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| VHF: Canal 77 |    | ![]() |
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#101
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La polla?, aqui te dejo una!!!
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No hay caminos, solo estelas en la mar
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#102
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Nooo. No lo sabe nadie!
Lo que me reí cuando un amigo chileno me dijo que el dinero para las vacaciones "se lo había sacado de la Polla Gol" |
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#103
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La cara que pusimos una vez, en la puerta del famoso tugurio de Valparaíso "Holliwood" (igual aún existe) cuando oímos cómo una muchacha (oh, aquellas maravillosas aficionadas al patinaje!) le preguntaba al portero si había visto salir a "su coño" de allí.
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#104
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No conozco el tugurio al que te refieres, pero por lo que han contado, se que atiende a mucho marino extranjero
Ya les diste la clave acerca de "la polla" ![]()
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#105
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Hola Navegantesail!, aunque ahora estoy muy lejos de casa, gracias a"internete",me parece estar en mi cuarto de estar y he leido parte de este hilo que creaste ,al que hace dias que no entraba.
No estoy para nada de acuerdo en que los restaurantes de Lavalle sean todos para turistas ,lo que ocurre era que eran caros,para el nivel medio de vida del pais. He estado 2 veces en la Argentina,no en plan turista, sino en casa de unos amigos que viven en Boedo, barrio mas obrero imposible. De modo ,que yo sali siempre de los circuitos turisticos,iba de la mano de mis compadres argentinos. Una,cuando la ley del punto final,la ultima hace 6 años, en pleno lio economico. Perdona el rollo ,pero nunca me he sentido "borrego",en ningun lugar. Me gusta ir por libre,maxime si tengo conocidos alla donde voy. No pretendo molestarte, nos hacemos 1 matecito?. Cruz de Malta,es del que me queda. A los que no os guste el mate,pedid lo que os venga en gana.Taberneroooo![]()
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La vida, es eso que pasa, mientras hacemos otros planes..." J.Lennon. |
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#106
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" Ché, Malamar: Escribí un tango! "
Todo esta ya escrito Werke.. con fotocopiarlo ya tenés la milonga pertinente Pero esta es la ultima.. ya paso a seguir diseñando mi proximo esquife ![]()
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..la lontananza sai
é come il vento che fa dimenticare chi non s'ama.. spegne i fuochi piccoli, ma accende quelli grandi |
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#107
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A ver nave si nos puedes traducir algo:
Yira? tallando? El resto me queda claro ![]()
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#108
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yira, es girar, dar vueltas.
Tallando, no se, no será fallando?
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#109
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Cita:
Siempre ese restaurant de la calle Lavalle, fué destinado al turismo, y siempre fué caro para todos, el secreto está en saber donde estan los restaurantes con la comida más rica (depende de la especialidad), por ejemplo en la costanera, tenes unos restaurates especializados en Asados que son la locura, en un ambiente muy lindo y vista de locura, si queres pastas hay otros lugares caros o baratos, o mariscos o comida arabe, china, chilena, armenia, venite que hacemos un tour gastronomico!!!
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No hay caminos, solo estelas en la mar
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#110
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Oíme, ché. Esteee ¿serraron los Inmortales?
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#111
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Saludos
Queria hacer una precision sobre la intervencion de Pim. No se llamaba "Brigada de asuntos sociales" que eso suena a departamento del ministerio de sanidad, sino "Brigada Politico-Social". Uno de sus maximos representantes fue el tristemente celebre y oscuro personaje Meliton Manzanas, que tiene el triste honor de haber sido el primer asesinado de E.T.A. Se movian en Seat 1.500 de color gris y de largo especial para tres filas de asientos... cuando se veia uno de esos coches, un escalofrio recorria las espaldas del personal. Perdonar, es solo una puntualizacion, espero no haberos cortado el rollito tan majo que llevabais. __________________ ___________________.
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#112
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Sabia que iria por ese lado!!!
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#113
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Noooooooooooo!!! que va!!!, la mejor pizza a la piedra de Buenos Aires!!!, una delicia!!!! Otro lugar famoso, para comer pasta con tuco y pesto, es Pippo, que está a una cuadra de los Inmortales, es muy pintoresco, porque se sigue en la tónica de los años 50´, las mesas cubiertas con papel, el vino en pinguino, una maravilla!!!
