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| VHF: Canal 77 |    | ![]() |
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#24
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Avisando del Albariño
Parece que haya que tomarse una semana de descanso entre la fiesta de los vinos del Condado de Salvatierra, ribera del Miño, en una torre que visitan en las noches de luna llena los fantasmas de Doña Urraca, Reina Propietaria de Castilla, y del cabalgador de la gran risotada, Pedro Madruga de Soutomaior, y el II Festival de la Sardina, y el XI Festival del Albariño en el hermoso Cambados. En Salvatierra, según noticias recibidas de los solemnes catadores -que servidor no pudo asistir-, los blancos eran flojos, y los mejores tintos venían de Meder, donde son tradicionales caldos serios y secos. Ya el año pasado, con mi voto, salieron premiados estupendos vinos de Meder, que se abrían en la boca como las alas de un pájaro que despegase después de "peteirar" un racimo. Del II Festival vigués de la Sardina, he de alabar la empanada premiada en primer lugar en el concurso. El pan podría ser estudiado por un especialista en encajería de Valenciennes: fino y "croquant", habiendo recibido pese a su tesitura el aroma todo de la sardina que encerraba, no había que objetar y mucha que alabar en la ocasión. Uno, que tiene cierta tendencia a la herejía, estaba por situar la empanada gallega de sardina en el tomo de éxitos de la gran cocina occidental. Pero ya viene ahí, domingo 18, festividad de la Divina Pastora -¡qué delicia de advocaciones, la Virgen Peregrina, la Virgen Pastora!-, El laude y juicio del albariño en el parque del Pazo de Bazán, en la Calzada de Cambados, frente a la claridad del mar de Arosa.¿Cómo serían los albariños de hogaño? Los del año pasado eran de excepcional calidad, y escanciar alguno en la mesa del Jurado de la Cata Postrera, era como derramar luz de lámparas de oro. Lo propio del albariño es el cuerpo delgado, esas pinturas de los galanes florentinos en la pintura del Cuatrocientos. Me digo por un catedrático de retórica política, se define como octosilábico. Un buen albariño tiene el perfume lento, como el de los últimos jazmines del otoño colocados en un búcaro en la repisa de la chimenea donde arde el primer fuego novembrino; cuando te vas de la sala, notas que has estado respirando un albafor frágil y nostálgico… Lo que más sorprende de los albariños de calidad es encontrarlos tan humanos compañeros en su irrefutable mocedad. Si fueran hombres en vez de vinos, estarían los albariños en ese grupo de los genios precoces, en los que uno no cree compatible la llama poética o la suprema ciencia con los años de adolescencia. Por ejemplo, el poeta Rimbaud, ladrón de fuego, iluminado e iluminante, o el matemático Evaristo Galios. O el pequeño Mozart, que por otra parte siempre estuvo a punto de romperse, porque como es sabido, en vez de huesos tenía cristal. Primavera de los vinos -el albariño realmente es el abril de los vinos-, pero también melancólicos vinos, vinos para vagos y ociosos soñadores, para la última hora de la tarde en verano orillamar. Cuando el alma regresa a sus cuarteles de invierno, un vaso de albariño es la flor que ennoblece las despedidas. Estaremos en Cambados para juzgar, ¡pobres de nos!, pero sobre todo para la solemne alabanza. Fiesta mayor, al fin, en Cambados, al príncipe primogénito de los vinos gallegos: un infante rubio que os saluda desde la ribera con una birreta verde. El paisaje del fondo, la ancha, madura, tierna, fecunda, gastada tierra del Salnés. Álvaro Cunqueiro - La cocina cristiana de occidente
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Avrei voglia di correre all’infinito e vedermi arrivare sempre prima di me e Avrei tanta voglia di te B. Costa |
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