La Taberna del Puerto Sergio Ponce
"Se navega por los astros, por la mar, por la tierra, por las gentes, por los sentimientos...Se navega." Altair
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Antiguo 03-11-2006, 19:30
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Predeterminado Horror en Ibiza

TABERNERO... unas rondas de Brugal para todos que hoy estoy algo patético.

Hace tiempo que no intervengo. Lo cierto es que no intervengo desde bastante antes de la mudanza. Pero me han entrado apetencias de contar algo, así que PREPARADOS todos que ahí va el rollo.
Lo que me ha motivado a largar, es el haberme enterado que según Salvamento marítimo hubo cierto día de este mes de agosto en el que fueron recibidas 21 llamadas de urgencia por parte de la náutica de recreo. Al parecer gran parte de ellas debidas a garreos al fondear con la consiguiente varada lo cual según S.M. parece indicar una cierta falta de prudencia si no de conocimientos. Mis preferencias se decantan descaradamente por el fondeo hasta el punto de haber preferido pasar un chubasco con rachas de 50 nudos fondeado a conciencia en vez de ir a puerto. De hecho lo cierto es que nunca en las 5 ocasiones que he pasado el mes de Agosto en Las Pitiusas, jamás he recalado en puerto alguno. Tras cientos de noches fondeadas en Ibiza y En Tabarca he de reconocer que en algunas ocasiones me he partido de risa o cagado de miedo al ver como fondeaban algunos de mis convecinos. Sobre todo me hace gracia verles la cara de asombro cuando ven a su hermoso buque paseándose por su cuenta en el fondeadero sin saber por que les pasaba eso precisamente a ELLOS.

Pero esta historia, verídica por cierto, habla de todo lo contrario.
Una noche de Agosto de este aciago verano (2006) paso algo que nos sobrecogió a mi esposa y a mí hasta el punto del horror.
Durante la tarde estando fondeados en la rada de San Antonio nos hallamos situados cerca de un bello Dufour 40 todo él reluciente y rezumando mimos y cuidados por parte de sus habitantes y propietarios, una familia de dos padres de mediana edad y sus vástagos uno al principio y otro al final de la adolescencia, ambos varones. Algo mas allá y a una prudente distancia algún tiempo antes que el D40, habíamos visto efectuar la maniobra de fondeo a una impresionante goleta de madera de unos 20 o 25 metros de eslora con bandera austríaca patroneada por un señor de cierta edad de largo cabello rubio blanco y con la tez cetrina de tanto sol mediterráneo sobre su aria piel. Tras largar sus buenos metros de cadena apagó el motor y todos nos quedamos disfrutando placenteramente de esa hermosa vista en el mediodía bonancible de aquella tarde.

Algo después sobre las 3 de la tarde observo con curiosidad, por encima de mis gafas de sol y por debajo del sombrero, que mi vecino del Dufour 40 comienza a largar una segunda ancla, posiblemente la de respeto, con una gran cantidad de cabo. Satisfecho del buen hacer marinero de mi convecino me percaté de que la familia al completo planeaba una tarde de esparcimiento en la ciudad que magnéticamente les atraía hacia sus deleites. Así pues desaparecieron a las 3 de la tarde y no volvieron hasta la 1:30 de la madrugada.

Mientras tanto el viento que como sabéis le gusta hacer de las suyas, comenzó a rolar del SW F3 o 4 vespertino A un NW F5 con alguna rachita de F6 de madrugada, tal y como estaba pronosticado en los “Gribs” que frecuentemente descargo de Internet. Evidentemente el fondeo se volvió muy incomodo ya que, como muchos habréis experimentado, San Antonio esta abierta al NW con lo que las olitas, mas tarde olas, comenzaron a hacer la noche bastante incomoda.
Ya estaban comenzando los garreos de otros convecinos cuando observo como se acerca la auxiliar con los 4 miembros de la familia hacia su apreciada nave.
En ese mismo instante se comenzaron a oír los gritos de un patrón de un cata que veía como se le echaba encima un velero de unos 13 metros solitario Él sin sus habitantes que al parecer se habían ido de nocturna marcha. Cual caballeros andantes ambos hijos del matrimonio del D40 se acercaron a prestar ayuda largando mas cadena del fondeo del agresivo y abandonado velero y salvando así al cata de la irremisible colisión y subsiguiente destrozo.

No bien habían acabado de salvar el castillo vecino cuando ven con terror como la inmensa goleta se les echa encima cual inesperado y repentino tren de mercancías que se sale de la vía. Ya estaba la aterrorizada madre increpando a sus hijos a que fueran en la auxiliar a avisar al rubio y moreno patrón de su inminente abordaje cuando observan que el austríaco de buen hacer marinero se había percatado de la situación rápidamente y acudió veloz a poner en marcha el mastodontico motor que pondría fin a la situación de peligro inminente. “Tranquila mama que ya se ha dado cuenta”, grito el hijo mientras rugía el motor de arranque de la goleta.

