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VHF: Canal 77 |
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Un libro para navegar
Ayer terminé un libro. Y me dejó tan buen sabor de boca que lo dejo aquí para quien quiera leerlo.
Es un libro de aventuras, de descubrimientos, de historia y de humanidad. Un libro que huele a mar en cada página. Uno de esos que enganchan y cuando llegas al final lo cierras con una sonrisa pero con ganas de más.... "El marinero de Vasco da Gama" Jean-Jacques Antier
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Las chicas buenas van al cielo. Las malas a todas partes
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#2
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Re: Un libro para navegar
Gracias Polen por contárnoslo.
Tabernero ¿Para cuando el subforo de Libros Náuticos? |
#3
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Re: Un libro para navegar
Gracias por la información...y me apunto también a lo del específico para libros. Hay tanto libro que sale a las estanterías de las librerías que es inevitable que se nos escape algo interesante. Intercambiando opiniones sobre libros de tema náutico que hayamos leído nos será más facil separar la paja (con perdón) del grano.
Un saludo y que corra el irlandés (...y si es Bushmills mucho mejor...)
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El Capitán no es el Capitán el Capitán es el mar. (Jesús Lizano) ...NO CREAS TODO LO QUE PIENSAS... |
#4
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Re: Un libro para navegar
Gracias Polen por la información. Intentaré conseguirlo. Soy un adictolector o un lector convulso como alguien me definió en alguna ocasión, jeje. ¿Hace unas ronditas?
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"Esto no es nada, que siga el fuego". (21-10-1805.Cosme Damián Churruca y Elorza) |
#5
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Re: Un libro para navegar
He abierto el libro más o menos al principio, y he copiado un capitulo al azar para abrir boca (si alguien lo quiere le presto el mío). Bueno, hay mejores capítulos pero es el que ha salido. Desde luego es un libro en el que embarcas desde la primera página en el San Gabriel. Que conste que no llevo comisiones ni ná de ná, sólo es que me pirran este tipo de libros. Otro qu eme gustó fue "Magallanes" pero no recuerdo ahora su autor.
Os dejo esto, pa muestra un botón: " (...) La flotilla de los Arcángeles acababa de doblar a babor el archipiélago de las islas Bissagos y navegaba contra el oleaje embravecido. Los marinos refunfuñaban, como de costumbre, cuando de pronto el cielo les cayó encima. Vasco da Gama entró en la timonera e hizo una señal a Pero de Alenquer. El maestro piloto, atento a las mínimas variaciones del viento y de las corrientes, y más blanco que la espuma de las olas, asintió. Vasco se volvió hacia el timonel. -¡Pon rumbo al oeste-suroeste! El hombre se sobresaltó y se quedó inmóvil. -¡He dicho al oeste-suroeste!-repitió el capitán, severamente-. Y mantén ese rumbo con la brújula, al dos-tres-cero. ¿Totalmente mar adentro, hacia lo desconocido? ¡Aquél era el rumbo de Cristóbal Colón! ¿Acaso el capitán mayor se había vuelto loco? El Sao Gabriel viró de bordo, cogió el viento de través y se dirigió mar adentro, amurado a babor. A las órdenes del contramaestre, los hombres se abalanzaron sobre las brazas para adaptar las velas a la nueva dirección. Sorprendidos por aquel cambio de rumbo radical, el Sao Rafael, el Berrio y el buque nodriza, que seguían la estela del primero, vacilaron un momento antes de cambiar el rumbo a su vez. Un cañonazo de fogueo disparado por la nave capitana los llamó al orden, y la siguieron. La costa de África pronto se perdió entre la bruma ligera y la flotilla avanzó a paso ligero hacia las profundidades desconocidas del océano. Una hora más tarde relevaron al timonel, todavía pálido, que enseguida subió a la cubierta para encontrarse con los demás hombres. Aquel cambio de rumbo imprevisto los había transtornado. Pero podía tratarse de una maniobra ordinaria. Cuando el timonel les informó del cambio de rumbo, primero se quedaron de piedra y luego se volvieron locos. Pronto, toda la tripulación se puso a correr por la