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#1
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Esta mañana a las 11:00 UTC, fallecia
el intelectual Pepe, mi amigo Jose Adolph-RIP Esto que me mando hace una semana fue lo ultimo que alcanzo a escribir y os lo pongo como debido homenaje a un hombre de verdadero genio y talento. Murio como el queria, de una trombosis fulminante, .. .le tenia panico a una lenta agonia... no me deis pesames a Pepe no le gustaria, ...cojudeces...hubiera contestado... El señor de los colmillos EL ÁNGEL DEL AGNÓSTICO José B. Adolph El agnóstico que firma esta insolencia quincenal se encontró con un ángel en el lugar más inverosímil: un sanatorio mental donde planearon curarme de mi crónica depresión. Aunque, pensándolo bien, ¿porqué inverosímil? Si, como dicen, Dios está en todas partes, ¿porqué negarles el paso a Sus ángeles? La –porque es una chica- identificaré con las iniciales MB. Ya la había observado de lejos. Cuando se molestaba (¿y porqué no habría de molestarse un ángel ante la presencia de un delegado del submundo?) emitía una especie de indignado alarido: ¡aiiiiiiiiiiii!. Pero cuando alguien le caía bien, sonreía y luego se acercaba con una gran sonrisa y hasta le daba besitos en la frente o la mejilla. Si le caías especialmente bien o, más aún si llorabas, corría a traerte un vasito de agua o un rollito de valioso papel higiénico y vigilaba que bebieras el agua y guardaras bien el papel a salvo de ladrones y otros merodeadores. Pregunté a los Vigilantes de este otro mundo qué tipo de esquizofrenia padecía y me contaron que no, que su problema era retardo. Había mejorado en su capacidad expresiva: era muy cercana a la de Marcel Marceau. No sólo se hacía entender para los que le prestaban atención –cosa que el personal rara vez podía hacer- sino que gustaba de bromear: a una chica de la limpieza, cuando pasaba a su lado, la señalaba con el índice, se reía, y le hacía la manivela en la sien: estás loca. Y la chica de la limpieza se reía y le hacía los mismos gestos: la loca eres tú. Nunca he encontrado, y difícil que encuentre, a una persona tan visceralmente pura, espontánea, libre de hipocresías y ocultamientos: sólo puedo compararla a un ángel. Algo pude decirles a sus padres cuando le dieron de alta a mi ángel. La pureza en estado virginal. Mucho se me quedó por la premura: que yo sabía el precio de tener un ángel: económico, social. Pero también la compensación. Lo bendito. Así quisiera no podré olvidarla. Pero no quiero: es y será una inspiración, distinta a cualquier otra.
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..la lontananza sai
é come il vento che fa dimenticare chi non s'ama.. spegne i fuochi piccoli, ma accende quelli grandi Editado por malamar en 21-02-2008 a las 20:28. |
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#2
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Pues te acompaño en el brindis amigo. Un abrazo ![]() |
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#3
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me uno al brindis
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"Aprender a volar significa amar el viento" "La vida no se mira por las veces que se respira, sino por los momentos que te dejan sin aliento."
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#4
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Vaya palo, y nosotros aqui gambeando , osea haciendo el gamba
Alzo mi copa y brindo contigo por Pepe ![]() Nos queda su obra ![]()
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[font="Arial Black"][color="Blue"]prefiero ser marmiton que mirar desde la orilla
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#5
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Pués no te daré el pésame pero menuda putada
Me gustaba mucho como escribía, que coño, me sigue gustando Tito malamar no estés triste, sé que el recuerdo no se va nunca.
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Un país, una civilización, se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales. ( Mahatma Gandhi ) De la cofradía de los maceteros de la costa |
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#6
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Que bien suena eso de .........MI AMIGO
Saludos |
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#7
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Querido Malamar, por tu amigo.En mi vida tengo muchos de esos "angeles" que cuenta tu amigo y casualmente, todas son mujeres. Nunca las pensè como "angeles" pero sì como seres muy inocentes y con un corazòn demasiado grande para este mundo.
