La Taberna del Puerto Smartsails
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Antiguo 17-08-2007, 00:40
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

Muy buenos,muchas gracias.
Serviros lo que querais y seguid contando
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  #2  
Antiguo 17-08-2007, 11:27
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

Vito Dumas:
"Salgo a reanudar mi guardia al timón y compruebo que el viento a calmado. las nubes son bajas. De pronto, el espanto. A mil metros, por el norte, se acercan tres trombas marinas. Las nubes bullen como hirviendo en un caldero colosal. Calculo en cerca de 100 metros de diametro cada tromba. Giran furiosamente, succionando el agua. No se sabe a ciencia cierta si se elevan hasta donde se encuentra el macizo de nubes. El espectaculo es aterrador, pero, a la vez, de una tragica hermosura. Se transladan rapidamente hacia mi. Virando, procuro zafarme. La maniobra es lenta por el poco viento. Los minutos, los segundos, resultan angustiosos. Por fortuna, pasan a 500 metros del Lehg II. Siento una indecible sensación de alivio. La muerte me ha rozado."

Tambien tiene un relato, uno de los mas impresionantes que he leido, cuando el brazo se le ha infectado y se prepara para amputarselo. Menuda situación, estar solo en mitad del atlantico sur, sin posibilidades de comunicarse con nadie y estar pensando a que altura ha de seccionarse el brazo, en proceso de descomposición, para evitar que se extienda la septicemia por todo el cuerpo.
Saludos
Auskalo
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Navego luego existo.
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  #3  
Antiguo 17-08-2007, 11:49
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

Otro...

Este del libro "Aventuras y desventuras de un navegante solitario" de Paco Jimenez

Parte IV

Tras el naufragio y posterior rescate creí que había cubierto mi cupo de tragedias en la mar, por lo que en el verano del año 1997 adquirí una nueva embarcación modelo Jeaneau de treinta y nueve pies. ¡Qué equivocado estaba!
Esta embarcación de nombre Seratia la compré en Altea, Alicante, y acompañado de mi hijo Franky y un buen amigo suyo y gran navegante de nombre David Díaz, emprendimos la travesía hasta Canarias. Navegando a la altura de Almería con una mar en calma y sin viento y a unas cuatro millas (siete km) de la costa, a mi hijo se le ocurre darse un baño, tirando para ello el balde por la popa para recoger agua, con tan mala suerte (por decir algo) que es arrastrado por este cayendo al mar. Esto no tendría la mayor importancia si no fuera porque David descansaba en la proa tras terminar su guardia, y yo me encontraba leyendo en la mesa de cartas, además de que el barco tenía el piloto automático y el motor en funcionamiento, motivo este último por el que no le oímos pedir ayuda.