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No hay caminos, solo estelas en la mar
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#114
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A proposito de los viejos tiempos, tienen que apurarse a venir, porque dentro de un año, desaparecen los viejos trenes de la linea A de subterraneos, porque los modernizan a todos (ya en las otras lineas estamos viajando en trenes españoles y japoneses, muy lindos)
La linea A, tiene aún los trenes de madera, construidos por el 1900, y es habitual ver en ellos a turistas sacando fotos a morir, porque es una curiosidad creo que única en el mundo.
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No hay caminos, solo estelas en la mar
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#115
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Yo recuerdo un día ver salir a uno como loco de contento, con cara de extremo placer, gritando:
"Me tocó la pollaaaaaa, me tocó la pollaaaaa" Yo a esas alturas ya sabía lo que era, pero hubo quien se le quedó mirando con una cara... ![]() ![]()
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. Si navegas con niños o tienes un Ro 300 o un Fortuna 9, la web de mi barco te puede gustar. |
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#116
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#117
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Cita:
Hubo una vez un post que hablaba de la simplicidad del hombre, y creo que quedó clarísimo que a las mujeres nos gustan los hombres algo más complicados. Si todo lo que puedes hacer a nuestro lado se reduce a amarnos. ..............chao, pibe, quedáte con tu mamá. ![]()
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Varech Vuelvo a navegar por Soria ![]()
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#118
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Pero Varech!!!, porque complicar las cosas, no es más lindo el amor?, libre de toda complicación. Te confiezo que prefiero una relación así, me gusta adorarlas, pero no discutir con ellas, porque no es conducente, tuve una vez una socia en mi estudio, y la relación con ella en el aspecto profesional fué excelente, y nos llevabamos de maravilla, porque era lesbiana, y por consiguiente no habia esa tensión sexual que tarde o temprano arruina las cosas. Es cierto que existen infinidad de tipos femeninos, pero ya sea en la vida común, el ejercicio profesional o en la navegación, vi, analicé y llegué a concluciones: A las damas quererlas, apreciarlas, tenerles simpatía, pero discutir jamás!!!, como abogado en el ejercicio de mi profesión, jamás discuto con la abogada de la otra parte, prefiero plantear incidente y que resuelva el juez, es que las mujeres son divinas, adorables, no podría vivir sin ellas, pero en general tienen una posición inflexible, una forma de plantear las cosas coherente tanto así que se convencen de ello en forma irremediable, pero no se plantean variantes, en general no saben negociar, vuelvo a decirte salvo casos de excepción y que confirman la regla. No soy machista, ojo!!, soy pragmático, tengo una hija que es la luz de mis ojos, que es una estudiante de sociologia brillante. Quizas también se deba a que con ellas soy un flojito, veo a una mujer llorar o ponerse mal, y se me parte el corazón, no se que hacer en esos casos, así que por lo general evito llegar a esas circunstancias. Me pasó en muchos casos, sobre todo en mediaciones de divorcio, y salgo de esas audiencias muy mal, pero en este caso es inevitable. Así que te confiezo soy un flojo con las mujeres, las quiero demaciado para hacerlas sufrir de cualquier manera. MEA CULPA!!!!
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#119
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Pero hijo, tú de dónde has salido?
A mí me viene un tío con esas y me faltan patas para echar a correr. Las mujeres somos mucho más flexibles que vosotros, más dialogantes, con más ganas de amar y ser amadas que vosotros, y nuestro amor no nace de las partes bajas, sino de la cabeza, corazón aparte que es una cursilería. Quizás algunos de vosotros no sóis capaces de separar el amor, el cariño, la camaradería y el sexo. Nsotras hacemos éso perfectamente. Jamás podría estar con alguien que no discute conmigo porque me quiere ehin? ¿O a lo mejor no discutes porque no te atreves a hacerlo, porque no te sientes seguro y prefieres no probar por si acaso? Pibe, pibe, pibe....................que te está metiendo en terreno farragoso. Uy como vengan las otras......................... Se ve que llevas poco tiempo por aquí.
