La Taberna del Puerto Osmosis
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  #126  
Antiguo 24-08-2010, 16:33
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Si es demasiado fuerte, me lo deciis y el próximo lo suavizare.


-Te dejo la puerta abierta- Me susurro por teléfono.
Solo oír su voz al otro lado del teléfono, hizo que se me erizara la piel.

Aquella mañana me desperté sola en mi cama, cogí el móvil y puse en la pantalla, “¿sabes donde estoy?”, al momento se ilumino la pantalla, “En Madrid, ven si tienes lo que hay que tener”.


Me levante de golpe, encendí el ordenador y busque los horarios de trenes Madrid- Valladolid.
-“A las doce estaré ahí”- Me vestí a toda prisa y salí corriendo hacia la estación. En la estación de Valladolid me esperaba un taxi que me llevo hasta ese tranquilo pueblo en las afueras de Valladolid. La puerta estaba abierta, subí los dos escalones y entre despacio. Justo al entrar la puerta se cerró y un pañuelo cubrió mis ojos.
-Hola hermosa- aquella voz me acaricio la piel, haciendo que me estremeciera, me cogió de la mano y me guio, su voz iba diciéndome que había escalones, fui subiendo la escalera cogida de su mano, oí el ruido de una puerta al abrirse.
-¿A dónde me llevas?- me atreví a preguntar en voz baja.
-Shssss, tu tan solo disfruta- me dijo mientras me acariciaba el cuello.

Me sentía rara allí, parada sin saber donde me encontraba y ni lo que me esperaba. Notaba su respiración en mi cuello, levantándome el pelo y acariciando mi nuca, intente moverme pero no me dejo. Sus manos resbalaron por mi camisa, buscando los botones, note como poco a poco su aliento bañaba mi tez, mi piel empezó a humedecerse, no era el calor del mes de agosto, sino el calor que me provocaba él. Mi camisa fue cayendo poco a poco por mis hombros y resbalo hacia el suelo, note como él se movía a mi alrededor, besándome los hombros, la espalda, dibujando con su dedo el dibujo de mi tatuaje, sus manos acariciaron mis nalgas por encima del pantalón, di un respingo cuando sus dedos bajaron la cremallera.

- Tranquila- aquella me voz me hipnotizaba, me deje llevar.
Mis pantalones siguieron la misma ruta que la camisa, me quede en ropa interior frente a el, que acariciaba los encajes de mi sujetador color rubí, mis pezones respondieron al instante aquella caricia, un sonido ronco salió de mi garganta.

–Me vuelve loco tu ropa interior, siempre me sorprendes, aunque ya sabes que te iras sin una parte de ella-. Me dijo mientras se arrodillaba frente a mí, y deslizaba mis braguitas hacia el suelo. En ese momento oí agua, estaba en el baño. –Te voy a dejar puesto el sujetador, no quiero que me vuelvan loco tus pechos antes de hora, levanta la pierna- me dijo en el mismo momento que me ayudaba, mi pie quedo sobre el borde de la bañera, note sus manos entre mis piernas, sus dedos recorrían mis muslos, aquellos dedos buscaron mi sexo, de mis labios se escapo un gemido, una media carcajada socarrona, me dio a entender lo mucho que estaba disfrutando el. Sus dedos seguían en mi sexo, acariciándome, rozándome, aquello me estaba poniendo cardiaca, notaba como mis pezones se erguían, y mi sexo de cada vez estaba más y más mojado.

-Vamos- me ordeno mientras me metía en la bañera, y hacia que me sentara en el borde la bañera, con la espalda apoyada contra la pared, cogió mis pies y los levanto dejándolos sobre cada lado de la bañera, me sentía expuesta frente a él, no quería ni imaginarme como me debía estar viendo, allí como si fuera un trofeo.

-Si vieras lo hermosa que estas, tan sonrojada, con los labios entreabiertos y húmedos- me hablo, mientras un dedo se adentraba en mi sexo, intente aferrarme a algo, pero solo encontré aire.
“Dios mío”, pensé “estoy al borde del colapso, no podre aguantar mucho más”. El ruido del agua me saco de mi pensamiento, agua tibia iba subiendo desde uno de mis pies hacia la rodilla, cambio al otro pie. Me mojo el sujetador, -Así veo como se te ponen duros los pezones-

- Por favor, para- le suplique. Pero ni caso me hizo.
El agua se iba acercando cada vez mas a mi sexo, con una mano me acariciaba, mientras con la otra iba dejando un torrente de agua que se mezclaba con el sudor de mi cuerpo y mis mas intimas humedades, sus dedos abrieron mis labios, y aquel chorro de agua, se coloco justo en mi clítoris, haciéndome saltar de placer, el constante contacto del agua con mi clítoris me volvía loca, pero ni se me paso por la cabeza quitarme el pañuelo, me excitaba que me viera así. El sentir el agua acariciándome el clítoris y su dedo jugando dentro de mi sexo, hizo que mil demonios se desataran dentro de mi, me mordí los labios, mientras notaba que un orgasmo tremendo se acercaba a mil por hora, me arquee y explote contra su dedo, el agua seguía corriendo sobre mi clítoris haciéndome saltar de placer en cada toque, me sentía estallar, de pronto el agua ceso, y una lengua ocupo el lugar del agua, mordisqueándome el clítoris, toqueteándolo, otro orgasmo me sacudió dejándome totalmente desmadejada.

Poco a poco fui resbalando hacia el interior de la bañera, hasta quedar pegada a él.
-Quédate aquí, descansa que el día es largo- me susurro al oído, saliendo de la bañera y dejándome allí totalmente atontada. Y si el día fue muy largo, y la vuelta a Madrid desde Valladolid, la hice sin braguitas. Se las quedo él de recuerdo.
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Alex (24-08-2010), Flavio Govednik (08-09-2010)
  #127  
Antiguo 24-08-2010, 17:00
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Fareraa y Poseidonia,

Muerto, me habeis dejao muerto.

Muy bonitos ambos relatos, además de muy eróticos.

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  #128  
Antiguo 25-08-2010, 13:14
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

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Originalmente publicado por Poseidonia Ver mensaje
Si es demasiado fuerte, me lo deciis y el próximo lo suavizare.
Deja, deja........así va bién.

.....................................

Fareraa porqué en el tercio final la letra crece de tamaño ?
Es un efecto similar a lo que nos sucede a nosotros, incoscientemente ?

Si es que no se os puede dejar beber......

Saludos
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  #129  
Antiguo 25-08-2010, 18:05
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

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Originalmente publicado por rom Ver mensaje
Perdona pero.... discrepo.



Salut
Joer, esto es el mascarón de proa que perdí en mi última travesía



No me había enterado de este hilo. Sepueden decir guarrerías?

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Fareraa (25-09-2010)
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Antiguo 25-08-2010, 23:02
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Ni idea habrá que preguntar que por estos rumbos soy novatilla.
__________________
Para dormirme me gusta hacerlo en la espuma de una ola, de almohada la arena, y de edredón el cielo tachonado de estrellas.
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  #131  
Antiguo 28-08-2010, 21:16
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

