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| VHF: Canal 77 |    | ![]() |
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#1
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Bueno, pues con mis disculpas por delante para aquellos que lleguéis al final por el tocho que voy a soltar, allá va mi nueva “aventura”.
Esta vez contacté, a través de esta bendita Taberna, con Topovespa. Ya lo conocía de una experiencia anterior, pero me comentó en un mensaje que podía disponer de un dufour 28 de un amigo, pues lo tenía en venta y mientras se lo dejaba. De modo que, con el fin de coger experiencia, quedé con él. Esta vez sin la familia, con un cierto cargo de conciencia por dejarlos solos pero, según consejos de varios de vosotros, necesito más millas navegadas por el bien de mi tripulación preferida. Dada mi mala conciencia, como os decía antes, esta vez iba a ir, navegar y volver en el día. De modo que el viernes prontito me acuesto y, al hacerlo, noté un pequeño pinchazo en la garganta. Me conozco lo suficiente para saber que era el inicio de un enfriamiento, pero me dije: “bah, no creo…” Pues bien, a las dos ya estaba mirando el reloj con congestión. Y a las tres. Y a las cuatro. Y a las seis me levanté, valorando si llamar a Topo y cancelar pero, después del tiempo que llevábamos preparándolo, después de que me propusiera apuntarnos a una regata ese mismo día y en ese mismo puerto y decirle que no… No le podía decir que no. El viaje fue bien, a las nueve y cuarto ya estaba en Port Ginesta. Allí me presenta a otro cofrade, Toni_bcn, con el que había quedado. Había venido en tren desde Vilanova, y el plan era navegar hacia allí para dejarlo sobre la una y continuar nosotros. Como a esas horas tenía ya más hambre que el perro de un ciego, les pido tomar algo antes de salir. Ellos un cafecito, yo me pido un bocata de los de hombre de butifarra, con tomate, of course, y una cerveza sin alcohol y con limón (damm free, creo que se llamaba), incluso le toco el botellín a la camarera diciéndole “una cerveza de éstas”. Total, que la butifarra buenísima, pero para beber la camarera me puso lo que le salió del… grifo, y me enjaretó una jarra de medio litro a la que no renuncié, haciéndome el machote, pero temiendo que a las primeras de cambio tuviera que asomarme por sotavento e invitar a los peces a cerveza… Bueno, pues en seguida nos hicimos calamar, que diga a la mar (j*der con la cerveza). Toma el timón Topo hasta sacarlo de puerto y allí me lo pasa. Aproo al viento e izamos, bueno, izan velas. Empezamos a navegar a vela pero dejamos el motor para cargar las baterías, que estaban un poquito bajas. Pasamos entre los barcos que ya empezaban a tomar posiciones para la regata, y ponemos rumbo 180º. La idea era navegar entre en paralelo con la costa y entrar mar adentro, con idea de llegar a algún punto perpendicular a Vilanova y allí montar spi y enfilar con él. El viento, de levante. A estas alturas mis colegas deciden prepararse el almuerzo. Aquí es donde veo que vamos dessintonizados. Intenté sintonizarme desde días antes con Topo por el tema de almuerzo, comida y demás, pero no lo saqué del “lo que tú quieras”, “como tú quieras”. Algunos de vosotros me consta que lo conocéis, de primeras no transmite mucho, pero es un gran chaval. Creo que para la próxima ya tendremos más sintonía. Bueno, pues eso, que se acomodan para meterse media barra entre pecho y espalda cuando yo lo había hecho una hora antes , y si hubiera sabido lo que iban a hacer hubiera esperado. Mientras , observamos a los de la regata, intentando adivinar su rumbo (van a Torredembarra). En éstas, dice Toni que ha visto saltar un bicho grande a nuestra popa. Otra vez. A la tercera, yo también lo ví. Afirmo , como si fuera un profesional, que era un pez luna, mediría unos 40-50 cm. La primera vez que oí hablar de ellos fue hace poco, y a raíz de ello busqué fotos. Pero por la forma, y por una aleta peculiar, pensé que lo sería. Topo me dice que no se lo diga a nadie, pues nadie creerá en un pez luna saltando. Y que si lo era, sería porque debajo nuestro había un bicharraco bien grande cazando… No pasan cinco minutos cuando veo por la amura de babor un pez luna, esta vez claramente, exhibiendo su metro largo de diámetro al sol, flotando en su indolencia. ¡Qué bicho tan curioso! Prosigue nuestra travesía , voy intentando mantener el rumbo adecuado a nuestro trimado (las velas apenas las tocamos, y sólo dimos un par de bordos) hasta que mis colegas opinan que ya podemos enfilar hacia Vilanova, son las doce y media . Paramos el barco y les dejo trabajar, ya les advertí de que era la primera vez que veía un spinnaker (este era simétrico) y que si mi concurso no era estrictamente necesario me dedicaría a observar. Creo que Topo es un loco del spi, ya me había hablado varias veces de él. Pienso que incluso debe de llevar los gayumbos en forma de spi, probablemente con tangón y todo… Compruebo que, efectivamente, no es una cosa fácil de montar, hay que estar bien compenetrados y pensar claramente si tal cabo pasa por delante o por detrás de la driza, o del estay, o si fijar el tangón