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VHF: Canal 77 |
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El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Anteayer me reclamaron una promesa incumplida … Es cierto; le hice una promesa a alguien a quién quiero ; un amigo, un compañero de travesía, un ser humano magnífico de enorme corazón… Estaba en la oficina , en Jávea, cuando se presentó, casi por sorpresa, acompañado de su mujer y de otro amigo más y con un abrazo de esos de oso que casi la levantan a una del suelo, me”rescató” de una espantosa mañana laboral para que fuéramos a comer cerquita del Azul… Era otra de esas mañanas intensas de teléfono, problemas, correos urgentes y temas que solucionar, como son últimamente mis mañanas. Se llama Carlos, aunque aquí se le conoce más por Urtzi. Para mí, y me emociono mientras lo escribo, es nada más ni nada menos que un amigo , en mayúsculas, que he tenido la inmensa fortuna de conocer gracias a esta Taberna. Por mi promesa, porque le quiero un montón, por toda la magia de emociones que he vivido desde que frecuento esta Taberna, sólo voy a intentar plasmar lo vivido, lo sentido, durante la travesía al Cabo de Hornos que compartí con él y con Loes, Iñaki ,Jorri, Cristina, Jaime y Fernando. No tengo cuaderno de bitácora.Mis anotaciones específicas acerca de temperaturas, vientos, posiciones, las llevaba en un aparatejo llamado Blackberry que se desconfiguró a mi vuelta como por una especie de sortilegio. Tal vez sólo debía quedarme de ese viaje, mi libretita negra, de tapas de cartón con una serigrafía en plata que parece casi un misal pero que milagrosamente y tras varias inmersiones involuntarias en las heladas aguas , no perdió ni sus letras ni su compostura. Mi libretita negra era…otra promesa, esa si que cumplida porque se me acabaron hasta las hojas. Y yo, pues…la de siempre, pero con un sueño materializado en el corazón, con el alma pintada de azul para siempre, con la retina innundada de belleza indescriptible y una vez más, con la convicción absoluta de lo maravilloso que es estar viva. 2 de Enero de 2009 En el tren, camino de Madrid y con muchas emociones en el corazón…. No sé cuántas veces les he dicho adiós con la mano, cuántas veces la he puesto sobre el corazón y cuántos besos he lanzado al aire desde el andén, cargada con los dos petates y envuelta en la magia de la amistad, del amor de los míos que me habían llevado hasta Alicante, desde dónde salíamos hacia Madrid para embarcarnos en el vuelo hacia Buenos Aires. El día ha nacido gris y amenaza lluvia y se me saltan las lágrimas al subirme al tren. He empezado el año feliz y llevo en la piel los últimos besos, los últimos abrazos, como una marca de agua invisible. Viajan conmigo, les llevo dentro de un modo líquido, como el mar, fundidos en mí. Me pregunto e intento recordar cuándo se empezó a forjar este sueño y lo cierto es que no podría decir la edad que yo tenía. Seis, siete años, luego han pasado más de 40 años desde la primera vez que escuché las palabras “Cabo de Hornos”.Recuerdo los cuentos de piratas y marinos en la biblioteca de mi abuelo, los cristales emplomados de la puerta de acceso, el león negro que sujetaba entre sus patas un reloj de esfera blanca empotrado a su vez en una bola del mundo sobre la mesa de aquel despacho.Recuerdo cómo me sentaba en el suelo a la espera de que la sombra enorme de mi abuelo se acercase a la puerta y el instante mágico en que ésta se abría dándome acceso a aquel mundo de libros. Cosquilleo en el estómago…¿será hambre? Tal vez sea sólo un vago recuerdo del cosquilleo aquel, el de la espera al otro lado de la puerta. -Pasa, Alejandra, decía, y yo, con los ojos brillantes por la emoción contenida , cruzaba el umbral, lenta y prudente, casi de puntillas, mientras le dirigía una mirada al león negro de la mesa y a su feroz expresión. La biblioteca se extendía enorme bajo dos arcos de acceso, a derecha e izquierda… -Veamos, decía él;- ¿libros de piratas? -¿de mares y aventureros? –Si, por favor, contestaba yo y allí estaba, casi al instante, un libro reposando sobre la mesa -Cógelo, ábrelo, huélelo, casi susurraba él. -Los libros te envían mensajes.