Reino de Sealand

[kuovadix]

Guerras antiguas y modernas han marcado los confines de muchos de los países del mundo. Unos orígenes que, en cierto sentido , también se pueden aplicar a Sealand, un micropaís de 550 metros cuadrados de hormigón sin reconocimiento oficial alguno que nada sobre el Mar del Norte a siete millas náuticas de la costa de Gran Bretaña. Una historia de guerra, pero también de amor, de piratería, de negocio y soberanía que se remonta al ecuador del siglo XX.

Fue entonces cuando la Royal Navy británica, en plena Segunda Guerra Mundial, construyó las Fortalezas Marinas Maunsell ante la costa de Suffolk -en el litoral este inglés- para contener la Alemania nazi. Sin embargo, agotada la guerra las fortalezas marinas perdieron su cometido y a mitad de los años 50 los más de cien oficiales que operaban en ellas fueron definitivamente desalojados, abandonando las islas de hormigón a su suerte.
Los por entonces populares operadores de radios piratas no tardarían en fijarse en la oportunidad que les tendía esquivar la legalidad instalados en las cochambrosas plataformas navales Maunsell. Sobre todo en una de ellas, Fort Roughs, que yacía sus 4.000 metros cuadrados de hormigón -550 de ellos habitables- más allá de las cinco millas náuticas de perímetro de aguas nacional británicas.

Un vacío legal que vislumbró Paddy Roy Bates, un operador de radio pirata inglés que en 1966 aterrizaba con su familia en Fort Roughs. Desde allí no estableció ninguna radio pirata, un proyecto que se desvaneció ante mayores ambiciones: el 2 de septiembre de 1967 Bates proclamó la independencia del Principado de Sealand y constituyó una monarquía hereditaria en la hasta entonces plataforma naval de Fort Roughs. Una fecha especialmente señalada en la que Paddy Roy regaló a su mujer el título de Princesa Joan en el día de su cumpleaños.

En su proclamación, Bates se aferró a “la Jus Gentium (Ley de Naciones) sobre una parte del planeta Tierra que era Terra Nullius (Tierra de nadie)”, según describe el Principado en su web.

La declaración de independencia se acompañó de todos los elementos simbólicos necesarios. La familia Bates tejió una bandera, compuso un himno, redactó una constitución y estableció una suerte de pasaporte y moneda propia. E incluso defendió su territorio cuando en 1968 Michael Bates -el hijo del ‘padre fundador’, Roy- abrió fuego con disparos de advertencia ante embarcaciones de la Marina británica.

Así describe el suceso el Principado de Sealand en la red: “Un buque del gobierno llegó por mar a menos de quince metros de Sealand, y su bulliciosa tripulación gritó obscenidades amenazadoras a Michael y a su hermana de dieciséis años. El príncipe Michael disparó instantáneamente disparos de advertencia a través de la proa del bote, lo que provocó que girara apresuradamente y corriera hacia el Reino Unido entre una gran nube de humo negro del motor”.

La heroicidad o bravuconada, según se mire, llevó a Michael Bates a los tribunales, aunque salió de ellos con la soberanía de Sealand más reforzada. Y es que la corte judicial de Essex (Gran Bretaña) admitió que no tenía jurisdicción sobre el caso al suceder en aguas internacionales.

Sealand leyó la resolución judicial como una legitimación de su micronación, como haría una década después, tras un golpe de estado con tintes de película. Unos empresarios citaron a Paddy Roy Bates en tierra firme mientras un grupo de mercenarios conquistaba la plataforma de hormigón. No contaban con que la familia Bates podría recuperar Sealand -con un helicóptero de asalto mediante- en una inmediata reconquista que terminó con un ciudadano alemán como prisionero. La justicia británica se volvió a inhibir del caso, por lo que el embajador alemán tuvo que desplazarse hasta la ufana micronación para, tras semanas de negociación, lograr la liberación de su ciudadano.

Con todo, los principales envites de Sealand no pasarían por las armas. El año 1987 Gran Bretaña duplicó su margen de aguas nacionales, incluyendo -ahora sí- la fortaleza marina, a lo que el Principado de hormigón respondió con la misma medida: reclamando suyas las millas náuticas alrededor de la plataforma.

Incendios, intentos de venta y el propio paso de los años han hecho mella en la fortaleza. Desde hace años su familia real vive fuera de la plataforma, en tierra firme, y apenas un par de representantes de los Bates perviven en la micronación de hormigón. Aún así, Sealand sigue viva y este septiembre acaba de celebrar el 50.º aniversario de la proclamación de su independencia. En ella hay hoy más de mercadotecnia que de soberanía, de pequeño negocio que de romanticismo territorial. El mejor ejemplo es el reguero de souvenirs que puedes adquirir en su web. Regalos para celebrar las bodas de oro de la plataforma naval que se erigió en una orgullosa micronación.

[Marcos Montesier]

Tendria titulos nauticos para sus aguas territoriales?

[Mike_Sierra]

jajaja. Sí; expedidos, por delegación -de su real administración-, por la Dgmm.

[Marcos Montesier]

Bueno no te rias.....

imagina por un momento, que como pais soberano, emite un titulo nautico que te permite navegar por todo el mundo? O mejor aun que si abandera el barco en ese pais, no pasa itb, etc etc..... a no perdon que so ya existe

[DUDU]

Títulos no sé, pero ¡¡¡embajadas!!!
Ya me imagino con el carnet de cuerpo diplomático o poniendo a los barcos de la taberna el gallardete de "marina de combate de Sealand".

[ROyOR]

Tuvo su primera embajada en Madrid en un edificio que conocí hace unos cuantos años, en la calle de Serrano, número 57, pero que se derribó entre los años 2000 a 2003.

El "embajador" o "excelentísimo regente" (como se hacía llamar Francisco Trujillo), gano un montón de dinero vendiendo pasaportes de Sealand. Cuando lo conocí, parecía un embajador de verdad, coches con matrícula especial, bandera en la aleta delantera, ....

https://elpais.com/diario/2000/03/26...38_850215.html

Saludos
Rafa