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Predeterminado Vito Dumas, o el espíritu de superación del navegante solitario.

Hola cofrades.

Aquí os dejo un pasaje escalofriante extraido de la obra de Vito Dumas, polifacético marino argentino muchas veces olvidado cuando nos referimos a navegantes intrépidos contemporáneos. Es de la página web cobernautica.com.ar.

"A las 8 de este día ( 5 de Julio ) me siento enfermo. Tengo una infección en el brazo derecho y abiertas varias heridas en la mano. Comienzo a notarme deprimido. Carezco de voluntad para timonear. Resuelvo quedarme en la cama. El 6 de Julio, el brazo sigue mal. El mar ha calmado por fin. El viento tiene gran intensidad. A las diez establezco la vela de capa, una vela para tormenta más pequeña que la mayor que he usado hasta ahora. Este trabajo, ya de por si dificultoso en una cubierta que se zarandea, ha sido agotador porque mi brazo derecho esta casi inutilizado por la infección, que empieza a preocuparme."... "
Tengo las manos vendadas y cada maniobra, cada tarea impuesta por el trajín de a bordo, me produce dolores intensos. El camino es largo y no he dejado de pedir a Dios que me guíe"... "La mano y el brazo derecho se hinchan más y más impidiéndome todo movimiento. El dolor se acentúa y la fiebre aumenta. Al anochecer resuelvo darme una inyección antipiógena. Transcurre la noche postrado sobre la cucheta, aquejado de dolores y con fiebre en aumento"... " Decido aplicarme otra inyección antipiógena. Esterilizo la aguja y logro introducirme un centímetro cubico de remedio. La tarea tiene que ser realizada con la mano izquierda, la que es muy torpe para esas delicadas operaciones." ... "
Al día siguiente me aplico la tercera inyección. El brazo tiene un diámetro alarmante y la fiebre no baja de los 40º. Me pongo a cavilar acerca de las funestas consecuencias que sobrevendrán si no resuelvo hacer algo mas definitivo. El mal no cede. Con la fiebre que atormenta, el dolor terrible que no deja ni dormir, la situación no puede prolongarse. Es absolutamente necesario tomar una decisión. Esa noche seria la ultima con el brazo en tal estado. A tierra no hay tiempo de llegar. Si a la mañana siguiente el mal no evoluciona favorablemente, habrá que amputar el brazo inútil, que llevo a la rastra y del que emana ya un olor a descomposición. Se muere y me lleva consigo en su camino; ello significa una septicemia. No puedo permitirlo sin antes jugar la ultima carta.
Drena por varias bocas abiertas en la mano, pero no consigo localizar el foco infeccioso en esa masa informe. Un hachazo, la navaja marinera, será a la altura del codo o del hombro, pero en algún lugar se procederá a la amputación. Pienso en las escasas herramientas de que dispongo para la intervención. Ya no interesan ni el barco, ni la ruta, ni el viaje. Débil, afiebrado, dolorido, angustiado hasta lo indecible, cualquier movimiento impuesto por ese zarandeo interminable contribuye a que el dolor se intensifique. Las horas van rodando en esa larga noche, que la quiero dormir, acaso para siempre. Los elementos de medicina que llevo son insuficientes. Lo tengo bien comprobado en este triste caso.
Como ultima posibilidad queda la amputación, pero... bastara?... No era definitivo entregarle un brazo a la muerte, pero... no sobrevendrán nuevas complicaciones?... En esa larga e inolvidable noche surge del fondo del ser, de lo mas escondido, una esperanza hecha ruego religioso. Me remito a Santa Teresita. Le solicito me ayude, y caigo inconsciente, no se por cuanto tiempo...
En la madrugada del 12 de Julio, alrededor de las dos, me desperté. La colchoneta estaba mojada. Supuse que una ola rota en cubierta había penetrado por los ojos de buey. Pero sabia que estos se hallaban herméticamente cerrados. Al moverme, sentí mi brazo mas liviano. La alegría no encontró limites. En la mitad del antebrazo se había abierto una enorme boca de ocho centímetros de diámetro y por allí drenaba abundantemente. Pretendí con el punzón de la navaja marinera extirpar la raíz del mal. La escena era macabra a la luz mortecina del farol que se balanceaba. Mi debilidad y la vista impresionada ante el estado del brazo no pudieron resistir. Resolví aplicar una compresa de algodón impregnada en óleo calcáreo. Luego aplique la cuarta inyección antipiógena".

Mis respetos.
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