-Tócalo… Acariciaba las tapas del nuevo tesoro , aspiraba el olor y él, tomándolo de mis manos iniciaba la lectura. Cierro los ojos y siento el movimiento del tren. Así, en la oscuridad recuerdo los ojos de él, tan azules tras sus gafas de concha . Recuerdo su voz , entonando sus relatos: La Isla Maldita, El cabo de Hornos, piratas, marinos , Robinson Crusoe, los viajes submarinos de Verne, En algunos momentos he llegado a pensar que algunos de sus relatos no estaban escritos en ningún sitio. Llegué a pensar que se escudaba en un téorico libro entre sus manos para dar rienda suelta a sus sueños, a sus cuentos. La Isla Maldita del Cabo de Hornos era una constante en alguna de sus lecturas y era como si se deleitase hablando de ella, de su ferocidad, de la maldición de tantos y tantos marinos bajo sus aguas…Para mí, la Isla maldita del Cabo de Hornos era un lugar casi aterrador. Tan sólo adivinando su perfil, sucumbían héroes, piratas , marinos de toda condición, como en una inevitable orgía mortal de olas y viento. -Yo iré un día a ese sitio, abuelo, y además en un barco, y además volveré y no me pasará nada, y no me da miedo, y….,le dije una tarde de verano.Era como conjurar un maleficio , una manera de negar el miedo, el escalofrío que aquellos relatos me hacían sentir.- Seguro que iré … Me miró con sus ojos cristalinos y me dijo: -Recuerda que el miedo no existe. Es sólo una emoción que nosotros mismos fabricamos. -No vivas nunca bajo el peso enorme del miedo. Esa frase resuena ahora en mi mente, mientras el tren se dirige a Madrid y yo me dirijo a la consecución de un sueño. Les he repetido esa frase un montón de veces a mis hijos y tal vez ellos se la repitan un día a los suyos… Hoy, tras tantos años , la Isla Maldita del Cabo de Hornos está más cerca que nunca de mí y pienso en él, que nunca pudo divisar su perfil, y en mi padre, el viejo marino y pescador que antes de salir sólo me ha dicho:-¡¡Disfruta!!. Estaba emocionado…No hemos hablado mucho pero él conoce el tamaño de mi sueño y de algún modo, se lo debo a él, que sigue persiguiendo sueños como persigue con su barco los rastros de los atunes todavía hoy, a sus ochenta años. 3 de Enero de 2009 Tras el vuelo en un avión que nunca acababa de despegar de Barajas, hemos llegado a Buenos Aires por la mañana habiendo dormido toda la noche , ya que era un enorme 747 y sólo viajábamos 47 personas. Los trámites son rápidos y tras recoger las maletas salimos de la terminal donde nos recibe un día soleado y veraniego de 26 grados a las 9 de la mañana. El hotel está en el centro de la ciudad y de camino por la autovía nos cruzamos con los vehículos que se están incorporando al París –Dakkar, que ahora no entiendo por qué se sigue llamando así. Ni jet lag ni nada de nada…a mediodía empieza el recorrido por la ciudad, hermosa y cálida en su espléndido verano. El Obelisco, la plaza de Mayo, los malecones de Puerto Madero… Somos turistas sedientos de imágenes, de sensaciones, absorbiendo poco a poco el cansancio, el calor y la belleza de esta ciudad y de sus gentes. Unos bocadillos y nos subimos a un autobús que nos llevará casi directos al barrio de la Boca. Tangos, siempre tangos y el barrio con la calle Caminito plagada de turistas. El calor aprieta y el termómetro marca los 30 grados. El colorido del barrio te innunda; los bailarines de tango proliferan y me dan una envidia enorme. Una vez más, como la anterior que recorrí estas calles, me prometo a mí misma que a la vuelta empezaré a aprender a bailar nada menos que bailes de salón. Cenamos en el barrio de Belgrano en una zona llena de Restaurantes llamada Las Cañitas y el cansancio del día empieza a hacer mella en mí. De vuelta al hotel , caigo redonda en la cama para despertar al día siguiente sin saber exactamente dónde estoy. El aparato de aire acondicionado emite un