más arriba o más abajo… Mientras tanto, con el movimiento del barco parado sobre el ligero mar de fondo, se me empieza a revolver el estómago, maldita la jarra de cerveza. Cuando mis colegas se aclaran (yo no lo hice, yo sólo veía cabos por aquí y por allá, incluso uno que cruzaba la bañera del través), vuelvo a coger el timón (¿os había dicho que me encantaba su tacto, con una fina empuñadura, por supuesto de madera?), cogemos algo de arrancada, se hincha el espí , y a navegar. Toni va en proa, ajustando los cabos del spi mientras topo le canta si vamos una décima de nudo mejor o peor. Mi sensación era que íbamos más lentos que antes de ceñida, debía de esperar que al hincharse el spi aquello no cortara el mar, sino volara… Y a todo esto suena el teléfono de Topo. Veo cómo le cambia la cara y me preocupo, pensando en algo realmente malo, pero cuando cuelga nos lo cuenta y me relajo. Resulta que era el dueño del barco, le ha llamado el bróker, hay un posible comprador y quiere verlo precisamente ahora, con que debemos dirigirnos a puerto. Topo diciendo que vaya puñeta, Toni que tenía que estar en Vilanova y que le iban a matar… En fin, que recogen su juguete (el spi), sacamos Génova y enfilamos Port Ginesta . Ahora sí que disfruto. El rumbo, pensando ahora, pues entonces ni me lo planteé, supongo que es a un largo. Pero el barco va a toda leche, con una escora del copón. Mis colegas corrigen las velas de vez en cuando, sobre todo el carro de escota de la mayor para adrizar, pero en silencio yo también corrijo para escorar más, que es lo que mola. A ratos apenas puedo con el timón, pero yo la gozo como un enano (¿será políticamente correcto decir esto?¿cómo gozarán los enanos?). Aunque mi sensación es ir a toda leche, mis socios me dicen que no vamos mucho más deprisa que antes, que es sólo mi sensación. No sé si me vacilan, pero la velocidad nos la marca un gps de mano cuyas cifras no alcanzo a ver. A mí me da igual ¡Uaahhh! Ahora sí que no corta el mar, sino vuela, entre cabezadas. A todo esto, dado mi enfriamiento y por efecto del viento en mi garganta, llevaba una buena afonía. Aún tardamos igual una hora hasta que ví la bocana del puerto. Más o menos a la vez llegaba una goleta , de ésas para viajes turísticos, a la que cedí el paso, no por amabilidad sino por su tamaño. Sorteando barcos con las instrucciones de mis socios (cortar la proa no es elegante, ése está fondeado, esotro es más rápido…) llegamos, arriamos velas y le cedo otra vez el timón a Topo para llegar al amarre, no le tengo cogido el tino al motor y no es plan de jugar, llevamos prisa. Amarramos y, mientras Topo refunfuña entre dientes, acerco a Toni a la estación para que vuelva en tren. No sé si lo matarían según afirmaba , no he vuelto a saber de él. ¡Ah, sí, que solicitó ser mi amigo en la Taberna, debió de sobrevivir! Cuando vuelvo al barco Topo ya había dejado todo en orden, pero por allí no aparecía nadie. Dudando sobre lo que debíamos hacer, decidimos pasar del bocadillo que llevábamos y comer en alguno de los restaurantes del puerto, teniendo el barco a la vista. Intentamos hacerlo de menú, pero nos pareció caro y fuimos a otro, a comer un bocata y unas raciones, que resultó ser el mismo de por la mañana. Comimos tranquilamente mientras charlábamos y, al acabar, llamó al armador y, ante la incomparecencia del comprador, decide que salgamos otra vez. Yo le digo que bien pero que, por mí, doy el día por bueno con la navegada matinal. En fin , que zarpamos. Lo saca de nuevo del amarre y me pasa el timón. De nuevo pongo proa mar adentro, aunque ahora el viento es más suave. Muuucho, muuuuucho más suave, cada vez más hasta que, en una maniobra buscando optimizar el viento… “lo has parao” , me dice. Pruebo a poner el barco en diversos rumbos, a ver si se hinchan las velas y cogemos algo de arrancada, pero nada . Me consuelo mirando en derredor y viendo que los pocos veleros que hay están en parecida situación, con lo que me siento un poco menos torpe. Me dice Topo que, al parecer, cuando el viento es de levante, por la tarde se levanta un viento terral que hace que, en la práctica, se anulen entre sí. Le corroboro diciéndole que hace poco, un poco más abajo, en Cambrils, me pasó lo mismo, y más o menos a la misma hora. Así que arrancamos motor y ponemos proa a Port Ginesta. Ya en puerto le paso el timón y atracamos tan, tan bien que al saltar y amarrar de proa levanto la cabeza y le digo: “¡qué suave, ¿no?!”. Bueno, pues fin de la navegación. Recogemos, nos tomamos un café con hielo y limón, nos despedimos y carretera y manta. A mí todavía me quedaban casi tres horas de coche, estando muy pendiente de mí mismo y de los síntomas de cansancio, por si las moscas. Todo fue perfecto y, a eso de las nueve y media, pude abrazar a mi tripulación, a la cual había dejado en tierra. Pero su patrón tenía unas millas más de experiencia.
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Somos como esos viejos árboles batidos por el viento que azota desde el mar. José Antonio Labordeta. Y si quieres escucharla, pincha abajo |
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