Pasados unos veinte minutos más o menos le pregunté a Franky si avistaba algo, a lo que él, como era lógico, no me respondió. Extrañado salí a cubierta y no le vi por lo que lo busqué en el único sitio que podría estar en el interior, es decir en el camarote de popa o en los baños. Por supuesto allí no estaba. Asustado salí de nuevo a cubierta y vi su bañador en la popa, así como que faltaba el balde. No era muy difícil sacar las conclusiones acertadas. Rápidamente levanté a David y dimos la vuelta, pero sin resultado. Franky no aparecía. Por indicación de David llamé al 091 a través del móvil, que milagrosamente tenía cobertura, llegando treinta minutos después a nuestro costado dos lanchas tipo Striker de la guardia civil, que junto a dos veleros de la zona que me habían oído pedir auxilio a través de la VHF comenzaron la búsqueda, peinando la mar en una zona de tres millas, pues ésta era la distancia en la que habíamos calculado que Franky había caído al mar.
Según nos contó posteriormente sintió calor en su guardia y había decidido darse un baldeo por la popa para refrescarse; sin embargo, y debido a un exceso de confianza, decidió no avisarnos, tiró el balde al agua introduciendo su muñeca en la gaza, otro error, pues al contacto con el agua el balde hizo de ancla flotante echándolo al mar a unas cuatro millas de la costa completamente desnudo.
Una vez hubo caído al mar intentó nadar para alcanzar al barco, cosa bastante difícil cuando este navega a motor a unos seis nudos de velocidad, desechando el balde para ello, un tercer error como se verá más adelante.
Pasados unos veinte minutos de su caída, como comentaba anteriormente, nos dimos cuenta de que Franky ya no estaba a bordo y viramos 180º con el fin de recogerlo, lamentablemente si no conoces el momento en que cayó es bastante difícil calcular su posición, además de otros pequeños factores, como el abatimiento de Franky debido a la corriente, la resaca que hacía imposible ver su chapoteo, y sobre todo el que no conservara el balde, pues en el mar una persona no puede asomar más que su cabeza y sus manos hasta los codos, a menos que sea jugador de waterpolo, pues de otra manera se hundiría y en este caso el balde agitado sobre su cabeza hubiese sido una clara señal.
Debido a estas circunstancias y según nos contó después Franky, aunque pasamos a unos cien metros de él no pudimos verlo, sin embargo él nos observaba perfectamente mientras nos gritaba y chapoteaba, pero no lo oíamos debido al sonido de nuestro motor.
Así que allí dejamos a Franky, a unas cinco millas de la costa mientras nuestra embarcación se alejaba en dirección contraria. Después nos contó que al ver alejarse el barco y tras sobreponerse hizo lo que según él, y yo pienso lo mismo, era lo mejor, nadar a tierra, pues aunque divisaba mar adentro y relativamente cerca a unas pequeñas embarcaciones de pesca, tenía miedo de que al llegar hubiesen cambiado su posición, teniendo que ganar la tierra desde una milla más. Así que mientras nosotros en el Seratia llamábamos por VHF y con el móvil al 091, Franky intentaba ganar la costa a nado.
El tiempo pasaba sin resultados, y yo estaba cada vez más nervioso, pues imaginaba que a lo mejor al caer al agua, Franky se había golpeado la cabeza. He de decir que David se portó en todo momento de forma magistral, engañándome con el tiempo que transcurría y dándome ánimos.
Navegábamos en zigzag desde la posición en que habíamos virado al darnos cuenta de su ausencia, hasta una posición treinta minutos a 180º de nuestro rumbo original, acercándonos en cada bordada un poco más a tierra, con el fin de verlo si, como suponíamos, se acercaba a tierra.
A la llamada al 091 nos contestaron desde un puesto de policía en tierra, no recuerdo bien de qué ciudad, y les pregunté, después de contarles el incidente, si había algún helicóptero de salvamento disponible para enviarlo a nuestra posición de GPS, pues a vista de pájaro la posibilidad de encontrarlo eran mayores. Nos contestaron que esto no era posible, pero que nos enviarían dos embarcaciones de la guardia civil tipo Striker.
A la media hora de efectuar la llamada llegaron éstas echando los pistones por el escape. También le hice señales con las bengalas de salvamento a una lujosa motora que navegaba a una milla a mi banda de estribor a unos veinte nudos de velocidad, pero o bien porque no me vio o bien porque no quiso verme (una bengala aún de día es bastante llamativa) no se detuvo para socorrernos.
Dos horas después de la llamada de socorro navegaban en busca de Franky las dos Strikers de la guardia civil, un velero que acudió a la llamada de socorro a través del canal 16 de la VHF (todos los barcos que se encuentran navegando han de tener este canal abierto para casos de socorro) y el Seratia.
Después de las casi cuatro horas más angustiosas de mi vida oímos a un barco de recreo a motor de unos veinte metros de eslora que navegaba a unos doscientos metros de la orilla y que hacía sonar su bocina de forma continua, por lo que nos dirigimos rápidamente hacia él. Habían encontrado a Franky completamente desnudo y muy cansado intentando ganar la orilla a nado en ese momento.
Franky nos dijo posteriormente a David y a mí que al acercarse a la orilla vio ese barco, que se acercaba a gran velocidad, y que poco faltó para que le pasara por la quilla, sin embargo el capitán estaba atento, pues había recibido mi señal de socorro a través del canal 16 y se mantenía en el puente de mando oteando el mar. Una vez lo hubo avistado procedió a lanzarle un aro salvavidas al que Franky se agarró con sus últimas fuerzas y a lanzar la escala de abordo. Unos días después, Franky nos contó lo avergonzado que se había sentido al subir por la escalera, ya no tanto por el hecho de haberse caído al mar de esa forma tan tonta, sino porque a pie de escala se encontraba la segundo de abordo, una señorita de unos veinticinco años y un físico estupendo que lo observó de arriba a bajo, desnudo, mojado y completamente helado...
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  #4  
Antiguo 17-08-2007, 12:50
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