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gracy "El lujo es vulgaridad, dijo, y me conquistò. De esa miel no comen las hormigas" |
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#8
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Compañero......yo soy de los que ante la pérdida brinda.
Cosas de mi parte Celta, supongo (aquí se lleva más lo de "pintarse" de negro cuerpo y mente, y rasgarse las vestiduras mucho para que el vecino no malpiense). Evidentemente, soy humano, y una pérdida importante me causa dolor, pero es curioso cuánto lo mitiga el buen recuerdo, y el ser consciente de que a todos nos "nacen" con la fecha de caducidad ya grabada en algún lado. Hacía mucho tiempo que no te decía lo que te quiero, así que aprovecho la circunstancia. Un abrazo! Embat |
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#9
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me viene a la memoria una poesía de J.L. Rodriguez García...para malamar y su amigo in memoriam...
"Me gustaría morir en un sábado de sorpresas de aire: los ojos de los niños contemplan un inmenso lecho de mariposas, un dinosaurio jura que el mundo es blanco y el olor de los naranjos al alba enloquece a las estrellas. Alejada esa jornada de la turbiedad y el oprobio." ![]()
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El Capitán no es el Capitán el Capitán es el mar. (Jesús Lizano) ![]() ...NO CREAS TODO LO QUE PIENSAS... |
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#10
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Yo también me uno al brindis,
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#11
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Si escribía esas cosas tan bonitas y con tanta ternura, tu amigo debía ser una gran persona. Un abrazo, Malamar.
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#12
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Amigos, gracias en su nombre,
todas lo son, pero esta perdida para mi es grande Pepe ![]() El escritor peruano-alemán de 74 años natural de Stuttgart murió durante la madrugada de este jueves 21 de febrero a causa de un derrame cerebral. Hoy quienes leen una entrevista publicada en el 2004 en la revista "El Hablador" realizada por Giancarlo Stagnaro se encuentran ante una especie de presagio. Durante ese encuentro, Adolph alude a la muerte como "esa gran broma de humor de negro" que "a la edad de ustedes no se siente. Esperen a tener más de setenta años". El autor que nació en Stuttgart y vivió en el Perú desde 1938 era periodista de profesión y un literato que aseguraba que un escritor no debía tomarse demasiado en serio porque "todo cambia, todo se mueve". Publicó los cuentos: "El retorno de Aladino" (Lima, 1968), "Hasta que la muerte" (Lima, 1971), "Invisible para las fieras" (Lima, 1972), "Cuentos del relojero abominable" (Lima, 1973), "Mañana fuimos felices" (Lima, 1974), "La batalla del café" (Lima, 1984), "Un dulce horror" (Lima, 1989), "Diario del sótano (Lima, 1996). Además es creador de las novelas "La ronda de los generales (Lima, 1973), Mañana, las ratas (Lima, 1984), y "Dora" (Lima, 1989). Ademas la trilogía novelística «De Mujeres y Heridas», que incluye Ningún Dios, Especulaciones sobre otro Barco y La Profunda Maldad del Universo, así como la novela La verdad sobre Dios y JBA. En prensa: Un ejército de Locos y La Bandera en Alto (novelas) y Los fines del mundo (cuentos). Estaba preparando la novela Memorias de Dios/Lucifer. Tiene cuentos traducidos a los idiomas inglés, alemán, sueco, flamenco, francés, polaco, húngaro e italiano. Cuentos publicados en antologías y textos universitarios de Estados Unidos, España, Argentina, México, Suecia, Bélgica, Alemania, Polonia. Ha ejercido diversos cargos periodísticos en diarios y revistas en el Perú y en el extranjero. Adolph era un escritor particular no solo por su obra, sino por sus declaraciones y visión respecto al mundo. Su gran sentido del humor frente al desastre, frente a lo que los demás podrían llamar involución, siempre lo llevó a decir que: "...somos un éxito de la evolución. Hemos desarrollado nuestra crueldad hasta límites maravillosos". Pepe contribuyo con literatura y crónicas. http://www.andes.missouri.edu/andes/literatura/ http://www.andes.missouri.edu/andes/cronicas/ Lista de trabajos de José Adolph en Ciberayllu. http://www.picosearch.com/cgi-bin/ts...0&query=adolph ![]()