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Varech Vuelvo a navegar por Soria ![]()
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#120
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Cita:
Varech, es cierto, no quiero ni probar, te tengo miedo, se que me vas a ganar, en ese aspecto son evidentemente superiores, y yo un pichoncito tembloroso y cobarde, no les voy a llevar la contraria, soy de ustedes, hagan lo que quieran conmigo!!!!
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#121
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Como el Tiempo lo pintan Bastos este finde para sacar el trasero al agua
aprovechare este cajon de sastre de mi ya amigo Nave para poneros un cuentito que leer,,es totalmente OT..pero muy "social" Malamar : este cuento no es mio, es un manuscrito ajeno escrito por su todavia actual pareja, que no se ha publicado. Os lo someto a lectura, a pesarde su extension, sabreis perdonarme Ella existe y es tal cual en la realidad, y no murio en esa ocasion, claro, es licencia literaria, Yo la conoci en un Foro generalista peruano, alguien me insistio acercarme a ella. nunca se lo agradeceré bastante desde entonces es mi amiga, la adoro...todo un lujo de persona. Dios la bendiga. NOEMIA No sé cuantas veces la vi morir. Y mi primer pensamiento, cada vez, era ¿y ahora qué? Duraba hasta su primera sonrisa, hasta su nuevo despertar. Misha, la gata negra, solía subirse a su cuerpo. Noemia, condenada casi definitivamente a la inmovilidad, sonreía en una cama coqueta, llena de adornos, almohadas, peluches. En mi recurrente visión de su muerte, Misha ronroneaba, esperando una caricia que Noemia ya no podía darle. Pero no: los gatos no trepan sobre los muertos. Casi todas las noches, antes de entrar al dormitorio común, aparecía esa imagen: Noemia en la misma postura, en la misma inmovilidad, pero sin esa extraña chispa llamada vida. Esa chispa que Shakespeare llamó sonido y furia, a la que sin embargo uno se aferra como homo ludicus que en el fondo es. Uno vive porque es jugador y siempre cabe una apuesta más. Hasta que lo arrojan del casino o coge un revólver. Para entonces, la desesperación imaginada había quedado atrás: se había instalado un horror tranquilo, casi acariciador. Atrás quedaban, con el dolor más agudo, los paseos cerca al mar, las películas a discutir en el café, los libros, la diversión por computadora. Con los proyectos habían muerto las decepciones; el adiós a las risas era también el fin de las lágrimas. La anunciada peste negra de la muerte había barrido también todas las nostalgias, porque en nuestras conversaciones en el tibio dormitorio los recuerdos ya no eran nuestros: pertenecían a la peste que lo inundaba todo. Conocí a Noemia en un banco: fue motivo para posteriores carcajadas. Hacíamos cola para cobrar sendos cheques. Inicié una conversación poco original sobre la lentitud detrás de las ventanillas, estimulado por el cabello largo y negro y los labios color naranja de Noemia. Ella sonreía y respondía poco, pero me di cuenta de que comprendía hasta ciertas alusiones más bien cultistas a las que, como siempre, me aventuré tras algunos momentos. Tras la bella apariencia había una mente divertida y ágil que captaba alusiones literarias que hacían sospechar una silenciosa Alejandra de Sabato tras esa fachada de hotel cinco estrellas: ¿por qué uno siempre se sorprende de la inteligencia de una mujer hermosa? Es parte del largo catálogo de prejuicios que nos adorna. Esa mente divertida y ágil, sin embargo, ya estaba amenazada por los primeros, sutiles ataques de la enfermedad. Cuatro años de loca diversión comenzaban. Dejamos a nuestras respectivas parejas, la mía formal, la de ella informal, no sin ciertos sentimientos de culpa ahogados por el irrefrenable egoísmo de lo que las artes y artesanías literarias llaman pasión. Tras quince días de hostales decidimos convivir. Comentario de Noemia: nos ha dado fuerte. Pensamiento mío: ¿cuánto durará? Por algo yo tenía 46 años y ella 22. Afortunadamente pudimos alquilar un minidepartamento con una cocinita en la que ella logró arruinar varias comidas. Estábamos cerca de la avenida Larco y las noches brillaban para nosotros, con grasientas hamburguesas y galerías de pintura que nos permitían despotricar contra los expositores y contra el público. Comíamos donde