Os dedico un relato

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Queridos Tabernícolas:

Siempre me ha entretenido escribir, y ahora que con el tiempo he conseguido ir integrándome en esta gran familia, por fin me atrevo a compartir con vosotros un relato novelado escrito en "serio" y no como los otros que he escrito otras veces jajaja. Lo pongo en letra grande para que no os dejéis los ojos y lo iré escribiendo en pequeñas entregas para no atorraros.

Con el permiso de Talheb y salvando la gigantesca distancia.. (De mayor me gustaría ser como tú). Se lo dedico a él porque disfruté un web leyendo su magistral confesión, y a todos los que resistan leyéndome


Aunque Clara había aprendido a llevarse muy bien con su soledad, de vez en cuando le gustaba dejar volar su imaginación sumergiéndose en una página de contactos por internet para descubrir corazones solitarios que le sedujeran y le invitaran a soñar. Sin embargo, nunca estaba segura de que esas descripciones se ajustaran a la realidad, así que siempre terminaba por no romper la magia de su fantasía.

Un día se sintió atrapada por un perfil que apenas sí hablaba de sí mismo. No había fotos, ni dato alguno, ni siquiera una descripción que, como todas, tratara de ser embaucadora. Tan sólo una escueta frase que le sacudió por dentro:

"Mar y vida a bordo, son la esencia de la Vida"

Intuyó que detrás de aquel mensaje tan corto y enigmático podía estar su alma gemela, pero le daba tanto miedo pegarse el batacazo de una decepción, que se limitó a guardar aquel contacto -como si de un tesoro secreto se tratara- en su carpeta de favoritos.

Entre tanto, su estresante negocio y los múltiples compromisos sociales y familiares, no le dejaban tiempo para plantearse relentizar el ritmo de su vida, y así iban pasando los días, las semanas y los meses de forma trepidante, sin apenas enterarse. Muy al fondo de aquel torbellino de la gran ciudad, siempre asomaba el mismo sueño: dejarlo todo y vivir en un barco.

El verano llegó y, como todos los años, se fue a pasar un mes de descanso a su refugio de San José, donde el silencio, el olor a jazmines y a Mediterrráneo, así como los paseos solitarios en fuera-borda por aquellas costas vírgenes del Cabo de Gata, entre delfines y peces voladores, constituían el escenario perfecto para desembrutecerse de Madrid, nutrirse de Naturaleza y de Paz, y rozar una intuída felicidad.

Una mañana, la llamada desde Altea de un amigo que atracaba allí su viejo velero, rompió la tranquilidad cadente de aquel mes de julio:

-Tengo unos días de vacaciones y he pensado ir a navegar con unos amigos. ¿Conoces Ibiza?

-Sólo desde tierra.

-Ah, pero con el barco es otro historia.. He navegado mil veces por allí y conozco todos sus secretos. ¿Te apetece venir? Te invito.

-Yo no tenía pensado...

-Iremos a unas calas muy bonitos -le interrumpió- donde vas a disfrutar mucho. Te espero mañana a las 11h. en el amarre 20 del pantalán Z. No te arrepentirás.

Esa noche Clara apenas pudo dormir, y sin embargo no le costó nada madrugar para viajar hasta Altea sumergida en sus pensamientos, lo que le hizo perder la noción del tiempo y la distancia.


Después de aparcar bien su coche en el parking del Náutico, anduvo hacia los pantalanes con el petate buscando el viejo sloop, y enseguida pudo encontrar a Eryk con la mirada, quien le hacía señas agitando los brazos desde cubierta. Clara corrió entre ilusionada y nerviosa hacia el amarre, pero la sorpresa fue mayúscula cuando, al llegar, comprobó que no había nadie más a bordo.

-Pero..¿No íbamos a navegar con más gente?

-Al final sólo puede venir Aurora. Es una amiga mía que se parece asombrosamente a ti: los ojos, la boca, el óvalo de la cara, la figura y hasta la voz la tenéis igual, aunque ella habla menos que tú, jajaj. Tiene que estar a punto de llegar.

-Nunca me habías hablado de ella...

-Te reservaba la sorpresa, je je.

Un incómodo cosquilleo recorrió el estómago de Clara, quien no sabía si aquéllo era una encerrona o una casualidad. Siempre le había dado el pálpito de que su amigo sentía algo especial por ella, pero no habían hablado nunca abiertamente de esta cuestión. Ahora no entendía el porqué de esas extrañas circunstancias.

Eryk era el típico danés rubísimo, con unos ojos de un azul casi transparente y una dentadura perfecta que asomaba por su sonrisa de niño malo. A pesar de tener un cuerpo muy atlético para sus ya casi cuarenta años, nunca le había despertado su líbido y lo sentía como un amigo más, así que decidió no comerse la cabeza y divertirse con la intrigante aventura que estaba a punto de comenzar.


Continuará....