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| VHF: Canal 77 |    | ![]() |
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#1
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Si sorportaron Uds. "Vicisitudes de una travesía movidita" 1ª Parte, ahora tienen la oportunidad de no seguir leyendo. Si no Uds. lo han querido. Para empezar, deciros que está vez la cosa fue de lo más relajada, y si hubo algo de emoción no fue en mar, sino en tierra. El tema empezó en Campello. Nos vimos locos para encontrar un medio de transporte “adecuado” (es decir bueno, bonito y barato) que nos llevara a La Manga, nuestro punto final de travesía. Cuando terminó el anterior relato, os comentaba que estábamos dando cuenta de un arroz. Nos decidimos por un arroz a banda, no el Club de Campello, sino en un chiringuito que hay a la salida. El por qué uno y no otro, básicamente es porque en el chiringuito los manteles son de papel (no, no es que no nos guste la tela, sino que es más barato). El arroz, muy bien hecho por cierto, aunque quizás con las raciones un poco escasas. No sé si porque llevábamos hambre atrasada, o porque estamos acostumbrados a que por esta zona, cuando pides arroz para 3, suelen poder comer 4 ó 5. Pero bueno, a lo importante. Con dos o tres cervezas en el cuerpo, el arroz entre pecho y espalda y, café y postre para terminar, la verdad es que el mundo se ve distinto, muuyyy distinto, al de hace unas pocas horas. Nos embargan varias sensaciones distintas. Por un lado, la satisfacción del estómago lleno. Por otra, esa modorra de después de comer, acentuada por la falta de descanso de la travesía. Únale Ud. el mareo de la cerveza junto con el mareo terrestre que siempre se produce al desembarcar de una larga travesía. Vamos, que en ese momento, poca felicidad más cabe en el cuerpo. En ese estado de felicidad, empieza la búsqueda del transporte. Buscamos coche de alquiler… carísimo, y además hay que ir a buscarlo a Alicante, con lo cual además necesitamos un taxi. Pedimos presupuesto de taxi en Campello y en La Manga. Son parecidos y nos decidimos por el de La Manga (total tienen que ir y volver igual de un lado que de otro, pues hagamos patria chica, y dejemos el dinero a un paisano), pues que si quieres arroz. Primero nos dan un precio de entre 130 a 140 Euros, les decimos que ahora se lo confirmamos. Llamamos al momento para decir que si, y me dicen que no, que entre 140 y 150 euros, lo que ya me mosquea, y le digo a la Srta. del teléfono que me parecen muy poco serios, pero que vale, que estamos en el Club Náutico de Campello y que les esperamos. Por el fondo de la conversación oigo al Sr taxista, decir que se lo ha pensado y que no viene, que no nos conoce y que a ver si es una broma. Le digo que tienen mi móvil , les doy mi DNI y mi dirección… pero que no, que no se fían. Vaya Ud. a tomar viento, buen hombre. Total, que recurrimos al taxista de Campello, que muy amable y por 160 Euros (vale, reconozco que no fue por hacer patria chica), nos llevo a nuestro destino. Al llegar nos miró con cierta desconfianza. 3 tipos ya gordicos, con pinta de guarrindongos, barba de 3 días, bañador y chanclas. Pero, la pela es la pela y no está la cosa como para desaprovechar, supongo, porque yo os aseguro que no monto a 3 tíos con esas pintas en mi taxi. Conversación le dimos poca, los muy cabr*nes de mis amigos me dejaron a mi delante para lidiar con ese tema, y yo, soy parco en palabras: Buenas tardes, buenas tardes.. vamos a tal sitio, por aquí o por allí, mejor por la autopista, son 12 euros más, vale, vale…. Me desperté a la altura de Elche, con dolor de cervicales, y la baba cayendo por la comisura de los labios. Hice ademán de “No, si no iba durmiendo”, pero creo que no coló. Así que, en desagravio, decidí darle palique al buen hombre, y le conté un poco por encima nuestra vida más reciente. El hombre, se tranquilizó, y se dio cuenta que en lugar de llevar a unos pervertidos, llevaba a 3 zumbaos de esos del mar. Durante ese buen rato, no fui el único que acabó con las cervicales mal, mis compinches tampoco cejaron en su empeño de recuperarse, y sobretodo Dormilón, que yo creo que debe tener algún problema de riego o algo, porque no es posible dormir tanto y en sitios tan complicados, y sin inmutarse el tío Y ya sin más, llegamos a casa. El relato se podría alargar aquí bastante, por las explicaciones que hubo que dar a unos y otros. Solo mencionaré el saludo de mi mujer: “Anda acuéstate un poco, que esta noche tenemos cena”. Aquí cada uno que saque sus conclusiones según su propia experiencia –pero sean sinceros con Uds. mismos-. (Amenazo con seguir) |
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