos están alterados, así que nada mejor que dejar un poco de la ternura de la niña que protagoniza tu cuento para calmar los ánimos
...sin haber llegado a este punto explicativo, y no se por que, desde el principio del relato pense que no era carmen, sino marga el nombre de la chiquilla
en cierto modo me he sentido identificado en cuanto a lo que recuerdo sentir cuando era un enano y siempre pedia como regalo de cumple, de reyes, de santo, de lo que fuera, un barco; hasta tuve por parte de mi abuela, en mi primera comunion, el catamaran rojo mas bonito de mi vida
joer, que recuerdos, se me han puesto los ojos como tomates
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  #10  
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Predeterminado Re: "El Raspa" Accesit Relato sobre el mar

Polen escribe....

Navegar es distinto a todo. Cuando sales a la mar no quedas indiferente, una vez lo pruebas quedas atrapado para siempre o el temor te hace odiarlo. La mar hay que sentirla, pero no aquí –José llevó un dedo a su sien- sino aquí- dijo llevándose la mano al pecho. Se te mete dentro y si logras que tu sangre admita el salitre ya no vuelves a ser el mismo, te conviertes en un hijo de la mar.

Eso a mi ya me cala... Pero Polen no se detiene aquí.
Se olvida de nuestras motivaciones a navegar. Obvia al marino en la relación mar y viento en la cual el hombre se cuela sin haber sido realmente invitado.
Es pasión. Pasión pura, que muerde y duele. Y la pasión suena asi:

A Carmen le gusta imaginar al viento como el amante inconstante de la mar, que la complementaba, en una especie de atracción fatal, de amor-odio. Un elemento pasional que al acariciar la líquida superficie la rizaba más o menos, formando borreguillos coquetos. Cuando el viento se enfadaba la golpeaba con furia, la ira producía en ella fuertes marejadas, pero aún era peor cuando éste mostraba su indiferencia, pues durante su ausencia la tristeza de la mar aumentaba reflejando su pena en forma de calma chicha, encalmadas bucólicas de las aguas añorando a su amante, tristeza en la que quedaban atrapados a su antojo todos los que en ella estuvieran, a veces hasta la desesperación, rezando por la reconciliación de los elementos.


Queridísima Marga...

Te puede parecer lo que quieras...
Pero a mi tu cantar me recuerda el murmullo del agua contra el casco.
Algo bruja sí que eres, siempre te lo digo.
Cómo sino por puro embrujo puedes llegar a comprender tanto a la mar??

Que felicidad me ha dado leer eso.

Gracias, Marga.

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genoves (16-09-2008)
  #11  
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Polen escribe....

Navegar es distinto a todo. Cuando sales a la mar no quedas indiferente, una vez lo pruebas quedas atrapado para siempre o el temor te hace odiarlo. La mar hay que sentirla, pero no aquí –José llevó un dedo a su sien- sino aquí- dijo llevándose la mano al pecho. Se te mete dentro y si logras que tu sangre admita el salitre ya no vuelves a ser el mismo, te conviertes en un hijo de la mar.

Eso a mi ya me cala... Pero Polen no se detiene aquí.
Se olvida de nuestras motivaciones a navegar. Obvia al marino en la relación mar y viento en la cual el hombre se cuela sin haber sido realmente invitado.
Es pasión. Pasión pura, que muerde y duele. Y la pasión suena asi:

A Carmen le gusta imaginar al viento como el amante inconstante de la mar, que la complementaba, en una especie de atracción fatal, de amor-odio. Un elemento pasional que al acariciar la líquida superficie la rizaba más o menos, formando borreguillos coquetos. Cuando el viento se enfadaba la golpeaba con furia, la ira producía en ella fuertes marejadas, pero aún era peor cuando éste mostraba su indiferencia, pues durante su ausencia la tristeza de la mar aumentaba reflejando su pena en forma de calma chicha, encalmadas bucólicas de las aguas añorando a su amante, tristeza en la que quedaban atrapados a su antojo todos los que en ella estuvieran, a veces hasta la desesperación, rezando por la reconciliación de los elementos.