CARMEN

La mañana que conocí a Carmen, hacía mucho calor. Era la víspera de San Juan, fecha que acostumbro a visitar Barcelona atraído por el ambiente festivo que rodean las distintas hogueras esparcidas por la ciudad. La contemplación del fuego a esa escala me produce una excitación interna que raya el morbosismo. Me imagino coros de mujeres desnudas bailando alrededor de las llamas profiriendo salmos e invocando a los espíritus del más allá.
Debido al extenuante calor, y al hecho de hallarme en el barrio gótico, me adentré en el interior del museo Picasso en busca del refugio del aire acondicionado. Mi inclusión en el museo no era tan azarosa como pueda pensarse. Me gusta observar la evolución del artista desde su adolescencia a edades maduras. Evolución que puede ser estudiada gracias a las distintas obras expuestas en dicho museo. Me relaja verme rodeado de tanta exaltación a la imaginación y la fantasía.
Al entrar en una de las salas, la vi. Estaba absorta ante un cuadro. Con una mirada dura, una expresión entre pensativa y crítica. Parecía estar diseccionando el lienzo. La observé en la distancia, discretamente, durante un largo período de tiempo. El mismo que ella necesitó para escrutar el cuadro. Cuando me apercibí que su mirada se relajaba, me acerqué, y tras una rápida ojeada a la obra, dije: “Curiosa interpretación de Las Meninas de Velázquez”. Me sonó absurdo, y lo era, pero algo tenía que decir.
Ella, sin dirigirme la mirada, con los ojos todavía clavados al frente, contestó: “La pasada semana, en Madrid, vi el de Velázquez. Es increíble la evolución del arte con el paso de los siglos. Otrora, se intentaba trasmitir a las telas la realidad observada por el artista, o incluso, las sensaciones que ellos sentían, como es el caso de los impresionistas. Pero hoy en día, parecen adentrarse en otras formas de entender el arte ya que las cámaras nos dan esa realidad”.
Fue entonces cuando me miró por primera vez. Me sentí hipnotizado por el azul claro y profundo de unos ojos, sólo comparables a un cielo de verano y su confluencia con el horizonte de la mar, con todas las distintas tonalidades de azul claro.
Durante unos segundos muy largos, me quedé callado. No pude articular palabra. Casi perdí el hilo de la conversación. Hasta que por fin, dije: “Tienes razón, pero si observas la propia evolución de Picasso, en su adolescencia era realista y es, con la madurez, que evoluciona hacia el surrealismo”. Me interrumpe y dice: “ Pero Picasso, nunca dejó de estudiar, su surrealismo no lo es en sí mismo, sino como una forma de estudio, de análisis de las diferentes técnicas. No se satisfacía con nada. Nada le dejaba lleno. Por eso buscaba en el morbo del arte nuevas fronteras, nuevos retos. Era una búsqueda incansable y apasionada cargada del erotismo de la fantasía y la imaginación”. Al oírla, el cuerpo se me erizó. Creí ser yo mismo quien hablaba. Nos presentamos y le propuse mi compañía durante el resto de la visita. A lo que accedió, aparentemente agradecida.
Terminado el recorrido de las distintas salas, salimos al exterior y nos dirigimos a un café de aire modernista enclavado en el centro del barrio gótico.
Charlamos de diversas cosas. Los temas se sucedían unos a otros. Así supe que su visita a Barcelona era por razones profesionales. Reside el Bélgica, donde trabaja en una empresa con intereses en España, por lo que viene con cierta frecuencia a Barcelona y Madrid. En sus visitas tiene, normalmente, una agenda algo holgada y disfruta de algún tiempo libre entre entrevista y entrevista. De ahí sus frecuentes paseos por museos y lugares de ocio de dichas ciudades. Quise invitarla a comer o cenar aunque se excusó por otros compromisos. Le di mi teléfono por si deseaba que nos volviéramos a ver y nos despedimos.
Por la tarde, divagué por la ciudad. Sentía un hueco en mi interior pero éste bullía de exaltación. Pensaba en Carmen y su nombre resonaba en mi interior. La recordaba con su blusa blanca, sus zapatos y pantalones rojos. Su pelo, rubio y fino que le daba un cierto aire infantil, no podía abstraerlo de mi mente. Anduve por el puerto viejo y el olímpico, con la esperanza de que los veleros atrajeran mi atención de navegante. Pero no hacía más que imaginarla de pie, en la proa de mi barco con la brisa acariciando su cuerpo y elevando sus finos cabellos.
Ya por la noche, frente a una de las hogueras, imaginaba su cuerpo desnudo y teñido por el áureo reflejo del fuego. Fantaseaba acariciándola, junto a una pequeña fogata, en una lejana playa. Las llamas, se reflejaban en su cuerpo como si fueran fuegos fatuos que emanaran de su piel en color oro.
El día siguiente, fue un castigo a mi pasión. No me llamó en todo el día. Y las veces que sonó el teléfono reavivaron mi ansiedad con la consiguiente decepción al no ser su voz la que se hallaba tras la linea. Maldije una y mil veces el haber cedido a sus manos la iniciativa. El no haber insistido en pedirle a ella su número, ya que al darle el mío, no hizo el más mínimo comentario respecto a ofrecérmelo. Y lo respeté. Temí que hubiera perdido la servilleta del bar donde garabateé mi número dando al traste cualquier posibilidad de un futuro encuentro. Al final del día, y antes de sumergirme en el mundo de los sueños, acaricié mi cuerpo como hubiera deseado ser acariciado por Carmen, prolongando mis caricias corporales incluso tras el inevitable orgasmo. Tras lo cual, ante la imposibilidad de ver realizados mis deseos por propia voluntad, decidí desplazarlos de mi cabeza y relegarlos a una ilusión sin posibilidades prácticas de que fueran satisfechos.
Al cumplirse cuarenta y ocho horas de nuestro encuentro, me llamó. Me dijo que después de comer iba a acercarse a La Sagrada Familia, por si deseaba acompañarla. Por supuesto que acepté, y quedamos citados a las cuatro frente a la entrada principal.
A partir de ese momento, mi interior rebullía con un hormigueo incesante cual si fuera un adolescente ante su primera cita. Reía ante cualquier nadería. Con intención de relajar, en lo posible, mis ánimos, fui caminando a nuestro encuentro. Aún así, llegué veinte minutos antes de la hora acordada.
Cuando la vi venir en la lejanía, mis pies adquirieron un lastre inaudito. No podía moverme. Estaba preciosa con su veraniego vestido, corto y rojo. Ya a mi altura, pude ver en su rostro una sonrisa que denotaba una alegría que me pareció algo exagerada para ser ésta nuestra primera cita. Supongo que mi cara debía dar una sensación similar, e, incluso, puede que mi propia alegría al verla me hiciera ver en ella dicha expresión. De todas formas, lo primero que me dijo sin más preámbulos, fue: “Creo que he bebido un poco más de la cuenta en la comida con mis colegas. Necesito un café bien cargado”; sin dejar de sonreír. Yo no pude evitar una mirada a su busto, que evidenciaba ir sin sujetador, al marcarse en el vestido sus pezones. Dando a la tela un relieve y evidenciando el lugar exacto donde se hallaban.
Nos dirigimos a un bar cercano. Ya sentados y degustando el café; me comentó, que había sido una comida informal con unos compañeros de la filial de la empresa en la ciudad. Uno de ellos le había estado haciendo insinuaciones que, si bien, no le desagradaban ya que es un chico muy apuesto y simpático, a ella no le atraía la idea de tener un romance con alguien con quien ineludiblemente tendría que tratar de asuntos profesionales en el futuro. Por tanto, nuestra cita, le había ido de maravilla para distanciarse de esa situación algo embarazosa. “Aunque me excitaba la idea” me dijo con un guiño y una sonrisa picarona.
Una vez salimos del bar, teníamos la Sagrada Familia ante nosotros y le hice notar el simbolismo fálico de las torres de la catedral modernista. Soltó una carcajada, me miro, algo de soslayo, a los ojos; y se fue corriendo, de nuevo, al interior del bar, diciendo que volvía enseguida. Al volver, me cogió mi mano derecha y, desde la suya, me traspasó una tela ribeteada que no había de ser uno un gran adivino para adivinar, por la textura, que se trataba de una tanga. Y me dijo, burlona, “Así estamos los dos en las mismas condiciones” la atraje hacia mi y acercando mis labios a los suyos, mordisqueé su labio inferior, y dije: “Gracias, intentaré hacer méritos que merezcan este obsequio. Aunque no te puedo corresponder de igual modo ya que yo no uso, en verano, ropa interior”. Tras un abrazo, nos encaminamos a la entrada principal con nuestras manos unidas.
Empezamos a subir una de las torres, de vez en cuando, hacíamos pequeñas paradas para descasar y coger aliento. En ellas, nos besábamos y nos acariciábamos suavemente. Mientras subíamos, por la escalera de caracol, íbamos bromeando. Y nuestras risas reverberaban en las piedras, dándole un aire lujurioso a nuestro ascenso. Una vez llegamos a la cúspide de la torre, admiramos el paisaje a través de las pequeñas ventanas sin cristales, con las cabezas unidas. Se tiene una perspectiva de toda la ciudad a tus pies. Y le dije, “aquí no hay nadie, y si sube alguien, el eco de las paredes nos lo hará saber” y la besé introduciendo ligeramente mi lengua entre sus labios. Ella me correspondió acariciando mi sexo por encima del pantalón, con el consiguiente resultado. Por mi parte, subí mis manos a sus pezones y los apreté ligeramente con dos dedos, mientras con un tercero, los rozaba a lo largo del dedo. Y luego, sujetando ambos pechos con mis manos los apreté y comprobé su exquisita dureza. Ella bajo la cremallera de mi pantalón y extrajo mi miembro fuera dándole una total libertad, se agacho y se lo introdujo suavemente en la boca. Yo estaba alucinado, gemía de placer viendo como mi pene entraba y salía de sus boca, reluciente y húmedo de su saliva. La separé, la alcé, y subiéndole la falda elevé su cuerpo para que colocara parte de sus nalgas sobre el alfeizar de la ventana. Bajé mi cabeza y bese sus labios vaginales suaves y depilados. Sujetando con mis manos sus nalgas para darle seguridad a su postura, besaba el interior de sus muslos y recorría con la lengua la entrada de su gruta de placer, humedeciéndola por fuera y notando su humedad interna. La cual saboreaba, y me deleitaba con la dulzura de su sabor. Me erguí y la penetré suavemente. Permanecimos quietos, sin movernos, mirándonos a los ojos y sintiendo nuestra unión. Poco a poco, me fui moviendo sin bombear, haciendo que su clítoris se frotara con mi pubis hasta que por sus jadeos era evidente que estaba llegando a la cima de su placer. Entonces, bombeé con fuerza para estallar juntos en un orgasmo muy intenso y fuerte, pero cerrando nuestros labios y apretando los dientes, para no exteriorizar, con gritos, los espasmos de pasión. Aún permanecimos unos minutos unidos en silencio, mientras le besaba, con dulzura, en su cuello y sus labios. Oímos el delator eco de voces que subían por la escalera y nos separamos recomponiendo la compostura. E iniciamos el descenso.
De nuevo en el bar, nos intercambiamos los correos electrónicos y tras tomar un refresco se marchó prometiéndome que estaríamos en contacto.
Han pasado ya dos semanas y aún no tengo noticias suyas. La tanga, está encima de mi mesa mientras escribo estas lineas. La beso, de vez en cuando...
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Editado por Alex en 29-08-2010 a las 10:44.
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churri (01-09-2010), Fareraa (25-09-2010)
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Ya no tengo paciencia para leer estas cosas, asi que prefiero que alguien me susurre al oido...