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Otro...

Este del libro "Aventuras y desventuras de un navegante solitario" de Paco Jimenez
...
Interesantísimo y aleccionador relato.
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Un saludo.

José Carlos.
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  #5  
Antiguo 17-08-2007, 16:01
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

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Interesantísimo y aleccionador relato.
¿Aleccionador por la imprudencia o por ir sin bañandor? Afortunadamente puede contarlo
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  #6  
Antiguo 19-08-2007, 12:34
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

Me impresionó por su sentido del humor al plantearse una regata en solitario. El autor es un navegante llamado Tom Rian quien al parecer era periodísta naútico. La regata es la Ostar de 1980.
En un determinado momento dice: "..Joder, qué agotador era ser buen marino..".
Que lo disfrutéis

"... Participar en la Transat nada tiene de romántico o divertido. Es más, en mi caso fue un reto personal, yo diría que estúpido, para ahorrarme el regreso a casa en un barco de línea. Cuando me apunté, loco de mí, no caí en la trascendencia del hecho: cruzar el océano Atlántico en solitario para ganar mi puerto en la costa este americana, y de esta manera no tener que vender mi barco en Europa, donde se pagaban mal. O la alternativa de embarcarlo en un carguero, que era carísimo y fuera de mis posibilidades. Por eso, y sólo por eso decidí inscribirme, pensando que, con ello, sería la organización y los otros participantes los que me ayudarían a ganar la otra orilla del charco. Craso error el mío. A partir de que cruzas la línea de salida estás completamente solo, y así hasta América; ¡vaya fiesta! Pero por qué había navegado hasta aquí, se preguntarán muchos: pues porque venir hacia Europa es mucho más fácil. Esperas al verano, pones las velas para recibir un viento de popa, y unos días después se encuentra uno en las Azores. Luego en Galicia, España y por lo tanto las costas europeas se abren ante uno y su barco. Así de fácil. Bueno; unas veces más movidito que otras, pero siempre caminando y gozando en la relativa seguridad de la bañera. Pero pegarte una jodida ceñida de más de cuarenta días, sólo se le ocurre a un imbécil o a un militar acostumbrado a vagar por los desiertos con unas botas enormes y el peso de las armas sobre sus hombros, como fue el caso del idiota que inventó esta prueba, el tal coronel Hasler.

Hubo momentos en los que decidí volver por el sur, vía las islas Canarias, pero luego hay que remontar también la zona del cabo Hateras hasta mi pueblo, cerca de Boston, así que lo que ganaba por un lado lo perdía por otro.