Queridísima Marga...

Te puede parecer lo que quieras...
Pero a mi tu cantar me recuerda el murmullo del agua contra el casco.
Algo bruja sí que eres, siempre te lo digo.
Cómo sino por puro embrujo puedes llegar a comprender tanto a la mar??

Que felicidad me ha dado leer eso.

Gracias, Marga.

Joer niña, me has emocionao... en serio. Gracias. Ya te lo he dicho muchas veces pero nunca olvidaré el último día que pasamos juntas, y lo que mucho que te debo por ello. Te tengo que querer por narices joia
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  #12  
Antiguo 16-09-2008, 12:42
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Queridísima Marga...
Algo bruja sí que eres, siempre te lo digo.
No lo sabes tu bien.... una bruja brujísima rematada, sobretodo cuando se cabrea
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  #13  
Antiguo 16-09-2008, 16:36
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No lo sabes tu bien.... una bruja brujísima rematada, sobretodo cuando se cabrea
Esta noche si tienes cohones me lo dices en la cara
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  #14  
Antiguo 07-12-2008, 22:11
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Recupero este post pues hay 3 mails en los ultimos días que me preguntan si esto pasó

si hubo una niña que miraba a los pescadores, nada más

Sí existió el raspa, su nombre era Antonio, pero no en este cuento, solo se usó parte de su identidad

José solo es un personaje de ficción, al igual que Carmen. Ningun desconocido se sienta a entablar una amistad sincera.... No, ninguno de los dos existen

Solo fue un cuento, un cuento infantil de una niña que quería navegar. Pero esa niña es un personaje más de ficcion...
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  #15  
Antiguo 27-08-2008, 19:14
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¡¡¡ Precioso relato, Gama, espero que te perdone el haberlo publicado, por que con ello, has compartido con todos nosotros esa maravilla. !!!


Un brindis por la autora (espero que al final sepamos quien es)
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Si tratas a los demás como te gustaría ser tratado, pocos valores más serían necesarios.


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  #16  
Antiguo 28-08-2008, 21:25
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¡¡¡ Precioso relato, Gama, espero que te perdone el haberlo publicado, por que con ello, has compartido con todos nosotros esa maravilla. !!!


Un brindis por Polen
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  #17  
Antiguo 15-09-2008, 16:35
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Ya se le ha pasao el mosqueo. Además como le han robado el portátil ya no puedo husmear más en él.


Si en el fondo la niña es un cacho pan y cuando sonríe hasta parece menos bruja

Hace un rato me ha explicao que era eso de los agradecimientos. No los merezco, la autora es ella no yo, pero aún así, gracias

Por cierto, a ver si vosotros sois capaces de convencerla, le ha surgido una oferta para escribir en un periódico local y en otros organismos que le editarían si escribiera algo "parecido" a un libro, pero se niega (y ahora chivándome, se va a volver a cabrear conmigo)

Editado por Gama en 15-09-2008 a las 16:38.
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  #18  
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Querida y entrañable cofrade Polen aunque personalmente no te conozco, alguien con la sensibilidad capaz de escribir un relato como este y que ha compartido penas y alegrías, buenos y no tan buenos momentos con nosotros, me resulta persona digna de todo afecto y me alegro mucho de que ya no estes molesta con Gama porque le agradezco, bueno creo que somos muchos los que le agradecemos que lo haya colgado.

Un por tí y que nada te haga cambiar.
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  #19  
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No le queda más remedio que perdonarme, y aguantarme, que para eso soy su hermanillo chico como ella me llama (y eso que cuando estoy en pie le saco un par de palmos a la enana)
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  #20  
Antiguo 15-09-2008, 18:32
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Si en el fondo la niña es un cacho pan y cuando sonríe hasta parece menos bruja

Pa mi que no fueron suficientes collejas las que te di siendo un mocoso

Tate ya quietecito y callaito anda que al final me mosqueo de verdad
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