Y màs aùn, con el nivel de Cortàzar.

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Alex (30-08-2010)
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

NAVEGANDO ETERNAMENTE.
Mientras amanece, trato de poner en orden aquellos recuerdos, fue todo tan breve. Empieza el sol a iluminar mis sabanas, revueltas tras otra inquieta noche, tampoco recuerdo ya cuando fue mi último sueño, ni cual. Me ciega una difusa luz que confunde ensoñación y realidad.
El lugar, nuestro lugar, si, inolvidable. El tiempo, hace demasiado para ubicarlo con exactitud. Ella, además de su nombre que aún resuena en mi corazón, sus ojos de un pardo oscuro profundos y callados, la melena castaña rizada, su cuerpo delgado, la pelvis huesuda, sus piernas largas, su media sonrisa y esa mirada como alucinada, hermética, huidiza.
Dio sus primeros bordos bajo mi tutela, siempre atenta, nunca tuve que corregirle un cabo, ni una maniobra, nunca me dio motivos para reprenderla, solo podía aconsejarle y admirarla con ternura. Cierta diferencia de edad imponía nuestra inocente relación, maestro y alumna sin dobleces, sin mentiras, entregados ambos a la felicidad de una vela portando, la calma de la ola por popa, la elegancia del bordo preciso.
El tiempo nos separó y dejó en mí sensación de gran maestro de aquella niña hermosa, de alma cándida, alumna perfecta que me hizo grande. Quedó en nosotros la sensación de haber sido únicos el uno para el otro.
Años después acostumbraba a navegar solo, salía muy temprano de casa, hacía un buen rato de carretera y me plantaba en el barco que tenía entonces, sin importarme la previsión meteorológica.
Aquella mañana, tras desayunar en el club me disponía en embarcar, ya llevaba mi equipación lista, botas de agua, chaquetón impermeable y un gastado gorro rojo que alguien tejió para mí. No la reconocí a primera vista, allí, plantada en el pantalán. Me llamó la atención su altura, su melena abundante y rizada, su tipo delgado, la nariz afilada. Sonrió llamándome al pasar a su lado, mi mente estaba en la próxima maniobra, en el estado de la mar, en el viento ascendente, en las nubes que no abrían y me sorprendió escuchar mi nombre.
La miré y aquella niña que recordaba volvió a mí, el tiempo y mi mente se detuvieron un instante hasta que fui capaz de articular su nombre, incrédulo.
Me explicó que había quedado para navegar con una amiga pero no llegaba. Le ofrecí acompañarme y aceptó sin dudarlo. Andamos juntos el pantalán hasta el atraque de mi Albin Vega, un crucero de 27 pies, pesado y seguro.
Salto con agilidad a la bañera del barco y mientras yo quitaba candados, abría portillos y arrancaba el motor, la observé controlando de forma experta el amarre. Sin decirle nada preparó la maniobra y al sentir mi mano en el mando del motor, largó amarras, sin preguntar, solo una mirada. Di avante y el ronroneo del motor la dejó controlando las líneas de fondeo, mientras avanzaba despacio hacia la bocana del puerto, retiró las defensas y las guardó a mi indicación.
Ya en aguas libres, mientras yo daba parte por radio de nuestra salida, ella izaba la mayor y desenrollaba el Génova, moviéndose con agilidad por la cubierta.
Nos cruzábamos pocas palabras, las miradas y la experiencia nos bastaba, había aprendido bien y tenía la práctica reciente.
Apagué el motor y puse rumbo al Estrecho, cazamos velas y con un fresco poniente del través escoró el barco, gimiendo la jarcia. El viento era estable y la ola noble y constante. El pesado casco cortaba con suavidad las crestas.
Le di el timón mientras entraba en la cabina a cambiarme de ropa, la escora era soportable y le ofrecí un café, ajusté la cafetera al cárdan de la cocina y la observé, atenta, relajada, su cabello al viento, su media sonrisa. Preparé dos tazas y me senté a su lado. Era un día esplendido para navegar. Saqué el piloto automático pero me pidió que no lo conectara, quería sentir el viento en el timón, negociar la ola cada vez más recia en la cercanía de la corriente del Estrecho.
No hablamos durante un buen rato, nos limitamos a saborear el café caliente, a sentir el fresco de la mañana, el viento a nuestra espalda.
Cruzamos las olas que produce el choque de la corriente con la vaciante de la Bahía, son olas cortas y violentas, los golpes en el pantoque hacían sonar las tablas del camarote, pequeños ajustes del timón las cruzó por la amura, evitando hundir la proa.
Libres ya de tierra a sotavento, arreció el viento, aumentando levemente nuestra escora, la quilla corrida nos daba la estabilidad y confianza como para no pensar en rizos a la mayor, pero enrollamos algo de trapo a proa para ir más cómodos.
Estabilizada ya la navegación, me pidió que conectara el piloto y nos dedicamos ya a charlar distendidos, recordando personas y situaciones de su infancia y de mi juventud. Me contó algo de su vida, no tenía pareja, no tenía hijos y se dedicaba a algo relacionado con galerías de arte, no sé muy bien a qué.
Hablaba, sonreía, me miraba con esa mirada tímida que siempre me turbaba. Yo la veía y su imagen volvía a ser la de mis recuerdos, aquella hermosa niña, pero ahora no tenía ya nada que enseñarle, al menos de navegación.
Los silencios se alternaban en nuestra conversación, volvíamos al recuerdo y las sensaciones que nos daba el barco en su pesado andar. Abrimos el rumbo buscando perder la tierra de nuestro horizonte, el claro poniente dejó a nuestro estribor el perfil de la cordillera del Atlas.
A nuestra popa dejábamos la bahía, se aclaraba el intenso tráfico mercante, hasta que nos sobrevino la soledad del mar, perdida la conciencia de los vínculos a tierra, solos, la mar y nosotros, el barco y las velas.
En silencio me miró largamente, yo adivinaba su mirada, fingí controlar el paso de la ola, un pequeño flameo de la mayor, el horizonte. Hasta que su insistencia me resultó incomoda. Rompí el hielo con una sonrisa, sonrió también.
Mirarme le daba calma y seguridad, un recuerdo antiguo de su época de aprendiz, miraba el mar en mis ojos y encontraba un bienestar, como el de un olor de la infancia, como el suave roce de las sabanas en las noches húmedas de la niñez.
El barco, fiel, cumplía sus deberes sin queja. El viento estable y la ola ya distendida a medida que ganábamos mar abierto. El sol avanzada la mañana se asomaba ya despejando las nubes.
Entró en la cabina a cambiarse, la vi desnudarse sin pudor de espaldas a mí. Su pequeño trasero y sus delgadas piernas me recordaron que ya era toda una mujer. A su vuelta a la bañera, traía un pequeño biquini de vivos colores que subrayaban su figura. Hice lo mismo, poniéndome un bañador.
Como las condiciones lo permitían y el barco no requería de nuestra atención, solos en el horizonte, nos recostamos contra cada uno de los mamparos, tomando el sol. Ella se quitó la parte de arriba del biquini, dándose crema en el pecho que luego me pasó. Cerré los ojos y me deje llevar por el vaivén de las olas y el sonido del mar a su paso por nuestra popa, el pequeño zumbido del piloto me confirmaba el perfecto trimado de las velas, los débiles gemidos de la jarcia eran familiares. Me dormí.
Me despertó un leve roce, noté sus labios húmedos fríos, tímidos. La miré sorprendido, ella se apartó disculpándose, la tranquilicé apartando el pelo de su cara, mirándola fijamente con ternura, sonriendo la atraje hasta mí de nuevo, besándola también suavemente. Ella se dejó besar, me miró y se recostó sobre mi hombro, me llenó el olor de su pelo, la acaricié y apreté su cuerpo contra el mío.
En el rumor de la navegación, me sentí feliz en ese instante, entre la paz y la comodidad. Noté su mano acariciándome el abdomen muy despacio, como distraídamente, se movía de mi pecho hasta mis caderas con lentitud. Jugaba con el poco vello que encontraba, saltaba a veces rozando levemente mis caderas hasta mis piernas, levantando levemente mi bañador. Yo correspondí acariciando su nuca, sus hombros, su espalda muy despacio.