cubierta, incluso los pañoleros, los calafates y los almaceneros, hombres de la sombra. Y también el cocinero, más rojo que su olla de cobre. Sólo el grumete parecía contento, sin saber muy bien por qué… Vasco da Gama, cubierto con su capa negra, avanzó hasta la borda del castillo de proa, que dominaba la cubierta. Todos repararon en que llevaba su espada. Su presencia fue recibida con gritos hostiles y el maestro gaviero, un hombre experimentado que conocía bien la costa de África, exclamó: -¡Con permiso, capitán! La costa de África nos protege. Nosotros hemos firmado para ir a la India pasando por el cabo de Buena Esperanza. ¡Deje para Cristóbal Colón la insensatez de ir al oeste, donde no encontrará nada más que el inmenso océano sin fin! La fuerte voz del capitao mor resonó como una tormenta: -Si seguimos bordeando la costa africana, iremos a parar a la fatídica zona de la calma chicha y luego tendremos que enfrentarnos al obstáculo de las corrientes y los vientos contrarios, que son invencibles. Esta ruta, que parece la más corta, tiene en contra los poderosos alisios del sureste, que oponen una resistencia diabólica. ¡Recordad que sólo Bartolomeu Dias se aventuró a seguirla! Pero quedó tan exhausto que tuvo que renunciar a llegar a la India. Es un camino de perdición, tanto para los hombres como para las naves. La tripulación le miraba sin acabar de comprender. -¡Volvamos!- gritó entonces el maestro de calas, con voz rencorosa-. ¡Volvamos a Portuga! ¿Qué más dan las primas? ¡La vida vale más que todo el oro de Oriente! -¡Por el amor de Dios, eso nunca! –vociferó Dagaza-. ¡He prometido a nuestro rey que no daría media vuelta! -¡El capitán Dias lo hizo! -¡Dias! ¡Dias! –empezaron a corear los demás-. ¿Qué dice el maestro piloto Pero de Alenquer al respecto? Él fue su guía. -¡Ahí está! -¡Que hable! Pero de Alenquer se acercó. Su barba entrecana y puntiaguda parecía una amenaza. Aquella revuelta le traía recuerdos terribles y le transtornaba, en aquel momento tan decisivo en el que necesitaba todas sus fuerzas mentales para concentrarse en su misión y en aquella novedad revolucionaria: la volta -Callad y os hablaré en nombre de Bartolomeu Dias –dijo-. Fue él quien nos aconsejó que hiciéramos la volta. La tripulación, estupefacta, se quedó de piedra. Salvador se había acercado a la multitud y el maestro piloto continuó: -Para llegar al cabo, hay que ir mar adentro sin demora, para poder beneficiarnos de los vientos favorables, los alisios del noreste, que soplan en alta mar. Tras un amplio giro, la volta, volveremos a poner rumbo al sur, y luego viraremos ce bordo, pondremos rumbo al este y bordearemos la punta de África, empujados por vientos del oeste… -¡Pero nadie ha hecho nunca esta volta! -¡Pues seremos los primeros! Nuestras naves, más pesadas y sólidas que las de Dias, nos lo permiten. La tripulación aún tenía dudas. ¿Perderse mar adentro? ¡Qué locura! Aquellos que lo habían intentado, por voluntad propia o no, jamás habían vuelto. Meses enteros navegando por la inmensidad desconocida de alta mar, sin la posibilidad, en caso de avería, hambruna o falta de agua, de desviarse para atracar en una costa donde, al menos, poder sobrevivir a base de tortugas de mar, peces y aves. El miedo ancestral al gran océano les invadía ante aquel misterio inconsistente, aquel abismo donde uno se pierde, se hunde, se ahoga, y sobreviene la temida muerte, privando al cuerpo de sepultura… Vasco da Gama sintió que el destino de la expedición y el suyo propio estaban en juego, en aquel instante. El Sao Rafael se había acercado a la nave capitana, con la figura del fiel Paulo da Gama de pie sobre el castillo de proa. Poco antes de zarpar de Río Grande, Vasco lo había puesto al corriente de la volta, y había hecho lo mismo con los demás capitanes. Paulo se había mostrado sorprendido, pero aceptó sin rechistar aquella novedad increíble. Un amor sincero lo ataba a su hermanastro, y confiaba totalmente en aquel gran marino de valentía indomable que el rey había elegido para dirigir la expedición. -¡Rumbo al oeste-suroeste, Paulo! ¡Hasta el meridiano treinta! -¡Rumbo al oeste-suroeste, Vasco! El capellán se santiguó. -¡ Rumbo al oeste-suroeste! –repitió Vasco, para que todos lo oyeran-. ¡Y que