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..la lontananza sai
é come il vento che fa dimenticare chi non s'ama.. spegne i fuochi piccoli, ma accende quelli grandi Editado por malamar en 22-02-2008 a las 19:55. |
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#13
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os dejo un cuento suyo para el finde
No quedará en la noche una estrella. No quedará la noche. Moriré y conmigo la suma Del intolerable universo. Borges La semana pasada se cumplió un año desde que Alicia desapareció rumbo a una secta más antigua que los rosacruces. No fue realmente una sorpresa: respondí a ciertas lecturas, frases y ausencias suyas con bromas que derivaron a un indignado dolor. —Los caldeos —me susurró en nuestra última noche. —Todo viene de los caldeos. No hay religión ni locura ni sabiduría que no provenga de ellos. —Ya había vida antes de los caldeos —me atreví a contradecir. —¿Qué es «antes»? Pienso que el tiempo es una fabricación. Todo sucede a la vez. Suspiré. Ni la lógica, ni la presión, ni el más salvaje e irónico escepticismo la salvaron. —¿Salvarme? —sonrió Alicia. Eso es lo que nos ocurre a los que caemos en la tentación de enfrentar raciocinio y fe, error al que justamente yo me había negado durante toda mi vida adulta. Alicia también. Durante cuatro años nos habíamos amado al encontrarnos entre las ruinas de nuestra militancia en la izquierda política. Yo me había rescatado más allá del cinismo: ¿qué mejor época que ésta para ser realmente nihilista? Me indignaba la fuga de Alicia hacia pesadillas —léase ilusiones— más coloridas. La consideraba tan inmune como yo. No creíamos más en aquello de la «moral proletaria», esa reintroducción del judeocristianismo sexual en el panorama rojo, pero el abandono del edificio era sólo eso para mí, no una vuelta a la cómoda arcadia de lo metafísico. Ya al principio de nuestra relación me habían aterrado su pasado católico y sus fantasías eróticas. Creí que sólo estas últimas habían sobrevivido. —¿Y por eso tenemos que separarnos? —le pregunté, quizás estúpidamente. —El amor individual es otro egoísmo. Yo la había complacido leyendo esos oscuros folletos. Me habían intrigado y mareado, como suele hacerlo toda propaganda religiosa. Me provocaban, como todos los libros santos del mundo, una sensación de inocencia humillada. Víctima de otra fe ahora desintegrada, no pude evitar que resurgiera, más fuerte que nunca, mi desprecio por lo sobrenatural y por sus seguidores. —La tentación del fanatismo político, a la que pude resistirme no sin angustia —versión un poco más elegante de lo que le dije—, es otra cara de la tragedia en la que ahora vas a actuar. El problema de creer en algo no es que ese algo sea falso. No, eso es inofensivo. El problema de cualquier fe es que nace embarazada de fanatismo. —Al revés —respondió gravemente—. Sólo un fanatismo nos apuntala para seguir viviendo. —Ah —me burlé—, encontraste el sentido de la vida. —Sí. Los sentidos se inventan y lo llamamos descubrimiento o revelación. También eso me pareció penoso: uno tiende a creer que sólo los tontos se fanatizan. Y que ser inteligente abarca todos los niveles de la consciencia. Recuento, algo intelectualizadas, todas estas monsergas suyas y mías tan sólo para ilustrar y banalizar lo que no es sino una versión un poco más sofisticada del tedio de la llamada naturaleza humana. Es decir de esa capita grasienta que se llama corteza cerebral que nos ha permitido —no, impuesto— ver