zumbido ronco y el sol luce brillante de nuevo a las 10 de la mañana. Mis compañeros han acusado también el cansancio de los preparativos , del viaje, del cambio de horario, del calor y del día de ayer, luego decidimos que hoy será un día de paseo por los barrios. Barrio de San Telmo, mercado de antigüedades, porches de viejas casas cuajados de flores; un guitarrista en la calle tocando música clásica española y una pareja de bailarines de tango, rondando los setenta años, acicalados, guapos a rabiar y bailando… El color, el sonido desgarrado de los tangos, el barrio, la gente, el viejo café Tortoni, hacen del día una acumulación de sensaciones hermosas y me abandono a ellas pensando en todos los que no han venido conmigo. Sé que volveré de nuevo. Como lo sabía la vez anterior que estuve aquí. Este país me atrapa; me gustan sus calles, sus paisajes, su gente. Por la tarde, nos dirigimos al pueblo de Tigre, en los márgenes del Río de la Plata para embarcarnos en una motora y dar un paseo navegando . En la motora solo vamos nosotros y el patrón y bajo un calor asfixiante es una delicia ver las innumerables casitas de todo tipo que hay a ambos lados del río. Playas pequeñas de arena, una vegetación exuberante y los veraneantes bañándose , navegando a vela por el río y adelantándonos en potentes motos acuáticas. Cena y unos cafés en Palermo Viejo y de nuevo, rendida a la cama. Mañana salimos hacia Ushuaia y mientras cierro los ojos recordando el día, intenso y de colores, pienso que La Isla maldita ya está más cerca. Recuerdo la imagen que tengo de Ushuaia y me pregunto si habrá cambiado mucho en dos años , aunque sé que no, que la que ha cambiado en estos últimos dos años soy yo y que en el fondo todavía no me acabo de creer que esté metida en este sueño hecho realidad y que tal vez sea consciente de ello cuando ya no haya asfalto, cuando el velero de acero se deslice dejando atrás el puerto de Ushuaia camino del Fin del Mundo… 3 de Enero de 2009 Buenos Aires-Ushuaia El día de hoy ha sido complicado. Primero, cambio de Aeropuerto sin aviso previo luego una carrera frenética en taxi de uno a otro para poder coger el avión que nos traslada al Sur, cargados hasta los topes. 75 kilos juntamos de equipaje entre los cuatro. Llegada al Aeropuerto por los pelos y al final el avión ha salido dos horas más tarde. Tenemos por delante tres horas y media de vuelo y cuando estamos descendiendo para la aproximación al aeropuerto de Ushuaia nos dicen que es imposible aterrizar porque se ha roto el radar de la tal aproximación y que tenemos que irnos a Río Grande. ¿Río Grande? -Pues…bueno…a saber dónde estará Río Grande, me pregunto. La respuesta llega casi de inmediato. Nos informan que Río Grande está a unos 200 kilómetros de nuestro destino y que una vez aterrizemos, nos llevarán en autobuses durante aproximadamente tres horas de viaje. El tema no termina allí y efectivamente nos llevan al aeropuerto de Ushuaia tras un viaje precioso de autobús, atravesando montañas donde empieza a nevar…Recuerdo el calor de esta mañana en Buenos Aires y se me antoja algo lejano. Ahora, cruzamos estribaciones de los Andes recién nevadas… Lo curioso es que nos transportan sólo a los pasajeros y el equipaje irá en otros minibases luego una vez en el Aeropuerto de Ushuaia nos disponemos a esperar la llegada de nuestros petates durante nada más ni nada menos que cinco horas más. El día está resultando largo y al final, Ushuaia y el Mago del Sur, nos reciben a las 12 de la noche, la hora bruja… 6 de Enero de 2009 Día de Reyes… y despertando en el Mago del Sur. Zarparemos hoy y de nuevo me despierto un poco confusa, sin saber exactamente dónde estoy. Me desperezo al sol que se filtra por la escotilla de proa. En el reparto de las camas, estamos en la proa del Mago. La bahía , fondeadero de barcos de todos los tamaños se despereza al sol con los Andes a su espalda, majestuosos, nevados. Me levanto silenciosa y no sé lo que daría por un café con leche de esos grandes, grandes. Duermen