Estamos en una situación en las que las grandes empresas llegan a tener más poder que los propios estados y, aparte de escapar de sus regulaciones, manipulan directamente las decisiones de los gobiernos.
La ciudadanía puede y debe influir sobre empresas y estados, no comprando los productos y servicios que no considere apropiados ni éticos, exigiendo que sus representantes políticos trabajen para lo que se les ha colocado ahí, y organizándose de manera independiente de las empresas para demostrar que son las empresas las que están al servicio de ciudadano y no al revés.
Está claro que todo eso no es fácil, pero igual que ya no dependemos de las grandes discográficas para acceder a la música (por supuesto con matices), cada vez debieramos depender menos de monopolios como los taxistas, la energía, los notarios, los registradores, los seguros, etc, etc..
Y siempre recordar que lo
pequeño es hermoso