Luigi cafés en el Haití, juventud dorada a deshoras, inconcientes parásitos de la realidad nacional y de una globalización, postergadas en nuestra permanente excitación. Nos deseábamos con sutileza pero también con violencia, armados de una ternura obscena. La pareja de ella, un muchacho sano y simpático, tuvo el buen gusto de desaparecer sin crear mayores problemas, aunque exhalando algunas frases de comprensible despecho. Si habló de “ese viejo”, como sospechoso, Noemia no me lo dijo. En cuanto a mi esposa, cierto triste pudor me impide mencionar la batalla que aún continúa y, me imagino, no terminará tan pronto. Por suerte, estoy en condiciones de comprar su relativo silencio. Silencio que también desaparecerá, con todos los demás privilegios, cuando se asiente la bruma final. Si hasta ahora he dejado la impresión de una relación plena de solemnidad erótica, de apasionamiento porno/rosa, debo corregirla por fidelidad a ambos, a nuestra verdad sin futuro, como todas. Reíamos, como cuando Noemia citaba hallazgos de Kundera: más que los hombres guapos, a las mujeres les fascinan los hombres amados por mujeres guapas; o como esa escena protoorgiástica en la que una mujer acepta (¡acepta!) hacer el amor con dos hombres y, para comenzar, los tres se contemplan desnudos en un gran espejo: ambos hombres miran el cuerpo de la mujer, pero la mujer se mira a sí misma. Aprendí mucho de psicología femenina con Noemia, y sobre esa perpetua, sorda competencia entre las mujeres que desespera a las feministas. La cotidianeidad, la privacidad, el mundo de la política y el no menos salvaje de la llamada cultura, eran objeto de un escepticismo compartido que a menudo derivaba en el tan calumniado cinismo, último y clandestino refugio de los románticos cuando finalmente se resignan a ver el mundo tal cual es. En algún momento llegamos a proyectar el Movimiento Cínico Internacional (la quinta o sexta Internacional), con claras raíces existencialistas aunque también con múltiples aportes griegos, franceses y alemanes. Sólo nos reíamos cuando nos dolía. “Esto”, decía Noemia, “no lo entenderán las gentes serias, de izquierda o de derecha. Sólo los extremistas de centro como nosotros.” En verdad, fue un amor divertido durante esos cuatro años: no sé qué puedan decir los sexólogos acerca del humor y la sexualidad. Con nosotros funcionó: ninguna tristeza postcoitum, doctor, introversión alguna, ninguna mirada a la mirada, ningún delirante orgasmo que no pudiera resolverse finalmente en una gran carcajada de mutuo reconocimiento, de pacífica aceptación, de sublevación contra el consabido absurdo. Esa era su perfección, y no una ausencia de peleas (que las tuvimos, y fuertes) ni una especie de solemne metafísica de los cuerpos. La trascendencia la llevábamos dentro. El más allá, la inmortalidad, estaban incorporadas, en el auténtico sentido de esta palabra: el espíritu era absorbido por la materia; teníamos chispas de pura energía deambulando de neurona en neurona. Pero había otras fuerzas haciendo el mismo recorrido, fuerzas a las que no voy a honrar detallándolas como si tuvieran la misma categoría moral. El mal existe, vaya si lo descubrí entonces y ratifiqué más tarde: no, no es solamente una ausencia de bien. El mal existe, tiene un cuerpo y tiene un alma, y además controla buena parte del universo. Nos deja apenas un resquicio, una mínima brecha que al fin de cuentas siempre será cerrada, pero que tenemos que intentar franquear aunque sólo sea para decirle al todopoderoso mal: aquí estamos, somos posibles, no eres único en ese mundo que una y otra vez te apropias. Y: cuando quede un solo hombre vivo, una sola flor imponiendo colores a la oscuridad, un solo bicho arrastrando su inutilidad bajo las galaxias, mi memoria vivirá en la tuya, mal, jodiendo tu triunfo, amargando tu victoria. Dije que esto duró cuatro años: el tiempo que falta, que no he reseñado todavía, no es solamente el de la enfermedad. Víctima de una niñez y de una adolescencia retraídas y autoagresivas, Noemia desarrolló, dentro de la relativa calma de nuestra relación y -quién sabe -dentro de los parámetros de su enfermedad o de la terapia que ésta requería, una nueva adolescencia, un ansia de vivir en rebeldía, de agredir al mundo, de descubrir la nada y el absurdo en todo, salvo en su extrañamente abierta sexualidad.