y no quiero despertar a nadie, luego un vaso de agua , un remojón en la cara y empiezo a despejarme. Salgo a la mañana empujando la puerta de acero del velero y aspiro el aire frío mientras enciendo un cigarrillo sabiendo que no debería fumar en ayunas, sin dejar de pensar en un café calentito. Hay poca vida en el único pantalán donde se agolpan abarloados los veleros. Rebusco en la mochila aunque no sé exactamente el qué y encuentro una chocolatina, la última que me quedaba de las chucherías que llevaba en el avión para matar las ganas de fumar. El silencio lo invade todo; ni una gota de viento. Salto al pantalán con la cámara y persigo nubes y reflejos del sol a la salida natural del Canal Beagle. Me invade la ilusión, como cuando era niña y despertaba en la mañana de Reyes…emociones intensas, recuerdos…Me siento en el pantalán de madera y me recreo viendo cómo el sol va cambiando los colores del agua, de las montañas, de las nubes… Ushuaia no ha cambiado en estos dos años..se intuye igual y el canal sigue extendiendose majestuoso. Cierro los ojos mientras aspiro el humo del cigarrillo y recuerdo cómo me prometí a mi misma que volvería a este lugar pero para embarcarme y navegar por el Beagle sin tener que volver la misma tarde como hice cuando estuve aquí.Día de Reyes y estos instantes son un precioso regalo envuelto en el azul salado de la mañana. El capitán del Mago del Sur acaba de salir a cubierta. Es un hombre enorme, de paso firme. Da los buenos días y salta al pantalán mirando fijamente la entrada del Canal. Me pregunto, observándole, cuántas veces habrá iniciado la misma ruta. Le intuyo como un hombre de carácter y de pocas palabras. No obstante, anoche, tras la peripecia del vuelo y nuestra tardía llegada al barco, estuvo afable dándonos la bienvenida al Mago del Sur.Poco a poco, los restantes que son una parte de la tripulación en este viaje se van incorporando al pantalán, somnolientos, y un olor a tostadas de empieza a filtrar desde la popa. ¡¡Café!! Y en ese instante…soy feliz…. Tras el desayuno, hay que ir andando hacia la prefectura , en la ciudad, para preparar el rol del barco y firmar como tripulantes. Saliendo del pequeño pantalán, a la izquierda, está el hangar del Club de aviación. Lo miro y recuerdo perfectamente el lugar y el vuelo en la pequeña avioneta recorriendo cimas nevadas, la Laguna Esmeralda, y sobrevolando el Beagle de la última vez que estuve aquí… Sonrío y de nuevo un nudo en la garganta me dice que hoy estoy muy vulnerable… La carretera de tierra serpentea a la derecha, bordeando la bahía y Ushuaia se va aproximando a mi paso. Nos dirigimos a la calle principal, la calle San Martín y necesito encontrar la tienda de fotografía que conocí la vez anterior, Casa Eduardo, para ver si mi cámara tiene alguna solución ya que ha dejado de responder en Buenos Aires, aunque intuyo que no, que está definitivamente…rota. Me alegro de haber traído dos y eso me tranquiliza porque se me van los ojos cada minuto buscando imágenes. Una chocolatería de esas que parece que han estado toda la vida ahí es nuestro primer alto en el camino. Un expreso perfecto y un platito lleno de trocitos de chocolate me recuerdan por un momento a Bariloche, la suiza argentina y sus innumerables fábricas de chocolate . Al iniciar la marcha de nuevo por la calle San Martín, voy recordadndo casi uno a uno, los comercios que en su día descubrí y de nuevo me emociono al pensar que si, que he vuelto a este lugar, que estoy de nuevo en el Fin del Mundo pero esta vez, si la vida lo desea tanto como lo deseo yo, tendré delante el perfil de la isla maldita, aquel perfil que se me antojaba infernal y terrorífico en las narraciones de mi abuelo. Tras unas cuantas horas de papeleo en la prefectura, ya está todo listo y zarparemos al fin sobre las una de la tarde. La tripulación al completo se reune en el Almacen, un viejo local de abastecimiento en el puerto que hoy es una confitería y allí empezamos a conocernos: Cristina y Jorri, su marido, Fernando y su