Durante la salida miré las caras de todos cuantos me rodeaban: unos tipos duros como salidos de un dibujo del holandés Sanders. Cada cual me parecía mejor y con más pinta de marino. Algunos escupían por la borda como para afianzar lo que yo pensaba de ellos. Otros, tenían unas miradas tan fijas y consistentes, que me dije para mí: igual es necesario ser un poco bobo y pensar poco para soportar este martirio por pura diversión. O carecer de imaginación, si acaso, pues aguantar días enteros contra un viento diabólico no da para imaginar mucho que no sea que en cualquier momento algo puede fallar, y entonces te hundes; el resultado era aterrador, y el producto de multiplicar esfuerzo por metros avanzados hacia casa, totalmente injusto, bobo y desalentador. Por qué navegarían estos tipos en solitario tanto tiempo, no dejaba de preguntármelo; yo, de haber podido, habría embarcado a diez o doce amigos conmigo, sobre todo a una legión de señoritas que movían banderitas en un yate inmenso como diciendo: idiotas, mirar lo que os perdéis por haceros los machitos en esos miserables barcos llenos de moho y oliendo a humedad. Quizás, me dije, y ésta podía ser otra razón, lo hacían porque no tenían más remedio ya que no había nadie que los aguantase; ni sus familias siquiera. ¡Ah, esa sí que era toda una razón! Y en parte me dieron pena. Yo puse mi radio muy fuerte para escuchar en francés, lengua que no hablo, una tertulia de eruditos que, según me parecía, hablaban de economía, aunque a mí me daba lo mismo, yo sólo quería sentir la compañía de unas voces, hablasen en lo que hablasen.

El tiempo para la salida se terminaba y todos los profesionales de esto me miraban con desaire, se conoce que por mi poca pinta de lobo de mar. No tenía uno de esos trajes de agua colorados o amarillos, yo sólo llevaba mi vieja gabardina de cuando estuve en el ejército, ya un poco desgastada, con unas mangas que había tenido que cortar con unas tijeras a la altura del codo para que no se enredasen en los chigres y unas botas de agua que había comprado en la ferretería de mi pueblo antes de salir para este lado, y que para más sufrimiento me quedaban grandes, y cuando llovía, les entraba un chorrito de agua muy desagradable, y que con el tiempo solía convertirse en una verdadera alberca. Mis gafas se empañaban a cada instante, además de darme un aspecto de profesor de literatura; pero si me las quitaba no veía nada y podía abordar a alguien. Juro que intenté navegar sin ellas en la salida, pero por muy poco colisiono con varias embarcaciones. Y aunque también lo intenté para parecer mejor marino, lo de escupir por la borda no me dio buen resultado; el escupitajo siempre volvía contra mí. Por lo que imité lo que hacía un tipo de pelo blanco, pero con aspecto de rudo hombre de mar, cuyo nombre de barco no pude distinguir y me puse a seguirle por toda la bahía. Aquél sí que tenía pinta de marino. Corría como un mono de proa a popa del barco ajustando cosas. Yo me decía; con todo el tiempo que tenemos hasta llegar a América, para qué voy a cansarme ya desde el principio; por eso no le imité demasiado. Pero aquel tipo debía de ser de los buenos, pues seguía corriendo de un lado a otro del barco mientras subía y bajaba velas como un poseído por el diablo. Sólo con mirarle, me cansaba. ¡Joder qué agotador era ser buen marino! Me decía en voz alta. Ante la perspectiva de una navegación interminable, y como había demasiados barcos dándome pasadas por todos los lados, y con las gafas empañadas no veía demasiado bien, decidí poner al velero al pairo y bajar a la cámara para hacerme unas alubias mientras hacía un poco de tiempo para que se descongestionase la mar que tenía delante de mis narices.

