Entiendo tu resquemor, Moryak. Yo no volví satisfecho ni convencido al pabellón español. Muy al contrario. Durante la pandemia, tras la apertura, se hartaron de pedirme la documentación holandesa, un día sí y otro también; incluso me requirieron, “amablemente”, una explicación de por qué me había ido. Con gusto habría continuado, pero la bandera polaca, a pesar de su teórico atractivo, tampoco me convencía del todo. Tiré la toalla, sinceramente. Respecto a la vuelta al redil, en alguna capitanía pueden ponerse bordes de boquilla sin ir más allá: con el reglamento en la mano, no debería haber ninguna dificultad en abanderar de nuevo si el barco ya fue español. Ojalá aparezca una opción mejor, con la mirada puesta en aquellas legislaciones que simplifican en vez de entorpecer. La burocracia, y lo digo porque la conozco a fondo, hace ya tiempo que dejó de articular este país para convertirse en un freno.
Feliz año.