hijo Jaime y Carlos, Iñaki, Loes y yo, seremos los ocho tripulantes del mago del Sur camino del Cabo de Hornos. Salvo Loes, Carlos y yo, el resto no nos conocemos. Resulta como poco curioso pensar que voy a compartir 11 días en mitad del océano con personas que no conozco en absoluto y mientras entramos en contacto, el primero los ocho juntos, de algún modo , sé, que todo va a ir bien. Yendo de vuelta hacia el barco empieza a llover; una lluvia fina y helada que con el viento que ha empezado a rolar y que se encañona en las montañas se siente más fría aún.El ambiente es glacial. Acelero el paso y la lluvia aumenta en intensidad pero en el último tramo que me acerca ya al barco, de repente, cesa. Comienza la actividad en el Mago del Sur que prepara la partida y tal y como estaba previsto , zarpamos a la hora. Salimos de popa y veo poco a poco alejarse el pantalán de madera. Nos han ayudado en la maniobra y nos dicen adiós los tripulantes de otros veleros y de nuevo, el nudo en la garganta… ¡Ahora sí!, Ya es una realidad y el barco se va abriendo camino pesadamente, perezoso, hacia la salida de la Bahía. El mar está en calma, ha dejado de llover y no hay apenas viento pero intuyo que eso, aquí, es muy relativo. Destino: Puerto Williams, nuestra primera parada. Continuará...(me he oxidado de no escribir y encima no me acuerdo casi de cómo se suben las fotos) Editado por Freeblue en 13-03-2009 a las 09:21. Razón: corregir una falta |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Suena obsceno guapísima pero..."dame más!!!
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Mi blog en: Sailing Florence May. |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Gracias Alex, muchisimas gracias.
No sabes lo feliz que ahora mismo me siento y es por tu culpa. No dejes de acabar esta preciosa historia. Un gran abrazo de oso. Salud y
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[font="Arial Black"][color="Blue"]prefiero ser marmiton que mirar desde la orilla |
#4
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Hay pillines!, que bien que os lo pasáis y como nos ponéis lo dientes largos .
Un fuerte abrazo.
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El cruce del Atlántico y posterior estancia en el Caribe de El Temido lll (2014/2016) http://foro.latabernadelpuerto.com/s...d.php?t=145184 |
#5
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
¡Bienvenida de nuevo Free!
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Por fin..... Alex .... la princesa azul.... la que hace soñar a quienes quedamos atrás.... Te echábamos de menos, tanto tiempo sin verte por aquí... gracias, gracias porque también con tu relato me has sacado de mi escondite. He bebido con ansia cada una de tus letras, me ha calentado la cara ese sol de Buenos Aires, he escuchado esos tangos, he paseado por la calle Caminito, he sentido el aroma de ese café.... Me alegro de tu vuelta después de ese "bachecillo" y que a la vez tu llegada sea con este fantástico escrito que se adivina grande, humano, enriquecedor. Me has hecho vibrar Alejandra y ansioso espero tu segunda entrega. Tienes luz y estrella para las letras, tienes.... magia. No me cansaré de repetir...... Gracias.... Un saludo Pirata |
#7
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Gracias.
Perfecto y precioso relato. Deseando ya leer la segunda parte. Saludos. |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Me alegro de leerte
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#9
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Gracias Alejandra por el relato, por esa descripción de Buenos Aires que me ha hecho emocionar y recordar. Mi ciudad natal, de la que apenas con un año me tuve que ir; pero que quiero y recuerdo con melancolía. Quizás una melancolía de algo que no viví o no pude vivir.
Qué me dará Buenos Aires que cada vez que voy no me deja ir... Gracias |
#10
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Nadie ha comentado otro mérito: la primera foto del reportaje.
