En contra de lo que puedan pensar algunos, el hilo se agradece por realista. Yo estoy en un puerto caro y los gastos de cada uno, a igual eslora y atraque, no son los mismos. La voluntad y la ilusión de tener un barco al final es lo que prevalece. Muchos armadores tiran la toalla no por el desembolso anual, sino por, digamos, una falta de vocación: al mar se llega por muchos caminos y algunos son meramente sociales, representativos. Los que queremos navegar y procuramos hacer economías, jugamos en otra liga. Al menos ese es mi caso, sin menoscabo de la seguridad, desde luego. Hay unos mínimos que cumplir. Pero si un año no puedo sacar el barco del agua, pues estiro la varada. Igual con las velas. El barco andaría mejor con una nuevas, pero la vida útil de las mismas puede alargarse. Lo mismo para muchos cabos. El ejemplo de Bertie con los Vivacity lo explica bien. Hay gente, en cambio, a la que le gusta presumir de lo caro que resulta todo, como si alardeasen de cierta exclusividad. Otros son incapaces de cambiar un mordedor y encargan cualquier tarea. Disculpable si es por cuestión de tiempo o lejanía del puerto, por supuesto. Para mí lo básico es disfrutar del barco y, como comenta Tomás, se puede conseguir sacrificando otras cosas. Cuestión, como siempre ha sido, de prioridades. Incluso el personal de las marinas, las tiendas y los talleres de alrededor, distingue entre una especie y otra de navegantes. Hablo de un siete metros, claro, y viviendo cerca del puerto. Veintitrés pies que no me arruinan y, a su manera, me hacen feliz.