de lejos la verdad que no nos atrevemos a investigar y a la vez refocilarnos, como cerdos en un barrizal, en las múltiples mentiras que nos hemos fabricado. Porque la verdad apesta. Alicia nos traicionaba a mí, a ella, a la sensatez que es resignación ante la nada última. Ah, pero había sido un amor eterno. ¡Qué manera de confirmar la putería de las palabras! Hablando de eso, de las puterías, la vocación de su secta por la prostitución religiosa también me desazonaba. Arrastraba nuestra privacidad, nuestra unicidad, a un escenario. Esto era lo más escandaloso, lo más irritante. Ellos la llamaban, previsiblemente, «entrega cósmica». Yo había titubeado ante la deliciosa sofisticación de sus fantasías y finalmente me había dejado arrastrar a ellas, seguro de que nuestra noche privada era excusable precisamente por no ser pública. Llegaron a ruborizar y a admirarme simultáneamente nombres como el de Mesalina o el de Jezabel. —La pobre y calumniada Jezabel —llegué a afirmar con deliciosa pedantería—, que quiso liberar a los aplastados hebreos de su celoso dios único y de su doloroso puritanismo sexual, bien hubiera podido triunfar definitivamente sobre Elías, el profeta chillón, y entonces se hubieran jodido las teorías de Freud al instaurar un funcional reinado del placer. Intenté tomarlo a la ligera. —Otra oportunidad perdida. Y ahora, de pronto, todo había cambiado. Sin ella, lo sucio volvía a ser sucio. Lo que entre nosotros era escapada con culpa pero sin consecuencias, sería la promiscua naturalidad de una Alicia colectivizada. A ella no le hicieron demasiada gracia mis bromas —no notaba que eran producto de mi pánico—, estando como estaba en la autopista al fanatismo, es decir a la certeza. El fanatismo es lo más serio que existe. —¿Al menos me dirás dónde vives? ¿Podremos comunicarnos? Me dio un lindo beso en la frente y respondió que no. ¿De qué me había servido reconciliarme, dolorosamente, con sus sueños prostibularios y luego con los míos? ¿Para qué me había angustiado cambiando mis certezas revolucionarias por el frío de la soledad espiritual y física si ésta ya no sería de dos? Cuarenta y ocho horas después había desaparecido de mi vida y, según yo, de la vida. Pero, como hubiera podido decir ella, sólo soy un ciego materialista que no quiere o puede ver la luz, ¿no? Sólo ese inexistente Dios sabe si está en Katmandú, deambulando entre las ruinas de Babilonia o en Tarapoto. Pero ¿qué importa dónde están enterrados los muertos? También la frase anterior —me molesta que gramaticalmente se llamen «oraciones»— es un patético error. Alicia no estaba muerta. Al contrario: debía de estar viviendo intensamente. Sumida en su fantástica ilusión (¡qué elegante, ser heredera de los primeros astrólogos!), gozando de orgasmos multifacéticos —menos virtuales que los de los místicos o que los de la internet—, transitando por un sendero verdaderamente luminoso, apoyada sobre el sólido cayado de la Verdad con v mayúscula. ¿Qué era lo mío? ¿Envidia o desprecio? Ahora sus orgasmos conmigo le parecerían patéticas minucias. Al menos, eso es lo que mis celos me dictaban. Pero no se trataba tan sólo (¡tan sólo!) de celos sexuales. El ser humano es una maravilla, seguramente digna del Creador al que, según está escrito, se asemeja. Es feliz en este pantano: se cree capaz de transformarlo en jacuzzi cuando no espera un jacuzzi postmortem. Y ahora veía a Alicia en el país de las maravillas, ayudando a edificar una nueva sacralidad. Pero también ésta, como todas, se le derrumbaría en las narices. Me pregunté al principio si, de poderla contactar, se lo volvería a advertir. Cuando creíamos en la historia, en la evolución ascendente de la humanidad, no teníamos mayor reparo en cometer la inutilidad, quizás vengativa, de irrespetar activamente las elucubraciones insólitas de los creyentes religiosos. —¡Hay que divulgar la verdad! —pensábamos o decíamos. —Esas ilusiones de paraísos y esos terrores de infiernos