Subiendo desde mi rodilla, introdujo su mano bajo el bañador, buscando mi cadera, empecé a excitarme, apoyaba su muñeca en mis genitales como casualmente, notó mi excitación. Enredó sus dedos en el vello de mis ingles, mi erección era ya completa, busco mi pene bajo la tela y lo rozó con delicadeza.
Deslizó su cabeza desde mi hombro hasta el abdomen, abriendo el cierre de velcro del bañador. Acarició mis testículos, besando la punta de mi pene, mojándolo con su saliva, jugando con su lengua, abría la boca y se lo introducía entero, deslizándola hacia afuera, pausadamente, besaba y acariciaba. Su mano se entretenía en mis testículos, en mis pliegues, en mis piernas.
Intenté revolverme ubicándome con mejor acceso a toda su piel, pero lo impidió. Quería corresponderle, acariciar su pecho, besar su vagina, hacerla gozar. Firmemente impidió todos mis esfuerzos.
Mientras me besaba y acariciaba, mi excitación crecía. Mi pene completamente mojado por su saliva, vibraba inflamado y duro. No cambiaba el ritmo, ella en la misma pausada cadencia, besaba y acariciaba.
Noté un anticipo a la eyaculación, algunas gotas previas se escaparon en su boca, ella paró en su afán y me miró, relamiéndose los labios. Volvió a la tarea con la misma parsimonia, obviando mi urgencia. Mis testículos ya se agolpaban duros, mi mente se nublaba, mis músculos contraídos.
Gemí dejando escapar toda la tensión. Eyaculé en su boca, ella no se apartó, siguió en su ritmo recibiendo todo mi néctar. Lo tragó saboreándolo mientras me miraba con sus ojos brillantes, ahora alegres. Le sonreí agradecido, volvió a mí, reposando de nuevo sobre mi hombro.
Suspiró y levantándose bajó a la cabina, me ofreció un refresco de la nevera que disfrutamos juntos bajo el sol que ya lucía vertical sobre nosotros.
Terminado el refresco se sentó a mi lado, frente a mí, me miró en silencio, muy seria, yo la miré respetando su callada mirada. Se inclinó sobre mí y me besó en el cuello, rozó su lengua humedeciéndolo, mientras acariciaba mi pecho.
Sentí una punzada en el cuello, me sobresalté, ella apretó sus manos reteniéndome. Un calor intenso recorrió mis brazos y piernas. Mi corazón bombeaba con fuerza, notándolo retumbar sobre el mamparo a mi espalda. De nuevo me invadió una erección mientras ella chupaba mi cuello. Noté su lengua húmeda, sus dedos apretando mis pezones con frenesí, amasando mis pectorales. La noté tensa, excitada, sin dejar mi cuello, descubrió mi pene de nuevo introduciéndolo con violencia en su vagina completamente mojada, se sentó sobre mi pene arqueando sus caderas atrás y adelante con rapidez, buscando introducir todo, rozando su clítoris sobre mi pubis, mientras un gorgojeo resonaba en su garganta.
Con un último gruñido largo, casi un grito, liberó mi cuello. Su orgasmo arrastró al mío. Gemí dejándome llevar por una ola de sensaciones que recorrió mi cuerpo. Un ardor intenso inundó mis testículos mientras apretaba sus caderas contra las mías.
Noté el cuello anestesiado, frío. Pasé mi mano sobre él y estaba mojado, asombrado comprobé que era algo de sangre, poca cantidad. Ella se apartó de mí, su boca ensangrentada, sus dientes ahora rojos, el pelo enmarañado, sus ojos cerrados, su gesto dolido.
Confundido, la observé, no me permitía ver sus ojos. Sus pezones aún erectos, su ombligo pequeño, su vello púbico sobre el mío. Sus manos descansaban sobre mi pecho.
Por fin, abrió los ojos despacio y un escalofrío recorrió mi espina dorsal, un rojo intenso enmarcaba el color ámbar de sus pupilas, entreabrió sus labios y pude distinguir dos pequeños colmillos afilados sanguinolentos. Y comprendí entonces que mi destino había tomado un nuevo rumbo, ya nada sería igual.
El viento arreció de improviso, nubes negras cubrieron el sol y una fuerte marejada hacía cabecear el barco. El sonido de las velas y el constante rectificar del piloto, devolvió mis pensamientos a la navegación. Aún aturdido, débil, amoyé la escota de la mayor para evitar una excesiva escora. Aparte el automático de la caña, timoneando a mano a un rumbo más abierto, mientras trataba de poner orden en un sinfín de sensaciones, desde el aturdimiento hasta la cólera.
El viento arreciaba, ella entró en la cabina y se puso ropa de abrigo, tomando el timón de mis manos, yo hice lo mismo. No tenía palabras, no podía pararme a intentar comprender lo que había pasado, el silencio era denso, espeso entre el rumor del viento y la ola que ya empezaba a rugir.
La ola cada vez más alta y violenta me obligaba a permanecer atento. El barco rompía, cabeceando, demasiada vela. Enrollé la Génova un cuarto y subí sobre la cabina hasta el palo. Todavía muy débil, me agarraba a duras penas mientras largaba driza y tomaba rizos. Temblaba de frío, mis piernas no me sostenían.
De rodillas sobre la cabina, soporté los rociones de las olas durante un rato, tratando de guardar el equilibrio. Completamente mojado, la miré, reflejaba tristeza, su mirada se perdía en el horizonte perdido entre olas, montañas ya que nos zarandeaban obligando al timón a mostrar la amura desafiante.
Un brusco zarandeo me tiró sobre la cubierta, agarrado a un pasamanos soporté una ola que atravesó el barco cubriéndome por completo. Miré a la bañera inundada y vacía. Grité su nombre, sin esperanza.
Antes del siguiente golpe de mar pude llegar hasta el timón, recuperé el rumbo estabilizando la situación. Observé agua en la cabina, confié en las bombas automáticas de achique, tanto del motor como de la sentina. La bañera iba achicando con la propia velocidad del barco.
Evalué la situación, las baterías estaban en seco ya que funcionaban las bombas. El motor diesel funcionaría con toda probabilidad. La jarcia y el palo no parecían haber sufrido. Las velas estaban mojadas pero enteras, el timón respondía sin quejarse. Sin duda el Albin Vega era un barco muy duro.
Reflexionar en todo lo que había pasado no me parecía urgente. Lo perentorio es que no había dado alarma de hombre al agua, conecté de nuevo el piloto y fui a la radio en la cabina. Pulsé durante unos segundos el botón distress que emite alarma y posición, esperé respuesta de Salvamento Maritimo. En unos segundos comuniqué la perdida de mi tripulante, navegaba de forma autónoma y segura y que me quedaba navegando la zona.
Salvamento me instó a que pusiera rumbo al puerto más cercano, ellos mandaban inmediatamente una embarcación y un helicóptero. También me informaron que se esperaban vientos de fuerza 8 del oeste y mar arbolada.
Tras dudarlo unos instantes, me ceñí el arnés de seguridad, afirmándolo a la línea de vida y tracé rumbo aproximado a tierra.
Caída ya la noche, llegué al primer puerto al que pude arribar. El marinero de guardia conocía mi situación y me ayudó a acomodar el barco en un atraque protegido.
Los acontecimientos se sucedieron en el orden de los protocolos propios de estos casos. Soporté distintos interrogatorios y callé todo lo relativo al sexo y al mordisco. Fui recuperando las fuerzas poco a poco, eludiendo someterme a un reconocimiento médico.
Los meses pasaron, la justicia me absolvió, la sociedad olvidó, la familia perdonó. Vendí todo lo que tenía salvo el barco que se convirtió desde entonces en mi casa, me despedí de familia y amigos y zarpé al mundo para no volver jamás.
He visto muchas tierras y mares desde entonces, muchos puertos y personas de todas las razas y condiciones. Vagabundo de los mares persiguiendo insaciable colmar mi sed, un ansia irrefrenable que cada cierto tiempo tengo que calmar en alguna calle oscura de algún puerto remoto.
Y en algunas de esas calles escucho leyendas de una bella mujer de ojos pardos y melena rizada que también navega sola, también vagabunda como yo. Eternamente.
FIN.
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Ya sé que es algo largo...