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#122
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Noemia 2
Digo “extrañamente” porque una fuerte tendencia a negar su belleza (que, como fui descubriendo luego de mis dudas iniciales, no era coquetería), su inteligencia, su bondad, ingenua hasta lo increíble, su visión de un mundo maravilloso en el que sólo ella desentonaba, contrastaban violentamente con una sexualidad sana, sincera, franca, en la que se refugiaba como único medio de expresión total. Comprender esa personalidad que sorprendía a los psicólogos no fue nifácil ni rápido. Autoagresiva, silenciosa, enmascarada tras su aspecto de pituca belleza de poco cerebro, escondía una mente torturada que sabía reír de las bromas ajenas más audaces pero a las que, paralizada por el terror a demostrar su supuesta estupidez, o de hacer notar su no menos supuesta fealdad, se sentía incapaz de responder. Una serie de aventuras inconsecuentes tras una decepción romántica a los 17 años la habían convencido, allá en las misteriosas profundidades de ese cerebro material y metafísicamente atormentado, de que sólo debía relacionarse con hombres cuyo abandono, contrariamente a lo ocurrido y sentido en ese gran romance de su adolescencia tardía, no le importaría: nunca se había atrevido a coquetear, y cuando se le insinuaba un hombre que le gustaba, le ponía lo que ella misma me definía como “cara de palo”. Ahuyentaba a aquellos de los que se podría enamorar. Yo, por edad y por otras consideraciones, no era candidato: “Me agarraste por sorpresa”, me dijo una vez. “La jodí” añadió, y simultáneamente yo dije: “Te quisiste joder tú”, con nuestra fresca telepatía. Durante esos cuatro años, mientras iba retrocediendo su autoagresividad, crecía también en ella una nueva hostilidad contra el resto del universo: un odio teórico contra la humanidad que su inocencia frente a seres humanos concretos contradecía. Fue coincidiendo conmigo en el desprecio contra los grandes ideólogos del amor colectivo; contra aquellos que desde tribunas y pulpitos predican esas abstracciones sentimentales capaces de sacrificar al individuo prometiéndole un futuro inverificable, en los cielos o en un paraíso terrestre. Lo que, sin embargo, y esto nos parecía importante, no nos arrojaba a las hediondas costas del conformismo; lamentábamos la ausencia de Dios: nos privaba de la posibilidad de insultarlo por la porquería que había creado. Éramos revolucionarios sin utopía. Claro que, con toda coherencia, también los predicadores de la no predicación se iban desinflando: el Camus de la rebeldía y del suicidio, murió como lo haría, 37 años después, Lady Di. Cloran, que lamentaba el inconveniente de haber nacido, murió, anciano e inaccesible al humor, en su cama. Hesse, el eterno adolescente, desvivió en Suiza, el útero neutral al que huyó cuando el fuego amenazaba chamuscar el rabo del lobo estepario. Y así sucesivamente. Lo único sensato lo dijo, pese a todo, el rumanofrancés, Cioran: “Si no me suicido es porque la muerte es tan horrible como la vida”.Como si proclamáramos, parodiando viejas consignas: ni capitalismo ni comunismo, sino todo lo contrario. Dentro de este contexto aparece Sergio: 22 años, atractivo, buenazo a primera vista, entre adolescente tardío (aunque menos tardío que Noemia, claro), serio estudiante