La Taberna del Puerto SoleDiesel
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Antiguo 13-10-2023, 18:00
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Predeterminado Re: Orcas, averías, risas, aventuras y desventuras en nuestra navegada del Cantábrico

Conste que lo que os relato a continuación, como gran parte de lo contado en este post (no vayáis a pensar que estoy loco) está, digamos “amenizado”, muy exagerado más bien, para que el relato sea divertido, así que no os lo toméis al pie de la letra, aunque… En fin son concesiones a la verdad y en favor del humor. Vamos que debéis saber que algunas de estas ideas no se trasladaron a la realidad y quedaron en el campo de las ideas no realizadas, pero que a efectos del relato son divertidas.

Ya se decía en el mayo del 68; “la imaginación al poder” y sigo creyendo a ciegas en este lema tan individualista. Así que estaba convencido (ahora ya no tanto) de que con ideas se puede encontrar la solución a los ataques/incidentes con las orcas, al menos hasta que la ciencia no nos dé una solución definitiva que pasará, sin duda, por la deshabituación.

El caso es que puse trabajar el cerebro y además empecé a revisar las ideas de otros navegantes para salir de nuestro puerto base en el Cantábrico con una mínima sensación de seguridad y como más vale dos que uno ó cuatro que tres, pues doté al barco de una batería de medidas anti orcas convirtiéndolo en una especie de fortín inexpugnable. O eso creía.

Después de tres años de obsesión con las orcas estaba a punto de convertir a mi barco en una especie de navío de guerra que contaba con armas químicas, bombas, equipo de ultrasonidos y además tan defendido como un campo de concentración.

De entre los métodos que al parecer funcionan y seguro el más extendido está el de los petardos, pero se podía mejorar para dotar a mi barco con una especie de arma de fuego. Así que tras comprarlos empecé a hacer pruebas para que el explosivo detonara dentro del agua y no en la superficie, así la explosión tendría más alcance, sería más efectiva a cierta distancia y no se oiría tanto en la superficie. La solución parecía fácil: lastrar el petardo con plomo, pero… ¿Explotaría bajo el agua?

Hice pruebas y al menos los que yo compré no estallaban si se hundían. He oído que en Valencia venden algunos que si estallan bajo el agua, pero no era mi caso, así que probé poniéndoles unos plomitos de pesca, de los redondos, en el lado contrario de la mecha. No tardé en encontrar el peso justo para que no se hundieran del todo y el petardo quedara vertical, semihundido y con la mecha hacia arriba. Tras la prueba definitiva: ÉXITO!!! Ya tenía el espanta-orcas perfecto para casos graves ¡¡¡Mi barco ya empezaba a parecer un navío de guerra!!!

Al parecer la lejía tampoco les gusta a las orcas, así que como tampoco se trata de echársela encima a los pobres animales, pues compré varias botellas de lejía de 5 litros que cada día antes de salir a navegar dejaba boca abajo, todavía taponadas, una en el lavabo del baño (estribor) y otra en el fregadero de la cocina (babor). Si veíamos orcas sería rápido bajar y abrir la botella para que fuera saliendo la lejía poco a poco y a cierta distancia de los pobres animalitos ¡¡¡Ya contaba con armamento químico!!!

Mi tercer método de prevención de ataque se basó en algo que al parecer se usó para prevenir que las orcas se acercaran a las manchas de petróleo cuando hubo escapes en las plataformas petrolíferas del Golfo de México. Se trata de golpear con un martillo un tubo metálico hundido por un extremo en el agua. Como tenía tubo que me sobró de cuando instalé los paneles solares, pues dejé amarrado junto al tangón un tubo hueco de dos metros de largo que serviría como amplificador del sonido. ¡¡¡Había dotado a mi barco con armamento ultrasónico antisubmarino!!!

Pero había un problema, los tres métodos anteriores sólo sirven si has visto a las orcas o para después de un primer ataque y como estos animalitos tiene la mala costumbre de presentarse y lo que es peor, jugar con tu timón sin avisar, pues ninguno de estos sistemas evitaban el primer susto o el primer incidente, así que había que pensar algo más eficaz.

Lo primero que se me ocurrió fue forrar la parte media y baja del timón con alambre de espino. Tenía que sacar el barco del agua para dar patente, cambiar ánodos y demás, así que era factible convertir mi barco en un erizo de mar. Pero como la imaginación no se detiene, aunque quieras, se me ocurrió que pegar al timón pinchos anti palomas sería más fácil y así lo hice. Puede asegurar que no quedó mal, aunque en vez de un erizo el timón parecía una antena de televisión submarina y como por esas fechas estaba colaborando con algunos de los oceanógrafos de una de las organizaciones que estudian las orcas, pues se lo comenté y lo probaron. Los resultados según ellos fueron tan positivos que llegó un momento en que las orcas ni se acercaban al barco si tenían instalados los pinchos en los timones. Ahora el Roatán estaba tan defendido como la frontera de EEUU ¡¡¡Era un fortín vallado!!!