Urtzi sale guapo; hasta parece humano!! Embat |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Gracias ...
A tu salud
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Otro mundo es posible ... HAGÁMOSLO !!! |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Cita:
Estás tardando en poner más, y practica, practica con las fotos que seguro que tienes miles y buenas. Lo que no me creo es que La Holandesa y tú no montárais otro sarao en esos aeropuertosdedios |
#13
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Que gusto da leerte !! Vieja Loba !!
Un Fuerte Achuche !! |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Cita:
Salud y
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[font="Arial Black"][color="Blue"]prefiero ser marmiton que mirar desde la orilla |
#15
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Cita:
Abraazootes, ALEXXXXX ya estas tardando, que quiero seguir leyendote
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En la mar, respeto, prudencia y humildad |
#16
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Sin palabras....................
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#17
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Alex, gracias por compartirlo. He saboreado todo, como si hubiese ido yo también.
Cita:
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"Quien no se lanza mar adentro nada sabe del azul de las aguas profundas" (Antoine de Saint-Exupery) |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
felicidades. Una historia muy bonita.
Me alegro que tu tambien lo pasaras muy bien. un saludo |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Un millón de gracias por compartirlo.
Por encima de las nubes el cielo siempre es azul.
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El mar es la cuna en la que mezo mis sueños. ______________________________________ SE VENDE VELERO TAYLOR SOMO S-23 CON MOTOR INTRABORDA: http://foro.latabernadelpuerto.com/s...ad.php?t=40917 http://www.cosasdebarcos.com/barco_7...851664567.html |
#20
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Gracias Miahpaih
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Empleé casi toda mi fortuna en mujeres y barcos. ¿El resto? ............. El resto simplemente lo malgasté. |
Los siguientes cofrades agradecieron este mensaje a Miahpaih | ||
Freeblue (14-03-2009) |
#21
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Me he quedado mudaaaaaa....
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gracy "El lujo es vulgaridad, dijo, y me conquistò. De esa miel no comen las hormigas" |
Los siguientes cofrades agradecieron este mensaje a gracy | ||
Freeblue (14-03-2009) |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Gracias, por viajar contigo.
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Los siguientes cofrades agradecieron este mensaje a capitan maxorata | ||
Freeblue (14-03-2009) |
#23
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo(I y II)
Ushuaia-Puerto Williams. 6 de Enero
La navegación transcurre en calma mientras dejamos Ushuaia por nuestra popa y nos vamos acercando al Faro des Eclaireux, que aquí llaman el faro del Fin de Mundo. Es un faro chiquitito rojo y blanco y a su lado dos islotes acogen colonias de lobos marinos que se amontonan tumbados al sol. Los dejamos a estribor sin acercarnos porque el capitán dice que tendremos otra oportunidad ya que pasaremos de nuevo por aquí a nuestra vuelta del Cabo de Hornos camino de los glaciares o ventisqueros chilenos. Dos barcazas llenas de turistas están frente a los islotes, haciendo fotos y de nuevo recuerdo mi paso por este Canal y la excursión al Faro y las loberas de hace dos años y cómo entonces me quedaba mirando a los pocos barcos de vela que pasaban ,sabiendo que iniciaban su ruta hacia la Isla Maldita.En aquel viaje, que tanto significó para mí, el Canal Beagle se me hacía pequeño y se me iban los ojos y el corazón detrás de aquellos barcos. Ahora, dejando por la popa el pequeño faro, sé que es cierto, que cada milla que el velero avanza es una milla menos que me separa de mi sueño y que el Cabo de Hornos estará ahí, materializándose poco a poco mientras surcamos las heladas aguas. Las millas que nos separan de Puerto Williams, las que nos separan de la Isla