de leyes y seductor de esquina de academia. Confluyen ante un kiosco de periódicos y galletitas, sonríe él y pone cara de palo ella pero a la tercera confluencia él le habla y el palo de la cara de Noemia se raja un poco. Desde allí, todo va avanzando hacia la simpatía, el afecto y la cama: el orden habitual de las mujeres buenas. Ella acaba de salir de una primera crisis de su enfermedad. Luego de una atroz semana de postración en una clínica, casi perdida para el mundo, y un par de meses aprendiendo nuevamente a caminar, recordar, ver, hablar, ha salido, por primera vez sola, a ver galerías de arte. Ya no necesita compañía; yo estoy trabajando cuando ella encuentra a Sergio. Y entonces comienza una extraña historia, tan extraña que dudo poderla transmitir sin ser acusado de falsario, de mentiroso, de inventor de sombras. Noemia y yo intentamos explicárnosla una y otra vez. Sin dejar de amarme (este es uno de los pocos aspectos de los que estamos seguros ambos), Noemia se enamora de Sergio. ¿Revivió con este muchacho el trauma de los 17 años? La crisis que le hizo enfrentar la invalidez, la demencia y quizás la muerte ¿provocó en ella una incontrolable sed de pluralidad erótica, de vivir concentradamente pasiones hasta entonces reprimidas? Lo conversamos muchas veces, cuando salía a encontrarse en un hostal con Sergio y cuando volvía, y durante los días y hasta semanas en que, sin sufrir demasiado, dejaba de verlo. ¿Esclavitud sexual, masoquismo? Porque ella sabía muy bien lo que era Sergio: una mente simple, incapaz de satisfacer la mente compleja, hasta retorcida, de Noemia; el clásico estudiante pobre que aprovechaba muy bien la situación: chica con pareja y algo de dinero, capaz de pagar el hostal. ¿Era, entonces, un suplemento o complemento sexual y nada más? Mi primera idea, naturalmente, fue: no la satisfago físicamente. Noemia no sólo lo negaba con palabras sino también con orgasmos muy reales. Aquí quien lee esto sonríe: a éste no le han llegado noticias de los orgasmos fingidos. El lector no está obligado a conocemos a Noemia y a mí. Sólo puedo invocar a la fe: ni Noemia lo haría ni yo lo creería. Eso nos deja con ese misterio del amor doble: nadie que no lo haya vivido en sí mismo o misma lo cree posible. Pero subsisten ciertas prioridades, y Noemia nunca perdió la suya. Estaba “enganchada”, decía, mientras comentábamos en la cama su más reciente excursión, llamémosla sentimental, con Sergio. Volvía rejuvenecida, sana, y al mismo tiempo furiosa por alguna nueva estupidez de su otro amante. “Debería terminar con este asunto”, repetía, y en su siguiente conversación con Sergio, cara a cara o por teléfono, le anunciaba el fin de la relación. La conversación siempre terminaba igual: él le rogaba que continuaran, la besaba, y acababan en la cama. Parecía un antiguo saínete francés. Y nuestras risas hubieran sido más francas, menos dolorosas, si a raíz de ciertos síntomas la sombra de esa maldita, incurable enfermedad no volviera a flotar entre nosotros. En mí combatía cada vez más mi alegría y complicidad por ver vivir a Noemia (aún con un tonto-vivo como Sergio) contra mi preocupación por el futuro de mi relación con ella. Pero, ¿cuál futuro? Mejor dicho: ¿cuánto futuro? Fue ésta última pregunta, y no una generosidad que normalmente no muestro, la que me hizo ¿soportar? ¿tolerar? ¿comprender? ¿co-vivir? una situación que para la mayoría de otros hubiese sido inadmisible, mientras simultáneamente crecía en mí un horror que me cuesta demasiado expresar. Hay derrotas que uno mismo se inflige; son las peores. La cuestión de por qué la abandoné se convierte entonces en una siniestra adivinanza que hasta hoy no logro solucionar; no lo lograré jamás. ¿La abandoné, cobarde, egoísta, rastrero, para deshacerme de la carga de una enferma sin esperanzas? ¿Por simples celos? ¿Por orgullo herido? ¿Por estúpido e intolerante? Conozco tantos casos de uno y otro tipo que soy incapaz de responder cuál me corresponde. No voy a preguntárselo al psiquiatra. No quiero conocer la respuesta. No soy tan valiente como Noemia. Pero sí tuve la “valentía” de sugerirle que volviera a casa de sus padres, al aparecer esos síntomas similares a los que precedieron la crisis de pocos meses atrás. “Allí te cuidarán mejor.” Le prometí mantener el contacto, recuperarla para nuestro departamento apenas mejorara, y, por supuesto, amarla para siempre: en esto último no mentía. Descubrí que el amor puede ser ahogado de muchas maneras, por uno u otro de los protagonistas, en un estado que sólo puedo comparar al sonambulismo o a la esquizofrenia. Simplemente desaparecí, como un ladrón en la noche. No fui a verla, no llamé a la casa de sus padres, no hablé siquiera con esa hermana cómplice que me llamó varias veces, excepto para excusarme mencionando problemas inventados, del trabajo, con mi esposa, con estupidez y media que, me imagino, no habrá creído. Como un ladrón en la noche. Dicho y explicado todo y nada, sólo queda preguntarle a Misha, la gata negra que jugueteaba con Noemia hasta que el sufrimiento de ésta o su partida a casa de sus padres la acobardó y la obligó a esconderse en el closet, y al morir Noemia a desaparecer para siempre, de qué se trató. Si pudiera encontrarla y enfrentarla. Dos eventualidades que me aterran. ¿Los primeros síntomas de lo que parecía una nueva crisis fueron una amenaza para Noemia? ¿Hubo un desgarro inaceptable en ella porque al menos su inconciente no quiso soportar esa duplicidad de afectos o sensualidades? ¿Creyó que ya no la amaba o, quizás peor, que ella había dejado de amarme? ¿Ser virtual esclava de un pobre diablo le confirmó viejas utoagresiones que creíamos superadas? O, más “sencillamente”, ¿se hartó de vivir condenada a cosas peores que la muerte? Especulaciones de un cobarde que no posee ni siquiera el coraje de un pensamiento tan simple como ...yo la maté. Dejó una nota muy sencilla, junto al frasco de pastillas: Si no muero, ven a verme. Noemia. Me la entregó en silencio la hermana, que había recogido secretamente la nota, en un café al que me había citado tras la autopsia y la cremación. No pude mirarla a los ojos mientras le decía “gracias” y la hermana lloraba. Le pedí que recogiera mis cosas y las de Noemia y dispusiera de ellas como le pareciera. Le di un dinero para que pagara lo que hubiera que pagar. Yo nunca volví al departamento. Nunca sabré, ni quiero saber, si la nota era para Sergio o para mí. Malamar, en homenaje
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..la lontananza sai
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#123
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Es hermoso Malamar, todo un hallazgo!!!
