![]() |
|
|
|
| VHF: Canal 77 |    | ![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
|
#11
|
||||
|
||||
|
Gracias, chicas y chicos. Veo que sois tan buena gente que os habéis tomado mi confesión con más seriedad que la que pretendía ponerle. Las confesiones siempre han sido una forma de liberación, por eso es tan valioso saber que alguien las escucha, pero quien confiesa espera también recibir algún castigo.
Estáis siendo demasiado benevolentes con alguien que, a fin de cuentas, se comporta como un viejo verde (gracias ONE por el diagnóstico). ¿Pueden las heridas del amor conceder indulgencia plenaria? El tipo que me mira desde el espejo parece dudarlo. Dice Sabina que el amor, cuando no muere, mata. Y primero te conduce a una especie de ‘cafard’ (lo siento, no sé cómo traducirlo) en el que la sensibilidad y el sentido de lo apropiado sufren averías bastante serias. Se vuelve uno un poco frívolo. Me extraña que, por ejemplo, Miahpaih, tan agudo siempre, no haya detectado que la fecha y el lugar de mi conversación con el chico a propósito de la oferta de regreso de su madre no son ideales para tratar asuntos dolorosos… Reflexionando sobre aquel momento me parece ver, aunque no sé hasta qué punto, que el tiempo y la vida nos han convertido en dos tipos bastante decadentes. Habíamos quedado en vernos en Sâo Paulo para darnos un baño de multitudes. Febrero suele ser el mes del Carnaval. Mediante la influencia de algunos amigos, mi hijo había conseguido que nos invitasen a la comitiva que debía acompañar la carroza de Carlinhos Brown. Para formar parte del inmenso grupo tan sólo es necesario tener una de las camisetas que, obligatoriamente, debes llevar durante la Rua, pero son condenadamente difíciles de conseguir si no estás muy bien relacionado. Cuando empieza el desfile, te sitúas detrás de la carroza, que es una especie de autobús lleno de altavoces, y te pones a bailar samba en mitad de la multitud mientras todo el mundo se magrea, se soba y se restriega con todo el mundo. Sin quitarse nunca la camiseta. Sâo Paulo no es Rio. Justo después de la refriega, cuando hubo un poco de posibilidad de oírse, me dijo en tono distendido que había pensado suficiente sobre el tema y que, él personalmente, prefería que “lo dejáramos caer” (We’d better drop the case of that woman, papá). Me pareció que tanto el lugar como el tono podrían considerarse algo impropios de un asunto potencialmente tan serio, y así se lo hice notar. Hacía cosa de una semana que le habían extraído una muela del juicio, la del ‘Lower West End’ según sus palabras. Se llevó la mano a la mejilla por un instante y a continuación me dijo algo que será difícil que me pueda borrar de la mente: “después de tantos años, el lugar que debería ocupar mi madre es como un hueco en la dentadura. Una ausencia, un pedazo de carne torturada, pero insensible. De vez en cuando paso la lengua con curiosidad por el sitio que me dolió tanto y que ya no duele. Hay una pequeña cicatriz que va desapareciendo.” Qué tremenda responsabilidad. Pobre crío. Sé que vivimos una vida estupenda y la vivo sin remordimientos. Creo que tengo derecho después de tantos años de austeridad y de subir y bajar olas. Sé que hay mucha gente pasándolo mal y que, si me quejara de algo, cometería un gran pecado. Pero alguna vez me crece un sentimiento que es más abatimiento que tristeza. Yo también tengo ese hueco en la dentadura de mi historia y de forma maquinal paso a veces la punta de la lengua por el lugar en el que hubo vida, pasión, dolor y miedo. Sorprendente el mecanismo humano. Se puede ser tan estúpido a veces! Esto de los dientes me ha hecho recordar una canción de Jacques Brel. Una vez más termino con un verso. Je quitte la vie sans rancune: je n’aurai plus jamais mal aux dents! Mais je vais partir pour l’autre monde Par le chemin des écoliers. Dejo la vida sin renuencias: ¡nunca más me dolerán los dientes! Pero iré hacia el otro mundo remoloneando por el camino. Buen fin de semana a tod@s y no temáis por la salud de mi alma. Esta vez toca salir con dos parejas de viejos dinosaurios de la CGM, ex Messageries Maritimes, que tal vez me convenzan para ingresar en el silencioso redil de la andropausia. |
|
|