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VHF: Canal 77 |    | ![]() |
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![]() Un recuerdo para Federico Gravina y Nápoli que salvo el honor de España en Trafalgar
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![]() Fidel Pages
https://es.wikipedia.org/wiki/Fidel_Pag%C3%A9s
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https://herodotoycia.com/2016/07/28/...rafalgar-1805/ https://revistacentinela.es/los-nomb...-de-trafalgar/ Saludos. Coronadobx Editado por coronadobx en 01-06-2025 a las 02:33. |
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![]() Hola.
Con permiso de coronadobx, espero que no se haya escrito sobre Álvarez de Pineda, si es así mil perdones. Alonso Álvarez de Pineda (Aldeacentenera (Cáceres), 1494 – Pánuco (México), c. 1520. Explorador y cartógrafo.) Por encargo de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, capitaneó un viaje de exploración a las costas del golfo de Méjico. La expedición estaba formada por cuatro barcos y doscientos setenta tripulantes y contaba con los mejores pilotos y con todo tipo de bastimentos. Partió de Jamaica a finales de marzo de 1519. Su misión era explorar y cartografiar la zona comprendida entre el sur del golfo y los territorios de La Florida, descubiertos seis años antes por Juan Ponce de León Costeó La Florida, entró en la bahía de Corpus Christi (actual estado de Texas). Tomó posesión de ella en nombre de la Corona de España y fundó allí una ciudad. Llegó hasta el río Bravo, al que llamó río de las Palmas, y el 2 de junio de 1519 avistó la desembocadura del río Mississippi, al que puso el nombre de río del Espíritu Santo por la festividad del día. Después, puso rumbo al Sur, hasta llegar a Veracruz (Méjico) en agosto de 1519. El resultado de su viaje fue el reconocimiento detallado de las costas del golfo de México, más de ochocientas millas, desde Florida hasta Veracruz, y el trazado de cartas geográficas de toda la zona explorada, a la que puso el nombre de Amichel. Al mismo tiempo, demostró que La Florida no era una isla, como se creía desde que así lo afirmara Ponce de León al descubrirla. Es pues, el primer explorador y cartógrafo del golfo de México, así como el primer explorador de Texas. ![]() ![]() https://historia-hispanica.rah.es/bi...arez-de-pineda https://www.hispaniccouncil.org/la-o...rez-de-pineda/ |
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![]() Ramón Bonifaz, el primer Almirante de Castilla
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#1532
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![]() Saludos mi entrada de hoy! Fuente Nacho Del Pozo
FELIPE II Y EL CÁLCULO DE LA LONGITUD EN LA NAVEGACIÓN Tal día como hoy, pero de 1567, Felipe II convoca un concurso ofreciendo una recompensa para quien averiguase un método exacto para conocer la longitud. A pesar de que participaron personalidades de la entidad de Galileo, el concurso quedó desierto, lo cual no desanimó al monarca que porfió en sus intenciones hasta conseguirlo. En los siglos XV y XVI, la navegación oceánica experimentó avances extraordinarios; la necesidad de Portugal y Castilla, de encontrar alternativas por mar a la Ruta de la Seda impulsó la exploración de los océanos y con ella las técnicas y la ciencia de navegar. La fórmula portuguesa Fue precisamente en el Portugal de siglo XV donde se consiguió una síntesis entre las formas de navegar por las dos grandes zonas de navegación en Europa de los siglos anteriores: el mar Mediterráneo y la Europa Atlántica. En el Mediterráneo se usaban principalmente hasta entonces las embarcaciones de remo, como las galeras y galeazas, y los métodos de navegación usados se basaban en los derroteros y portulanos en los que estaban marcados los rumbos a seguir para ir de unos puertos a otros con la ayuda de la aguja náutica, la aguja magnética. Sin embargo, en las costas atlánticas se usaban los barcos de vela, apenas se usaban cartas náuticas y se guiaban mucho por las sondas toda vez que la amplia plataforma continental hacía que los fondos costeros – a diferencia del Mediterráneo - fueron poco profundos. Además en el Mediterráneo las mareas son de escasos metros mientras que en el Atlántico su amplitud es muy superior, suponiendo tal diferencia que los marinos atlánticos aprendieran a utilizar las mareas en su favor mientras que en el Mediterráneo no era necesario. La privilegiada situación geográfica portuguesa entre ambos mares y la llegada al trono de Enrique el Navegante hicieron lo demás. Enrique, interesado en extremo por todo lo marítimo, estableció un observatorio y una escuela de navegación en Sagres en el cabo San Vicente en 1418, la punta más suroeste de Europa. Se impulsó el uso de la carabela y se adoptaron métodos de navegación más prácticos para ese uso. Se desarrolló la navegación astronómica mediante la elaboración de tablas de declinación del Sol, se simplificaron los instrumentos náuticos, se redactaron manuales de navegación, etc, y así añño tras año Enrique fletaba barcos que iban poco a poco descendiendo por la costa africana. El rey supervisaba personalmente todos los datos astronómicos recopilados con el fin de asegurarse de la seguridad y el éxito de las expediciones. Su sueño era el circunnavegar África de la misma manera que se suponía que Hannón lo hizo dos mil años antes, y a pesar de todo no fue más allá de la zona donde hoy se encuentra Dakar (actual Senegal), el punto más a Oeste del continente africano. Murió y la generación inmediatamente posterior llegó a circunnavegar completamente el continente Carlos también reparó en que para la expansión territorial que buscaba tenía que integrar varias disciplinas, como la astronomía, la tecnología y, cómo no, la política así que durante ese tiempo se inventaron o mejoraron la brújula, la sonda, el astrolabio, el cuadrante náutico, la aguja de marear, la ampolleta (reloj de arena), la corredera de barquilla, etc. y se hicieron grandes avances en la cartografía náutica. Se dibujaron portulanos cada vez más detallados con representación de las costas y los puertos con una red de rumbos a seguir de un puerto a otro enlazados en la rosa de los vientos y que llevaban un «tronco de leguas», que era la escala gráfica de distancias. También en esa época se desarrolló uno de los instrumentos más útiles para la navegación de altura: los llamados “Regimientos de navegación” que eran tratados de navegación con recomendaciones y reglas, y con las tablas de declinación del Sol. Con las que se podía calcular la latitud al mediodía midiendo la altura del Sol. Aumentaron notablemente las publicaciones náuticas. Por ejemplo, en 1519 se publicó en Sevilla la Suma de Geographia que refleja todas las partidas y provincias del mundo, en especial de las Indias, se trata largamente del arte de marear; juntamente con la esfera en romance, con el regimiento del Sol y del Norte: nuevamente hecha, de Martín Fernández Enciso, que fue el primer libro que se imprimió acerca de la navegación a las nuevas tierras y que tenía la primera descripción topográfica del Nuevo Mundo. La Latitud Calcular la latitud no era un problema siempre que el cielo estuviese despejado y es que los marinos ya conocían la declinación del Sol con bastante exactitud a lo largo del año por los Regimientos de Navegación, como el de Abraham Ben Samuel Zacuto, un matemático y astrónomo judeoespañol que ideó un método para calcular la latitud de manera científica, mediante la publicación de su Tratado breve de las influencias del cielo en 1491, en el que estaban tabulados los datos de la declinación del Sol para todo el año. La declinación del sol es el ángulo formado entre el plano del ecuador terrestre y una línea trazada desde el centro de la Tierra al centro del Sol. Como el Sol va girando, aparentemente, respecto a la Tierra durante la órbita de esta por el plano de la eclíptica, este ángulo varía a lo largo del año de +23˚ 26’ en el solsticio de verano en el hemisferio norte (solsticio de invierno en el sur), a -23˚ 26’ en el Solsticio de invierno en el hemisferio norte (solsticio de verano en el sur), y tiene un valor de 0˚ en los equinoccios de primavera y de otoño. Con el astrolabio y otros instrumentos podían medir la altura del Sol al mediodía solar, lo que se conoce como «altura meridiana», y deducían con una simple operación aritmética la latitud a la que estaban con una gran precisión. Otro método para calcular la latitud era mediante la toma de la altura de la Estrella Polar, ya que el valor de su altura se aproxima a la latitud del observador. La Estrella Polar está situada cerca de la prolongación del eje de la Tierra, por lo que se encuentra casi en el Polo Norte celeste y nos sirve para saber orientarnos en la noche. Hoy en día, la Polar está a menos de un grado del polo, pero en el siglo XVI se encontraba a unos 3,5 grados debido a la precesión de los equinoccios. Cuando los portugueses empezaron a navegar por el hemisferio sur, dejaron de ver la Polar y eligieron la