Discusión: Rincón literario
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Predeterminado Re: Rincón literario

»¡Qué extraño animal es el hombre! ¡No está nunca en donde debe estar, que es a lo que está, y habla para mentir y se viste!
»¡Pobre amo! Dentro de poco le enterrarán en un sitio que para eso tienen destinado. ¡Los hombres guardan o almacenan sus muertos, sin dejar que perros o cuervos los devoren! Y que quede lo único que todo animal, empe­zando por el hombre, deja en el mundo: unos huesos. ¡Al­macenan sus muertos! ¡Un animal que habla, que se viste y que almacena sus muertos! ¡Pobre hombre!
»¡Pobre amo mío!, ¡pobre amo mío! ¡Fue un hombre, sí, no fue más que un hombre, fue sólo un hombre! ¡Pero fue mi amo! ¡Y cuánto, sin él creerlo ni pensarlo, me debía...!, ¡cuánto! ¡Cuánto le enseñé con mis silencios, con mis la­metones, mientras él me hablaba, me hablaba, me hablaba! “¿Me entenderás?”, me decía. Y sí, yo le entendía, le en­tendía mientras él me hablaba hablándose y hablaba, ha­blaba, hablaba. Él al hablarme así hablándose hablaba al perro que había en él. Yo mantuve despierto su cinismo.
»¡Perra vida la que ha llevado, muy perra! ¡Y grandí­sima perrería, o mejor, grandísima hombrada la que le han hecho esos dos! ¡Hombrada la que Mauricio le ha hecho; mujerada la que le ha hecho Eugenia! ¡Pobre amo mío!
»Y ahora aquí, frío y blanco, inmóvil, vestido, sí, pero sin habla ni por fuera ni por dentro. Ya nada tienes que decir a tu Orfeo. Tampoco tiene ya nada que decirte Or­feo con su silencio.
»¡Pobre amo mío! ¿Qué será ahora de él? ¿Dónde es­tará aquello que en él hablaba y soñaba? Tal vez allá arriba, en el mundo puro, en la alta meseta de la tierra, en la tierra pura toda ella de colores puros, como la vio Pla­tón, al que los hombres llaman divino; en aquella sobre­haz terrestre de que caen las piedras preciosas, donde es­tán los hombres puros y los purificados bebiendo aire y respirando éter. Allí están también los perros puros, los de san Humberto el cazador, el de santo Domingo de Guz­mán con su antorcha en la boca, el de san Roque, de quien decía un predicador señalando a su imagen: ¡Allí le tenéis a san Roque, con su perrito y todo! Allí, en el mundo puro platónico, en el de las ideas encarnadas, está el perro puro, el perro de veras cínico. ¡Y allí está mi amo!
»Siento que mi espíritu se purifica al contacto de esa muerte, de esta purificación de mi amo, y que aspira ha­cia la niebla en que él al fin se deshizo, a la niebla de que brotó y a que revertió. Orfeo siente venir la niebla tene­brosa... Y va hacia su amo saltando y agitando el rabo. ¡Amo mío! ¡Amo mío! ¡Pobre hombre!»
Domingo y Liduvina recogieron luego al pobre perro muerto a los pies de su amo, depurado como este y como él envuelto en la nube tenebrosa. Y el pobre Domingo, al ver aquello, se enterneció y lloró, no se sabe bien si por la muerte de su amo o por la del perro, aunque lo más creí­ble es que lloró al ver aquel maravilloso ejemplo de leal­tad y fidelidad. Y dijo:
—¡Y luego dirán que no matan las penas!

epílogo de Niebla -Miguel de Unamuno-

joé con el filósofo hace pensar hasta al perro . . .
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Quiero vivir la vida aventurera
de los errantes pájaros marinos;
no tener, para ir a otra ribera,
la prosaica visión de los caminos.

Poder volar cuando la tarde muera ...
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