Satisfecho de mi obra ¡¡¡Ya podía salir a navegar!!!

Pero claro, nadie es perfecto. Tras recorrer las primeras millas la presión del agua en el timón me volvió a sorprender y en el primer puerto descubrí que los pinchos del timón se habían desprendido. Los había pegado con “Xica” y no aguantaron. Mi campo de concentración estaba desprotegido y ahora ya estaba el barco en el agua, así que en la primera parada larga que hiciera debería reponerlo y pegarlo con algún compuesto más duradero.
Lisboa era el lugar elegido, así que allí, después de solucionar la avería del piloto automático me decidí a bucear y pegar nuevos pinchos, esta vez con un sellador subacuático. Pero la naturaleza no me lo iba a poner fácil, además de que el agua en el puerto estaba tan sucia que apenas veía más de un metro por delante de mis narices, la marina estaba llena de medusas de un tamaño descomunal. Las había que no cabían en un cubo de fregar, pero tras una mañana entera, exhausto, cabreado conmigo mismo por la idiotez que estaba cometiendo, enfundado en neopreno, con la botella de buceo a la espalda y sin un centímetro de piel expuesto a los tentáculos de las enormes medusas conseguí dejar el timón forrado de pinchos, esta vez de plástico.

Espero que esta entrega os haya hecho pasar un rato divertido. Continuará…
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Predeterminado Re: Orcas, averías, risas, aventuras y desventuras en nuestra navegada del Cantábrico

Pertrechado el barco con elementos disuasorios, es decir, armado hasta los dientes, el plan de navegación dependía de nuestro conocimiento de los hábitos y costumbres de las orcas para intentar evitar tan indeseable encuentro. En nuestras costas se estima que la población de estos mamíferos marinos está entre los 50 y 60 individuos que habitualmente se suelen agrupar en tres ó cuatro familias. Como casi todos los animales, incluidos los humanos, su comportamiento está orientado a la supervivencia y para ello, también nosotros, se dedican a comer, las relaciones sexuales, cuidar a su prole y procurarles a los pequeños la máxima seguridad. Nuestra especie, que os voy a contar, tiene algún que otro divertimento más, pero en el fondo nos regimos por pautas muy simples, lo que viene a ser según me enseñó mi abuela: “de este mundo te llevarás lo que comas, lo que bebas, lo que jodas y nada más”

Convencido de que las orcas pensarían lo mismo, es decir; siguen a los atunes para comérselos y a los atunes les gusta moverse en aguas profundas, no se aparean cerca de la costa, por vergüenza, naturalmente, y los “pequeñines”, que son los que han cogido la mala costumbre de jugar con nuestros timones, no se separan demasiados de los adultos por seguridad, la estrategia para evitarlas estaba clara: navegar cerca de la costa y a ser posible en zonas con una batimetría menor de 20 metros.

Por otro lado gracias a seguir durante estos últimos años los movimientos de las distintas familias de orcas a través de la app Orcinus, Orcas interaction de CA Cruising, Orcas.pt y la propia Taberna parecía estar claro que a lo largo del año se desplazan en grupos, más o menos familiares, entre Gibraltar y La Bretaña francesa siguiendo a su comida principal, el atún. Así que la otra parte de la estrategia de navegación era esperar en un puerto a que un grupo pasara hacia el norte y en cuanto lo hacía nosotros salíamos hacia el sur hasta que se nos aproximara el siguiente grupo, esperar nuevamente a que pasara y así sucesivamente.

Tuvimos mala suerte y este año siguieron más o menos con el mismo comportamiento, pero quizás por la abundancia de atún en vez de hacerlo sólo en tres o cuatro grupos hubo una mayor dispersión y siempre tuvimos cierto riesgo de que alguna se cruzara con nosotros. Aún así esperando en la Ría de Vigo primero, en Lisboa después y en la zona del Algarbe nos libramos de cruzarnos con los grupos más numerosos.
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  #28  
Antiguo 20-10-2023, 13:05
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Predeterminado Re: Orcas, averías, risas, aventuras y desventuras en nuestra navegada del Cantábrico