constelación de la Cruz del Sur para situar el Polo Sur celeste. Quedaba , no obstante, por resolver el problema del cálculo de la longitud. El conocimiento de la longitud geográfica era imprescindible para poder gestionar un Imperio que – como el español – ya se extendía por los cuatro continentes. La Longitud La longitud se define como el punto en que corta un meridiano el ecuador o cualquier otra punto de un paralelo de latitud norte o sur, al ser la tierra redonda el ecuador es un círculo de 360º, como además el día tiene veinticuatro horas, si dividimos los 360 grados entre 24 horas sabremos que a cada hora de diferencia le corresponden 15 grados. La hora local de un punto cualquiera se puede saber observando la posición del Sol, pero los navegantes necesitaban tener también la hora de un lugar de referencia en tierra –luego fue la hora universal por convención de un meridiano cero- para saber a cuánta diferencia horaria se encontraban. Para calcular la longitud en la mar se usaba fundamentalmente la navegación de estima (llamada entonces navegación de fantasía); conociendo el rumbo y la distancia navegados por trigonometría plana, y usando las técnicas del punto de fantasía y del punto de escuadra determinaban la nueva situación. El punto de fantasía era lo que hoy conocemos como «situación estimada o de estima», que es la que creemos tener que si hemos navegado una distancia determinada a un rumbo dado. Este punto es poco preciso si la distancia navegada es grande, y hay corrientes y vientos importantes durante la navegación que hacen que el rumbo realmente seguido sea difícil de determinar, por lo que medir las distancias en las cartas era una empresa harto complicada y habitualmente poco certera. En la expedición de Quirós hasta las Nuevas Hébridas, el propio Quirós y el capitán Diego de Prado discreparon en la distancia navegada desde el Callao en casi mil millas. Por ello y para atenuar la escasa precisión del punto de fantasía al navegar durante días sin ver tierra, se usaba también la técnica del punto de escuadría (o escuadra) que combinaba la navegación por estima con la navegación astronómica del cálculo de la latitud; así, una vez calculada la latitud por medios astronómicos, y sabiendo el rumbo que habían hecho por la aguja náutica desde la situación medida anterior, dibujaban el punto de escuadría, o punto de llegada, que era donde estaba la intersección del rumbo navegado con la latitud calculada. En cualquier caso, como quiera que los marinos habitualmente no dominaban las matemáticas, llevaban tablas que les permitía saber cuánto avanzaban en longitud según el rumbo y la distancia navegada. El ingenio y la creatividad suplían las evidentes carencias Por todo ello, a principios del siglo XVI aunque ya se controlaba y medía con cierta facilidad la latitud determinar la longitud con precisión era algo casi imposible; no se habían inventado los métodos de navegación astronómicos mediante rectas de altura ni el cronómetro marino, por lo que era imposible poder saber la longitud de un lugar. Y es que la latitud es un concepto que está referenciado a algo objetivo, como es el plano del Ecuador y el eje de rotación terrestres, mientras que la longitud depende de una referencia subjetiva. No hay un meridiano que sea, de forma natural, el meridiano cero y, de hecho, a lo largo de la historia se han tomado como primer meridiano diversos lugares, como la isla del Hierro, Roma, París o Filadelfia hasta que por consenso se eligió el que utilizamos ahora de Greenwich (Londres) en 1884 por lo que a principios del XVI solo se podía determinar la longitud en un barco por medio de la navegación de estima. Felipe II y el cálculo de la longitud Tal era la situación y el problema hasta que llegó un rey empeñado en cambiarlo todo: Felipe II, empeñado en zanjar las disputas entre españoles y portugueses (ambos bajo su corona a partir de 1580), como consecuencia de las tensiones sobre las líneas de demarcación que delimitaban los territorios portugueses y españoles en el Continente americano (Tratado de Tordesillas) y en las Molucas, situadas en Asia (Tratado de Zaragoza); Esas líneas imaginarias eran claves, y conocer latitud y longitud esenciales para poder trazar la frontera entre ambos países. Empeñado en tal empresa, en 1567 el rey convocó un premio (el primero de la historia) para el que averiguara un método exacto para conocer la longitud. Se presentó incluso Galileo Galilei, pero no ganó; ni él ni nadie, a pesar de lo cual la iniciativa sirvió para comprobar que entre los científicos había dos corrientes de pensamiento: Los más aventurados optaban por medir exactamente el tiempo transcurrido, asunto técnicamente poco posible en la época puesto que el primer cronómetro no llegó a un barco hasta el siglo XVIII. Otros más realistas optaban por la aproximación a través de eclipses lunares. Se trataba de observación desde varios puntos del mismo hecho. Sería una aproximación relativa para una navegación puntual pero servía para situar geográficamente (latitud y longitud) todos los territorios y la ubicación de unos con respecto a otros. El cálculo por eclipses lunares de Alonso de Santa Cruz El primero que planteó el proyecto de observar un fenómeno celeste desde varios puntos de los territorios de la Monarquía fue Alonso de Santa Cruz, cosmógrafo y piloto Mayor de la Casa de Contratación de Sevilla. Santa Cruz escribió el “Libro de las longitudines y manera que hasta agora se ha tenido en el arte de navegar, con sus demostraciones y ejemplos dirigido al muy alto y poderoso señor Don Phelippe II de este nombre Rey de España” . Lógicamente el rey prohibió la publicación y distribución de la misma dándola el tratamiento de secreto de Estado. Santa Cruz fue sustituido a su muerte por Juan López de Velasco que quizá sin tener los enormes conocimientos de su predecesor en cosmografía, destacó como un gestor mucho más eficaz a la hora de llevar a cabo los proyectos del anterior y consiguió llevar a cabo el primer Plan de Observación Astronómica a Gran Escala en el mundo El Plan de Observación Astronómica a Gran Escala Para llevar a cabo el proyecto se precisó de un gran número de cosmógrafos reales, matemáticos y otros funcionarios repartidos por todos los dominios de Felipe II durante años. Todos ellos se convirtieron en observadores que registraban cuantas circunstancias rodearan el eclipse que contemplaban, como la hora de inicio, la duración, la intensidad —total o parcial— y la sombra sobre un instrumento. Y todo esto para cada uno de los eclipses previstos en adelante. En el Archivo General de Indias se conservan dos juegos de documentos que constituyen la única documentación gráfica sobre la observación de los eclipses de Luna que ha llegado a nuestros días: una observación de eclipses realizada en Ciudad de México y otra en Puerto Rico. Pero los resultados llegaron y López de Velasco, entre otros muchos detalles, trazó las “carreras de las Indias” y los tiempos de navegación de cada derrota: de Sevilla a Sanlúcar, de Sanlúcar a Canarias, de Canarias a la Deseada, desde las pequeñas Antillas hasta Cuba, de Cuba a Veracruz, desde las Antillas menores hasta Cartagena y Nombre de Dios y desde este puerto A La Habana, de San Juan de Ulúa a La Habana, desde La Habana a las Azores y de las Azores a Sanlúcar de Barrameda. Describe también las otras carreras: desde España al Río de la Plata y estrecho de Magallanes, navegaciones del Mar del Sur desde la Nueva España y desde allí hasta el Extremo Oriente. Felipe II había triunfado y el cálculo de las longitudes comenzaba a dar sus frutos y a acreditar la amplitud de su imperio. Dos siglos después: Inglaterra y el reloj Felipe II logró mantener a buen recaudo sus planos y sus cálculos por lo que el resto de potencias hubo de seguir padeciendo las consecuencias de los errores en el cálculo de la longitud y así fue hasta que el parlamento británico en 1714 aprobó el Decreto de la Longitud que premiaba con 20.000 libras a quien lograse determinar la longitud con precisión. Para ello, el reloj que ganase se debía someter a la prueba de un viaje desde Inglaterra hasta América y los cálculos que realizase no debían tener un error de más de un grado de diferencia. En 1735 John Harrison, un relojero inglés desconocido y fuera de los círculos eruditos de Londres, logró construir el primer cronómetro que reunía las características necesarias para superar los problemas de a bordo. No se parecía en nada a los relojes de péndulo convencionales, utilizó diferentes materiales para contrarrestar las dilataciones y presiones y aunque sufrió todo tipo de impedimentos administrativos, finalmente el rey Jorge I tomó bajo su protección a Harrison y a su hijo y el reloj comenzó a ser utilizado con éxito. |
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![]() Saludos, no estrictamente Náutico pero interesante. Fuente Luz de Trento
