Historias inconfesables

[Choquero]

La verdad es que todos tenemos alguna historia náutica en nuestra ejemplar vida de abnegados navegantes que mejor no contar, por ejemplo esta salida en solitario a poco de comprar mi actual latita de sardinas...

Hace ya algunos años...

Toda la semana preparando el sábado de pesca.
Llego al club con todo los pertrechos, cañas, neverita, bocatas..., espero pacientemente al botero, que como es veranillo, está super atareado haciendo viajes a los distintos barcos llevando y trayendo gente, cuando me toca, embarco y me voy cargado a mi barco. Llego, quito la lona, abro ventanas y portillos, grifos de fondo, conecto batería, y voy a meter la llave para arrancar antes de soltar el barco de la boya... la llave... ¿qué llave?, ¡¡¡*oder, las llaves!!!, me he dejado las llaves del barco en casa. Solo de pensarlo me pongo malo, volver a esperar al botero, subir la cuesta hasta el aparcamiento, coger el coche, llegar a casa, recoger las llaves, volver al club, bajar la cuesta del aparcamiento, esperar otra vez al botero, pero por fin, poder salir a pescar.

Llega por fin el botero al barco, subo, me lleva al muelle pantalán, subo la cuesta, (jadeando con las prisas), voy a darle al mando a distancia del coche para abrir las puertas... y ¡¡¡*oder!!!, me dejé las llaves del coche en el barco...

Bajo corriendo la cuesta, vuelvo a llamar al botero, otra espera hasta que me toca, me lleva a mi barco, cojo las putas llaves del coche del tirón, vuelvo al muelle pantalán, subo la cuesta (ahora arrastrándome), llego al coche, le doy al mando, me subo como puedo, atasco enorme para entrar en el pueblo, llego a casa metiéndome contramano, un poli local me mira y me dice que me va a pegar, suerte que es de Cartaya y me pilla en el lado de Punta Umbría (El Portil pertenece a dos ayuntamientos distintos), llego a casa y todos me preguntan que qué he pescado, procuro no contestar para no dar señales de lo que me ha pasado, peeeeeeero al coger las llaves del barco con mucho disimulo, se me caen al suelo y se dan cuenta de que me fui sin ellas, cachondeo general. Aprovecho para ir al baño, con el estrés me apetecía hacer "aguas menores", así que entré y ejecuté una meada de libro, grandiosa, de esas de alivio. Vuelta al coche, atasquito de salida, llego al club, aparco bajo un pino y sobre tres jaras pegajosas, el aparcamiento parece el de la Feria de Sevilla, ya no se cabe (con lo que yo había madrugado para evitar ésto). Bajo la cuesta rodando, llego al muelle pantalán, el botero me estaba esperando con una sonrrrrrrrrrrisita de esas que cuando las ves miras para otro lado para no sacar el kalashnikov y darte una dulce venganza. Llego al barco, subo a bordo, me meto la mano en el bolsillo para sacar las llaves... ¡¡¡*ostras, las llaves!!!, me las debo de haber dejado en el coche... vuelvo a llamar al botero, viene como de urgencias, me devuelve a tierra, subo la cuesta recordando con cariño las escaleras automáticas de El Porte Inglés, cruzo la carretera, voy a coger las llaves del coche... y claro, las llaves del coche las había vuelto a meter en el cajón de la cabina del barco donde las meto siempre... ... ...

Así que hice lo que debía de haber hecho desde el primer momento, bajé la cuesta patinando, que duele menos que rodando, llamé al botero y lo saludé como si hiciese muuuuuuuucho tiempo que no lo veía, subí a mi barco que estaba presto a salir en cuanto arrancase el motor, abrí el cajón donde acostumbro a guardar las llaves, cogí, no las llaves del coche, sino el destornillador que había al lado, desmonté el cuadro de instrumentos, quité los terminales facton de la llave de contacto, puenteé dos de ellos y un leve contacto del tercero, y, ¡oh música celestial!, mi motor ronroneando. Así que me dí prisa y solté amarras, y toda leche me fuí a pasar por la playa, por delante de la sombrilla donde la familia estaba ya disfrutando de un tórrido día de playa, toqué la bocina y me aseguré de que me devolvían el saludo. Hecho ésto, salí del río, me perdí un par de millas mar a dentro, me comí el bocata, me bebí el par de cervezas me tumbé sobre el cofre motor bajo la lona de fondeo y disfruté de una siesta arrullado por el chapoteo del agua contra el casco. Luego regresé a mi boya, antes de desembarcar me aseguré de llevar las llaves del coche para evitar que me subieran la cuota mensual del club.

De pescar, nada de nada, pero al llegar a casa, las llaves del barco, que yo creía caidas por el coche, me estaban esperando en la repisa del cuarto de baño muertas de aburrimiento.

Moraleja, si olvidas las llaves, usa el destornillador, evitarás ponerte en evidencia y que se descojonen de ti.