distraen de lo esencial: cambiar al mundo y a los hombres. —Cambiar el infierno real por un cielo real aquí mismo, ahora mismo. Hoy se me ocurre que, además de cruel, eso quizás era insensato. ¿Por qué no dejarles sus sueños a la gente? Antes de eso: ¿acaso es posible despertarlos? En el mejor de los casos sólo provocaremos indiferencia; en el peor, defenderán sus ilusiones y sus temores a pedradas. Se crucifica por inseguridad. Lo grave es que ella, con su traición, me ha vuelto inseguro. Me he quedado solo. ¿No es eso lo que quería? Sí, pero con ella. Otra vez el eterno error de eso que llaman amor: entregar la propia personalidad. Leo sobre la secta de Alicia que sufre persecución por mil motivos. En otras palabras y, consecuentemente, se endurecen en su papel de mártires incomprendidos, repitiendo paso a paso la vieja historia del cristianismo y del comunismo, del viejo capitalismo de «libertad, fraternidad, igualdad», de todas las ideas convertidas en instituciones. Quizás estos neocaldeos sean corruptos y mercenarios, además de amorales y promiscuos, y quizás no. ¡Qué no se ha dicho contra los judíos, los cristianos, los musulmanes! A los correligionarios de Alicia, al menos, todavía no se les ha acusado de beber sangre infantil, de copular con cabras o de acostarse con Satanás. Seguramente es cuestión de tiempo si no es a causa de los nuevos escepticismos del tercer milenio. Quizás los Templarios hubieran sobrevivido en tiempos de la internet. Alicia en orgías sexuales y hablando de cuerpos astrales y de nuevas atlántidas, de terapias inverosímiles y de levitaciones milagrosas, repitiendo palabras mágicas o haciendo gestos de sanatorio mental: ¡ella, que se burlaba de hostias y filacterias, de sumisiones encarando el oriente y de oms autohipnotizantes! En mi insomnio florecen lujurias pasadas a las que, con ayuda de Alicia, privé del adjetivo «aberraciones». Ahora no tengo, no quiero tener con quién compartirlas. Dos o tres intentos con putas resultaron desastrosos. Y Alicia, si volviera, me diría otra vez que el amor individual es una prisión innoble y egoísta. Yo le respondería que, como todo creyente, ha optado por un egoísmo grupal. Me revuelvo en la entristecida cama y combato el pánico reinventado la intraducible parafernalia erótica de su concupiscencia. Luego, duermo inquieto soñando y desoñando cotidianeidades siempre truncas, siempre frustradas: trenes que pierdo, documentos que no encuentro, llamas que me cercan, asesinos anónimos que me persiguen. Esos sueños o pesadillas nunca culminan. Despierto, sobresaltado, en la pesadilla real. —¿Qué hago? —me pregunté en silencio cuando al responder al teléfono ayer en la mañana escuché su voz. Quise gritar «¡te amo!» pero colgué. Ella había pronunciado mi nombre, el suyo y la frase «¿puedo verte?». Una hora después estaba en la puerta de la casa. La vi desde la ventana, oculto tras la cortina, la dejé timbrar varias veces y me alegré de la fortaleza que estos meses me habían otorgado. Negué mis propias lágrimas. Imposible describir mis pensamientos de esas horas, desde la llamada telefónica hasta el instante en que desistió de timbrar. Amor, desesperación, angustia, desprecio, odio. Reconciliación y venganza, ansiedad por su boca y la infamia infantil de una puñalada entre sus senos. Lo sublime y lo ridículo entremezclados en una sinfonía caótica. Preguntas como «¿qué soy?», «¿quién es Alicia?», «¿qué quiero?» y «¿qué quiere?». Y finalmente la hirviente inercia de la quietud. Cuando la observé irse lentamente todavía era incapaz de moverme aunque por dentro la lucha continuaba. Sólo mis manos se abrían y cerraban y una especie de sudor me resbalaba por el rostro. Lo llamo sudor pero era la turbiedad de mis ojos. Unos minutos o unas horas después algo crujió en mí y comencé a correr como loco, primero escaleras abajo, luego por la calle, buscando un rastro inexistente. Ahora mismo, en este instante, sentado aquí, sigo corriendo tras ella, la odiada. He encontrado un fanatismo para el resto de mi vida. Se llama rendición. * * *