Evitar los grupos principales de orcas es una gran ventaja, necesitas viajar sin prisas y poder pasar varios días en un puerto o en una zona esperando a que pasen las orcas, después quedas a merced de la suerte, de que la estrategia de disuasión armamentística sea eficaz y desde luego estás obligado a ir vigilando tu costado de estribor durante cerca de mil millas, lo que no es poco. Nosotros solíamos salir temprano, descansados y nos turnábamos vigilando continuamente la mar en un arco entre los 20 y los 90 grados de mar por nuestro estribor, procurando abarcar una distancia de aproximadamente media milla. No digo que mantuviéramos siempre una vigilancia estricta, porque en la franja de menos de 20 metros de profundidad hay que vigilar otras muchas cosas. Además de todo lo relativo al barco y a la navegación, léase sonda, plotter, viento, velas, olas, waypoints, track, AIS, arrecifes cercanos, etc. estaba el otro peligro de la costa gallega, portuguesa y andaluza; la presencia de numerosísimos aparejos de pesca y, a pesar de haber hecho ya este trayecto desde el Cantábrico al Mediterráneo otras dos veces, nunca habría pensado que puede haber tantos en la mar.
Por si eso fuera poco están los numerosísimos pesqueros faenando y los pescadores deportivos que suelen concentrarse en esta franja de baja profundidad. Con buena visibilidad no suelen ser un problema, pero os aseguro que con niebla es imposible no llevarte algún buen susto y claro, sin visibilidad te tienes que concentrar en lo importante, otros barcos que no te señale el AIS, aparejos y sobre todo los posibles arrecifes cercanos, aunque no los veas. Así que cuando la niebla hace su aparición vigilar la aparición de orcas es imposible y estas completamente vendido si te cruzas con ellas porque es seguro que ellas si te van a ver a ti.

Con todo esto ya os podéis imaginas que de esas casi mil millas hicimos muy pocas navegando solamente a vela y la mayor parte de nuestro periplo fue a motor y vela. No os podéis imaginar lo que se agradece llegar al Mediterráneo y poder navegar sin el ruido constante del Yanmar. ¿Por qué tanto motor? Pues porque ante un encuentro con orcas lo que se aconseja es salir de la zona lo más rápido posible y alejarse hacia la costa a toda velocidad. Con mayor y motor eso es fácil, si vas usando además el Génova se complica un poco la huida, pero con genaker o spi es imposible salir rápido de la zona y si ellas siempre van a ser más rápidas que tú y encima les das esa ventaja, pues estás tomando demasiados riesgos.

Hay otra teoría si te las encuentras, que básicamente es esperar a que se cansen de jugar y te dejen por aburrimiento, pero además de que se ha demostrado que es mucho peor, no me apetecía nada ver como dos o tres animalitos de más de mil kilos y con una fuerza endiablada la emprendían a empujones con nuestro timón. El movimiento de huída tiene también otras dos ventajas y es que la presión lateral que pueden hacer sobre tu timón siempre será menor si vas a cierta velocidad que si estás parado. Por otra parte con nuestro motor podemos alcanzar a la máxima potencia cerca de nueve nudos y eso hace que en menos de diez minutos estés a más de dos kilómetros de donde te las has encontrado y a los pequeñines no les gusta separarse más de un kilómetro de sus mamás, así que no había duda y afortunadamente tuvimos ocasión de comprobarlo.
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Predeterminado Re: Orcas, averías, risas, aventuras y desventuras en nuestra navegada del Cantábrico

