La Taberna del Puerto El seguro de mi barc
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Piratilla
 
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Predeterminado Mi vecino y la regata

Hacia mas de media hora que esperaba en el bar del puerto a la tripulación para desayunar. Estaba nervioso y no es porque tuviera hambre, que la tenia, sino porque esa era la última regata de la liga y estábamos muy bien clasificados, si conseguíamos quedar delante de nuestro más acérrimo contrincante, (no debo de ser cursi, diré a partir de ahora lo que siento: ENEMIGO) quedábamos los primeros en nuestra clase. Era para estar nervioso y más, cuando, tanto el patrón como el resto de la tripulación enemiga ya estaban con el café y las tostadas, además, como eran puretillas seguro que se acostaron a una hora decente y se le veía con ganas y en perfecta forma. La mía que era toda joven (menos yo) sabrá Dios a que hora se acostaron, si se acostaron, y de beber ni lo pienso; me pongo aun mas nervioso. Estaba saludándome el patrón enemigo cuando apareció mi primer tripulante, los demás fueron llegando poco a poco y mi nerviosismo aumentado por momento al ver sus caritas de trasnochadores y comprobando la lentitud del bar en servirnos. A propósito, por que serán tan lentos, todos los bares de todos los puertos y sobre todo cuando hay regatas.
Con los nervios en el estomago y el ultimo trozo de tostada en la boca, nos dirigimos al pantalan. El patrón (en las regatas no soy yo) enseguida empezó con sus ordenes características, algunos empezaron a aparejar el barco,(como c.ñ. tiene tantas cabos los barcos de regatas) otros vaciando el mismo, bueno debería decir mas bien : desvalijando, no me dejaron embarcar ni el periódico y no doy la lista completa de lo que desembarcamos por no aburrir al personal.. Yo preparaba cinco, solo cinco, ¡¿excelentes¡? bocadillos de pan de molde con mortaleda de rodajas muy finas, muy finas y una sola, una sola, bolsa de hielo con solo agua, solo agua, en la nevera. Creo que no solo el peso influye en la rapidez del barco, algo o mucho de masoquismo también. Y luego digo que me gustan las regatas.
Salimos del pantalan como habitualmente lo hace mi vecino, eso si, sin dañar a ningún barco, el motor a las máximas revoluciones, el patrón dando ordenes y el resto seguía poniendo mas cabos y poleas y con los nervios mas a flor de piel, pensando que llegaríamos como siempre, tarde, al campo de regatas..
Era mucho lo que nos jugábamos y tanto el patrón como yo, sabíamos que una buena parte de la regata estaba en la salida. Debíamos de salir, por supuesto, antes que el enemigo, pero sobre todo, antes que los barcos más grandes que el nuestro, para conseguir un viento limpio. Si conseguíamos esto, lo demás era coser y cantar, nuestro velero iba como un tiro en las ceñidas y aunque el otro andaba más con portantes, si conseguíamos montar la baliza de barlovento antes que él, defenderíamos nuestro rating aunque nos pasara en la última popa
La línea de salida la monto pronto el comité, ha simple vista estaba favorecida para los que salieran amurados a babor, pero el patrón era un ortodoxo y desde el barco del comité puso rumbo a la boya que limita la línea de salida, con las velas trimadas para un través. Con velocidad, la mayor flameaba y el génova portaba descaradamente mal, al virar la boya he invertir el rumbo tuvimos que abrir velas y ponernos casi a un “larguito”. Había que salir amurados a babor, pero teníamos que estar en la imaginaria línea, a la máxima velocidad en el ultimo segundo y adelantarnos al resto de los barcos Nos alejamos de ahí como alma que huye al diablo, no queríamos enseñar nuestras cartas y necesitábamos una buena marcación, virar y cronometrar el tiempo que tardaríamos a la salida. La tengo grite: a babor el final del espigon con la primera boya roja y a estribor: el chalet antiguo blanco con la primera de las tres horrorosas torres. Viramos y empezamos a ceñir con toda velocidad a la línea, cuando la cruzamos alguien dijo dos minutos y al mismo tiempo el comité arrió la señal de atención. Ya sabíamos lo que teníamos que hacer, empezamos a navegar mas tranquilos dirigiéndonos al barco del comité, tomamos un vasito de agua fresquita, solo fresquita, y por allí vimos a nuestro enemigo (casi siempre se mete en cuña). Esperamos que el comité izara la bandera de los 5 minutos y con la mayoría de la flota agrupándose nos dirigimos a nuestro sitio. Quedaban tres minutos cuando llegamos a la marcación, dejamos las velas flameando, pero el viento nos alejaba, cazamos algo, el patrón preguntaba cada cinco segundos cuanto falta para los dos minutos, sudábamos adrenalina pura cuando volvió a preguntar, 20 segundos grito el del reloj, cazando grito aun mas fuerte el patrón y aun grito mas fuerte cuando dijo:¡ no tanto¡. Faltaban diez para los dos cuando dijo: ¡venga nos vamos¡ todos a la banda y tú aquí conmigo en la bañera y cazando a tope, mas, mas, vale, tú también a la banda. Nuestro querido barco salio como un potro de carreras cuando sale del cajón, parecía que nos estaba demostrando que ese era su andar, que había sido diseñado para eso: para correr, para ir a tope. El patrón sentado a sotavento vigilaba a la flota y seguía preguntando el tiempo. Amollo algo la mayor, íbamos demasiado deprisa y no era plan de hacer un fuera de línea. No sentimos el bocinazo del ultimo minuto pero si el ruido de las maniobras y los gritos de las otras tripulaciones.