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Cita:
Ahí lo tenéis si queréis recordarlo http://latabernadelpuerto.com/foro/v...=somos+simples no estaría mal reabrilo, eh? ![]() |
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#125
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Aqui el post en cuestión
Sexo: Edad: 45 Zodiaco: Registrado: 19 Abr 2006 Mensajes: 1135 Zona de Navegación: Los Mares del Sur (de Iberia) 1.- Si piensas que estas gorda, muy probablemente sea cierto. No preguntes. Me negaré a responder. Y las básculas no mienten ni están desajustadas. Para eso las inventaron, para pesar. 2.- Si quieres algo, pídelo. Dejemos esto en claro: LOS HOMBRES SOMOS SIMPLES. Las indirectas sutiles no funcionan. Las indirectas directas no funcionan. Las indirectas muy obvias tampoco funcionan. Por lo tanto, di las cosas tal como son. 3.- Si haces una pregunta para la que no quieres respuesta, no te extrañe recibir una contestación que no quieres oír. 4.- Somos SIMPLES. Si te pido que me pases el pan, por favor, solo quiero decir eso. No te estoy reprochando que no esta puesto sobre la mesa, ni estoy insinuando que preferiría tortillas. No hay segundas intenciones ni mensajes ocultos... De verdad, todos los hombres SOMOS SIMPLES. 5.- Somos SIMPLES. No hace falta que preguntes en que estoy pensando. El 96.5% de las veces será en "Sexo". Y no, no es que seamos unos "marranos pervertidos", es simplemente lo que más nos gusta, ya que desgraciadamente, SOMOS SIMPLES. 6.- A veces no estoy pensando en ti. No pasa nada. Por favor acostúmbrate a eso. No me preguntes en qué estoy pensando, a menos que estés lista para hablar de temas como política, economía, fútbol o coches deportivos. 7.- Domingo = Parrillada o Pizza = Amigos = Cervezas = Fútbol en la Tele. Esto es como la luna llena o la marea. No se puede evitar. 8.- Ir de compras no es divertido y no nunca voy a considerarlo de esa manera. Mucho menos si no se ni siquiera lo que ando buscando. 9.- Cuando tengamos que ir a alguna parte, absolutamente cualquier cosa que te pongas está bien. DE VERDAD. 10.- Tienes suficiente ropa. Tienes demasiados zapatos. Y las ofertas de ropa no son verídicas. Nadie te regala nada. Nadie. 11.- Llorar es chantaje. Así de sencillo. 12.- El salón de belleza no es lugar para los hombres. Para eso hay peluquerías. Además, no hay corte, tinte o peinado que valga lo que ustedes pagan, para que luego se quejen de que no les gustó y paguen el doble por corregirlo. 13.- La mayoría de los hombres tenemos tres pares de zapatos. Insisto SOMOS SIMPLES. Por lo mismo, ¿qué te hace pensar que sirvo para decidir cual par de los treinta que tienes se te ve mejor? 14.- Respuestas sencillas como un "SI" o un "NO", son perfectamente aceptables para cualquier pregunta. 15.- Acude a mi con un problema solo si quieres ayuda para resolverlo. Para eso sirvo. No me pidas empatía como si fuera yo una de tus amigas. 16.- Un dolor de cabeza que dura 17 meses es un problema. Que te vea un médico. En comparación, una uña con el esmalte corrido o una media jalada NO son un problema. Créeme que los hombres, SIMPLES como somos, lo último que vemos en una mujer son sus uñas. Quien te diga lo contrario miente o te lo dice para ver si así logra lo que en realidad pretende el 96.5% del tiempo. 17.- Si algo que dije se puede interpretar de dos formas distintas y una de ellas hace que te entristezcas o te enojes, mi intención era decir la otra. 18.- TODOS los hombres vemos nada mas 16 colores. Manzana y Durazno son frutas, no colores. Por cierto, ¿Que diablos es el color "fucsia"? Es más ¿Cómo carajo se escribe? 19.- La cerveza nos emociona tanto como a ustedes los bolsos. 20.- Fumar un buen puro es tan disfrutable como tener una buena sesión de sexo. Así que no me arruines el momento pidiéndome que lo apague. 21.- Si te pregunto si pasa algo malo y tu respuesta es "no, nada", te creeré y reaccionaré como si nada malo pasara. No buscaré otro significado, pues mi pregunta fue clara y directa. 22.- No me preguntes si te quiero. Ten la seguridad de que si no te quisiera, no estaría contigo. Y obviamente, tampoco es necesario que trates de averiguar cuanto te quiero. 23.- La simpleza del hombre radica en que es un animal instintivo. La mujer es un ente emocional. No le pidas peras a un manzano. 24.- Regla genérica: Ante cualquier duda sobre nosotros, piensa siempre lo más sencillo. Recuerda, SOMOS SIMPLES. POR FAVOR DISTRIBUYE ESTE MANIFIESTO A LA MAYOR CANTIDAD DE MUJERES POSIBLE, ASÍ TAL VEZ ENTIENDAN A LOS HOMBRES DE UNA VEZ POR TODAS. DISTRIBÚYELO TAMBIÉN A TODOS LOS HOMBRES QUE CONOZCAS PARA QUE SEPAN QUE NO ESTÁN SOLOS EN LA LUCHA. _________________ ![]()
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