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Wink Re: Un poco de erotismo?

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NAVEGANDO ETERNAMENTE.
Mientras amanece, trato de poner en orden aquellos recuerdos, fue todo tan breve. Empieza el sol a iluminar mis sabanas, revueltas tras otra inquieta noche, tampoco recuerdo ya cuando fue mi último sueño, ni cual. Me ciega una difusa luz que confunde ensoñación y realidad.
El lugar, nuestro lugar, si, inolvidable. El tiempo, hace demasiado para ubicarlo con exactitud. Ella, además de su nombre que aún resuena en mi corazón, sus ojos de un pardo oscuro profundos y callados, la melena castaña rizada, su cuerpo delgado, la pelvis huesuda, sus piernas largas, su media sonrisa y esa mirada como alucinada, hermética, huidiza.
Dio sus primeros bordos bajo mi tutela, siempre atenta, nunca tuve que corregirle un cabo, ni una maniobra, nunca me dio motivos para reprenderla, solo podía aconsejarle y admirarla con ternura. Cierta diferencia de edad imponía nuestra inocente relación, maestro y alumna sin dobleces, sin mentiras, entregados ambos a la felicidad de una vela portando, la calma de la ola por popa, la elegancia del bordo preciso.
El tiempo nos separó y dejó en mí sensación de gran maestro de aquella niña hermosa, de alma cándida, alumna perfecta que me hizo grande. Quedó en nosotros la sensación de haber sido únicos el uno para el otro.
Años después acostumbraba a navegar solo, salía muy temprano de casa, hacía un buen rato de carretera y me plantaba en el barco que tenía entonces, sin importarme la previsión meteorológica.
Aquella mañana, tras desayunar en el club me disponía en embarcar, ya llevaba mi equipación lista, botas de agua, chaquetón impermeable y un gastado gorro rojo que alguien tejió para mí. No la reconocí a primera vista, allí, plantada en el pantalán. Me llamó la atención su altura, su melena abundante y rizada, su tipo delgado, la nariz afilada. Sonrió llamándome al pasar a su lado, mi mente estaba en la próxima maniobra, en el estado de la mar, en el viento ascendente, en las nubes que no abrían y me sorprendió escuchar mi nombre.
La miré y aquella niña que recordaba volvió a mí, el tiempo y mi mente se detuvieron un instante hasta que fui capaz de articular su nombre, incrédulo.
Me explicó que había quedado para navegar con una amiga pero no llegaba. Le ofrecí acompañarme y aceptó sin dudarlo. Andamos juntos el pantalán hasta el atraque de mi Albin Vega, un crucero de 27 pies, pesado y seguro.
Salto con agilidad a la bañera del barco y mientras yo quitaba candados, abría portillos y arrancaba el motor, la observé controlando de forma experta el amarre. Sin decirle nada preparó la maniobra y al sentir mi mano en el mando del motor, largó amarras, sin preguntar, solo una mirada. Di avante y el ronroneo del motor la dejó controlando las líneas de fondeo, mientras avanzaba despacio hacia la bocana del puerto, retiró las defensas y las guardó a mi indicación.
Ya en aguas libres, mientras yo daba parte por radio de nuestra salida, ella izaba la mayor y desenrollaba el Génova, moviéndose con agilidad por la cubierta.
Nos cruzábamos pocas palabras, las miradas y la experiencia nos bastaba, había aprendido bien y tenía la práctica reciente.
Apagué el motor y puse rumbo al Estrecho, cazamos velas y con un fresco poniente del través escoró el barco, gimiendo la jarcia. El viento era estable y la ola noble y constante. El pesado casco cortaba con suavidad las crestas.
Le di el timón mientras entraba en la cabina a cambiarme de ropa, la escora era soportable y le ofrecí un café, ajusté la cafetera al cárdan de la cocina y la observé, atenta, relajada, su cabello al viento, su media sonrisa. Preparé dos tazas y me senté a su lado. Era un día esplendido para navegar. Saqué el piloto automático pero me pidió que no lo conectara, quería sentir el viento en el timón, negociar la ola cada vez más recia en la cercanía de la corriente del Estrecho.
No hablamos durante un buen rato, nos limitamos a saborear el café caliente, a sentir el fresco de la mañana, el viento a nuestra espalda.
Cruzamos las olas que produce el choque de la corriente con la vaciante de la Bahía, son olas cortas y violentas, los golpes en el pantoque hacían sonar las tablas del camarote, pequeños ajustes del timón las cruzó por la amura, evitando hundir la proa.
Libres ya de tierra a sotavento, arreció el viento, aumentando levemente nuestra escora, la quilla corrida nos daba la estabilidad y confianza como para no pensar en rizos a la mayor, pero enrollamos algo de trapo a proa para ir más cómodos.
Estabilizada ya la navegación, me pidió que conectara el piloto y nos dedicamos ya a charlar distendidos, recordando personas y situaciones de su infancia y de mi juventud. Me contó algo de su vida, no tenía pareja, no tenía hijos y se dedicaba a algo relacionado con galerías de arte, no sé muy bien a qué.
Hablaba, sonreía, me miraba con esa mirada tímida que siempre me turbaba. Yo la veía y su imagen volvía a ser la de mis recuerdos, aquella hermosa niña, pero ahora no tenía ya nada que enseñarle, al menos de navegación.
Los silencios se alternaban en nuestra conversación, volvíamos al recuerdo y las sensaciones que nos daba el barco en su pesado andar. Abrimos el rumbo buscando perder la tierra de nuestro horizonte, el claro poniente dejó a nuestro estribor el perfil de la cordillera del Atlas.
A nuestra popa dejábamos la bahía, se aclaraba el intenso tráfico mercante, hasta que nos sobrevino la soledad del mar, perdida la conciencia de los vínculos a tierra, solos, la mar y nosotros, el barco y las velas.
En silencio me miró largamente, yo adivinaba su mirada, fingí controlar el paso de la ola, un pequeño flameo de la mayor, el horizonte. Hasta que su insistencia me resultó incomoda. Rompí el hielo con una sonrisa, sonrió también.
Mirarme le daba calma y seguridad, un recuerdo antiguo de su época de aprendiz, miraba el mar en mis ojos y encontraba un bienestar, como el de un olor de la infancia, como el suave roce de las sabanas en las noches húmedas de la niñez.
El barco, fiel, cumplía sus deberes sin queja. El viento estable y la ola ya distendida a medida que ganábamos mar abierto. El sol avanzada la mañana se asomaba ya despejando las nubes.
Entró en la cabina a cambiarse, la vi desnudarse sin pudor de espaldas a mí. Su pequeño trasero y sus delgadas piernas me recordaron que ya era toda una mujer. A su vuelta a la bañera, traía un pequeño biquini de vivos colores que subrayaban su figura. Hice lo mismo, poniéndome un bañador.
Como las condiciones lo permitían y el barco no requería de nuestra atención, solos en el horizonte, nos recostamos contra cada uno de los mamparos, tomando el sol. Ella se quitó la parte de arriba del biquini, dándose crema en el pecho que luego me pasó. Cerré los ojos y me deje llevar por el vaivén de las olas y el sonido del mar a su paso por nuestra popa, el pequeño zumbido del piloto me confirmaba el perfecto trimado de las velas, los débiles gemidos de la jarcia eran familiares. Me dormí.
Me despertó un leve roce, noté sus labios húmedos fríos, tímidos. La miré sorprendido, ella se apartó disculpándose, la tranquilicé apartando el pelo de su cara, mirándola fijamente con ternura, sonriendo la atraje hasta mí de nuevo, besándola también suavemente. Ella se dejó besar, me miró y se recostó sobre mi hombro, me llenó el olor de su pelo, la acaricié y apreté su cuerpo contra el mío.
En el rumor de la navegación, me sentí feliz en ese instante, entre la paz y la comodidad. Noté su mano acariciándome el abdomen muy despacio, como distraídamente, se movía de mi pecho hasta mis caderas con lentitud. Jugaba con el poco vello que encontraba, saltaba a veces rozando levemente mis caderas hasta mis piernas, levantando levemente mi bañador. Yo correspondí acariciando su nuca, sus hombros, su espalda muy despacio.