🇪🇸 ALABARDA En el tercio la llevaban los sargentos como signo de distinción, siendo que no existía otra manera de identificar los mandos se realizaba a modo de insignias, como es el caso. Tenían potestad para atizar con ella al soldado en los casos que así se requería, como una falta de disciplina, por ejemplo, siempre y cuando no lo dejara incapacitado para el combate. Naturalmente, la alabarda como insignia no estaba elaborada con los mismos materiales que la utilizada en combate, pues se trataba de un arma de gran eficacia mortífera. Los pesados golpes de las alabardas se descargaban sobre hombres fuertemente armados. La alabarda se podía usar a modo de hacha, la potencia del golpe es enorme, no así la penetración pues en caso de llevar armas defensivas el enemigo desata mayor eficacia en modo de pico o lanza. También se podía utilizar a modo de lanza, pero la fuerza es con el brazo, no se aprovechaba la masa de la moharra de la alabarda, como en el caso del golpe dado a modo de hacha. Otra utilidad es a modo de pico, se aprovecha la masa de la moharra y se obtiene un golpe más enérgico con gran capacidad de penetración. Una última utilidad era a modo de gancho, para desestabilizar al enemigo o descabalgar al caballero de su caballo. Se atribuye su invención a los suizos, que la utilizaban junto a las picas. Medía entre dos y dos metros y medio y era preciso portarla con ambas manos. |
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#1534
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![]() Saludos, mi entrada de hoy fuente Nacho Del Pozo
BATALLA DE ALGECIRAS: LAS FUERZAS HISPANO –FRANCESAS DERROTAN A LA ARMADA BRITÁNICA Tal día como hoy, pero de 1801, los artilleros españoles, desde la Bahía de Algeciras, apoyaron con su fuego a una flota francesa cercada por la Royal Navy. La certera intervención artillera obliga a retirarse a los británicos. Tras la firma del Tratado de Aranjuez, en febrero de 1801, se acuerda la constitución de una potente flota combinada hispano-francesa, que operaría en aguas del Mediterráneo, exigiendo a la británica otro esfuerzo adicional al abrírsele un nuevo frente, disminuyendo la presión inglesa sobre el Atlántico y posibilitando el comercio español y francés con ultramar. Asegurada la superioridad naval en el Mediterráneo, se podría continuar con la aventura egipcia o repatriar al ejército. En las cláusulas adicionales al tratado se dictan las disposiciones militares, de tal forma que dos contingentes navales galos, al mando de los contralmirantes Linois y Dumanoir, saldrían de los puertos de Tolon y Cherburgo, para unirse en Cádiz a la escuadra del almirante Moreno, que a su vez se trasladaría de su base usual, la del Ferrol al punto de concentración. A pesar de tanto Tratado y tanta letra hubo una importante cuestión que no se concretó: el mando de la flota combinada. Moreno era teniente general de la Armada, es decir vicealmirante, mientras que los otros eran simplemente contraalmirantes. Además España ponía a disposición de la empresa mucha más fuerza, y en todas las campañas combinadas, incluso en la actualidad, la nación que expone más tropas ostenta el mando superior. Pero para la Francia revolucionaria (es decir, Napoleón) no veía con buenos ojos que un francés estuviera a las órdenes de un extranjero, y fue precisamente esa inexistencia de un mando único y a la necesidad de que existiera unanimidad para cualquier acción lo que provocó el fracaso de aquella campaña, y es que es bien sabido que en la guerra no se puede compartir la responsabilidad del mando. Se acerca la batalla A principios del verano de 1.801 y con el fin de cumplir el tratado, el Conde de Linois dirigió a Cádiz una parte de las fuerzas galas contaban con dos navíos de 80 cañones (el «Indomptable» y «Formidable»), otro de 74 (el «Desaix») y la fragata «Muiron», pero los británicos, conocedores de sus planes. habían armado una flota para interceptar en Cádiz a los cuatro buques galos. La situación se puso difícil para los franceses que, ante la imposibilidad de dirigirse hacia el Atlántico debido al mal tiempo, decidieron fondear y plantar batalla a la Royal Navy en la pequeña Bahía de Algeciras. Algeciras Allí los franceses esperaban poder resistir los envites de los infames ingleses con ayuda de las piezas de artillería que los españoles tenían situadas en las inmediaciones, además de una docena de pequeñas lanchas cañoneras. Los ingleses al mando del almirante Saumarez no tardaron en iniciar la marcha hasta Algeciras. De hecho, los defensores pudieron ver a las pocas horas como una escuadra de 6 navíos (uno de 80 cañones y el resto de 74) y una fragata hacían su entrada en la bahía con la artillería preparada. Con casi 400 cañones, por los apenas 300 de la alianza franco-española, los ingleses sabían que contaban con una gran ventaja. Sin embargo, la armada combinada se aprestó a la defensa poniéndose en manos de las baterías costeras, las cuales estaban formadas por unos cañones que, para su desgracia, los británicos infravaloraron, y es que las baterías estaban artilladas por cañones de a 24 libras, cuyo alcance podía exceder de los 3.000 metros, superior al de la artillería naval, no porque los buques no pudieran llevar este mismo calibre, sino por la incapacidad de esta última de ser más precisa con los alcances y los ángulos de elevación. En la mañana del día 6 (de julio) aparecieron las velas inglesas por Punta Carnero, extremo suroeste de la bahía. La flota enemiga entró confiada en su superioridad pretendiendo remontar la línea franco-española en toda su longitud, por el lado de la costa, en tanto que los restantes atacaban por el lado de mar abierto. Saumarez buscaba atravesar la línea francesa con la mitad de sus navíos para atrapar a los galos entre dos fuegos. No obstante, parece que no contó con la efectividad de los cañones hispanos. Por su parte, Linois decidió no arriesgar haciendo uso de extravagantes estrategias y apostó por la inmovilidad defensiva, desplegando sus buques en línea y con las velas recogidas. A su vez, e intuyendo la maniobra inglesa, ordenó anclar sus navíos lo más cerca posible de la costa para aprovechar al máximo el fuego de las baterías españolas e impedir que Saumarez le envolviera. Así, aproximadamente a las 8:35 de la mañana, la armada británica inició sobre los buques franceses, pero no tardó mucho el inglés en comprender que no debía haber subestimado los baterías de los defensores, y es que, tras poco más de una hora de contienda, el fuego de las baterías de costa españolas había provocado un daño irreparable en los barcos ingleses. El primer buque que sufrió las consecuencias del error garrafal del oficial fue el «Pompee», el cual, a base cañonazos españoles, quedó inmovilizado y tuvo que ser remolcado El “Hannibal”, trashaber sido cañoneado por los españoles, había encallado mientras intentaba rodear a los buques franceses. Ni siquiera los hombres enviados por Saumarez en su ayuda pudieron salvar al buque de su aciago destino. Poco antes de la una de la tarde, el capitán Ferris del “Hannibal” ordenó arriar el pabellón, rindiéndose e incluyendo en la misma a las tripulaciones de los botes que le había enviado su almirante para desencallarlo. Sobre la una de la tarde, tras casi cinco horas de combate, el panorama era dantesco para los ingleses: ninguno de los buques había logrado romper la línea francesa y los daños eran innumerables. A su vez, los defensores habían impedido a los ingleses desembarcar infantería con la que asaltar las posiciones españolas en la costa. A la vista de tal panorama Saumarez ordenó a retirada hacia Gibraltar |
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![]() Saludos ], por favor que no se me enfade ningún Gallego, que han dado grandes marinos y militares, pero me ha parecido interesante la entrada, por cierto ya empezaba a no apuntar bien lo de la gran armada. Este era el problema del reclutamiento de leva.
Fuente; Armada Invencible Los 400 soldados gallegos, que reclutó el conde de Lemos para la Armada de 1588, eran tan poco aptos para el servicio que, el 19 de julio de ese año, Medina Sidonia escribe a Felipe II: «Son tan inútiles que no pueden servir, demás que todos son casados y con muchos hijos y la mayor parte dellos viejos e impedidos, sin poder ser de servicio en ninguna manera; y han acudido las mujeres con tantas lástimas y trabajos que a mí se me ha hecho muy gran cargo de conciencia de embarcarlos (...) pues ninguno dellos sabe qué cosa es arcabuz, espada ni ningún género de armas y como hombres muertos se han dejado estar, y algunos sin comer dos días. Visto esto los he licenciado a todos, y así se han vuelto a sus casas» Fuente: AGS, GA, leg. 225-45; b. |
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#1536
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coronadobx (31-07-2025) |
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![]() 3 Españoles olvidados
https://youtu.be/61J7vQ48joE?si=ZZ9E973z8kQ7IhvI
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![]() Saludos mi entrada de hoy, fuente; Españoles Invisibles. Algunas veces ganamos otras perdimos pero siempre con honor!