Maldita, no me parecen muchas. Sé que la navegación puede resultar dura pero no me preocupa. Es como si todas las emociones que llevo dentro me estuviesen dando una especie de rara seguridad. No tengo frío que es una de las cosas que me pueden debilitar,estoy absolutamente decidida a disfrutar de cada instante y he deseado tanto este momento que eso me hace sentirme fuerte por dentro y por fuera. Todavía no me lo creo…Miro a hurtadillas a mis compañeros desde la proa, dónde en solitario, escribo. La popa del Mago del Sur tiene dos bancos elevados, uno a babor y otro a estribor de la gigantesca caña de acero. Cuatro de ellos van sentados y el capitán a la caña tiene la mirada en un punto fijo. Otros dos van situados a ambos lados de la puerta que lleva un letrerito pintado:" Por favor, dejen la puerta libre". La mujer del capitán va en el salón, luego falta una persona: Cristina. Será casi imposible que estemos todos al mismo tiempo fuera en cubierta pero hoy el día está soleado, todos estamos ansiosos por mirar a nuestro alrededor y el mar está en calma. 10 personas conviviendo once días en un barco de 16 metros de eslora; diez desconocidos interactuando , soñando, viviendo, respirando, pegados unos a otros con sus costumbres, sus pulsos, sus manías, sus ilusiones y sus sueños, sus conocimientos, su carácter, su vida fuera de este entorno… ¿Todo un desafío? Y a eso, añadido, el mar, el medio unas veces amable y otras hostil, la naturaleza que explota de belleza a cada milla , el viento, el frío y lo que he intuido nada más desatracar en Ushuaia: Si existe la “química” , el capitán de este barco no será el transmisor idóneo de esa corriente del alma… Creo honestamente que nunca ha llevado el barco así, al completo, y que eso le tensiona y mucho. Me pregunto si conseguiremos el equilibrio suficiente para ser una tripulación de…pasajeros. ¿tripulación de pasajeros? Suena rarísimo pero no puedo obviar que aquí somos todos pasajeros independientemente de los conocimientos que tengamos del medio y tengo la percepción de que el nos considera tripulantes de ningún nivel jajaja por el modo en el que se ha empezado a dirigir a nosotros y por el modo en el que nos trata. Viéndole a la caña, no tengo la más remota duda de que es un navegante expertísimo, curtido en los hielos antárticos y que su barco y él actúan en perfecta simbiosis pero lo que también es cierto es que la “química” la tiene con su barco y nosotros, abierta y claramente, le sobramos. Vuelvo a la popa y pregunto por Cristina sabiendo que está descansando , pero se encuentra bien. Vuelvo a mirar a mis compañeros, absortos unos ante el paisaje, otros disparando fotos, dos más tertuliando y siento que todos ellos están aquí porque han perseguido un sueño. Eso me hace sonreír por dentro y el desafío de la relación que tendremos entre nosotros durante estos once días que empiezan hoy se me antoja más leve. Hay un lazo invisible entre nosotros , una complicidad que aún no se ha manifestado pero se intuye…Todo irá bien… Me dejo acariciar por el poco viento, frío, y observo el horizonte. En unos días, aparecerá ante mis ojos el perfil de la Isla Maldita …Me envuelve una enorme sensación de soledad en un barco lleno de gente porque de algún modo siento que me faltan los míos, los que amo, todos los que llevo hoy en la mochila del corazón y que de un modo u otro han compartido y compartirán mi sueño. Aparecen los delfines...un buen presagio... La llegada a Puerto Williams es bellísima. Atracamos abarloados a un enorme velero clásico de madera que a su vez está abarloado al Micalvi, un viejo barco de carga, de acero, atrapado para siempre entre las rocas y que se mantiene parcialmente a flote. De él nace un pequeño puente de madera que es el acceso a la isla. Nos quedamos os a su babor ya que tiene su proa mirando al mar y a su estribor, cinco o seis veleros de distintas esloras se abarloan unos a otros. El Micalvi es algo así como un Club Náutico flotante con un pequeño bar con una chimenea ,plagado de gallardetes, banderas, fotos, firmas, de tantos y tantos navegantes que como hoy nosotros, han pasado por aquí. Hay una pequeña ducha y un baño en uno de los costados del barco que permanecen siempre abiertas y el “club”, no abre sus puertas hasta las 9 de la noche. No podemos bajar a