Dios nos guíe! Resignado, el timonel marcó el nuevo rumbo en la tabla, en el 230. La actitud de la tropa, sin embargo, seguía siendo amenazante. ¡Vuelta, revuelta! Poco a poco, los alaridos de miedo, los gritos de desesperanza, y los gestos amenazadores se calmaron, y los puños se relajaron, como si la marejada ya hubiera pasado. El Sao Gabriel, y las otras tres naves se adentraron en el corazón del océano. De pie en la cubierta superior del castillo de popa, el maestro piloto Pero de Alenquer contemplaba, fascinado, la inmensidad que el estrave de la carabela abría bajo la vela cebadera desplegada. Vio acercarse a Salvador y le sonrió para tranquilizarlo. Pero el muchacho no acababa de estar muy convencido. -Entonces, maestro piloto –dijo-, ¿buscaremos el alisio favorable en el corazón del océano, antes de franquear el ecuador? ¿Y si no lo encontramos? -Entonces quedaremos a la buena de Dios. Salvador se estremeció. Tenía fe, pero el hombre siempre duda. -El océano es como un enorme ser vivo –continuó Pero-. Ya en la Antigüedad, los médicos griegos comprendieron la función de la sangre, esa corriente vital que viene y va. Ocurre lo mismo en el Océano. Estos vientos y corrientes que soplan contra nosotros cuando bordeamos las costas de África tienen que cambiar de sentido mar adentro para poder volver a su fuente. Y es ahí donde hay que encontrarlos. ¡Hay que atreverse a navegar por alta mar! Vasco da Gama, gracias a la experiencia de su piloto, se había aventurado a realizar aquello que ni los fenicios, ni los normandos, ni los venecianos ni los árabes se habían atrevido a hacer nunca: navegar por alta mar, a miles de millas de la tierra. Al clásico descoberto, el hecho de descubrir tierras bordeando las costas, había seguido el descobrimento, en el sentido más amplio del término: el hecho de navegar por el océano, a escala planetaria. Varios meses de navegación sin escalas y sin otro punto de referencia que los astros; meses de angustia y terror. A aquellos hombres les hacía falta un coraje extraordinario para arriesgarse a realizar aquella vuelta colosal de cinco mil millas marinas, basándose únicamente en la intuición del genial maestro piloto Pero de Alenquer. Se trataba de algo más que de una evolución hecha posible por el perfeccionamiento de la arquitectura naval: era una revolución de mentalidades. Pero la pagarían cara.(...)"
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Las chicas buenas van al cielo. Las malas a todas partes
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Re: Un libro para navegar
Joder, este finde me lo pillo seguro.
Gracias por compartir
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"Esto no es nada, que siga el fuego". (21-10-1805.Cosme Damián Churruca y Elorza) |
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Re: Un libro para navegar
un buen libro de aventuras gracias Polen
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El fiero turco en Lepanto, en la Tercera el Frances, y en toda mar el Ingles. tuvieron de verme espanto. Rey servido y patria honrada diran mejor quien he sido, por la cruz de mi apellido y con la cruz de mi espada. Lope de Vega: 1588 |
#8
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Re: Un libro para navegar
Gracias Polen, me lo apunto
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Tu regere imperio fluctus, hispane memento. El número de cigarras que las hormigas podemos mantener es limitado. (Me sigue sobrando el Senado y las Diputaciones) |
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Re: Un libro para navegar
Ya le puse la pegatina de "me lo pido" en el cuadernillo de Los Reyes Magos. Muchas gracias.
Ya sabes que tenemos unas pendientes, así te mereces otras más. Apunto y sumo....
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Si el pez lucha contra la corriente............. acabará electrocutado |
#10
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Re: Un libro para navegar
Gracias Polen!
Parece una muy buena opción. Así que me la apounto!!!!
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De maestros y navegantes |
#11
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Re: Un libro para navegar
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