Confesiones de un patrón de regatas

[Very best skippy]

Los dos de los pasapurés


Y que os puedo contar de los dos del pasapurés... ¿tan difícil es de entender que soltar cuerda quiere decir soltar cuerda?... ¡que no!, que no hay que acariciarla, hay que soltarla; pues no, los tíos cuando la sueltan del pasapurés, por supuesto, o bien antes o bien después de lo que debieran, se ve que le han cogido cariño, la miran con amor como resbala por su mano mientras con la otra la arrullan tiernamente. ¡Joder!, que se supone que estamos en un barco de regata no haciéndole carantoñas a la churri, que la cuerda hay que soltarla rápido si no quieres oír blasfemar al del otro pasapurés. Claro, el tipo de enfrente por momentos va cambiando de color, pasando rápidamente del “colorao” al azul cianótico entre grandes estertores y sufrimiento... “Ayyy, ese tabaquito”.


Lo que ya es incomprensible es que cuando al de los estertores de la muerte, le toca soltar la maldita cuerda, no sé si también se enamora de ella o lo hace en venganza, pero tampoco la suelta. Total, que se va entrando en un círculo progresivo y vicioso en el que llega un momento, que entre miradas de odio, los dos tiran como descosidos en sentido contrario... ¡para mí, para mí, la cuerda para mí!, parecen pensar mientras la vela de delante se queda en medio, como en terreno de nadie, indecisa, así como en un voy o no voy eterno.


De los dos se supone que hay uno más listo que otro que es que el ajusta la vela (“trimmer” o algo así se llama él ostentosamente) y digo se supone porque si este es el listo, no quiero ni pensar como será el tonto.
- Suelta un poco de cuerda, le digo
¡Aaalaaaaaaa!, ahí va eso, metros y metros de cuerda corriendo por la poleita de marras y el barco que se para... y yo que me “cabreo”... y yo que empiezo a gritar... pero nada, el tío parsimoniosamente me mira y me dice:
- ¡Joder, que stress!, tranquilo hombre que no es para tanto, ahora mismo te la ajusto.
Y ahí que va a darle al pasapurés mascullando entre dientes: si lo sé no vengo, pero sin prisas, tranquilo, sosegado, apaciblemente... no por mucho madrugar amanece más temprano debe de pensar . En ese momento es cuando ya me acuerdo en voz alta de todas sus castas familiares ante el asombro de los del barco que nos está pasando mientras nosotros flotamos plácidamente sobre el agua. Que vergüenza, vaya tío borde, pensarán. A ellos los quería yo ver con el castigo que me ha enviado el Señor.


Si el manejo de la vela de delante se presume que es lo más fácil... con estos lumbreras os podéis hacer una idea del manejo de la grande de colores, que en vez de dos, tiene cuatro, sí, he dicho bien, cuatro cuerdas. ¡Dios, que desastre! No es que hagan nada bien, pero donde ya lo bordan es cuando hay que pasar la vela de colores de un lado a otro, donde claro está, encima se tienen que coordinar con el tío del tubo de aluminio... o sea, “la cagamos del todo”, ahora entra el juego también el tercer hombre. Aquello más que un equipo de regatas parece una banda de “heavy metal” pegando gritos, saltos y carreras por el escenario. El que tiene que tirar de la cuerda la suelta, el que tiene que soltarla tira de ella, tubo para adelante, tubo para atrás, el tío de delante que se tira cuerpo a tierra para que no le rebanen los cuernos, ¡zas!, leñazo contra el alambre gordo de delante, ¡zas!, leñazo contra el alambre gordo de en medio, otra vez para adelante y al final un gran “zas” contra la puerta donde está el ancla... y claro, otra tronera más en el sufrido barco.


En fin, que os voy a contar que vosotros no sepáis, que esto de las regatas es muy duro. A ver si me animo y sigo con los que faltan, aunque la verdad, estas confesiones me están deprimiendo. Y por supuesto que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia... Es sólo por comentar y criticar un poco.



Skippy, the very best