Los otros participantes me miraban un tanto extrañados, pero como ya he dicho que no tengo pinta de lobo de mar, lo que hacía les debió de parecer lo más lógico para un tipo de mi aspecto terráqueo. Por la radio escuché decir a alguien: mira ese imbécil, navega para el otro lado; pero yo a lo mío; lo verdaderamente importante era que las lentejas no se pegasen y que el chorizo que les había puesto, poco por cierto por carecer de fondos para comprar mayor cantidad, no saltase del puchero debido al mal estado del cardan de mi modesta cocina de gas. Hubo un momento en el que un velero repleto de gente se acercó casi hasta amura de babor guiados, creo, por el maravilloso olor que salía por el tambucho de mi nave. Joder! Mira ese tío, lleva número, luego debe de ir en la regata, y está cocinando el muy cachondo, oí gritar; pero qué iba a hacer ante esa legión de duros marinos que acobardaban mis bordos y me hacían sentirme un gondolero veneciano. Al rato, había más barcos a mi alrededor que tras los favoritos que seguían saltando el palo a la bañera y de la bañera al palo. Me hubiera gustado invitarles, pero sólo había preparado una modesta ración de unas seis mil lentejas; las otras trescientas mil que vienen en una bolsa de papel debía guardarlas para el martirio que tenía por delante; llegar mi casa navegando contra el viento dominante. Y ¿se puede hacer algo más estúpido?..."
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  #7  
Antiguo 19-08-2007, 21:36
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

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Originalmente publicado por liman Ver mensaje
Me impresionó por su sentido del humor al plantearse una regata en solitario. El autor es un navegante llamado Tom Rian quien al parecer era periodísta naútico. La regata es la Ostar de 1980.
En un determinado momento dice: "..Joder, qué agotador era ser buen marino..".
Que lo disfrutéis

"... Participar en la Transat nada tiene de romántico o divertido. Es más, en mi caso fue un reto personal, yo diría que estúpido, para ahorrarme el regreso a casa en un barco de línea. Cuando me apunté, loco de mí, no caí en la trascendencia del hecho: cruzar el océano Atlántico en solitario para ganar mi puerto en la costa este americana, y de esta manera no tener que vender mi barco en Europa, donde se pagaban mal. O la alternativa de embarcarlo en un carguero, que era carísimo y fuera de mis posibilidades. Por eso, y sólo por eso decidí inscribirme, pensando que, con ello, sería la organización y los otros participantes los que me ayudarían a ganar la otra orilla del charco. Craso error el mío. A partir de que cruzas la línea de salida estás completamente solo, y así hasta América; ¡vaya fiesta! Pero por qué había navegado hasta aquí, se preguntarán muchos: pues porque venir hacia Europa es mucho más fácil. Esperas al verano, pones las velas para recibir un viento de popa, y unos días después se encuentra uno en las Azores. Luego en Galicia, España y por lo tanto las costas europeas se abren ante uno y su barco. Así de fácil. Bueno; unas veces más movidito que otras, pero siempre caminando y gozando en la relativa seguridad de la bañera. Pero pegarte una jodida ceñida de más de cuarenta días, sólo se le ocurre a un imbécil o a un militar acostumbrado a vagar por los desiertos con unas botas enormes y el peso de las armas sobre sus hombros, como fue el caso del idiota que inventó esta prueba, el tal coronel Hasler.

Hubo momentos en los que decidí volver por el sur, vía las islas Canarias, pero luego hay que remontar también la zona del cabo Hateras hasta mi pueblo, cerca de Boston, así que lo que ganaba por un lado lo perdía por otro.