Las zonas conflictivas de nuestra ruta empezaban en Estaca de Bares y continuaban hacia el sur hasta penetrar en el Mediterráneo y a pesar de que en las fechas en que comenzó nuestro viaje no suele ser frecuente encontrar orcas en Galicia, fue desde A Coruña desde donde empezamos a seguir nuestro plan de prevención anti-orcas. En la costa gallega sólo suelen verse a partir del mes de julio aunque antes se pueden emncontrar ocasionalmente, pero de allí hacia el sur, todo era posible así que, aunque sin extremar las precauciones, comenzamos a vigilar desde Estaca de Bares ya que esta temporada la costera del bonito había comenzado pronto y podríamos tener algún percance. Este verano fue a principios de julio cuando una de las familias empezó a moverse desde el Estrecho hacia el norte y, más o menos, teníamos noticias de su avance, así que hasta que llegaran a nuestra latitud decidimos que la única medida que no seguiríamos al pie de la letra sería las de navegar en menos de 20 metros porque la costa gallega es una de las zonas donde es más complicado navegar en aguas poco profundas. Aún así establecimos la norma de dejar siempre cerca y en una bolsa anti-humedad los petardos lastrados y colocar una botella de lejía en cada lavabo listas para ser abiertas rápidamente.
El peligro de encontrarnos con las orcas estaba sobre todo en las zonas más difíciles de navegar; la Costa da Morte, Finisterre y la zona exterior de las Rías Baixas. Teníamos también señaladas en rojo la zona de Peniche, el Cabo Da Roca, El cabo Espichel, ya al sur de Lisboa y la costa de Sines, el Cabo San Vicente y finalmente el triángulo Barbate-Gibraltar-Tanger, pero eso quedaba aún muy Lejos.
Nuestra estrategia de prevención era quedarse en el interior de la Ría de Vigo hasta que pasara el primer grupo de orcas hacia el norte y funcionó a la perfección. A parte de disfrutar de algunos de los fondeaderos más bonitos de nuestro viaje, como son la Isla de Ons, Cies, la playa de Barra, la de Boiro o puertos como el de Villagarcía o Ribeira, fue en esos días en los que la primera familia de orcas subió hacia el Cantábrico siguiendo a los atunes. Unos días después de que pasaran ellas salimos nosotros siguiendo una ruta contraria, hacia el sur y a partir de aquí navegando ya siempre que fuera posible en menos de 20 metros de agua y vigilando nuestro estribor constantemente porque, como de hecho ocurrió este año, nadie garantiza que no haya grupos de orcas más pequeños y sin controlar.
Todo fue a la perfección y navegamos sin incidentes hasta Oporto tal y como habíamos planeado, poco a poco. En Oporto pasamos algunos días, pero a pesar de saber que este año las orcas se estaban dividiendo en más grupos de lo acostumbrado, decidimos salir hacia Aveiro. Fue un día espléndido, soleado, con una ligera brisa del norte que a medio día nos animó a desenrollar el génova y navegar con las dos velas y apoyados en el motor para mantener una buena velocidad media. La mar estaba apenas ligeramente rizada y no había mar de fondo, un par de millas por detrás y siguiendo nuestro mismo rumbo sobre el veril de los 20 metros venía un barco irlandés.
A eso del medio día M iba hablando por teléfono mientras yo controlaba el horizonte por estribor. La profundidad en esa zona baja muy poco a poco, así que iríamos a unas dos millas de tierra cuando a unos 60 grados por nuestro estribor y a unos 500 metros de nosotros vi una aleta y un lomo que por el tamaño no podían ser de un delfín. Lo había visto claramente, sin duda. Llevaba dirección contraria a la nuestra, hacia el norte y no era tan grande como para ser una ballena. Me puse en tensión inmediatamente y en mi cabeza surgió como un relámpago todo el protocolo a seguir, todo perfectamente claro. ¿Serían orcas? Por el tamaño tuve la seguridad de que delfines no eran. Decidí esperar un par de minutos para ver si volvía a verlas. Podría decir que fueron dos minutos eternos, pero no fue así, casi sin darme cuenta volvieron a aparecer, esta vez dos aletas y en la misma dirección, una más grande que la otra y curvadas, no eran aletas de ejemplares macho que suelen ser más altas y mas rectas. Había que salir de allí a toda prisa; puse rumbo a la costa y aceleré el motor casi al máximo. Recuerdo que M me miró intrigada por la rapidez de la maniobra y le dije que colgara el teléfono. En su expresión no vi más que sorpresa cuando le expliqué lo que pasaba, ni ella ni yo sentimos peligro. Entre los dos enrollamos el génova en un santiamén y ya con el barco a casi nueve nudos en dirección a la costa. Volvía mirar hacia el lugar donde había visto aquellas aletas y volví a verlas otra vez, seguían en dirección norte. No sé si serán orcas, le dije a M, pero no nos vamos a quedar a comprobarlo, así que salimos de allí pitando hacia la costa. Avisamos por el canal 16 del VHF al barco que venía detrás nuestro y dimos aviso también a la costera portuguesa. La costera no contestó, pero sí lo hizo el otro barco, que cambió también el rumbo hacia la costa de inmediato y sospecho que como nosotros estuvo vigilando un buen rato la mar por si aparecían las orcas, pero ni él ni nosotros volvimos a verlas.
