La pesca, una de las ocupaciones más antiguas de la humanidad ha sido benefactora en el progreso y desarrollo de los pueblos costeros, locaciones por lo general pobres que han obtenido en ella su medio de subsistencia. Sin embargo, el mar, esa gran fuente de vida puede cobrarse muy caro su benevolencia y cuando están de por medio otros elementos la consecuencias suelen ser fatales.
El 6 de abril de 1979, el barco pesquero “Colorao” partió de la comunidad de Adra con rumbo a las costas de Arenis de Mar, el plan de los doce marinos que lo tripulaban era permanecer varios días pescando, pero a unos días de faena se encontraron en el paso de un buque que iba hacia el Puerto de Barcelona, el “Playa Dorada” situación que determinó el funesto final de la expedición. El buque arrolló al pequeño pesquero enviándolo al fondo del mar. Sólo cinco tripulantes sobrevivieron. Además del inmediato luto, la pérdida de las siete vidas sumirían a las familias a una agónica zozobra y a una lucha judicial en pro de la indemnización por parte de la propietaria del Playa Dorada y de otros sindicados como responsables. No obstante, el litigio sólo les daría la razón en 2005, a sólo meses de la muerte de una de las demandantes más afectadas en la contienda, la madre de dos de los fallecidos quienes a su vez eran los propietarios del “Colorao”.
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