Re: El estado de ánimo del marinero
Para mi la navegación en solitario es muchísimo más psicológica que física, incluso, diría, que por encima de los conocimientos de navegación.
Disfruto mucho navegando plácidamente en compañía, pero, sin duda, largas distancias y mala meteo, como se ha dicho ya, sólo las disfruto plenamente en solitario. Con tripulación me tensiono empatizando con la gente de a bordo, a la que lo normal es que ni el cansancio, ni muchas horas de navegación, ni mucho menos la mala meteo les gusten.
Hay que gestionar muy bien el cansancio, ser fuerte mentalmente cuando vienen mal dadas, y tener la capacidad de disfrutar de los problemas en lugar de verse abrumado por ellos. Para mi es la navegación más pura y el disfrute es muy superior en muchos sentidos, aunque la ausencia de compañía es un handicap y cuando se trata de semanas o meses es un peso bastante duro.
Lo único que se me ocurre aportar en este hilo son fragmentos de cosas que he escrito, de momento para mi, cuando he navegado en solitario durante varios meses. Ahí os las dejo, y perdón por el tocho.
Ésto es de cuando empecé a regresar desde Grecia de vuelta a casa:
Cita:
Siento que todas las preocupaciones quedan atrás, en tierra firme. Me desprendo de mis miedos, todos los que me atenazan el día anterior a la partida: cuántos puntos de fallo he revisado, cuántos ajustes he realizado en la jarcia, cuántas revisiones de la meteo y cuántas soluciones a todos los problemas imaginables.
Me deshago del apego a la comodidad de la vida en tierra, al gusto por compartir momentos con otras personas, comienzo a abrazar la sensación de soledad. Hoy no habrá cobertura, nadie con quien chatear, ni tan siquiera tierra a la vista. Aún la noche sobre mí.
Tímidamente comienza a vislumbrarse el gris sobre Corfú, a doce millas de aquí. Sólo resta largar amarras y desde el primer pesquero que zarpará hoy comienza a escapar un suave ronroneo. Observo Othonoi por última vez, y mi mirada se desliza perezosamente hacia Corfú. En el horizonte se funden negro, gris, amarillo y azul.
Retiro mis sprines y mis traveses, una ligera brisa por la amura de estribor me mantiene recostado sobre el pontón de madera que ha sido la acera de mi casa durante tres noches. Arranco mi máquina y permito que su martilleo haga vibrar a Philyra durante unos minutos antes de cobrar el largo de popa, luego el de proa, dados por seno.
Philyra, libre de nuevo, quiere zarpar, pero no mi corazón.
Llevo días postponiendo este momento, armándome de las fuerzas necesarias para hacer lo que ahora, mecánicamente, estoy haciendo: mi cuerpo se ha movido sin que mi mente lo controle, mi pierna empujó lejos de mí el pontón, la popa se separó de él, mi mano izquierda echó atrás la palanca del morse mientras la derecha metía la caña a babor; no deseo marcharme, y las tranquilas aguas, negras aún, me mecen delicadamente mientras tomo arrancada atrás, ni el nudo de la garganta puede ya aferrarme a este lugar, del que, metro a metro, me separo. Mi proa apunta a tierra, pero mi marcha es ya un hecho.
Poco después me recibe el mar de fondo, el Sol comienza a alzarse sobre Corfú, la tímida luz baña Othonoi, una roca verde sobre el Mediterráneo.
Mi alma de marino regresa, se apodera de mí, sin piedad, vuelvo al azul, que es mi hogar, y me dejo llevar por una intensa euforia.
|
Ésto es de la primera noche de mi crucero de La Manga a Grecia:
Cita:
Las horas transcurren envueltas en una letanía de chops chops producidos por las pequeñas olas que chocan contra el casco de escaso francobordo de Philyra, que avanza sobre ellas; el tiempo transcurre con una inercia apenas perceptible; en un velero todo sucede tan despacio como en los ojos ralentizados de un galgo cuando se lanza a gran velocidad. El silencio es tan intenso que puedes escuchar tu propia respiración, sientes los latidos de tu corazón palpitando a setenta pulsaciones, o menos, como un tambor lejano, percibes las pequeñas rachas de viento antes de que las sientas al alcanzar tu rostro, y tu cuerpo no para de apreciar los ligeros cambios del ángulo de la cubierta sobre la que te encuentras.
Sientes tanto y con tal intensidad que las primeras horas navegando en solitario son un bombardeo emocional incontenible, una montaña rusa emocional, es como si jamás antes hubieses escuchado, nunca hubieses tenido tacto, y por primera vez vieses en mitad de la noche, porque, curiosamente, en la negra oscuridad el firmamento ilumina lo suficiente para que tus desmesuradamente abiertas pupilas lo vean casi todo. Sin embargo, salvo cuando navegas próximo a tierra, el gusto y el olfato desaparecen, arrollados por la humedad y la sal que lo ocultan todo. Entonces me relajo, me recuesto sobre la brazola de estribor, inspiro profundamente, y siento una paz intensa, proporcionada por una impresión indescriptible de que nada existe más allá de mí, mi pequeño velero y la mar que me rodea.