Media hora después bajamos las revoluciones del motor hasta la velocidad normal de crucero y el resto del día los dos barcos navegamos cerca uno del otro y nos mantuvimos lo más próximos que pudimos de la orilla. No vimos nada más, ni delfines. Nada. Afortunadamente.
No llegamos a saber que eran exactamente, quizás calderones, quizás orcas. Delfines seguro que no y ballenas más grandes tampoco, pero por nada del mundo me hubiera quedado allí para saberlo. Tampoco nos estresamos mucho, simplemente nos mantuvimos alerta hasta llegar al fondeadero de Sao Jacinto en la entrada de la ría de Aveiro, por cierto un muy buen sitio para fondear. La guardia portuguesa no respondió a nuestro aviso, pero al día siguiente se reportó un avistamiento verificado en la misma zona, así que creo que tuvimos mucha suerte.
Nosotros nos quedamos unos días en un puerto seis millas río arriba, justo donde empiezan los canales de Aveiro, en el embarcadero del Club A Vela, un amarre difícil contra corriente sin comodidades, pero tranquilo, barato y con gente encantadora que nos facilitó nuestra estancia en la Venecia portuguesa. Lo recomiendo, pero solo hay una o dos plazas de tránsito, así que hay que llamar por teléfono al club para reservar. Es un sitio ideal para conocer bien Aveiro porque se llega perfectamente a la ciudad caminando y tampoco está lejos de la estación de tren y autobuses para conocer Cohimbra, cosa que hicimos y también recomendamos. Después seguimos en dirección sur, siempre vigilando la mar a nuestro estribor. Próxima etapa Figueira da Foz. Por esta vez nos habíamos librado.
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Editado por XALOC en 03-11-2023 a las 10:42.
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A partir de Aveiro y hasta Peniche navegar por dentro del veril de los 20 metros no ofrece dificultades. La costa es una larguísima playa que ocupa casi toda la zona central de Portugal con un suave desnivel que te da la seguridad de ir con profundidad suficiente y relativamente separado de tierra. Sólo en Nazaré, antes de llegar a Peniche y desde Peniche hasta doblar el Cabo da Roca la seguridad de no encontrarte orcas disminuye porque la costa es más escarpada y la profundidad de 20 metros queda bastante más próxima a la orilla que además cuenta con múltiples rocas y arrecifes que te obligan a ir algo más separado.
Lo mismo pasa con la parte sur de la costa portuguesa, una vez que pasas la zona de Sesimbra, donde, como en Nazaré, hay un cañón de gran profundidad, la costa del Alentejo es igualmente una enorme playa donde no suele haber peligro de encuentros indeseados.
Sines, el Cabo San Vicente y después la zona de Lagos vuelven a ser zonas donde los incidentes con orcas son frecuentes. Ya en España la zona de Cadiz a Barbate y de Barbate a Gibraltar se configuran como el triángulo más peligroso y donde se concentran la mayoría de los ataques.
Confiados en que nuestra táctica había dado buen resultado hasta entonces continuamos por toda la costa portuguesa con nuestro plan de prevención manteniéndonos en puerto hasta que pasaran las siguientes oleadas de orcas, el segundo y el tercer grupo, subiendo hacia el norte detrás de su comida y todo funcionó a la perfección. La navegación, de no ser por tener que evitar los abundantísimos aparejos de pesca, por la niebla y sobre todo por ir constantemente vigilando el mar por nuestro estribor hubiera sido muy relajada.
A esta especie de placidez náutica se le sumaba el ir prácticamente solos siempre, aunque eso realmente nos pasó desde que salimos de Asturias. Nunca me hubiera imaginado bajar en verano desde el Cantábrico sin ver apenas barcos. Pensamos que los ataques de las orcas están causando mucho miedo a navegar y de ahí nuestra soledad, tanta que se cuentan con los dedos de una mano las veces navegamos acompañados de otro barco y pocos se cruzaron con nosotros subiendo hacia el norte. EL escaso tráfico también se nota en los puertos, tanto es así que nunca tuvimos problemas para encontrar plaza y casi todas las marinas tienen los amarres de tránsito vacíos, algo impensable hace unos años.
Otra cosa que nos resultaba sorprendente era que en otras ocasiones nos habíamos encontrado con muchos barcos franceses y este año quizás no hayan sido más de diez los que nos hemos encontrado y sin embargo nos ha parecido que había más barcos de países nórdicos, alemanes, suecos finlandeses, anglosajones, etc. pero en cualquier caso, muy, pero que muy poco tráfico de veleros y poquísimos barcos españoles.

