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VHF: Canal 77 |
#1
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Los marinos del futuro según Rolls Royce
Si os apetece ver el vídeo, os daréis cuenta que ese momento en el que navegen sin tripulación, mercantes cargados miles de toneladas de granel o contenedores, no está muy lejos.
Si ahora mismo se puede controlar un dron cargado de armas desde miles de kilómetros de distancia, ...¿Porque no un gigantesco mercante ? http://www.designboom.com/technology...ns-06-29-2016/ |
#2
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Re: Los marinos del futuro según Rolls Royce
Cita:
El tan manido y socorrido concepto (y para muchos bendito) de "tener un fallo humano" ha permitido muchas veces escaquearse al verdadero responsable del desaguisado. Con vehiculos sin "un cabeza de gobierno humano" ... ¿ a ver a quien le echan la culpa en caso de siniestro? ¿a ver a quien le pides indemnizaciones? que no es la misma cantidad a pedirle a un "pringao" de conductor, que a la compañia propietaria del vehiculo... Y no es broma... Google tiene cientos de coches que "van solos" con absoluta solvencia, aparcan solos, frenan tan deprisa como les permiten las leyes de la fisica en caso de necesidad, etc... Pero si un "indefenso" peaton se echa encima del coche, sin practicamente tiempo de reaccionar... ¿a quien le echaran la culpa? |
#3
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Re: Los marinos del futuro según Rolls Royce
Sabes, tengo un coche de esos que van solos
¡Y donde esta! ¡Y yo que se! |
#4
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Re: Los marinos del futuro según Rolls Royce
Menos mal que habla sólo (de momento), de la marina mercante.
La marina deportiva lleva el mismo camino: Certificaciones CE, inspecciones de barcos, zonas de navegación, MMSI, AIS... Espero que aún haya espacios de libertad para el que quiera navegar en un tonel, sin radar, sin MMSI, sin GPS e incluso sin radio, pero mucho me temo que o nos unimos para defender el último reducto de libre albedrío o el Gran Hermano pronto acabará también con la libertad de los mares, en aras de la seguridad y el bien común, como siempre |
Los siguientes cofrades agradecieron este mensaje a Buscando a Nemo | ||
morfeo (06-08-2016) |
#5
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Re: Los marinos del futuro según Rolls Royce
Echad un vistazo a la "navegación del futuro" que yo presenté a un concurso de relatos de este noble foro.
Por ahí van los tiros... La navegación del futuro Eran las 17:00 (HRB). La voz metálica del altoparlante de estribor se puso en marcha para anunciar: Tripulante de guardia Alfredo: lleva 2 horas y 37 minutos de servicio, con una atención media estimada del 87,4%. Sus constantes vitales son aceptables para la consecución de su período de guardia, al que le restan 23 minutos. Debe aumentar el índice de glucosa en un 1,54%. Para ello es suficiente la ingesta de una bebida no carbónica y levemente azucarada o tomar una cápsula G-12. La fuerza del viento actual es de grado 3 Beaufourt y su ángulo real es de 67,8º desde babor. Hay una corriente de 0,04 nudos que arriba desde una dirección de 36º por estribor con respecto a crujía. El abatimiento de ambos componentes está corregido por la pala del timón que se encuentra formando un ángulo medio de 2,3º a estribor. El estado de la mar es de marejadilla, con algún área de marejada. La tensión en las escotas está al 24% de la carga de rotura en la de la vela mayor y al 27% en el génova, encontrándose ambas velas totalmente desplegadas. La velocidad actual real es de 5,73 nudos. La distancia al objetivo es de 27,12 millas. La hora esperada de llegada es 21:43 (HRB). La temperatura del agua es de 21,43º centígrados. ¿Desea más datos para su control? Alfredo consideró la pregunta. Podía preguntar la previsión meteorológica para la próxima hora, pero decidió arriesgar. Tenía cierto nerviosismo, ya que llegarían con el sol puesto y el control del puerto era muy estricto a ese particular. Claro que podía demostrar que, en ningún momento, había desconectado al patrón automático. Su responsabilidad quedaba a salvo. Recordaba con horror aquella navegación en que desconectó al patrón, cayéndose sobre el interruptor fingiendo un accidente. Era una tarde espléndida; el viento suave les empujaba desde la aleta de babor. La mar estaba rizada, desde luego, pero para un barco de 60 pies no era excesivamente peligrosa. Quería demostrar a los otros tripulantes la posibilidad de navegar sin ayuda, tal y como se hacía en el pasado. ¡Qué tremendo error!. No estaba acostumbrado al tacto del timón y sufrió eso que llamaban “trasluchada”. La botavara pasó de una banda a otra violentamente y, además, se largó la escota, que él había cazado a su manera. Cuando volvió a conectar el patrón automático, recibió la más dura reprimenda de su vida. Y además le condenaron a no navegar durante seis meses. Estaba deseando que su compañero entrase de guardia para refugiarse en la jupette, donde no llegaba el sensor de calor, y fumarse un cigarro sin nicotina ni humo. Hacía tiempo ya que se había prohibido el tabaco en toda actividad humana, pero