Durante la salida miré las caras de todos cuantos me rodeaban: unos tipos duros como salidos de un dibujo del holandés Sanders. Cada cual me parecía mejor y con más pinta de marino. Algunos escupían por la borda como para afianzar lo que yo pensaba de ellos. Otros, tenían unas miradas tan fijas y consistentes, que me dije para mí: igual es necesario ser un poco bobo y pensar poco para soportar este martirio por pura diversión. O carecer de imaginación, si acaso, pues aguantar días enteros contra un viento diabólico no da para imaginar mucho que no sea que en cualquier momento algo puede fallar, y entonces te hundes; el resultado era aterrador, y el producto de multiplicar esfuerzo por metros avanzados hacia casa, totalmente injusto, bobo y desalentador. Por qué navegarían estos tipos en solitario tanto tiempo, no dejaba de preguntármelo; yo, de haber podido, habría embarcado a diez o doce amigos conmigo, sobre todo a una legión de señoritas que movían banderitas en un yate inmenso como diciendo: idiotas, mirar lo que os perdéis por haceros los machitos en esos miserables barcos llenos de moho y oliendo a humedad. Quizás, me dije, y ésta podía ser otra razón, lo hacían porque no tenían más remedio ya que no había nadie que los aguantase; ni sus familias siquiera. ¡Ah, esa sí que era toda una razón! Y en parte me dieron pena. Yo puse mi radio muy fuerte para escuchar en francés, lengua que no hablo, una tertulia de eruditos que, según me parecía, hablaban de economía, aunque a mí me daba lo mismo, yo sólo quería sentir la compañía de unas voces, hablasen en lo que hablasen.

El tiempo para la salida se terminaba y todos los profesionales de esto me miraban con desaire, se conoce que por mi poca pinta de lobo de mar. No tenía uno de esos trajes de agua colorados o amarillos, yo sólo llevaba mi vieja gabardina de cuando estuve en el ejército, ya un poco desgastada, con unas mangas que había tenido que cortar con unas tijeras a la altura del codo para que no se enredasen en los chigres y unas botas de agua que había comprado en la ferretería de mi pueblo antes de salir para este lado, y que para más sufrimiento me quedaban grandes, y cuando llovía, les entraba un chorrito de agua muy desagradable, y que con el tiempo solía convertirse en una verdadera alberca. Mis gafas se empañaban a cada instante, además de darme un aspecto de profesor de literatura; pero si me las quitaba no veía nada y podía abordar a alguien. Juro que intenté navegar sin ellas en la salida, pero por muy poco colisiono con varias embarcaciones. Y aunque también lo intenté para parecer mejor marino, lo de escupir por la borda no me dio buen resultado; el escupitajo siempre volvía contra mí. Por lo que imité lo que hacía un tipo de pelo blanco, pero con aspecto de rudo hombre de mar, cuyo nombre de barco no pude distinguir y me puse a seguirle por toda la bahía. Aquél sí que tenía pinta de marino. Corría como un mono de proa a popa del barco ajustando cosas. Yo me decía; con todo el tiempo que tenemos hasta llegar a América, para qué voy a cansarme ya desde el principio; por eso no le imité demasiado. Pero aquel tipo debía de ser de los buenos, pues seguía corriendo de un lado a otro del barco mientras subía y bajaba velas como un poseído por el diablo. Sólo con mirarle, me cansaba. ¡Joder qué agotador era ser buen marino! Me decía en voz alta. Ante la perspectiva de una navegación interminable, y como había demasiados barcos dándome pasadas por todos los lados, y con las gafas empañadas no veía demasiado bien, decidí poner al velero al pairo y bajar a la cámara para hacerme unas alubias mientras hacía un poco de tiempo para que se descongestionase la mar que tenía delante de mis narices.

Los otros participantes me miraban un tanto extrañados, pero como ya he dicho que no tengo pinta de lobo de mar, lo que hacía les debió de parecer lo más lógico para un tipo de mi aspecto terráqueo. Por la radio escuché decir a alguien: mira ese imbécil, navega para el otro lado; pero yo a lo mío; lo verdaderamente importante era que las lentejas no se pegasen y que el chorizo que les había puesto, poco por cierto por carecer de fondos para comprar mayor cantidad, no saltase del puchero debido al mal estado del cardan de mi modesta cocina de gas. Hubo un momento en el que un velero repleto de gente se acercó casi hasta amura de babor guiados, creo, por el maravilloso olor que salía por el tambucho de mi nave. Joder! Mira ese tío, lleva número, luego debe de ir en la regata, y está cocinando el muy cachondo, oí gritar; pero qué iba a hacer ante esa legión de duros marinos que acobardaban mis bordos y me hacían sentirme un gondolero veneciano. Al rato, había más barcos a mi alrededor que tras los favoritos que seguían saltando el palo a la bañera y de la bañera al palo. Me hubiera gustado invitarles, pero sólo había preparado una modesta ración de unas seis mil lentejas; las otras trescientas mil que vienen en una bolsa de papel debía guardarlas para el martirio que tenía por delante; llegar mi casa navegando contra el viento dominante. Y ¿se puede hacer algo más estúpido?..."