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..la lontananza sai
é come il vento che fa dimenticare chi non s'ama.. spegne i fuochi piccoli, ma accende quelli grandi |
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#14
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saludos malamar. un brindis por tu amigo, que como dicen por esta tierra.falta. te doy las gracias por compartir tu dolor con nosotros. es un honor muy grande que un tio como tu comparta un sentimiento gigante como este abiertamente. gracias por dar expresion de sentimientos. muchas veces se echan en falta. aunque sean dolorosos.
espero, confio y deseo que tu amigo haya disfrutado una vida plena, habiendo tenido amigos como tu, estoy seguro que así ha sido. un abrazo.
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como me arrepiento de no haber hecho caso de lo que decia mi padre. por que ? que decia tu padre? no lo se, no te digo que no le hacia caso.
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#15
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me uno al brindis
malamar, mi mas sincero pesame, un abrazo
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El fiero turco en Lepanto, en la Tercera el Frances, y en toda mar el Ingles. tuvieron de verme espanto. Rey servido y patria honrada diran mejor quien he sido, por la cruz de mi apellido y con la cruz de mi espada.Lope de Vega: 1588
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#16
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Amigo Malamar:
No tengo palabras... despues de leer tus escritos, me he quedado muy apesadumbrado, aún estoy intentando encontrar palabras para traerte un poco de consuelo, pero me confieso incapaz. Solo acierto a decir que me ha impresionado profundamente, la tristeza que reflejan tus palabras y sobre todo las de tu segunda intervención, por que si bien con notables diferencias, me han recordado mi própia experiencia actual. Como ya te han manifestado otros cofrades, tu gesto al compartir tus sentimientos con nosotros, nos honra profundamente y pone de manifiesto tu grandeza y "bonhomia" como decimos en Catalunya. Alzo mi copa por tu amigo y por ti amigo Malamar
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http://capitajoan.blogspot.com/ ![]() No tengo barco y probablemente núnca lo tendré, pero es un orgullo haber sido SOCIO FUNDADOR Editado por swan_38 en 23-02-2008 a las 22:57. Razón: corrección ortográfica |
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#17
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Espero que el recordar a tu amigo te haga sonreir.
Alzo mi copa por el que se fue y por los que le oyeron marchar.
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Me encanta eso de "si has perdido una estrella en el Norte, búscala en el Sur"
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#18
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Gracias sinceramente.
Ya pasara, todo pasa y todo llega, pero si algo hay seguro es que lo nuestro es pasar. Un abrazo
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..la lontananza sai
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#19
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Malamar, un abrazo.
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#20
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Un enorme abrazo para ti malamar, mientras pasa, paseemos pues por esta vida.
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#21
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A ver si el pròximo fin de nos pones otro cuento como este, corto y sustancioso, que te hace pensar. Besitos.
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gracy "El lujo es vulgaridad, dijo, y me conquistò. De esa miel no comen las hormigas" |
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