Subiendo desde mi rodilla, introdujo su mano bajo el bañador, buscando mi cadera, empecé a excitarme, apoyaba su muñeca en mis genitales como casualmente, notó mi excitación. Enredó sus dedos en el vello de mis ingles, mi erección era ya completa, busco mi pene bajo la tela y lo rozó con delicadeza.
Deslizó su cabeza desde mi hombro hasta el abdomen, abriendo el cierre de velcro del bañador. Acarició mis testículos, besando la punta de mi pene, mojándolo con su saliva, jugando con su lengua, abría la boca y se lo introducía entero, deslizándola hacia afuera, pausadamente, besaba y acariciaba. Su mano se entretenía en mis testículos, en mis pliegues, en mis piernas.
Intenté revolverme ubicándome con mejor acceso a toda su piel, pero lo impidió. Quería corresponderle, acariciar su pecho, besar su vagina, hacerla gozar. Firmemente impidió todos mis esfuerzos.
Mientras me besaba y acariciaba, mi excitación crecía. Mi pene completamente mojado por su saliva, vibraba inflamado y duro. No cambiaba el ritmo, ella en la misma pausada cadencia, besaba y acariciaba.
Noté un anticipo a la eyaculación, algunas gotas previas se escaparon en su boca, ella paró en su afán y me miró, relamiéndose los labios. Volvió a la tarea con la misma parsimonia, obviando mi urgencia. Mis testículos ya se agolpaban duros, mi mente se nublaba, mis músculos contraídos.
Gemí dejando escapar toda la tensión. Eyaculé en su boca, ella no se apartó, siguió en su ritmo recibiendo todo mi néctar. Lo tragó saboreándolo mientras me miraba con sus ojos brillantes, ahora alegres. Le sonreí agradecido, volvió a mí, reposando de nuevo sobre mi hombro.
Suspiró y levantándose bajó a la cabina, me ofreció un refresco de la nevera que disfrutamos juntos bajo el sol que ya lucía vertical sobre nosotros.
Terminado el refresco se sentó a mi lado, frente a mí, me miró en silencio, muy seria, yo la miré respetando su callada mirada. Se inclinó sobre mí y me besó en el cuello, rozó su lengua humedeciéndolo, mientras acariciaba mi pecho.
Sentí una punzada en el cuello, me sobresalté, ella apretó sus manos reteniéndome. Un calor intenso recorrió mis brazos y piernas. Mi corazón bombeaba con fuerza, notándolo retumbar sobre el mamparo a mi espalda. De nuevo me invadió una erección mientras ella chupaba mi cuello. Noté su lengua húmeda, sus dedos apretando mis pezones con frenesí, amasando mis pectorales. La noté tensa, excitada, sin dejar mi cuello, descubrió mi pene de nuevo introduciéndolo con violencia en su vagina completamente mojada, se sentó sobre mi pene arqueando sus caderas atrás y adelante con rapidez, buscando introducir todo, rozando su clítoris sobre mi pubis, mientras un gorgojeo resonaba en su garganta.
Con un último gruñido largo, casi un grito, liberó mi cuello. Su orgasmo arrastró al mío. Gemí dejándome llevar por una ola de sensaciones que recorrió mi cuerpo. Un ardor intenso inundó mis testículos mientras apretaba sus caderas contra las mías.
Noté el cuello anestesiado, frío. Pasé mi mano sobre él y estaba mojado, asombrado comprobé que era algo de sangre, poca cantidad. Ella se apartó de mí, su boca ensangrentada, sus dientes ahora rojos, el pelo enmarañado, sus ojos cerrados, su gesto dolido.
Confundido, la observé, no me permitía ver sus ojos. Sus pezones aún erectos, su ombligo pequeño, su vello púbico sobre el mío. Sus manos descansaban sobre mi pecho.
Por fin, abrió los ojos despacio y un escalofrío recorrió mi espina dorsal, un rojo intenso enmarcaba el color ámbar de sus pupilas, entreabrió sus labios y pude distinguir dos pequeños colmillos afilados sanguinolentos. Y comprendí entonces que mi destino había tomado un nuevo rumbo, ya nada sería igual.
El viento arreció de improviso, nubes negras cubrieron el sol y una fuerte marejada hacía cabecear el barco. El sonido de las velas y el constante rectificar del piloto, devolvió mis pensamientos a la navegación. Aún aturdido, débil, amoyé la escota de la mayor para evitar una excesiva escora. Aparte el automático de la caña, timoneando a mano a un rumbo más abierto, mientras trataba de poner orden en un sinfín de sensaciones, desde el aturdimiento hasta la cólera.
El viento arreciaba, ella entró en la cabina y se puso ropa de abrigo, tomando el timón de mis manos, yo hice lo mismo. No tenía palabras, no podía pararme a intentar comprender lo que había pasado, el silencio era denso, espeso entre el rumor del viento y la ola que ya empezaba a rugir.
La ola cada vez más alta y violenta me obligaba a permanecer atento. El barco rompía, cabeceando, demasiada vela. Enrollé la Génova un cuarto y subí sobre la cabina hasta el palo. Todavía muy débil, me agarraba a duras penas mientras largaba driza y tomaba rizos. Temblaba de frío, mis piernas no me sostenían.
De rodillas sobre la cabina, soporté los rociones de las olas durante un rato, tratando de guardar el equilibrio. Completamente mojado, la miré, reflejaba tristeza, su mirada se perdía en el horizonte perdido entre olas, montañas ya que nos zarandeaban obligando al timón a mostrar la amura desafiante.
Un brusco zarandeo me tiró sobre la cubierta, agarrado a un pasamanos soporté una ola que atravesó el barco cubriéndome por completo. Miré a la bañera inundada y vacía. Grité su nombre, sin esperanza.
Antes del siguiente golpe de mar pude llegar hasta el timón, recuperé el rumbo estabilizando la situación. Observé agua en la cabina, confié en las bombas automáticas de achique, tanto del motor como de la sentina. La bañera iba achicando con la propia velocidad del barco.
Evalué la situación, las baterías estaban en seco ya que funcionaban las bombas. El motor diesel funcionaría con toda probabilidad. La jarcia y el palo no parecían haber sufrido. Las velas estaban mojadas pero enteras, el timón respondía sin quejarse. Sin duda el Albin Vega era un barco muy duro.
Reflexionar en todo lo que había pasado no me parecía urgente. Lo perentorio es que no había dado alarma de hombre al agua, conecté de nuevo el piloto y fui a la radio en la cabina. Pulsé durante unos segundos el botón distress que emite alarma y posición, esperé respuesta de Salvamento Maritimo. En unos segundos comuniqué la perdida de mi tripulante, navegaba de forma autónoma y segura y que me quedaba navegando la zona.
Salvamento me instó a que pusiera rumbo al puerto más cercano, ellos mandaban inmediatamente una embarcación y un helicóptero. También me informaron que se esperaban vientos de fuerza 8 del oeste y mar arbolada.
Tras dudarlo unos instantes, me ceñí el arnés de seguridad, afirmándolo a la línea de vida y tracé rumbo aproximado a tierra.
Caída ya la noche, llegué al primer puerto al que pude arribar. El marinero de guardia conocía mi situación y me ayudó a acomodar el barco en un atraque protegido.
Los acontecimientos se sucedieron en el orden de los protocolos propios de estos casos. Soporté distintos interrogatorios y callé todo lo relativo al sexo y al mordisco. Fui recuperando las fuerzas poco a poco, eludiendo someterme a un reconocimiento médico.
Los meses pasaron, la justicia me absolvió, la sociedad olvidó, la familia perdonó. Vendí todo lo que tenía salvo el barco que se convirtió desde entonces en mi casa, me despedí de familia y amigos y zarpé al mundo para no volver jamás.
He visto muchas tierras y mares desde entonces, muchos puertos y personas de todas las razas y condiciones. Vagabundo de los mares persiguiendo insaciable colmar mi sed, un ansia irrefrenable que cada cierto tiempo tengo que calmar en alguna calle oscura de algún puerto remoto.
Y en algunas de esas calles escucho leyendas de una bella mujer de ojos pardos y melena rizada que también navega sola, también vagabunda como yo. Eternamente.
FIN.