LUIS VICENTE DE VELASCO E ISLA, UN HÉROE ESPAÑOL EN LA HABANA Tal día como hoy, pero de 1762: en La Habana (Cuba), tropas británicas ocupan el castillo del Morro pese a la heroica resistencia que ofrecieron los españoles. En la defensa del Castillo muere el insigne marino español Luis Vicente de Velasco e Isla Tras el periodo de paz que caracterizó el reinado de Fernando VI, la llegada de Carlos III significó un cambio de rumbo y la firma del Tercer Tratado de Familia con Francia fue lo que empujo al monarca español a involucrarse en una nueva guerra, sin olvidar las afrentas inglesas con sus continuos ataques a los barcos españoles en las Antillas y el Atlántico. Nos encontramos en el marco de la Guerra de los Siete Años (1756-1763), la que Winston Churchill consideró como la verdadera primera guerra mundial de la historia, ya que se desarrolló en tres continentes (Europa, América y Asia) e involucró a Gran Bretaña, Hannover, Prusia y Portugal contra Francia, España,Austria, Rusia, Suecia y Sajonia. Luis Vicente de Velasco Nacido en la villa cántabra de Noja en 1.711, su padre era caballero de la Orden de Santiago y su inclinación por el mundo del mar le hizo sentar plaza de guardia marina a los quince años de edad, participando ya con tan sólo 16 en el sitio que España puso para intentar la toma de Gibraltar. Seis años después participó en la reconquista de Orán destinado en la escuadra del teniente general Francisco Cornejo y después tomó parte en campañas contra los piratas berberiscos, y realizó varios viajes entre América y la Península, ascendiendo en los grados inferiores desde alférez de fragata a teniente de navío. Al iniciarse las hostilidades con Inglaterra Velasco era teniente de navío, participando al principio de la guerra estuvo en algunos combates con los ingleses en el Mediterráneo, donde al transportar tropas a Italia. Ascendió a capitán de fragata hacia 1741 y al mando de una fragata pasó al Nuevo Mundo como parte de los refuerzos enviados a las Antillas y América. Allí su primer encuentro con los británicos fue con una fragata y un bergantín cerca de Matanzas a los que apresó a pesar de la falta de viento y de que su nave apenas portaba 30 cañones. Se le otorgó el mando de la división de jabeques de la costa norte de Cuba, apresando al abordaje otro buque de guerra inglés de treinta y seis cañones (1746). Tras la efímera paz firmada, Velasco ascendió a capitán de navío (1754) y tomó el mando del navío Reina, encontrándose en La Habana integrado en la escuadra de Gutiérrez de Hevia, marqués del Real Transporte, cuando se produjo el ataque inglés a la ciudad. La armada británica El 4 de junio de 1.762 parte desde Portsmouth y Martinica la escuadra británica del almirante George Pockock, compuesta por 50 buques de guerra (23 navíos, 24 fragatas, 3 brulotes y otros menores) con más de 2.000 cañones y 150 de transporte; con 8.226 marinos y 12.041 soldados (reforzados luego con otros 4.000) al mando de George Keppel, conde de Albemarle, con el fin de atacar y tomar La Habana. La defensa en La Habana Mientras en La Habana el Capitán General de Cuba, Don Juan de Prado Malleza Portocarrero y Luna, empezaba a tomar decisiones desafortunadas como no juntar todas las fuerzas marítimas de la isla, junto a las francesas para hacer frente a la escuadra inglesa. No obstante, en la defensa destacan muchos marinos, como Ignacio Ponce de León y Antonio Valdés y Fernández Bazán (futuro ministro de Marina y capitán general de la Real Armada). Por orden de la Junta de Guerra, el capitán de navío Pedro González Castejón y Salazar hunde su navío “Asia”, así como el “Neptuno” (2º de este nombre, de 74 cañones) y el “Europa” en el punto más estrecho del canal de acceso al puerto y frente al castillo de la Fuerza para proteger a los otros 12 navíos ahí refugiados, la mayoría de ellos de la escuadra de Gutierre de Hevia, marqués del Real Transporte (luego sometido a consejo de guerra en España y expulsado de la Armada), como el “Aquilón”, cuyo comandante, Vicente González-Valor de Bassecourt se convierte en el Segundo de Luis Vicente de Velasco. Los británicos desembarcan al Este de la ciudad y atacan el castillo de El Morro. Los cañones del castillo del Morro hacían que fuese más prudente desembarcar por otra zona, pero la orden del gobernador de quemar las naves para evitar la entrada de los buques ingleses dejó a los defensores sin barcos y la defensa al puro machete. Tan es así que el alcalde de la villa aledaña de Guanabacoa, Juan Antonio Gómez, protagonizó la primera carga de machetes que se conoce. Desde la posición de La Cabaña se hostigó también al enemigo pero por poco tiempo. Quedaba el castillo; los 30 cañones del Morro contra los 143 de los cuatro buques ingleses que libres de entrar tras la estúpida decisión de la quema de naves, se acercaron tanto para poder causar el máximo daño posible, que casi se quedan sin dos de ellos, quedando sólo uno ileso. El artífice y héroe de la defensa fue Luis Vicente de Velasco El ataque británico El 6 de junio los ingleses se situaron frente a La Habana. Se creó una junta de defensa presidida por Don Juan de Prado, la cual tomará dos decisiones trágicas que marcarán el futuro de la defensa; tras mandar subir con gran esfuerzo dos baterías de cañones a el cerro de La Cabaña, sitio estratégico pero con escasas defensas y ser este atacado por tierra por los ingleses, se ordenó al segundo día de ataque despeñar los cañones y retirarse si atacaban los ingleses, lo cual ocurrió. Posteriormente hundió el 9 y 10 de Junio tres navíos en el estrecho canal de entrada de la bahía para evitar la entrada de la flota inglesa. Estos navíos eran de los mejores de la escuadra española, el Neptuno de 70 cañones y los Asia y Europa de 60 cañones. Los ingleses no se creen su propia suerte tras ser inutilizada la flota enemiga sin disparar un solo tiro. Perdida la flota se ordenó desmantelar los cañones y repartir las provisiones, así como tropa y marineros entre las diferentes guarniciones. Es aquí donde empieza a tomar protagonismo el gran héroe de esta historia, el Capitán de Navío Don Luis de Velasco y Fernández de la Isla, que es enviado a la defensa del Morro. El 11 de junio los ingleses son dueños del cerro de la Cabaña, así como de los fuertes de la Chorrera y Torreón de San Lázaro. La situación de La Habana es desesperada y se empieza a evacuar a los civiles. Los ingleses disponen el 14 de junio de tres baterías de cañones en La Cabaña, a escasos 190 metros del Morro y en posiciones más elevadas, los cuales disparan sobre la ciudad y el Morro, sumándose a los que disparan desde el mar. Durante los siguientes días las decisiones de la Junta de Defensa, más que ayudar son un estorbo para los intereses españoles, y Luis de Velasco no cesará de pedir que se organicen salidas para atacar las posiciones enemigas y aliviar la presión a la que se ve sometido el Morro. El día 29 de junio se lleva a cabo un ataque a las baterías inglesas que fracasa pero permite que 300 soldados al mando del coronel Arroyo entren en el Morro para reforzar a la guarnición. El 1 de julio se lleva a cabo un ataque general por tierra y mar contra el castillo. Por mar un navío inglés, el Namur, debió ser remolcado por lanchas al haber perdido todos sus palos, otros dos, el Cambridge y Marlborough sufrieron daños. El comandante de un cuarto, el Stirling Castle, fue relevado de su cargo y juzgado por cobardía. Por tierra las baterías del general Keppel van desmontando una a una las piezas que defienden al castillo. Los baluartes y las cortinas se resquebrajaban, los soldados mueren despedazados por los proyectiles de los cañones o enterrados al derrumbarse los muros que protegen el Morro. Con todo el castillo resiste. Al día siguiente han desaparecido las obras exteriores del castillo. Los cañones dentro del Morro son cada vez más escasos y por la tarde solo dos de ellos están en situación de hacer fuego. Por la noche, tras estos interminables días, se hacen prodigiosos esfuerzos para llevar al castillo, desde la Habana, tropas de refresco y cañones para sustituir aquellos que han sido destrozados. Pero los ingleses también van aumentando el número de bocas de fuego que disparan desde tierra por lo que los españoles siempre están en inferioridad. El 12 de julio veinte cañones ingleses disparan contra cinco o seis españoles que responden. El 15 de julio Luis de Velasco, a pesar de encontrarse ya enfermo, acude a las murallas en ruinas y con su presencia anima a los soldados a mantener la defensa. Allí es gravemente herido en la espalda por la metralla y contra su voluntad debe ceder el mando de la guarnición al Capitán de Navío Francisco de Medina siendo trasladado a la Habana para que le cursen las heridas. El combate continuó pero el 17 de julio solo quedaban dos cañones activos y los ingleses