Creemos que las orcas le están haciendo mucho daño al turismo náutico y así nos los confirmaron los directivos de alguno de los puertos en lo que amarramos desde Galicia hasta el Mediterráneo. Solo en Lisboa tuvimos dificultad para encontrar amarre y fue debido a otras causas. Da mucha pena ver lo que está ocurriendo y aunque a nosotros nos gusta más bien la tranquilidad, nos hubiera gustado sentir más ambiente náutico, poder hablar con otras tripulaciones, encontrar algún barco que siguiera nuestra misma derrota y con el que congeniáramos, más españoles, pero no fue así. La verdad es que ha sido una navegación muy solitaria y en contadas ocasiones hemos podido compartir conversación, comida, cafés o entablar nuevas amistades. Como siempre nos ha sorprendido la amabilidad, la dulzura, la camaradería y la amistad de los marinos portugueses. De haber podido pasar más tiempo en algunos de sus puertos estoy seguro que habríamos conseguido consolidar alguna de las incipientes amistades que tuvimos oportunidad de entablar. Qué buen país y qué buenísima gente son.
Desde Aveiro hasta Gibraltar, probablemente por navegar casi siempre por dentro del veril de los 20 metros, no hubo ningún encuentro más con las orcas, pero también hay que decir que nos arriesgamos bastante en ocasiones para prevenirlos porque pasamos varias veces quizás demasiado cerca de las rocas o en zonas con poquísima profundidad. Recuerdo especialmente navegar muy cerca de tierra, a veces a menos de 100 metros, en las zonas de Cabo la Roca, Cabo Raso y Cabo San Vicente además con algo de viento del norte mayor y motor, menos mal que la mar estaba muy buena.
Especialmente estrecho fue el paso por dentro del Bajo de la Aceitera en el Cabo Trafalgar. Sabía de buena fuente que las orcas tienen un “comedero” o al menos una zona habitualmente frecuentada por fuera del Bajo la Aceitera y decidí pasarlo por dentro, entre la Piedra Phare y el Bajo Piles que son dos arrecifes que sondan a 3 y 4 metros respectivamente y entre ellos habrá menos de 150 metros. Setenta y cinco metros de distancia a cada lado parece mucho en tierra o cuando tienes referencias visuales, pero cuando te tienes que fiar del plotter porque los bajos no se ven y ves que la sonda va marcando cada vez menos agua bajo la quilla y va bajando hasta alcanzar los 6 metros de profundidad que tiene el paso, pues la verdad, lo primero que piensas es si te debes fiar tanto del posicionamiento de tu GPS…
Cuando estas acercándote y cuando estás en el medio de un paso así las dudas son lo peor, así que a pesar de tener una fina sensibilidad en los pies pensando que en cualquier momento puedes notar las piedras, aparece esa determinación y esa sensación de seguridad de que todo lo tienes bien planeado, bien calculado el riesgo, sientes esa confianza en ti mismo y en lo que haces que todos los que navegamos experimentamos en estas ocasiones. Después la sonda empieza a marcar más agua y te invade la sensación de júbilo, de triunfo. Ya sabes que has ganado, que lo has conseguido una vez más. Dicho esto, sólo puedo recomendar este paso con muy buen tiempo, con muy buena mar y poco viento. Pensar que te puede fallar el motor ahí medio puede ser angustioso.
Algo parecido nos pasó en la siguiente etapa, de Barbate a Tarifa, porque si doblar Tarifa ya no es fácil sin el peligro cercano de los ataques de las orcas, pasarlo sabiendo o creyendo que puedes ser atacado es también estresante. Nosotros pasamos cerquísima de las piedras, a no más de 35-40 metros, siguiendo el veril de los treinta metros de profundidad. Veía el faro y las rocas enormes, pero los ves, sabes por dónde pasas, no como entre bajos que no conoces y no ves. Además teníamos poniente y sabes que si algo falla solo tienes que dejarte llevar y que por tu estribor tienes agua ilimitada sin peligro, así que a pesar de todo me pareció más sencillo y tuve la sensación de que al ser una zona de mucho tráfico de barcos allí no había tanto riesgo de encontrar a las orcas o, más bien, de que ellas nos encontraran a nosotros.
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Editado por XALOC en 29-10-2023 a las 18:11.
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Te sigo con atención pues estoy pensando en hacer el camino inverso, pasar de Levante a Galicia. Muchas gracias por la información.
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  #32  
Antiguo 02-11-2023, 18:08
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Predeterminado Re: Orcas, averías, risas, aventuras y desventuras en nuestra navegada del Cantábrico