Vaya Churri, a ti que te han dejao entrá y tu que te has instalaóoooooo en este hilo ehhhh...

Y no solo eso, sino, que te has camuflajeado entre tanto escritor eróticoo

__________________
La belleza de la vida la podemos encontrar en ...la sonrisa de un niño, en un bello rostro,
un cuerpo hermoso, pero lo más divino de la
creación esta en... el Corazón...

Chiquisunica
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  #136  
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Cita:
Originalmente publicado por CHIQUISUNICA Ver mensaje



Vaya Churri, a ti que te han dejao entrá y tu que te has instalaóoooooo en este hilo ehhhh...

Y no solo eso, sino, que te has camuflajeado entre tanto escritor erótico
CHIQUI como ya te dije, este foro está sacando lo peor de mí

Es solo por solidaridad con los que se atreven.

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Fareraa (25-09-2010)
  #137  
Antiguo 02-09-2010, 12:40
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Ya ves `p0seidonia que aqui nada es demasiado fuerte
como echo de menos hoy mi`primer día sin esos bosques de poseidonias que me acompañaban todas las mañanas, grrrrrrrr

Cita:
Originalmente publicado por Poseidonia Ver mensaje
Si es demasiado fuerte, me lo deciis y el próximo lo suavizare.


-Te dejo la puerta abierta- Me susurro por teléfono.
Solo oír su voz al otro lado del teléfono, hizo que se me erizara la piel.

Aquella mañana me desperté sola en mi cama, cogí el móvil y puse en la pantalla, “¿sabes donde estoy?”, al momento se ilumino la pantalla, “En Madrid, ven si tienes lo que hay que tener”.


Me levante de golpe, encendí el ordenador y busque los horarios de trenes Madrid- Valladolid.
-“A las doce estaré ahí”- Me vestí a toda prisa y salí corriendo hacia la estación. En la estación de Valladolid me esperaba un taxi que me llevo hasta ese tranquilo pueblo en las afueras de Valladolid. La puerta estaba abierta, subí los dos escalones y entre despacio. Justo al entrar la puerta se cerró y un pañuelo cubrió mis ojos.
-Hola hermosa- aquella voz me acaricio la piel, haciendo que me estremeciera, me cogió de la mano y me guio, su voz iba diciéndome que había escalones, fui subiendo la escalera cogida de su mano, oí el ruido de una puerta al abrirse.
-¿A dónde me llevas?- me atreví a preguntar en voz baja.
-Shssss, tu tan solo disfruta- me dijo mientras me acariciaba el cuello.

Me sentía rara allí, parada sin saber donde me encontraba y ni lo que me esperaba. Notaba su respiración en mi cuello, levantándome el pelo y acariciando mi nuca, intente moverme pero no me dejo. Sus manos resbalaron por mi camisa, buscando los botones, note como poco a poco su aliento bañaba mi tez, mi piel empezó a humedecerse, no era el calor del mes de agosto, sino el calor que me provocaba él. Mi camisa fue cayendo poco a poco por mis hombros y resbalo hacia el suelo, note como él se movía a mi alrededor, besándome los hombros, la espalda, dibujando con su dedo el dibujo de mi tatuaje, sus manos acariciaron mis nalgas por encima del pantalón, di un respingo cuando sus dedos bajaron la cremallera.

- Tranquila- aquella me voz me hipnotizaba, me deje llevar.
Mis pantalones siguieron la misma ruta que la camisa, me quede en ropa interior frente a el, que acariciaba los encajes de mi sujetador color rubí, mis pezones respondieron al instante aquella caricia, un sonido ronco salió de mi garganta.

–Me vuelve loco tu ropa interior, siempre me sorprendes, aunque ya sabes que te iras sin una parte de ella-. Me dijo mientras se arrodillaba frente a mí, y deslizaba mis braguitas hacia el suelo. En ese momento oí agua, estaba en el baño. –Te voy a dejar puesto el sujetador, no quiero que me vuelvan loco tus pechos antes de hora, levanta la pierna- me dijo en el mismo momento que me ayudaba, mi pie quedo sobre el borde de la bañera, note sus manos entre mis piernas, sus dedos recorrían mis muslos, aquellos dedos buscaron mi sexo, de mis labios se escapo un gemido, una media carcajada socarrona, me dio a entender lo mucho que estaba disfrutando el. Sus dedos seguían en mi sexo, acariciándome, rozándome, aquello me estaba poniendo cardiaca, notaba como mis pezones se erguían, y mi sexo de cada vez estaba más y más mojado.

-Vamos- me ordeno mientras me metía en la bañera, y hacia que me sentara en el borde la bañera, con la espalda apoyada contra la pared, cogió mis pies y los levanto dejándolos sobre cada lado de la bañera, me sentía expuesta frente a él, no quería ni imaginarme como me debía estar viendo, allí como si fuera un trofeo.

-Si vieras lo hermosa que estas, tan sonrojada, con los labios entreabiertos y húmedos- me hablo, mientras un dedo se adentraba en mi sexo, intente aferrarme a algo, pero solo encontré aire.
“Dios mío”, pensé “estoy al borde del colapso, no podre aguantar mucho más”. El ruido del agua me saco de mi pensamiento, agua tibia iba subiendo desde uno de mis pies hacia la rodilla, cambio al otro pie. Me mojo el sujetador, -Así veo como se te ponen duros los pezones-

- Por favor, para- le suplique. Pero ni caso me hizo.
El agua se iba acercando cada vez mas a mi sexo, con una mano me acariciaba, mientras con la otra iba dejando un torrente de agua que se mezclaba con el sudor de mi cuerpo y mis mas intimas humedades, sus dedos abrieron mis labios, y aquel chorro de agua, se coloco justo en mi clítoris, haciéndome saltar de placer, el constante contacto del agua con mi clítoris me volvía loca, pero ni se me paso por la cabeza quitarme el pañuelo, me excitaba que me viera así. El sentir el agua acariciándome el clítoris y su dedo jugando dentro de mi sexo, hizo que mil demonios se desataran dentro de mi, me mordí los labios, mientras notaba que un orgasmo tremendo se acercaba a mil por hora, me arquee y explote contra su dedo, el agua seguía corriendo sobre mi clítoris haciéndome saltar de placer en cada toque, me sentía estallar, de pronto el agua ceso, y una lengua ocupo el lugar del agua, mordisqueándome el clítoris, toqueteándolo, otro orgasmo me sacudió dejándome totalmente desmadejada.