tierra hasta que se presenten en el barco los “Polins” como llaman aquí a la policía internacionalque son los que se encargarán de autorizarnos la entrada en el país: Chile. Una vez pasados los trámites, cenamos y salto a tierra. Queremos llegar hasta la zona más habitada del lugar e iniciamos Loes y yo una marcha suave para desentumecer las piernas por la carreterita que nace al otro lado del puente cuando una viejísima furgoneta de color granate se nos acerca y para. Dos militares muy jóvenes nos invitan a subir y nos dicen que nos acercan al pueblito. Una patrullera abarloada a otra, idéntica, está fondeada a la entrada de la pequeña bahía y se divisa según vamos ascendiendo hacia la zona sembrada de pequeñas casitas de madera. Son casi las diez de la noche pero el cielo está azul y la luz del crepúsculo lo invade todo. Es desconcertante ver cómo transcurre un día que oscurece a las 12 de la noche y amanece a las 4 de la mañana. Veinte horas de luz que le dan a la jornada una longitud extraña. Los militares nos llevan hasta un pequeño barrio de casas diseminadas dónde nos dicen que vive la última india Yamaná de la isla Navarino y nos señalan su casa. Inician de nuevo la ruta ascendiendo por la pequeña carretera , relatando que aquello son casas de los oficiales de la base naval, que aquello otro es la pequeña escuela, que lo de más al fondo es el cementerio. Tras el paseíto en la furgoneta, se despiden de nosotras con un apretón de manos y deseándonos la mejor de las suertes, los dos chavales. Han sido unos guías inesperados pero encantadores . De vuelta al Micalvi ya está abierto y lleno hasta los topes de los navegantes de los veleros abarloados. El bar es muy colorista. Está lleno de gallardetes, fotos, mapas, banderas, gorras garabateadas por sus dueños y el ambiente es distendido y amable. La chimenea caldea el ambiente y le da un tono de refugio de montaña, ahí, en mitad del mar.Nos hacen un huequito cerca del fuego y me siento junto a Michel, un navegante francés que patronea un barco con una tripulación de cinco estudiantes que se dirigen a la Antártida. A su lado, una pareja de americanos que vuelven de los hielos. El gallardete de la Taberna del Puerto luce espléndido desde el año pasado colocado por otro cofrade, Aldebarán, y lo firmamos todos. Encuentro un pequeño rincón libre , entrando en el bar a la izquierda y al lado de un mapa viejo, coloco un encargo que me han hecho y firmo y dejo una gorra con el nombre de mi barco, el Tortuga, dónde firman también mis compañeros. Queremos dejar huella de nuestro paso. Tal vez volvamos algún día, tal vez lleguen a este recóndito lugar algunos de los nuestros… Al salir del Micalvi el viento ha aumentado de intensidad y entra a rachas fortísimas y heladas en el muelle. Me preguinto si será un anticipo de lo que nos espera mañana de camino a Puerto Toro. La temperatura, gélida y las rachas de viento hacen culebrillas de plata bajo la luna en la superficie líquida. -Estoy lejos, muy lejos, pienso. Lejos de casa, lejos de todo y todos, en un lugar remoto a cinco días de navegación de la Antártida. Al meterme en el saco, cálido y mullido, siento una especie de punzada en el estómago mientras el viento ruge fuera. Sonrío, a solas, pensando que lo que estoy escribiendo a la luz de la pequeña lamparita de la litera no es ni un cuaderno de bitácora, ni un relato de un viaje. Es, definitivamente, solo una proyección de emociones e instantes… Todo va bien… todo irá bien… (Continuaré y termino en el siguiente. Gracias a todos por dejarme compartirlo.) |
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
me alegro mucho de que ya estés avante.
"avante moderado", geldiro geldiro, como tiene que ser. un fuerte abrazo.
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venga itxoso´ra ¡ terrestres kanpora ¡ |
#25
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Re: El Cabo de Hornos, la libretita negra y yo
Gracias Alejandra. Me haces navegar de nuevo por el Sur.
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La vela hay que velarla, y si no, no largarla "No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio. Si la vida se deja yo le meto mano y si no aun me excita mi oficio .............. Jamboequipoderegatas |
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