Todo desaparece. Soy incapaz de recordar cosas que hace pocas horas me producían desasosiego, mi vida en Madrid es un recuerdo de tiempos lejanos, mi trabajo y mis compañeros son una nebulosa ensoñación, mis propiedades son mundanas, mi cuenta bancaria, que tendrá que soportar el gasto de los próximos meses, incluso mi familia, todo es etéreo… Todo ello parece poco más que un onírico recuerdo de una fragilidad extrema, reminiscencias de algo que ahora mismo no existe para mí. Es sorprendente.
No es ni medianoche, no hace aún catorce horas que zarpé, y mi existencia anterior no significa ya nada para mí, mientras que el próximo minuto, sin embargo, lo es todo. TODO. Me hago consciente de esta nueva forma de percibir el mundo y la paladeo, no sin cierta preocupación, dejándome llevar por un placer que nunca podré compartir ni transmitir. Una tímida sonrisa modifica mis facciones y sé que mis ojos brillan en una noche sin Luna al ver las luces de Alicante a escasas millas por mi amura de babor.
Es mi primera noche a bordo y deseo, ansío, hacerlo bien. Quiero, necesito, sentir que tengo el control absoluto de la situación. Apenas hay viento y arranco la máquina, lanzando la pequeña embarcación a cuatro nudos y medio a un rumbo de aguja de cincuenta y un grados. Quedan cuatro minutos para la medianoche.
|
Y ésta es de un día de mala meteo cerca de Anzio, más informal, de la propia Taberna:
Cita:
Originalmente publicado por humpback
La historia es que venía los dos últimos días montado en el extremo sudeste de una borrasquita para aprovechar el efecto antihorario de los vientos, así hice noreste, norte y noroeste siguiendo el patrón de la costa suroeste italiana desde el norte de Scilla hasta Anzio, día y noche (aquí ya sabéis que predomina la componente norte, fatal para mi rumbo, y era una estrategia que me parecía buena).
Bien, me funcionó tan perfecta que me adelanté 4 horas al plan, incluso aunque anteanoche ricé para frenar el barco y no cortar el frente, sino cruzar sólo su cola. Encima la borrasca se aceleró, frecuente por otra parte.
Ayer cuando vi un precioso arcoiris por mi amura de babor ya sabía que me la comía enterita.
Total, que a unas 15' al S de Anzio empiezan los truenos a lo bestia, cojo los segundos rizos en mayor y génova, me bajo a la cabina y me pongo el traje de aguas (venía en plan guiri en playa de Benidorm) y me dije, pues nada, Héctor, es lo que hay y hay que pasarlo (sí, hablo solo un montón  ).
Al subir llevaba una manga de mar por la amura de babor, tres casi al través, y la costa a sotavento, ya de ceñida. Así que estaba claro entre qué puntos tenía margen de maniobra para moverme: entre donde estaba y las 5' más o menos que creo recordar que me separaban de costa.
Antes de cerrar el tambucho ya caía agua. En nada el diluvio, una cascada de agua por la mayor y el lazy espectacular. Ya no se veía nada de nada, y la única referencia era el compás, más la carta que tenía en la cabeza.
Comienza el aparato eléctrico, precioso, espectacular: rayos, truenos, relámpagos, con las nubes muy muy bajas, realmente bonito.
De repente unos instantes de calma y ya entra un vendabal. Iba ciñendo. y me puso del través, me metió la regala y la mitad de la altura de los candeleros en el agua (el Philyra. no tiene gran francobordo y apenas escora, nunca antes había tocado la regala el agua, y éso que a veces me gusta forzarlo un poquito). El viento nos arrastra por la mar y entra agua por la banda de estribor a muerte, pero el barco sigue tirando avante como un campeón, qué buen barco es joeeee, el piloto ya no aguanta, dejo las escotas y me pongo a la caña. El viento es tan duro que el mar se aplana, éso me ayuda mucho.
Me pongo ya a correr la mar, hacia la costa, hasta que cae el viento y vuelvo a poder ceñir, ahí empiezan un role circular muy rápido y cambio de bordo.
Y después cae el viento y tal como ha venido se va, 20 minutos super intensos, movimientos mecánicos del cuerpo y la cabeza a mil calculando rumbos y demás.
Creo que es lo más bonito que me ha pasado en la vida, qué espectáculo de la Naturaleza, cuánta adrenalina y qué grande me sentí cuando ya pasó, gritando como un loco y qué orgulloso de mi Philyra y de cómo me sacó sin pestañear.
|
 
__________________
Courage mieux que l'argent
IG @asailorsoul
Editado por humpback en 07-12-2022 a las 11:43.
|