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| VHF: Canal 77 |    | ![]() |
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#1
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Un buen
para tod@s.Será por mi mala suerte pero casi siempre que navego a un cierto destino a vela nunca me acompañan los vientos. Y contra más prisa tengo y más empeño pongo en llegar menos me acompañan. El final de mi esperada silenciosa travesía siempre termina acompañada con el pof pof del escape y el puñetero, por no decir puto, viento revocando sus malolientes gases a la bañera. Entonces me acuerdo del pasado; del sí o sí, de cuando no había más remedio, de cuando el reloj no corría tanto, de cuando los marinos y navegantes eran, por puro empirismo, los predictores del rumbo de los vientos y no Windguru que a veces se equivoca demasiado con tanta tecnología. Ya casi se ha olvidado el interpretar el aspecto cambiante del color del cielo, o el porqué de la evolución de las nubes, o tener ese saber marinero de "notar" la humedad o saber "oler" el viento; parece que sólo nos han enseñado a encender los aparatos y estar pendientes de la predicción del sitio de moda meteorológico del momento. Por cambiar hasta le hemos cambiado su nombre. Ahora cuando un "entendido" nos habla de viento los nombra como gradientes o térmicos y seguro que tiene casi olvidada la rosa de los vientos que era la esencia misma del arte de navegar, los atlas de los mismos, las cartas que con sus preciosas ilustraciones de querubines de sonrojados carrillos hinchados soplando el surleste , que ahora están en los museos o en las casas de los curiosos y la famosa torre de los vientos, afortunadamente conservada cerca de Atenas, con sus ocho caras esculpidas con los vientos predominantes (El norte que era el Boreas; el Kaikas que llamaban al norleste; el Skilon el noroeste; el este era conocido como el Apeliotes; al surleste respondía a nuestro conocido Euro ;Zefiro le decían al oeste ;el viento sur fue bautizado como Notos ; Lips al suroeste y Skiron al noroeste) que los navegantes griegos consideraban, es hoy más un elemento arqueológico ,un antiguo monumento, más que una insignia náutica. ![]() Es una pena que se pierda esta tradición náutica de nombrar los vientos. De vez en cuando alguien los revitaliza utilizando sus evocadores nombres porque no me digáis que no suena mejor Lebeche o Lebeccio que sudoeste o Mistral que noroeste o Tramontana que norte a que al surleste le digan Siroco o que al viento húmedo y racheado que sopla del este en el golfo de Cádiz le digan Matacabras. Yo por mi parte, aquí en Huelva, en cuando siento en mi cara el clásico viento del sursuroeste ya estoy diciendo que sopla el Foreño. ![]() Esto de los vientos vienen de muy antiguo, tanto que propio Aristóteles los describió cuatro siglos antes de nuestra era, en su escrito De Meteorologica, donde los concibió en el cosmos con sus cuatro elementos conocidos ( tierra, agua, fuego y aire) y sus cuatro cualidades ( calor, frío, sequedad y humedad ); y este concepto perduró en el tiempo hasta que cambió relativamente hasta hace poco con el experimento de Torricelli con el que se descubrió todo este lío de la presión atmosférica, dando paso a las leyes de Euler y Bernouille que con el genial lenguaje matemático de Leibnitz que ¡cómo no! anticipó Newton, se llegó al famoso sistema de ecuaciones de Bjerknes y buscarle los tres pies al gato a los inexplicables fenómenos atmosféricos elaborando los ahora conocidos mapas sinópticos que describen los vientos acorralados por las presiones según el sistema de las leyes de Buys Ballot. Personalmente no me dejo arrastrar por estos logros, aunque los aprecio, porque me atrae más la ley del caos. Sí, la de la gotita de agua que cae en la palma de la mano. La que se pregunta en qué dirección correría. Hay tantas variaciones segundo a segundo desde que la gota cae y rebota en cualquier surco, resalte o depresión que sería arriesgado predecir cualquier dirección. ![]() Elemental que es uno. Por ejemplo, aquí en Sevilla en fiestas señaladas como la Semana Santa, donde la lluvia impide el espectáculo, todavía los responsables tienen que preguntar por teléfono a las poblaciones del oeste, de donde vienen las tormentas, si llovizna pues no se fían del radar de lluvia. Desconfiados y elementales que también son. Está bien tener esas ayudas, pero la suerte cuenta mucho, como la que tuvo la expedición de Colón al descubrir sus alisios en la ida porque ¿sabían que navegarían en el borde meridional de la célula atlántica del cinturón de altas presiones del hemisferio norte en la mejor época del año para hacerlo? Pues ciertamente no, pero estos 90 hombres lo hicieron por primera vez sin conocer nada de este follón de las leyes físicas de los anticiclones. Y lo hicieron en poco más de 5 semanas, todo un record para unos palurdos desconocedores de la dinámica meteorológica de los vientos. ![]() Y ahora vamos al remate de los tomates: la vuelta. La hicieron navegando hacia el norte para encontrar vientos favorables para así no volver por la misma ruta de ida donde las bordadas serían interminables, hasta que encontraron los vientos que corresponden al borde septentrional de la misma célula rodeando el gran anticiclón de las Azores. ¡Vaya carambola! Pero, sin embargo, lo descubrieron en una fecha equivocada. Cualquier meteorólogo de pro, desaconsejaría esa travesía en esa ruta y en esos meses ya que con lo que ahora sabemos, esa zona se ve asaltada por ciclones y huracanes tropicales. ¿Qué hubiese pasado, si jugamos con la historia, si un ciclón como los que allí se forman en septiembre se hubiese tragado a la Santa María , la Pinta y la Niña? Puesseguro que allí ahora no se hablaría tanto español… Pero a lo que vamos, los vientos y las corrientes los llevaron hacia España digamos en el lenguaje científico, que por pura suerte. Es más Martín Alonso, en ese mismo lenguaje, estaría loco porque al mando de la Pinta realizó un viaje directo desde La Española hasta Bayona después de atravesar varias borrascas atlánticas. Y yo digo : ¡Qué gran navegante! Y qué poco se reconoce su contribución a esta empresa descubridora. ![]() Así que cuando voy navegando a vela procuro ir a donde el viento me lleve, vamos a dejarnos de tonterías, se disfruta más que al fin y al cabo practicamos como acertadamente llaman los franceses a nuestra navegación : de plaisance. y así la gota en la palma de la mano puede ir a donde quiera. Saludos Andrés
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