Inesperadamente la goleta, al arrancar dando avante, hace un extraño y tras avanzar un par de metros retrocede diez colisionando brutalmente contra la proa del D40. “¿Que haces? ¿Es que estas loco?” Lanzó gritando el mayor de los jóvenes. “Cuidado papa, creo que esta loco”, siguió increpando al austriaco.
Al momento asomose el patrón de la goleta tras la orgullosa popa de clipper del barco y fijose con atención en el hecho de que había trabado el cabo de la segunda ancla del D40 con su hélice. Irritado increpó al D40 “Your anchor is in my propeller”. “¿Estas loco, que mas dan los papeles ahora?”, Lanzó el padre al austriaco sin comprender lo que aquel quería decirle. Los golpes entre ambos barcos resultaban brutales, zarandeados arriba y abajo por las olas que entraban, las dos embarcaciones colisionaban una y otra vez y otra y otra… Poco a poco la proa del D40 iba reduciéndose a restos de metal retorcido, roldana arrancada, enrollador inutilizado. “Your anchor is in my propeller” insistió de nuevo el patrón de la goleta, esta vez mas despacio. “Creo que os esta diciendo que no se puede apartar de vosotros porque tiene la hélice trabada en vuestro cabo del ancla”, grite yo, pero no se si pudieron oírme entre el fragor de los golpes y el silbido del viento. Mientras tanto ambos barcos iban deslizándose poco a poco hacia las traicioneras rocas conforme el viento empujaba las inmensas moles de dos naves unidas, ligadas inseparablemente por un simple cabo de un ancla de respeto que pretendía salvaguardar el barco en las peores condiciones.

“Por favor ayúdenos”, me gritó desesperada la madre de familia. “Lo siento”, contesté. “Yo no puedo hacer nada”. ¿En que podría haberles ayudado yo? ¿Debería acaso haber abandonado mi barco sin saber donde echarles una mano y asustado por si mi fondeo fallaba a su vez sin nadie que controlara la cuestión? No desde luego. Así que me limite a observar horrorizado como las dos naves combatían una con otra pugnando por destrozarse mutuamente las extremidades. “¡Cuidado hijo que te va a matar!". ¡Sal de ahí! ¡Sal de ahí!”. Gritaba la aterrorizada madre al borde de la histeria. Era cierto. En más de una ocasión la dama de la guadaña estuvo a punto de segar la vida de aquel atrevido joven aplastando su inocente cráneo con la popa de un inmenso barco encabritado como dragón encolerizado. “Córtalo”, dijo el austriaco. “Si hombre”, respondió el padre de familia. “No pienso abandonar los dos fondeos así como así. Además… ¿Adonde iríamos ahora en plena noche y con esta turbonada sin fondeo alguno?” “Córtala”, repitió el patrón de la goleta refiriéndose al ancla del D40. El buen hacer marinero del melenudo trasmundista le hizo darse cuenta de que, a menos que el D40 abandonara el fondeo, ninguno de ellos tendría oportunidad alguna sino que más bien acabarían en las rocas envueltos en un abrazo destructivo. “Córtala”. “He dicho que no”. “CORTALA”. “Papá, mas vale que lo hagamos no hay otra manera”, insistió el primogénito. Dirigiéndose a mí me advirtió: “arranca el motor. ¿Acaso no te preocupa que pueda darte a ti también?” Estúpido de mí. Estaba tan absorto contemplando tal escena que olvide mi propia seguridad. Arranqué el motor tal como me aconsejaron. En ese momento el austriaco rugió como un vikingo: “¡CORTALA!” “¡YA!” Al instante, como movidos por un resorte invisible padre e hijo cortaron cada uno los extremos de aquel abrazo liberándose inmediatamente y huyendo como alma que lleva el diablo. “Adonde iremos”, oí decir al hijo menor. “No importa”, añadió el padre. “Ya encontraremos un lugar en el puerto, y si no lo hay nos abarloaremos a alguien. No pueden impedirlo es una emergencia”. Esto es lo ultimo que oí decir a los tripulantes del D40.

Por su lado la inmensa goleta continuo garreando hasta que tras soltar toda la cadena que pudo. finalmente logro fijarse al fondo no sin antes golpear todavía a otro velero al cual le dobló algún que otro herraje del bimini, poca cosa en comparación con lo anterior.
Al día siguiente aun pude ver como el austriaco se disculpaba ante el daño causado al bimini tras haber llamado a los buzos para soltar la enredada hélice que necesitaba liberar para poder salir de allí.

¿Qué he aprendido yo de esto? No lo se.
La verdad es que no se que pensar. En principio era prudente soltar una segunda ancla si el barco se va a dejar a solas mucho tiempo. Segunda ancla que causó el mayor daño al enredarse en la hélice de la goleta. Goleta que en mi opinión estaba bien fondeada, pero que inexplicablemente garreó en el peor momento. Parece que las parcas se la quisieron jugar a aquellos que tras salvar a otras naves se vieron incapaces de salvar la suya propia.

Por otro lado tampoco soy muy partidario de abandonar el barco por mucho tiempo, ya no solo por lo que pueda garrear el mió, sino también por lo que puedan garrear los convecinos. Aunque a decir verdad en este caso no afectó en absoluto al resultado ya que afortunadamente ambos barcos estaban patroneados en el momento del incidente. Pero… ¿Qué hubiera sucedido en el caso de que el D40 hubiera estado a su suerte en el momento critico? ¿Hubiera tenido que cortar los fondeos del D40 el austriaco con tal de salvar su goleta al menos, aun a costa de enviar el solitario D40 a una segura varada y destrucción?

Creo que la situación, una vez presentada no tenía otra posible solución. Yo solo se que no se nada, decía aquel sesudo filosofo.
He visto por ahí que el Dufour 40 protagonista de esta historia, ha sido puesto a la venta por sus propietarios. Snif. No se si abandonaran la navegación o solo desean cambiar de barco como cualquiera de nosotros. Espero volver a verlos por ahí disfrutando de este mar. Mar que da más de lo que quita. Y que cuando quita, aunque sea la vida, por lo menos nos ha compensado coloreando de grises plateados, turquesas y marmóreos azules de rompientes, nuestras difusas vidas.
Perdón por el rollo tan largo. Por favor tabernero, otro trago.

Editado por ... en 04-04-2016 a las 13:37.
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Sergio Ponce


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