Poco a poco fui resbalando hacia el interior de la bañera, hasta quedar pegada a él.
-Quédate aquí, descansa que el día es largo- me susurro al oído, saliendo de la bañera y dejándome allí totalmente atontada. Y si el día fue muy largo, y la vuelta a Madrid desde Valladolid, la hice sin braguitas. Se las quedo él de recuerdo.
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

me ha encantado este suysurro Gracy

Cita:
Originalmente publicado por gracy Ver mensaje
Ya no tengo paciencia para leer estas cosas, asi que prefiero que alguien me susurre al oido...

Y màs aùn, con el nivel de Cortàzar.

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gracy (07-09-2010)
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Un poco de musica a ver si nos vamos desentumando de la vuelta de las vacaciones




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el primer beso siempre se da con la mirada
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  #140  
Antiguo 25-09-2010, 12:03
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

A ver si estas imágenes y esta música nos sugiere algo para hacer en esta mañanita lluviosa en la que solo apetece quedarse bajo las suaves sabanas dejándose acariciar y acariciar entre esos cálidos besos de la persona deseada, y ¿porque no ? también la mañana esta para prolongar esos abrazos hasta que como los acordes de la música vayan subiendo de tono y podamos sentir esos pequeños tonos de las gotas de lluvia contra el cristal, como si fueran los dedos de ambos al unísono deslizándose suavemente por la espalda hacia lugares mas escondidos e intrigantes, hasta sentir el calor del sol en todos los poros de nuestros cuerpos olvidando este dia gris y soltar amarras hacia el inmenso azul del horizonte




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el primer beso siempre se da con la mirada

Editado por Fareraa en 25-09-2010 a las 12:11.
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  #141  
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Buscando versiones de un tema de Gigi D'Agostino me encontre con esta joya de buen gusto

p.d. Tengan algo fresco para tomar cerquita
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  #142  
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

pues si que es chulo si
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Buscando versiones de un tema de Gigi D'Agostino me encontre con esta joya de buen gusto

p.d. Tengan algo fresco para tomar cerquita
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  #143  
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

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Originalmente publicado por Fareraa Ver mensaje
A ver si estas imágenes y esta música nos sugiere algo para hacer en esta mañanita lluviosa en la que solo apetece quedarse bajo las suaves sabanas dejándose acariciar y acariciar entre esos cálidos besos de la persona deseada, y ¿porque no ? también la mañana esta para prolongar esos abrazos hasta que como los acordes de la música vayan subiendo de tono y podamos sentir esos pequeños tonos de las gotas de lluvia contra el cristal, como si fueran los dedos de ambos al unísono deslizándose suavemente por la espalda hacia lugares mas escondidos e intrigantes, hasta sentir el calor del sol en todos los poros de nuestros cuerpos olvidando este dia gris y soltar amarras hacia el inmenso azul del horizonte




ME APUNTO ...ME APUNTOOOOOOOOO
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  #144  
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

tu si que sabes


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  #145  
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

…ella recibió la caricia con nerviosismo, aquellas mano que en un principio le acariciaban la cabeza le tranquilizo pero seguía tensa no conseguía relejarse, la incertidumbre del no saber quienes eran aquellas personas la confundía, estuvo tentada de quitarse el pañuelo que le tapaba los ojos pero venció a la tentación de hacerlo. El silencio era exagerado, tan solo roto por el ruido de algún coche. casi sin darse cuenta otra mano empezó a acariciarle su pierna derecha acariciándole muy sutilmente su rodilla, el ritmo de su respiración se acelero y su cerebro se lleno de inquietudes, se sabia querida, se sabia deseada, era una sensación tensa, pero agradable, las manos que desde el asiento de atrás la acariciaban la cabeza empezaron a deslizarse suave pero firmemente hasta llegar a los hombros mientras que la otra intentaba abrise paso entre sus muslos con la clara intencion de llegar hasta lo mas profundo de su feminidad mientra ella separaba sus piernas para facilitarle el trabajo. La persona que se encontraba en la parte posterior empezo a desabrocharle los botones de la blusa dejando sus pechos al descubierto, sus pezones se erizaron cuando aquellas manos misteriosas empezaron a acariciarlos, de repente sus caderas empezaron a agitarse rítmicamente, y la mano que estaba sobre su sexo lo hizo al mismo tiempo que ella, como si de un vals se tratara, de repente la agarraron fuertemente de las muñecas llevandoselas hasta la parte de atrás del coche, justo detrás del asiento donde estaba sentada, en aquel silencio pudo oir un extraño ruido metalico y casi sin darse cuenta se encontro con las manos esposadas. En ese momento quiso que aquello acabara, aquello le hizo sentirse indefensa, se encontraba a la voluntad de aquellas personas que cada vez con más ímpetu acariciaban todo su cuerpo…
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Los siguientes cofrades agradecieron este mensaje a mar y luna
Fareraa (19-10-2010)
  #146  
Antiguo 19-10-2010, 00:24
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Ruego a vuestras mercedes tengan a bien aceptarme en esta respetable hilanza.
Sirviente tengo de nombre Garpatux que aunque de raquíticas entendederas es, desmesurados son sus atrevimientos.
Créese el necio de Garpatux quel Altísimo Creador con la merced del romance e las letras le a agraciado, e tenaz e testarudo se halla por poder trazar sus impías, lujuriosas e concupiscentes trovas en esta bodega.
Estéril mi catequesis sobre el ha sido, mas todas las enseñanzas a saco roto han ido, e tanta es su tozudez, que si vuestras mercedes lo aprueban, permiso yo le daré para que rienda suelta aquí de de sus devaneos carnales.
Nobleza obliga e apercibo a la concurrencia que tales son sus desmanes que asustar puede.
Gargantua

Editado por gargantua en 19-10-2010 a las 00:29.
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  #147  
Antiguo 19-10-2010, 01:27
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

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3 Cofrades agradecieron a J.Corpes este mensaje:
Alex (19-10-2010), CHIQUISUNICA (19-10-2010), Fareraa (19-10-2010)
  #148  
Antiguo 19-10-2010, 01:49
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Talking Re: Un poco de erotismo?

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Originalmente publicado por J.Corpes Ver mensaje
JAJAJAJAJJAA como siempre, arrancando sonrisas, sea cual sea el estado de ánimo-agua
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La belleza de la vida la podemos encontrar en ...la sonrisa de un niño, en un bello rostro,
un cuerpo hermoso, pero lo más divino de la
creación esta en... el Corazón...

Chiquisunica
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  #149  
Antiguo 19-10-2010, 11:59
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Ya veras como se entere tu almiranta que frecuentas estos hilos, entonces lo del arreglo del barquito le va a parecer fantastico, pero a tus amigotes de la taberna los va a odiar para los restos

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Originalmente publicado por J.Corpes Ver mensaje
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  #150  
Antiguo 19-10-2010, 12:02
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Predeterminado Re: Un poco de erotismo?

Pasad vuesas mercedes y aposentaros comodamente que las riendas de vustros devaneos serán bien apreciados en aquesta taberna

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Originalmente publicado por gargantua Ver mensaje
Ruego a vuestras mercedes tengan a bien aceptarme en esta respetable hilanza.
Sirviente tengo de nombre Garpatux que aunque de raquíticas entendederas es, desmesurados son sus atrevimientos.
Créese el necio de Garpatux quel Altísimo Creador con la merced del romance e las letras le a agraciado, e tenaz e testarudo se halla por poder trazar sus impías, lujuriosas e concupiscentes trovas en esta bodega.
Estéril mi catequesis sobre el ha sido, mas todas las enseñanzas a saco roto han ido, e tanta es su tozudez, que si vuestras mercedes lo aprueban, permiso yo le daré para que rienda suelta aquí de de sus devaneos carnales.
Nobleza obliga e apercibo a la concurrencia que tales son sus desmanes que asustar puede.
Gargantua
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