Se dice que hasta el mejor escribano echa un borrón, así que no siendo precisamente un especialista en maniobras en el puerto es normal que en un viaje de más de tres meses hayamos tenido algún percance.
En el Cantábrico estamos poco acostumbrados a amarrar de popa y menos aún si es un amarre tipo Mediterráneo con guía para el muerto a proa y poquísimo espacio entre dos barcos. Si a esta falta de costumbre se le suma un viento fuerte pues ya tenemos los términos de una ecuación infalible con final en peripecia. Esto fue lo que nos pasó al llegar al puerto de Estepona.
Ya libres del las orcas habíamos hecho un navegación tranquila y, por fin, a vela. Un viento de unos 20-25 nudos nos empujaba por la aleta y siendo el primer amarre que haríamos desde hacía años al estilo Mediterráneo M., con muy buen juicio, les pidió por radio a los marineros del puerto que nos asignaran un amarre fácil y que, por favor nos ayudaran. Y así fue, cuando llegamos dos marineros nos esperaban en una plaza en la que teníamos suficiente espacio y el viento, como digo de cierta intensidad, era perpendicular al muelle.
De no ser por el viento todo parecía sencillo. Todo estaba claro. Entro en el canal de proa para poder dar atrás y girar hacia nuestro hueco ayudado por el componente destrógiro de la hélice con M a la popa preparada con el cabo para los marineros y el otro cabo de popa también firmemente sujeto a su cornamusa y preparado para ser lanzado. Pero como las armas las carga el diablo el viento decidió cargar sobre nuestro costado de babor justo cuando ya estaba virando para entrar y el barco no obedeció al timón con la rapidez que se necesitaba. Antes de golpear a uno de los barcos de al lado pensé que era mejor abortar y volver a intentar la maniobra con algo más de velocidad y avisé al marinero.
Hasta aquí, todo bien, el canal era suficientemente ancho, pero… Entre que el viento nos apretaba por el través y que la ciaboga no fue precisa, cuando me quise dar cuenta me había quedado sin capacidad de reacción y estaba en el pantalán de enfrente abarloado al muelle entre dos barcos de unos cincuenta pies amarrados correctamente de popa. Menos mal que en ningún momento hubo riesgo de tocarles, pero estábamos… ¡encajonados!
La situación había sido tan estresante que en cuanto llegaron los marineros M saltó a tierra con una defensa para vitar golpes. Había decido dejar que nos las apañáramos solos a bordo. Se me vino a la cabeza la imagen de aquella frase usada siempre para organizar el abandono de un buque: ¡Las mujeres y los niños primero! A mi me entró la risa y pensé "Pobre, hoy lo único que pensaba era en sentir tierra firme bajo los pies. En que situaciones la pongo y que suerte tengo de que me siga por medio mundo incluso sin gustarle navegar”
Con este panorama los marineros debieron pensar que era un patrón novato y que una vez allí, con M pálida del susto y un viento que parecía haber subido de forma notable era mejor que nos quedáramos allí. Sólo había que girar el barco 90 grados para quedar de popa al muelle, coger la guía y listo.
Se dice fácil, pero entre los marineros, un patrón vecino, M y yo tardamos no menos de tres cuartos de hora en poner el barco de popa al muelle, eso sí, la “cagada” no tuvo consecuencias serias y no sufrimos ni golpes ni rayones en el casco. Solo resultaron heridos mi orgullo de capitán con millas y millas durante casi cuarenta años y la confianza de M. Por supuesto, preferí quedar como un patrón novatillo al que le había tocado su título en una tómbola que dar explicaciones a la marinería. Aunque tocado y casi hundido algo de orgullo me quedaba aún…
En cuanto a M, recuperó su confianza tres días después, en el siguiente amarre, también con viento y esta vez de través aunque algo menos fuerte. Cuando llegamos a la plaza que como es habitual parecía menor que nuestra manga, viramos, nos alineamos y entramos. Esta vez la maniobra salió que ni pintada con mi mujer palmeando los costados de los vecinos como una profesional. Desde entonces eso de palmear hasta le gusta.
Era el segundo y último percance en la maniobras durante nuestro viaje, el primero para la próxima entrega.
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Predeterminado Re: Orcas, averías, risas, aventuras y desventuras en nuestra navegada del Cantábrico