aún se encontraban camellos que te podían pasar un petardo de esos. ¡Lástima que no hubieran inventado el cigarro con lumbre fría!. La última vez que se le olvidó apagar el cigarro antes de incorporarse de nuevo a la bañera, había sufrido un roción de agua a 1º y la amonestación del patrón automático, que le castigó con la peor de las guardias. Se dispuso a esperar pacientemente y contestó: No, gracias. Información suficiente. En la litera, que se mantenía perfectamente horizontal en cualquier circunstancia, se encontraba Manuel, realizando el período de descanso obligatorio entre dos guardias. La navegación resultaba dura siendo solo dos tripulantes. Habían tenido que sufrir un examen exhaustivo, tanto por parte del patrón automático como por la autoridad portuaria, para que obtuviesen la autorización de salir a navegar. Además, la navegación sería larga; 53 millas!. Durante el período de descanso, en los momentos que el detector conocía que estaba despierto, aprovechaba para poner al día sus conocimientos por medio del curso intensivo automático de navegación asistida. Gracias a esa precaución, casi nunca le prohibían navegar en el fin de semana. No obstante, en aquellos momentos en que la lección era monótona, por lo repetida, leía un libro de los de antes, verdadero incunable de hojas de papel, que trataba de los viajes de un tal Moitessier. ¡Barcos de madera! ¡Que sueño!. Se decía en los corrillos de navegantes que aún existía alguno, aunque no era como para creérselo. Hacía mucho tiempo que se habían declarado ilegales en todo el mundo civilizado. Manuel soñaba despierto y lamentaba no haber conocido aquellos tiempos en que la navegación era sinónimo de libertad, cuando las travesías se hacían por medio de sextante y estima. Pero luego llegaron las limitaciones por zona marítima, las inspecciones técnicas, las radios con DSC, los GPS, los seguimientos por satélite para que las autoridades conociesen la situación real del barco y, por fin, los patrones automáticos que, en sustitución de los pilotos automáticos de antaño, gobernaban con el máximo rigor y cumpliendo a rajatabla la legislación vigente: muy segura, muy ergonómica, muy conservadora… pero muy restrictiva y, sobre todo, tremendamente aburrida. La navegación de recreo se había reducido a la mínima expresión. Pocos navegantes había ya que fueran capaces de superar las durísimas pruebas para la obtención del correspondiente permiso de navegación y, además, no compensaba en absoluto por la sensación de falta de libertad, del poder de decisión, del riesgo asumido… Llegaba el momento del cambio de guardia. Hacía ya cinco minutos que el autoparlante interior, en combinación con los exteriores, había anunciado la necesidad del cambio. Si no se realizase, el marinero entrante sufriría una pena de, al menos, tres meses de privación del derecho a navegar. No valían excusas; el controlador personal sabía que no estabas enfermo ni tenía deficiencia alguna que justificase dicha falta. En el momento de aparecer Manuel en la bañera, perfectamente protegida de las inclemencias del tiempo y a temperatura y humedad adecuadas a cada uno de los tripulantes, el altoparlante de babor, solo utilizado para casos de fijación de atención, lanzó el siguiente mensaje: Atención a todos los tripulantes: el radar detecta un eco cuyo rumbo no respeta ni obedece a las reglas de prevención de abordajes en alta mar. El objeto no es un barco, porque no responde a las llamadas de identificación automática o su identificador está averiado. Se acerca a una velocidad de 7,2 nudos, su rumbo forma un ángulo de 3,3º por babor y es de colisión. Repito: su rumbo es de colisión. Se pone en marcha la situación de emergencia A. Pongan atención y sujétense firmemente para evitar lesiones en caso de tener que virar bruscamente para evitar la posible colisión. Alfredo y Manuel se miraron asombrados y excitados. ¡Situación de emergencia A!. Después de atarse sólidamente con los arneses provistos de air-bag, tomaron los prismáticos auto-enfocables y dirigieron la mirada hacia el lugar por donde deberían ver dicho objeto. Había neblina, pero no deberían tardar mucho en apreciarlo, ya que el radar tenía un círculo de protección de 8 millas. ¡Es un barco!, dice Alfredo. Pero no es posible. Viene ciñendo. ¡Y con todas las velas desplegadas!. ¡Con este viento!. El patrón automático nunca habría permitido toda la superficie vélica con un F3. ¡Habría hecho una reducción de trapo del 12,7%, tal y como especifican las normas!. No obstante, lo era. Manuel y Alfredo no daban crédito a sus ojos: una preciosa goleta de madera, con todas sus velas al viento, vira en el último instante para ceder el paso al velero en el que viajaban nuestros dos amigos. Sus tres tripulantes, al aire libre, saludan al pasar levantando sus botes de cerveza. Uno de ellos fuma un cigarro habano. El piloto de viento mantiene el rumbo. Son los últimos marinos libres. Son los últimos navegantes del pasado.
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No es tan malo envejecer, si se considera la alternativa... (Katharine Hepburn) ... Pero que difícil es aceptarlo (Epops) |
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