iniciaban un túnel para volar los muros. Los días 19 y 20 se consiguieron instalar tres nuevos cañones que pronto quedaron inservibles. Los merlones (partes de un parapeto) que daban a tierra estaban todos destruidos y el trabajo de los túneles prosiguía amenazadoramente. El día 23 de julio las tropas españolas atacaron a las inglesas con idea de destruir sus baterías. Este ataque desde la Habana había sido ideado por Luis de Velasco quien, a pesar de la gravedad de su herida, no cesaba en la idea de una defensa activa frente al enemigo al contrario que el gobernador y la Junta que postulaban una defensa pasiva a la espera de que la enfermedad destruyese al ejército enemigo como sucedió en Cartagena de Indias durante la defensa de Blas de Lezo. Fracasó el ataque debido a un fallo en la coordinación. Sin esperanzas de poder parar las obras de los túneles que cada vez se aproximaban más a los muros del castillo, Luis de Velasco, a pesar de su herida, volvió a asumir su puesto en la defensa del castillo que se sabía sentenciado. El día 27 de julio los cañones ingleses cortaron la única posibilidad que tenían los españoles del Morro de comunicarse con la ciudad que era con pequeñas embarcaciones por el centro de la bahía. Desde ese instante la guarnición del Morro se encontraba aislada y sin ninguna posibilidad de recibir suministros o refuerzos. Al día siguiente los ingleses recibieron un refuerzo de 3.000 soldados procedentes de las colonias americanas, subiendo enormemente su moral al punto que deciden al asalto final. Velasco sabe que el castillo está sentenciado por lo que comunica a la Junta la situación y solicita órdenes. La Junta de Defensa, en su línea e incapaz de tomar ninguna decisión, le contesta que actué como crea oportuno. Para un hombre como Velasco, con un sentido del deber y del honor tan acusado es prácticamente una incitación a que lleve a cabo una lucha hasta la última gota de sangre. El final El día 30 de julio de 1762 el general William Keppel da la orden de atacar. El orden de ataque será los destacamentos de zapadores por delante y tras ellos cuatro compañías de soldados, el general Keppel al mando de una brigada por detrás y al final el resto de las brigadas. A las dos de la tarde, la hora de más calor, explotan las minas de los túneles y las tropas parten al asalto. Se inicia un combate cuerpo a cuerpo por el castillo. Don Luis reúne entorno a sí una fuerza de cien hombres en los parapetos que están alrededor de la bandera y anima la defensa hasta que una bala le atraviesa el pecho. El mando de la fortaleza pasa al otro gran héroe de la jornada, don Vicente González-Valor de Bassecourt que no permitió que se le fuera robado su estandarte y murió con el cuerpo atravesado por las bayonetas enemigas mientras abrazaba la enseña nacional. Ante la falta de líderes y tras tantos días de sufrimiento, combate y penurias, los supervivientes deciden rendir la fortaleza. En un gesto que los honra los ingleses organizaron el traslado de Luis de Velasco a la Habana para que fuera cuidado por médicos españoles. Pese a todo, las heridas eran muy graves y nada se puedo hacer. Dos días después fallecería el heroico marino. Posteriormente, lord Abermale escribió a Londres dando cuenta a su rey de los hechos, y refiriéndose a él como «el capitán más bravo del rey católico». Los médicos ingleses intentan salvarle la vida, pero todo resulta inútil y muere a consecuencia de la herida el 31 de julio de 1762. Ingleses y españoles pactan un alto el fuego de 24 horas para enterrar al héroe. Después todo fue un paseo para los británicos, que se apoderaron de La Habana (la cual volvería a la Corona española por el tratado de París del 10 de febrero de 1763). En España, el rey Carlos III, junto al honor otorgado a la Infantería de Marina (la Infantería de Marina Española recibió la consideración de Cuerpo de la Casa Real, el cual le fue concedido por R.O. DE 22 de Marzo de 1763), concedió títulos a los familiares de don Luis de Velasco y del no menos heroico don Vicente González , construyó un monumento a Velasco cerca de Noja y dispuso que un navío de guerra español siempre llevara su nombre, lo cual me consta que no se ha cumplido. Por el contrario, la desastrosa Junta de Defensa fue tratada con total deshonor por los ingleses, y los principales oficiales españoles fueron embarcados y devueltos a España donde les esperaba un juicio para dilucidar su actuación. El proceso reveló los fallos cometidos en la defensa de la plaza de la Habana. La pérdida de la batalla significó perder La Habana, pero no por mucho tiempo, ya que tras la firma de la paz esta volvió a España, a cambio de Florida, recibiendo España la Luisiana por parte francesa a modo de compensación, cambio éste que no sería del agrado de todos los británicos y particularmente para Sir Winston Churchill que – como todo el mundo sabe – tenía (o se le atribuye) una frase para todo que en este caso fue:“Es una desgracia que cambiásemos La Habana por Florida”. |
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![]() Otra de los hijos de ka gran bretaña
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BARRILES DE RON JAMAICANO PARA TODOS ![]() |
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El Ministerio de Defensa debería cuidar estos detalles… ![]() ![]() Saludos y ![]()
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Navigare necesse est. Vivere non est necesse. (Pompeyo) Si damos bordos de menos de 180º, llegaremos a algún sitio... (anónimo) |
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![]() Saludos mi entrada de hoy; Fuente Españoles invisibles
BERNARDO DE LA TORRE; CUANDO ESPAÑA AVISTÓ JAPÓN Tal día como hoy, pero de 1543, el marino español Bernardo de la Torre zarpa de Sarangani (Filipinas) a bordo de la nao San Juan de Letrán con la intención de llegar a Nueva España en demanda de ayuda la expedición al mando de Ruy de Villalobos. Todas las tentativas españolas de volver a América desde Asia por el Pacífico habían fracasado y lo seguirían haciendo hasta que Andrés de Urdaneta encontró una ruta de vuelta conocida como el célebre “Tornaviaje” El propósito de los Reyes Católicos y Colón de llegar a las islas de las especias navegando hacia el Oeste, si bien topó con el continente americano, fue retomado con idéntico interés por sus sucesores de la Casa de Austria, culminando con éxito con la expedición Magallanes – Elcano en la que también se descubrió el archipiélago de las Filipinas. Sin embargo, alcanzada la meta, la corona española se encontró con dos problemas de distinta índole pero parecida gravedad: por un lado, el conflicto con Portugal sobre el antimeridiano fijado en el Tratado de Tordesillas y consecuentemente la especiería correspondía a Portugal o España, y por otro los sucesivos fracasos de los navegantes españoles en sus intentos de retornar al continente americano, cuestión esta última que no se vería solventada hasta la navegación de Andrés de Urdaneta en 1558 conocida como el ·”Tornaviaje”. Antes, muchos navegantes como Bernardo de la Torre lo habían intentado sin éxito Filipinas El contemporizador por familiar Tratado de Zaragoza de1529 firmado entre Carlos V y su cuñado Juan III de Portugal dio carpetazo – al menos oficialmente - a las aspiraciones españolas sobre las islas Molucas tras las expediciones de Magallanes-Elcano (1519-1522), García Jofre de Loaysa (1525-1527), Álvaro de Saavedra (1527- 1529) y Hernando de Grijalva (1536-1537). Cerrado ya ese capítulo, los intereses españoles – ya con Felipe II en el trono – se centraron en la ocupación de las islas Filipinas y el establecimiento de una ruta que garantizase el contacto regular del archipiélago con las costas americanas, mediante una serie de expediciones organizadas desde el virreinato de Nueva España. Una de ellas fue la de Ruy López de Villalobos aunque no condujo a una ocupación permanente del archipiélago ni a la determinación de una ruta de retorno a las bases novohispanas. Ruy López de Villalobos Por orden de Antonio de Mendoza, virrey de Nueva España, Villalobos partió hacia los mares del sur en noviembre del año 1542. desde el puerto de Navidad, al mando de una flota compuesta por seis barcos: la nao capitana Santiago (con Villalobos como capitán), las naos San Jorge (capitán Bernardo de la Torre), San Antonio o San Felipe o Los Siete Galigos (capitán Francisco Merino) y San Juan de Letrán (capitán Alonso Manrique), la galeota San Cristóbal (capitán Pedro Ortiz de Rueda) y una unidad caracterizada según las fuentes como bergantín San Cristóbal o fusta San Martín (capitán Juan Martel). La expedición, mandada por Villalobos, como teniente de gobernador y capitán general de la Armada, y con Íñigo Ortiz de Retes como alférez general, estaba integrada por cerca de cuatrocientos hombres (de trescientos setenta a cuatrocientos) entre