Travesías Vuelta al mundo en velero. TUVALU sailboat around the world

[Galatea Nautica]

Buenas

En una semana dejamos las antiguas Antillas Holandesas, una grata sorpresa en nuestro incipiente viaje alrededor del mundo. Ya en el crepúsculo de la temporada de navegación por el Caribe, debemos buscar refugio para nuestro leal compañero Tuvalu, un robusto y magnifico Oceanis 45 que ha demostrado su alma de crucero de altura, llevándonos sanos y salvo desde Europa hasta nuestro destino en el otro lado del océano

Nos ha sorprendido estas islas cada una con sus características y su personalidad, parece mentira estando tan cerca unas de otras. La personalidad, el carácter, y la idiosincrasia de la población es totalmente distinta a la de las Antillas Menores, "A Happy Island" eslogan que reza en las matriculas de los coches que circulan silenciosos por Aruba, y no me alejo de la realidad cuando digo silencioso, parece que as estos coches le hayan eliminado el claxon, no se oye un grito un mal gesto, todo es amabilidad, con el extremo de cesión de paso continuo en los cruces y los atascos. Los pasos de peatones son un elemento de adorno, el conductor que ve a alguien esperando en el arcén de una calle, camino o carretera se detiene para que el peatón pase sin peligro, realmente nunca había visto este comportamiento, el civismo y la educación se plasma en el trato con la población local.

He recopilado información de las islas que las dejo aquí, mas adelante os contaré la travesía desde Bequia hasta las islas ABC.

El sol del Caribe dibuja matices imaginables del azul y el turquesa en la costa de estas tres islas. En este vasto escenario acuático, engarzadas se encuentran las islas de Bonaire, Curaçao y Aruba. Durante mucho tiempo agrupadas bajo la denominación de "Antillas Holandesas", hoy sus destinos políticos han divergido, pero comparten una herencia con holandeses, africanos, indígenas y latinos, todo ello con la presencia constante de los vientos alisios de entre 15 a 25 nudos. Emprender un viaje por estas tres islas es sumergirse en mundos distintos, cada uno con su propio ritmo, color y alma.

Bonaire: El Santuario Bajo el Mar

Navegar a Bonaire es envolverse en una calma casi palpable que envuelve la isla. No hay grandes multitudes ni el bullicio de un turismo desenfrenado. Aquí, la naturaleza no es solo un atractivo, es la protagonista indiscutible. Conocida mundialmente como "El Paraíso de los Buzos", Bonaire ha hecho de la conservación marina su bandera, no pudiéndose fondear en sus costas. Todo su litoral, desde la línea de marea alta hasta una profundidad de 60 metros, constituye el Parque Nacional Marino de Bonaire, uno de los más antiguos del mundo.

Alquilar una camioneta pick-up es casi una obligación. Los puntos de buceo y snorkel están marcados con piedras pintadas de amarillo a lo largo de la carretera costera. No se necesitan barcos para la mayoría de las inmersiones; basta con aparcar, equiparse y caminar hacia el agua. El mundo que se revela bajo la superficie del mar es de una belleza digna de aguas caribeñas. Jardines de coral cuerno de alce y cerebro se extienden hasta donde alcanza la vista, bancos de peces ángel franceses, peces loro de colores (impresionantes sus vivos colores), tímidas y esquivas tortugas marinas que navegan con gracia. El silencio solo es roto por la propia respiración y el chapoteo de tus aletas, creando una intimidad profunda con el ecosistema marino. La visibilidad es casi siempre excepcional, el agua cálida invita a quedarse horas explorando este universo.

Pero Bonaire no es solo costa, la necesidad de alquilar un vehículo es notoria. Su interior revela un paisaje árido. El Parque Nacional Washington Slagbaai, que ocupa casi una quinta parte de la isla, es un reducto de cactus columnares, árboles divi-divi vencidos por el viento y lagunas saladas donde reside una de las mayores colonias de flamencos del Caribe. Ver a estas elegantes aves rosadas filtrando el agua en busca de alimento, con el fondo de las salinas de un blanco cegador o rosa intenso (dependiendo de la concentración de artemia salina), es una imagen sin igual. Las antiguas cabañas de esclavos, diminutas estructuras de piedra cerca de las salinas, son un triste recordatorio de la historia de la isla, ligada durante siglos a la dura labor de la extracción de sal y trafico de esclavos.

La capital, Kralendijk, es un pueblo encantador y tranquilo, con edificios de colores pastel y un ambiente relajado (Postales típicamente holandesas). Los restaurantes ofrecen pescado fresco y platos locales como el stobá (un guiso sustancioso), a menudo disfrutados al aire libre, con la brisa marina como compañera constante, siempre tendremos viento. Bonaire es una invitación a desacelerar, a conectar con el entorno natural y a maravillarse con la delicada belleza de su mundo submarino. Es un susurro en medio del bullicio caribeño del que venimos navegando en nuestro Tuvalu............ Continuará

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