.40 segundos dijo el del reloj y ni el patrón, ni nosotros, ni el barco podían aguantar más: ¡VAMONOS! Recuperamos nuestro andar galopante, yo solo veía la boya acercase cada ves mas aprisa e imaginaba a la flota dirigiéndose a nuestro costado de estribor como temible escuadra punica, dispuesta a pasarnos por encima. El del reloj grito: SALIDA, cuando la boya estaba a un metro de nuestra proa: HECHO, lo habíamos conseguido. Teníamos un barlovento limpio que hacia que nuestro barco navegara rápido y veloz, lo sentíamos orgulloso al mando de la flota. Parecía “La Pelegrina” en la memorable película de Roal Wash.
Oíamos el magnifico sonido de su estela pero también oíamos el amenazante, cada vez mas cerca, de las proas de otros barcos cruzando las olas, nuestro nerviosismo seguía en aumento que solo bajo de intensidad cuando vimos pasar por nuestra popa un par de barcos anuncios. Del nerviosismo pasamos a la euforia al ver a nuestro enemigo hundido en la mitad de la flota, sin poder navegar libremente. En esas estábamos cuando divisamos un mastodonte con su “mayor-braga” desplegada totalmente de su mástil, con una bandera casi como la mayor, a guisa de manta zamorana en su popa y otra aun mas grande en el obenque de estribor, del equipo de fútbol contrario de mi ciudad. Venia a toda leche a cortarnos la proa. Le hicimos señas para que nos pasara por la popa. Parecía que había rectificado el rumbo cuando me di cuenta que era mi temible vecino. Había cambiado de rumbo, pero no para pasarnos, sino para ponerse a nuestro costado y ¿¡saludarnos¡?, quitándonos el viento que tanto nos había costado conseguir
Sapos y culebras salían por todas las bocas y EL debajo de su enorme bimini agitando su brazo izquierdo (a estas alturas no se si saludando o enseñando el Rolex ). El patrón jurando en hebreo grito: ¡viramos¡ y al mismo tiempo apareció ELLA, tras la hortera bandera La hermosa rubia, la mismísima Victoria de Samotracia. Sus senos a, diferencia de los labios, eran un monumento de la naturaleza. Allí no había trampa ni cartón, ni bastarda silicona, ni mano humana pecadora, capaz de alterar lo divino. La tripulación joven, acostumbrada a los sucedáneos, quedo estupefacta, paralizada, descubriendo la belleza de lo natural. Aquellos pechos eran como los huevos de campos que una vez, hace ya mucho tiempo, probaron en un pueblo olvidado. Como el jamón ibérico de bellota que comía mi vecino con los políticos en el poder. Eran como los pechos que nacieron en la Transición, hinchados solo de esperanza y libertad. Eran
como dijo Tierno: LIGERAMENTE CAIDOS HACIA ARRIBA.
No se el tiempo que pasamos en ese éxtasis. El patrón chillo, grito, insulto y solos reaccionamos cuando sentimos sobre nuestra piel la escota a modo de látigo de siete colas.
Contar ahora que el foque se quedo acuartelado, que casi dimos un giro completo, que no solo nos paso nuestro enemigo, sino media flota. Que la entrega de trofeos fue triste, que el catering era malo (bueno, eso ocurre en casi todas) que los discursos fueron aburridos (eso ocurre en todas) seria empañar la visión de aquella Venus de Botticelli.
Lo que he notado, desde entonces, es que la tripulación, al saber que la rubia es vecina nuestra, tiene un desmedido afán por tener el barco a punto. Esta impoluto, limpio como una patena, pero lo raro es que vienen a limpiarlo con sus mejores galas y con más gomina que nunca. Pero lo más raro es que cuando, antes, usaban la manguera, la dejaban de cualquier manera y ahora siempre, siempre, la encuentro perfectamente adujada y limpia. Raro, esto es muy raro.
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