marineros y soldados, además de algunos funcionarios, cuatro religiosos agustinos y otros cuatro clérigos, junto con otro grupo también cercano a las cuatrocientas personas compuesto por indios novohispanos y esclavos negros. La expedición tenía como objetivo el descubrimiento, exploración, colonización y evangelización de nuevas tierras en el Mar del Sur, y como aspiración específica la determinación de la ruta que permitiese el retorno a las costas novohispanas, que hasta ese momento se había saldado con sonoros fracasos como los de Gonzalo Gómez de Espinosa (1521) y Álvaro de Saavedra (1528). En su singladura a través del Pacífico descubrió un archipiélago que entonces se llamó de Revillagigedo, las islas del Coral, islas Jardines (hoy llamadas Marshall, antes Carolinas Orientales), las Matalotes (antes Carolinas Occidentales y Arrecifes, siendo así que también avistaron las Hawaii. Tras tocar en 1543 en la isla de Mindanao arribó a Luzón a la que llamó Cesarea Caroli. Prosiguió viaje por las islas de Poniente, luego llamadas Filipinas, hasta la de Sarangán (Antonia), donde intentó fundar sin éxito un asentamiento, debido a la inexistencia de tierras para el cultivo. Bernardo de la Torre, el tornaviaje y las islas japonesas. Así las cosas, Villalobos envió a Bernardo de la Torre a explorar Mindanao para que después siguiera la ruta de Levante y pusiese rumbo a México con el fin de pedir refuerzos humanos y materiales para su empresa. El 4 de agosto de 1543 De la Torre zarpó de Sarangani a bordo de la nao San Juan de Letrán llevando como pilotos a Gaspar Rico y a Alonso Herreros, se detuvo en Leyte para cargar víveres, y el 26 del mismo mes reanudó la marcha. Fue ganando altura hasta dar vista a tres islas de las Ladrones o Marianas, sobre los 16° y 17° de lat. N. Más al septentrión, hallaron tres islas en torno a los 25°, y alcanzados los 27° descubrieron otras tres, una de las cuales era un volcán en actividad. A algunos de estos hallazgos llamaron Dos Hermanas, Los Volcanes y Mal Abrigo; correspondían, a los archipiélagos japoneses de Volcano (Iwo Jima) y de Bonin. Ivan Gaetanno (Juan Gaitán, para los españoles) fue el cronista del viaje y señala : “El capitán general (Ruy López de Villalobos) determinó enviar a Bernardo de la Torre en un pequeño navío que él tenía, con dieciocho o veinte hombres, a la vuelta de Nueva España, y dar aviso de nuestra navegación al virrey hasta estas islas; y el que esto escribe es uno de aquéllos”. Más preciso se muestra el portugués Antonio Galvao, en su obra “Tratado de los descubrimientos”, donde aparecen los nombres de las islas descubiertas durante el viaje. Refiere así la partida de la nao desde la isla filipina de Samar: “Cargaron víveres, agua y leña, y se hicieron a la vela; fueron algunos días al Este, viento en popa, hasta que les fue escaseando, y llegaron cerca del trópico de Cáncer. El 25 del mes de septiembre vieron unas islas a las que pusieron de nombre Mal Abrigo (quizá las actuales Sulphur). Y más adelante descubrieron las Dos Hermanas (quizá las Hillsborough); y más adelante hallaron otras cuatro que bautizaron los Balcones (las Volcanes, en el grupo volcánico de Bonín), y en este mismo grupo otras islas (Ogasawara) que denominaron del Arzobispo. El 2 de octubre avistaron la Farfana. Y más allá de ellas hay una roca alta que echa fuego por cinco partes. Yendo así en 26 grados de altura, a setecientas leguas de donde habían salido, según los que ellos estimaban, por no hallar tiempo arribaron a las islas Filipinas; vieron seis o siete, pero no surgieron en ellas, y así pasaron por un archipiélago de islas muy pobladas de gente, que están en 15 ó 16 grados de altura”. Las Relación del viaje, escrita por el factor García de Escalante Alvarado, embarcado en la expedición de Ruy López de Villalobos, expone: “Dicen los que en el navío fueron que, partidos de Sarangán (o Sarangani), fueron a tomar los bastimentos a las Filipinas, en el río de Tandaya; y habiéndolos tomado, partieron de Tandaya a 26 de agosto de 1543, y en altura de 26 grados vieron una isla pequeña, y en 26 leguas adelante vieron otras dos que están norte-sur con las isas de los Ladrones (las Marianas). Y delante de éstas vieron otras tres; la una es un volcán que por tres partes echa fuego. Y a dieciocho de octubre se hallaron los pilotos setecientas y cincuenta leguas andadas de camino, de línea recta, y en altura de treinta grados escasos. Y allí les dio tanto temporal del norte que les hizo arribar, por el navío ser tan pequeño y llevar los árboles sentidos y no poder sufrir la mucha mar que hacía. Y en trece días volvieron a la isla de Tandaya, y tomáronla por la banda del norte”. El agustino fray Jerónimo de Saavedra, a su vez cronista, dedica una sucinta relación al viaje: “A 26 de agosto partió de aquellas islas Bernardo de la Torre, y Gaspar Rico por piloto (piloto de la nao Santiago cuando la expedición de Villalobos partió de Nueva España) y Alonso Fernández Tarifeño por segundo piloto (piloto de la nao San Jorge en la citada previa expedición) Dicen que anduvieron hasta ponerse en 29 grados ó 30, y que hallaron tan grandes mares que, por no hundirse, arribaron”. Por último, el historiador británico James Burney escribe a principios del siglo XIX con relación a la travesía: “El San Juan, con una tripulación de 18 ó 20 hombres, se hizo a la vela desde Sarrangán el 26 de agosto de 1543 y navegó por el este de Mindanao hasta la parte norte de la isla de Tandaya, donde se abastecieron. Desde Tandaya navegaron a levante durante varios días con buen viento, hasta que fue rolando gradualmente y se puso cuarta del sudeste. Después de navegar unas 200 leguas, descubrieron una pequeña isla en 16 grados norte, que llamaron Abriojos (abre tus ojos), porque era llana y casi al nivel del agua. Unas 26 leguas más adelante, al este cuarta al nordeste, descubrieron dos islas grandes o altas, que bautizaron Las Dos Hermanas. Siguiendo al este y nordeste, en 25 grados norte, y después de navegar 300 leguas desde las anteriores, vieron tres islas, para las que se calculó una distancia de 500 leguas desde Tandaya. Estas islas se encuentran en latitud de 24 y 25 grados norte; una de ellas es un volcán y ambas fueron denominadas Los Volcanes. El día 2 de octubre, a 30 leguas más allá, al este y norte, vieron una isla deshabitada que llamaron la Farfana, isla que al otro lado tenía una roca alta y puntiaguda que arrojaba fuego por cinco sitios. Continuaron al nordeste hasta el 18 de octubre, en que llegaron casi a 30 grados de latitud norte y a unas 700 leguas de Tandaya. Entonces se dieron cuenta de que navegaban demasiado tarde para la época del año en que se encontraban, así como de que su provisión de agua era insuficiente para seguir adelante, por lo que acordaron volver a las Filipinas”. El 18 de octubre, debido a los fuertes vientos y la escasez de agua para el largo recorrido que aún quedaba hasta Nueva España, navegadas 750 leguas desde la partida, la expedición puso proa al rumbo contrario, oeste cuarta al sudoeste, avistando en el camino de regreso a Filipinas unas islas que supusieron de los Ladrones (las Marianas), que pueden ser Farallón de Medinilla, Saipán y Tinián, ciertamente en el archipiélago mariano. Desde el norte de la isla de Samar (Tandaya o Filipina), Bernardo de la Torre fue a encontrarse con el Capitán General López de Villalobos para rendirle cuenta del viaje; hacía cuatro meses que se habían despedido en la isla de Sarangani. Otra vez debido a los vientos, De la Torre dirigió la San Juan por la parte Oeste de la isla, inauguró las travesías españolas por el canal o estrecho de San Bernardino, que separa las islas de Luzón y Samar. En esta navegación descubrieron y bautizaron el canal de San Clara, la bahía de la Resurrección y la isla de Las Palmas. La expedición de Bernardo de la Torre pese a no lograr su objetivo de establecer una ruta entre las islas de Poniente, Filipinas, y el virreinato de Nueva España, posibilitó ampliar el conocimiento del inmenso Mar del Sur en cuanto a islas, corrientes y vientos que sería de utilidad para el éxito obtenido por los españoles en 1565: el tornaviaje Villalobos y los portugueses Mientras la nao San Juan de Letrán partía a Nueva España y la galeota San Cristóbal zarpaba en dirección al Norte, a la isla de Leyte (agosto de 1543), Villalobos recibía la primera visita de los portugueses, molestos por la presencia española en la zona, pese a lo cual los dos requerimientos de Jorge de Castro, el gobernador de las Molucas, fueron contestados por parte española señalando que Mindanao y Sarangani estaban incluidas dentro del área asignada a la corona española por los Tratados de Tordesillas y Zaragoza. A pesar de todo, sin las necesarias provisiones, Villalobos se vio impelido a poner rumbo al Norte, sosteniéndose un tiempo en la isla de Leyte, pero finalmente los vientos le impusieron la derrota de las Molucas portuguesas, donde tras múltiples conflictos y negociaciones con los portugueses, Villalobos renunció, también contra el parecer de algunos de los expedicionarios, a realizar un tercer intento de tornaviaje, y llegó a un acuerdo con el capitán mayor Hernando de Sousa para repatriar a todos los expedicionarios en naves portuguesas y regresar a la Península Ibérica por la ruta de la India o “ruta portuguesa”, iniciándose un funesto retorno en Ternate en febrero de 1546 hasta su desenlace en Lisboa, adonde llegaron en 1548 un total de ciento cuarenta y cuatro supervivientes, Villalobos murió de fiebres palúdicas en la escala realizada en la isla de Amboina,se dice que en brazos del jesuita español Francisco Xavier, siendo enterrado en el pueblo de Zozanibe, y de Bernardo de la Torre, el navegante del Mar del Japón, se pierde toda pista en este viaje de regreso. |