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  #8  
Antiguo 24-08-2007, 20:50
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[quote=liman;113095]Me impresionó por su sentido del humor al plantearse una regata en solitario. El autor es un navegante llamado Tom Rian quien al parecer era periodísta naútico. La regata es la Ostar de 1980.
En un determinado momento dice: "..Joder, qué agotador era ser buen marino..".


Me he descojontrociado leyendolo. He estado buscando por internet al tipo este pero no he encontrado nada. A ver si puedes darme alguna referencia de donde lo has sacado o por lo menos dime si el tio consiguió llegar a Boston.
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  #9  
Antiguo 25-08-2007, 01:39
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[quote=Mandra;114796]
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Originalmente publicado por liman Ver mensaje
Me impresionó por su sentido del humor al plantearse una regata en solitario. El autor es un navegante llamado Tom Rian quien al parecer era periodísta naútico. La regata es la Ostar de 1980.
En un determinado momento dice: "..Joder, qué agotador era ser buen marino..".


Me he descojontrociado leyendolo. He estado buscando por internet al tipo este pero no he encontrado nada. A ver si puedes darme alguna referencia de donde lo has sacado o por lo menos dime si el tio consiguió llegar a Boston.
Cito lo que dice Pipe Sarmiento en su libro:

".. La regata se desarrolló sin demasiadas cosas que contar,a no ser que os haga llegar la opinión de uno de los participantes que, aturdido por la soledad de tantos dias en la mar, se dedicó a escribir sus vivencias en un cuadernito al que yo tuve acceso, y cuyo valor se engrandece por no haberlo publicado jamás. Se llamaba Tom Rian, y sus cualidades de escritor, al igual que le sucedió a Vito Dumas, Moitessier y pocos mas de entre los grandes marinos, eran innatas y entrenadas en su profesión de periodista deportivo. Sus comentarios son sagaces y entretenidos..."

Como ves, parece que el relato no se publico en forma de libro. No hay mas referencias, pero la verdad es que desternillante y puesto que se dice que la regata no tuvo más incidencias, se supone que llegó "a su pueblo".
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  #10  
Antiguo 23-08-2012, 12:23
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

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Originalmente publicado por imacu Ver mensaje
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Este del libro "Aventuras y desventuras de un navegante solitario" de Paco Jimenez

[

El libro lo he leído de nuevo hace poco y independientemente de que no está escrito con prosa sublime, lo que él mismo reconoce, es muy aleccionador y lectura recomendada.

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"El romper de una ola no puede explicar todo el mar." Vladimir Nabokov
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  #11  
Antiguo 23-08-2012, 19:51
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Predeterminado Re: Relatos que impresionan

Vamos a ver si se anima el personal.
Todo no va ser impresionante y terrorífico. También hay cosas simpáticas como cuando en la Ruta del Ron del 78 la navegante francesa Arthaud vió como su madre mandaba un barco de socorro... cuando no lo necesitaba

Decía: " Por fin llego a Guadalupe. Al advertir el comité de regata de mi inminente llegada, me entero de que un barco se presta a venir a socorrerme. ¡Pero si no necesita ninguna ayuda, no estoy en dificultades!. Escucha querida, ha sido tu madre quien nos ha pedido que te vigilemos, me dice mi padre. Tuvo mucho miedo cuando vio unas imágenes en las que aparecías subida en la punta del palo..."


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