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Originalmente publicado por Dos Lunas Ver mensaje
Te sigo con atención pues estoy pensando en hacer el camino inverso, pasar de Levante a Galicia. Muchas gracias por la información.
Ánimo, tomando precauciones no deberías tener problemas con las orcas. Para cualquier cosa puedes ponerte en contacto conmigo para lo que necesites.

Y... espero que no tengas maniobras "cagadas" como la que cuento justo arriba
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El que, a la hora de amarrar, no tenga una aventura parecida para contar, que tire la primera piedra.
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Cita:
Originalmente publicado por J.R. Ver mensaje
El que, a la hora de amarrar, no tenga una aventura parecida para contar, que tire la primera piedra.
Y además hay que contarlas... Jajajajaja
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El otro tropiezo serio lo tuvimos entrando en la marina de Albufeira.
Salimos de la Ría de Alvor con menos de media marea, cosa que no recomiendo porque los bancos de arena se mueven con las mareas y el calado del canal de salida, a pesar de estar balizado, no es seguro, de hecho nosotros encallamos tres veces, para después salir lanzados a toda velocidad por la estrecha entrada de la ría. Para dar una idea de la situación solo tengo que decir que la vaciante nos lanzó a una velocidad de más de 14 nudos por el canal (y solo pude mirar un par de veces la corredera…) que parecía un río. De hecho es lo que es, un auténtico río con una corriente fortísima que formaba olas de casi un metro de altura mucho antes de encontrarse con la mar abierta donde las olas eran todavía mayores. Si a esos 14 nudos le restamos los seis ó siete de velocidad que llevaríamos nosotros, para poder maniobrar sobre la corriente, la resultante de la vaciante sería una corriente de unos ocho nudos de velocidad. Nunca antes el Roatán había ido tan rápido.
El resto de la navegación hasta Albufeira fue tranquila con viento del norte que nos llegaba por la aleta y que se orientó a un través-largo al virar el cabo. Las rachas habían subido de intensidad hasta casi los treinta nudos, cambio que afortunadamente había adivinado con antelación y nos cogió ya con dos rizos en la mayor.
La entrada a la Marina de Albufeira está protegida por un puerto exterior sin pantalanes usado por los pesqueros para fondear, que da paso a un canal que es como un cañón que entra en tierra delimitado por un lado por un acantilado y por el otro por la montaña que en la orilla termina en un dique de cemento conformando al final una ensenada súper protegida que acoge los pantalanes de la marina. El canal tendrá unos ciento cincuenta o doscientos metros de largo por tan solo 25 metros de ancho en su parte más estrecha y aquel día, por su orientación, hacía que aquel viento racheado se acanalara por él aumentando considerablemente de intensidad.
En principio no deberíamos haber tenido problemas para pasarlo ni tampoco para amarrar porque la ensenada quedaba tranquila y protegida, pero como siempre que las cosas salen mal hay algún factor que desencadena el desaguisado. M. me había subido la guía Inry y antes de recoger las velas había visto que al final del canal estaba a mi estribor el pantalán de espera y, un poco más allá, a babor, el pontón del combustible al que teníamos que ir para repostar.
No sé porqué me despisté y en vez de ir primero al pantalán de espera entré decidido hacia el pontón del gas-oíl y no habría pasado nada si no se me ocurre en medio del canal cambiar mi objetivo y virar para entrar primero al pantalán de espera. Así que giro en medio del paso, en el que por cierto tendríamos como cuatro o cinco barcos por delante y otros tanto por detrás nuestro entrando o saliendo de la marina. Cuando quise darme cuenta las rachas de viento nos empujaban con tal fuerza que inmediatamente nos quedamos atravesados en el medio del paso. Intento avanzar hacia el muelle de espera y, al ir en contra del giro de la hélice, el barco no obedece y apenas mejora el ángulo para abarloarme al pantalán. Toco con la proa ligeramente (menos mal que el pantalán era de madera), pero allí no había nadie para ayudarnos y un minuto después, temblando como un principiante, volvía a estar atravesado entre los barcos que salían y los que entraban y con muy poco espacio para maniobrar.
Ya abandonada la idea de ir hacia el pantalán de espera, decido volver hacia el pontón del gas-oíl y como las rachas eran importantes y mi hélice es destrógira decido ciabogar hacia la derecha lo que supone hacer prácticamente un giro de 270 grados. En medio del estrépito de las bocinas de los barcos más cercanos que pensaban que les íbamos a tocar, voy dando atrás y avante y girando apurando al máximo los 25 metros de ancho que tenía disponibles y cuando llego más o menos a la dirección adecuada me paso girando hacia estribor y aunque intento la ciaboga al contrario el viento me lo impide y no me queda más remedio que volver a ciabogar otro giro entero en medio de toda una sinfonía de bocinas, pitidos, voces y más de un juramento en portugués, en inglés y en algún otro idioma desconocido.
Así que ahí estaba mi barco, atravesado en un canal de 25 metros (he comprobado con Google Maps que es lo que mide de ancho), apurando la ciaboga hacia las rocas en cada empujón hacia adelante y hacia un barco finlandés cuando daba atrás que temiendo el abordaje me atronaba con una bocina que bien le hubiera servido a un petrolero. Ni que decir tiene que a estas alturas del percance se habían ido acumulando barcos que querían entrar o salir del canal de manera que, además del ruidoso y enfadado finlandés, el canal había quedado ocupado por un buen número de barcos turísticos cargados de pálidos, orondos y rubios ingleses de todas las edades que debieron divertirse de lo lindo viendo mis apuros en medio de aquella jauría, mientras sus patrones procuraban mantenerse en su sitio a pesar del viento y aprovechaban también para hacer sonar sus bocinas y amenazarnos con gestos muy poco educados que acompañaban a los gritos e imprecaciones que afortunadamente no entendíamos, aunque adivinábamos.
El espectáculo que dimos fue corto, pero intenso. No tardaríamos más de cinco ó diez minutos en volver a quedar en la dirección correcta, pero hasta los administrativos de la marina salieron fuera de la oficina echándose las manos a la cabeza, supongo que temiendo que al final se formara en el canal un tapón de barcos atravesados y embistiéndose unos a otros y dejando a la marina incomunicada. Es posible que más de uno de aquellos espantados espectadores pensara que si la cosa salía mal habría que llamar a la marina portuguesa para desatascar el canal con un remolcador o algo así.
Afortunadamente el segundo 360 salió bien y en un par de minutos estábamos en el pantalán del gas-oíl sin más peripecias y sin que ocurriera ningún incidente más ni con nosotros ni entre alguno de los otros barcos implicados. Eso sí, tras llevarme un marinero en la zodiac a la oficina, nos asignaron la plaza de amarre más fácil que tenían disponible en los pantalanes para grandes barcos, dando por supuesto que ofrecerme entrar en cualquier otra plaza de menos de 30 metros de eslora era un serio riesgo para la seguridad marítima del sur de Portugal.
Acobardado por el tamaño de nuestros vecinos al día siguiente fui a la oficina del puerto a decirles que podían cambiarme a un amarre con la eslora adecuada para mi barco, pero amablemente me comunicaron que no había entradas de grandes barcos previstas y que podíamos quedarnos allí. Así que esta ha sido la primera y espero que última vez que nuestro querido barco se codea con los monstruos de los súper millonarios, pero me ha dado la pista de que montar un buen pollo es lo mejor qué puedo hacer si me niegan la plaza de mi tamaño en algún puerto. Igual funciona!!!
Y hasta aquí las aventuras y desventuras de nuestros algo más de tres meses de navegación, que dicho sea de paso ha resultado magnífica. Espero que os hayan divertido nuestras peripecias.
Ahora nuestro barco descansa en su amarre y espero que no sufra daños durante todo el invierno para poder comenzar de nuevo en mayo nuestra siguiente navegada.
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Dos Lunas (06-11-2023), Hakuna Matata (06-11-2023), J.R. (06-11-2023)
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