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![]() Saludos, nuestro gran Luis de Cordova! Fuente Españoles Invisibles. Entre paréntesis aportaciones insignificantes de este Cofrade
LA ARMADA ESPAÑOLA, AL MANDO DE LUIS DE CÓRDOVA, DERROTA Y APRESA 50 NAVES DE LA ROYAL NAVY BRITÁNICA Tal día como hoy, pero de 1780, al amanecer, Luis de Córdova, Director General de la Armada española, con 27 navíos y algunas fragatas, da un golpe logístico que ha quedado como uno de los mayores sufridos en toda su historia por la Royal Navy. Acechando uno de los convoyes más grandes y ricos que partió de Portsmouth en el siglo XVIII logró la presa demostrando sus grandes dotes como marino En el año 1780 en España reina Carlos III y estamos en guerra contra Inglaterra. Los abusos y desmanes de la Corona británica provocan la sublevación de sus colonias de Norteamérica y España y Francia las apoyan. El gobernador de La Luisiana, Bernardo de Gálvez les presta un apoyo material, naval y terrestre, gracias al cual los rebeldes alcanzarán la victoria y fundarán los Estados Unidos de Norteamérica que tan mal pago nos darían un siglo después. Y en esas estábamos, cuando los espías españoles en el Reino Unido averiguan que, hacia el verano, un convoy de más de medio centenar de mercantes armados y su correspondiente escolta de barcos de guerra, partirá hacia Norteamérica cargado de tropas, pertrechos, material militar y dinero para sofocar la revuelta de las trece colonias insurgentes. Inmediatamente, un correo viaja a Madrid para informar al ministro Floridablanca. El informe es sorprendentemente detallado y documentado; los espías han hecho bien su trabajo. La formidable expedición se dirigirá hacia el Sur y virará hacia el Oeste pasadas las Canarias, procurando mantenerse lo más alejada posible de nuestras costas, ya que su principal objetivo es evitar encuentros con la flota española. El_Conde_de_Floridablanca (otro Grande) , Don José Moñino y Redondo, no es precisamente un hombre indeciso e inmediatamente envía un mensaje a don Luis de Córdova y Córdova, almirante de la flota del Estrecho de Gibraltar, compuesta por 27 navíos de línea y algunas fragatas, más 9 barcos de apoyo y una fragata de nuestros entonces aliados franceses. Don Luis – un veterano que a la sazón contaba con 73 años - había sido nombrado en febrero Capitán General de la Real Armada Española, y su flota estaba tomando parte en el bloqueo de Gibraltar, fundamental como movimiento de distracción para mantener ocupada a la poderosa Navy cuya participación al completo en la otra orilla del Atlántico podría ser clave para decantar la victoria del lado británico. El Almirante reúne urgentemente a sus capitanes y ordena disponer los buques para el combate. La cacería da comienzo. La flota española se adentra en el Atlántico. El Almirante, con la información suministrada en el correo sobre la fecha de salida, las características de la presa y su destino, deduce la ruta más probable de la flota enemiga. Por delante envía sus fragatas más rápidas para que, abriéndose en abanico, exploren el océano y….los encuentra. En la madrugada del 9 de agosto de 1780, una de las fragatas exploradoras divisa en el horizonte gran número de velas al Norte de las Azores. Don Luis, desde el castillo de popa de su buque insignia, el Santísima Trinidad, el navío más grande y mejor artillado de su tiempo apodado por ello el “Escorial de los mares”, puede ver como a barlovento, una lejana fragata dispara sus cañones anunciando el avistamiento. Sin embargo, la enorme distancia impide contar el número de disparos que informa del número de velas divisadas. ¿Será el convoy inglés? La tensión se disipa cuando minutos después, siguiendo la ordenanza, la fragata vuelve a repetir la señal y esta vez sí pueden contarse los disparos. Inmediatamente el Almirante traza un rumbo de interceptación y ordena virar a su escuadra, para que el encuentro con el convoy tenga lugar al amanecer. Pero a su profundo dominio de la navegación, don Luis une la astucia, y les prepara una trampa a los ingleses. Ordena poner un farol encendido en lo alto del trinquete del Santísima Trinidad. El engaño da resultado y los barcos británicos, creyendo que se trata de una señal de su propio comandante, pasan toda la noche navegando directos hacia la boca del lobo. La enorme flota británica formada por 60 mercantes fuertemente armados, ha partido el 29 de julio de Portsmouth escoltada por la escuadra del Canal de La Mancha. A la altura de Galicia, la escuadra se vuelve a Inglaterra y solo quedan como escolta el navío de línea de 74 cañones HMS Ramillies donde viaja el comandante de la flota John Moutray, y las fragatas de 36 cañones HMS Thetis y HMS Southampton. La escuadra del Canal tiene orden de regresar en vez de continuar escoltando la valiosa flota hasta el punto del Atlántico en el que deben separarse los dos convoyes que en realidad la forman: uno debe seguir hacia las Antillas inglesas para aplastar la rebelión de las trece colonias de Norteamérica y el otro debe dirigirse a La India donde Gran Bretaña libra otra guerra colonial. El 9 de agosto, antes de la separación de ambos convoyes, a las 4’15 de la madrugada la claridad permite a los británicos divisar velas inusuales en el [[B][/b]B][/b]horizonte y comprenden que su plan de evitar a toda costa un encuentro con los españoles ha fracasado. El Almirante español, siempre oportunamente asesorado por su competente segundo don José de Mazarredo 9otro gran Marino de la armada ilustrada aunque acabo mal por las influencias Francesas), ordena el ataque. Las primeras en llegar hasta el enemigo son las rápidas fragatas y a su zaga van los navíos de línea. El comandante inglés John Moutray, en cuanto ve lo que se le viene encima, huye con los navíos de la escolta, abandonando a su suerte a los buques mercantes que, aterrados, inician una desbandada general. La orden de D. Luis de Córdova es clara: abrir fuego contra todo navío que no se rinda y apresar tantos barcos como sea posible. Sin embargo deja a sus capitanes libertad de acción para que decidan la selección y captura de las naves enemigas siguiendo su propio criterio. Don Luis que a la sazón tiene ya 73 años y una impresionante hoja de servicios, confía plenamente en la oficialidad y en la marinería de sus barcos, porque lleva años dirigiendo personalmente su adiestramiento y sabe que son tripulaciones profesionales, experimentadas y competentes. La cacería se torna implacable. Los capitanes españoles compiten entre ellos por conseguir el mayor número y calidad de capturas. A las 5 de la mañana, solo 10 navíos hispanos han apresado ya 26 mercantes. Aunque los navíos ingleses van fuertemente artillados, tienen pocas posibilidades frente a los barcos de guerra españoles. No obstante, algunos prefieren combatir hasta ser rendidos o abordados, que es lo que debería haber hecho su escolta para darles alguna oportunidad de escapar. A pesar de que el riesgo de que muchas presas consigan huir es elevado, la eficaz actuación de los barcos españoles logra que, en poco tiempo, la mayoría de los mercantes británicos terminen entregándose. 55 buques son capturados y las fragatas seguirán la búsqueda hasta bien entrada la madrugada. Un éxito tan rotundo, a pesar de que los barcos españoles son más pesados y lentos que los ingleses, se debe a que nuestros marinos tienen un mejor conocimiento de la dirección de los vientos reinantes en la zona y a que saben prever con gran habilidad, para interceptar a los veloces navíos enemigos. A la mañana siguiente, las presas son agrupadas y conducidas al puerto de Cádiz. Don Vicente Doz dirige la operación de escolta con éxito, pese al acecho constante de las fuerzas navales enemigas. Las informaciones que los capitanes españoles hacen llegar al Almirante, empiezan a arrojar luz sobre la impresionante magnitud de la captura realizada. A su llegada a Cádiz el 20 de agosto, la flota apresada ha de anclarse en la bahía porque las instalaciones portuarias resultaban insuficientes para albergarla. Cuando don Luis entra en el puerto con su buque insignia y se dirige a Capitanía para entregar el preceptivo informe dirigido al Rey, todo Cádiz inunda ya las calles aclamando su heroicidad. La audacia de un comandante valeroso, sabio y experimentado, la pericia de unas dotaciones profesionales y bien entrenadas, y el feliz consejo de un competente segundo, han otorgado a las armas españolas una victoria gloriosa. En total se apresan 55 barcos: 36 fragatas, 10 bergantines y 9 paquebotes que suman 294 cañones. De ellos, los que resultan aptos para el combate, serán remodelados e incorporados a la Real Armada Española. Así el Helbrech de 30 cañones, el Royal George de 28, el Monstraut de 28, el Geoffrey de 28 y el Gaton también de 28, se convertirán respectivamente en la Santa Balbina de 34 cañones, el Real Jorge de 30, la Santa Bibiana de 34, el Santa Paula de 34 y el Colón de 30 cañones.Fragata Royal George capturada Se capturan 3.000 tripulantes, 300 pasajeros civiles y 2.000 oficiales y soldados destinados a combatir la rebelión de las colonias de ultramar. Una inmensa fortuna de 1.000.000 de duros (moneda de ocho reales) en lingotes y monedas de oro pasa a poder español. Para comprender lo que esto representa, basta pensar que el valor de los 55 barcos capturados es de 600.000 duros. La captura también incluye una enorme cantidad de provisiones y efectos navales, así como uniformes, tiendas de campaña, equipación, armamento, 80.000 mosquetes y 3.000 barriles de pólvora. Todo ello en cantidad suficiente para abastecer a 12 regimientos. La magnitud de las pérdidas provocó el desplome de la bolsa de Londres y dañó muy gravemente las finanzas de Inglaterra y, consecuentemente, su capacidad para seguir sosteniendo las lejanas y costosas guerras coloniales. No cabe la menor duda de que este enorme descalabro fue decisivo independencia estadounidense para que los sublevados norteamericanos alcanzasen su objetivo de independizarse y, en esta ocasión, ni la sempiterna ineptitud náutica ni la tradicional impericia ejecutiva de nuestros aliados franceses, consiguió dar al traste con la operación. Y eso que lo intentaron; poco antes habían exigido a Floridablanca que destituyera a Córdova del mando de la flota combinada, arguyendo que por su avanzada edad, le fallaba la cabeza. Don Luis de Córdova – prácticamente olvidado en España – goza de reconocimiento en tierras lejanas; una ciudad portuaria de Alaska lleva a día de hoy su nombre: Córdova |
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![]() Saludos, mi entrada de hoy; Fuente Españoles invisibles
JUAN DE SALAZAR FUNDA LA CIUDAD DE ASUNCIÓN EN PARAGUAY Tal día como hoy, pero de 1537, uno de los lugartenientes de Pedro de Mendoza, Juan Salazar de Espinosa, funda Asunción (actual capital de Paraguay), que será el primer asentamiento permanente en la cuenca del Río de la Plata. Desde esa base los españoles controlarán todo el territorio situado entre los ríos Paraná y Paraguay. Nacido en Espinosa de los Monteros (Burgos) en 1508, Salazar formó parte de la expedición de don Pedro de Mendoza al Río de la Plata en1535) en la que mandó un navío. Una vez en tierra Mendoza advirtió pronto sus cualidades y [B][/b]lo nombró veedor (una suerte de inspector) participando en la primera fundación de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, el fracaso en tal fundación debido al hostigamiento indígena y falta de víveres obligó a Mendoza a enviar una expedición hacia la Sierra de la Plata al mando de Juan de Ayolas en busca de lugares mejores y más productivos. Tras varias semanas sin noticias de Ayolas, Mendoza decidirá enviar una expedición de socorro al mando de Juan de Salazar y el 15 de enero de 1537 partieron tan sólo 60 hombres en tres bergantines de Buenos Aires en su busca. La expedición tenía como misión visitar los fuertes de Corpus Christi y Buena Esperanza, proporcionándoles ayuda, y continuar remontando las corrientes del Paraná y Paraguay hasta encontrar a Juan de Ayolas, pero a los pocos días de partida al llegar al al puerto de Buena Esperanza lo encontraron abandonado y sin rastro de los españoles que Pedro de Mendoza había dejado en el lugar. Más tarde supieron que el jefe del puerto había decidido el abandono del mismo y el traslado de sus hombres al de Corpus Christi debido a lo insano del lugar y la beligerante actitud de los indios timbús. Salazar continuó su expedición hasta llegar al fuerte de Corpus Christi, donde dejó bastimentos en uno de los bergantines, y prosiguió pocos días después la navegación del Paraná con los otros dos bergantines. Al ser los vientos contrarios, el avance se realizaba por el procedimiento de la sirga (cuerdas amarradas a la nave tiradas por grupos de hombres desde la orilla), lo que hacía la navegación extremadamente lenta y agotadora. Finalmente, los expedicionarios consiguieron pasar las Tres Bocas e internarse en el río Paraguay. Hasta llegar a una pequeña bahía de este río donde fondearon toda vez que necesitaban reparar los bergantines y aprovisionarse de comida. El lugar estaba poblado por indios guaraníes y los españoles fueron bien recibidos. La bonanza del lugar, abundancia de vituallas y hospitalidad indígena convencieron a Salazar para fundar un asentamiento en el mismo, pero tendría que posponer su proyecto pues debía continuar en busca de Ayolas. Salazar continúa remontando el Río Paraguay y en el mes de junio se encuentra con Martínez de Irala 30 leguas arriba de Candelaria. La situación de éste y sus hombres era muy delicada; carecían de alimentos y tan sólo vagaban por el río en busca de comida. Ante la imposibilidad de dar con Ayolas sin ayuda indígena, ambos decidieron esperarlo en Candelaria. La fundación de Asunción. Pero transcurrían las semanas sin que Ayolas apareciera y finalmente Salazar se separó de Irala y volvió a bajar e lugar en el que había pensado fijar un asentamiento. El sitio elegido constituía un excelente puerto sobre el río, frente a la desembocadura del Pilcomayo en el Paraguay y estaba poblado po las tribus indias de los caciques Caracará, Abambaré, Cupirani, Timbuai, Mayreru y Moquiracé. De todas las tribus, la de los guaraníes era la más nu¬merosa y de cultura más avanzada. Construyeron rápidamente una casa de madera “para asegurarse, y poder salir a buscar comida dexan¬do las espaldas seguras. Era el 15 de agosto de 1537, festividad de la Asunción, por cuyo motivo fue bautizada como Nuestra Señora Santa María de la Asunción, quedando posteriormente simplificado en Asunción. Inicialmente el asentamiento consistió tan solo en un fuerte de forma cuadrangular, con dos torreones elevados a cierta altura, desde donde se divisaban fácilmente a los guaraníes. La jurisdicción y distrito del asiento se fijó en cien leguas a su alrededor.El trazado posterior se debe a Martínez de Irala. Terminada la fundación,el capitán Salazar regresó a Buenos Aires, dejando como capitán de la Casa Fuerte a Gonzalo de Mendoza, con veinte hombres. La Asunción se convertiría en el centro de la conquista del Río de la Plata y posteriormente en la capital de Paraguay. Salazar no volvería a Asunción hasta 1550 con la expedición del adelantado Diego de Sanabria, sería uno de los principales introductores del ganado vacuno en la zona y moriría diez años después ejerciendo el cargo de tesorero real. |
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![]() Saludos, no estrictamente náutico pero muy interesante por ser una parte de nuestra historia muy desconocida. Roger de Flor y los Almogavares Fuente; Maestro José Ferrer Cauzel
15 de agosto de 1303: El ras una serie de victorias, los almogávares expedicionarios, originarios de la Corona de Aragón y al mando de Roger de Flor, vencen a un gran ejército turco, mucho más numeroso, en la batalla de los montes Tauro, una de sus mayores victorias. Ramón Muntaner, integrante de la expedición, relata la brevemente batalla en su famosa crónica. Según él, el ejército turco estaba compuesto de más de 10.000 caballeros y 20.000 hombres a pie, de los cuales perdieron más de 6.000 caballeros y 12.000 hombres a pie. «Aquí hubierais visto hechos de armas, que no vio jamás hombre alguno. ¿Qué os diré? La batalla fue muy dura...» Al final todos gritaron «¡Aragón! ¡Aragón!» Al parecer las fuerzas almogávares rondaban entre los 7.000 y 10.000 hombres. Sucedió en la zona de las Puertas Cilicias. Entrada de Roger de Flor y los almogávares en Constantinopla en 1303, desfilando ante el emperador Andrónico II Paleólogo. El catalán Ramón Muntaner se refirió a los almogávares como «aragoneses», igual que el rey Pedro IV de Aragón. |
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