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"Se navega por los astros, por la mar, por la tierra, por las gentes, por los sentimientos...Se navega." Altair
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Predeterminado Los Relatos Del III Concurso y Fallo del Jurado

A Veces, Muchas veces y quizás. (Jbcoke)

A veces, imagino, al leer libros sobre aventuras, viajes, travesías, derroteros, y vueltas al mundo, que soy yo, soy yo el que podría hacerlo, soy yo el que se lo pierde, soy yo el que un día con una sonrisa en los labios ve alejarse el puerto, confiando en que esa brisa que mueve tus cabellos te acompañe lejos, muy lejos, sin saber bien, ni exactamente donde, pero a descubrir todo aquello que soñaste.

A veces, sueño, con un velero, no, no muy grande, lo justo para los que me quieran acompañar, si es posible, aquellos a los que quiero tanto, que son los que me tienen, seguramente, amarrado a esta mi actual vida, de frenesí, angustias y carreras, sin más aliento que el de conseguir que el tiempo pase, sin pasar por el tiempo.

A veces, pienso, que lo que aprendí de niño, tendría que practicarlo más a menudo, que lo que me enseñaron aquellos que se preocupaban por mí, demostrándole a ese chaval como era respetar la Naturaleza, como aprovechar cada cosa que tienes a mano, como no despilfarrar recursos, si, aunque ya se que tampoco hay que llegar a extremos….. Pero es más fácil muchas veces aprovechar lo que tenemos y tener una vida, tal vez, más sencilla.

A veces, recuerdo como era un desafío, como era llegar extenuado a una playa lejana, solo por el orgullo de haber llevado mi pequeño barquito de vela ligera, a esa playa donde podría enseñárselo a mis amigos, aunque por el camino hubiera tenido que luchar contra el viento de levante, en ceñida, solo, durante varias horas, mientras grababa en mi mente la sabiduría, la prudencia y las palabras de aquel viejo, que me dijo: Hoy, no. Hijo, hoy no salgas.

A veces, sonrío, en mi pensamiento, con la imagen en la mente del poder y la satisfacción, que te daba conseguir algo con unos medios tan rudimentarios, como un trozo de tela, unos palos y un casco de plástico y solamente tú, tus conocimientos y tu convencimiento.

A veces, me sorprendo, buscando sitios o cosas que seguramente no me hacen falta ahora, que no tienen sentido en mi vida actual, en esta ciudad en la que más me valdría tener un coche económico para transportarme, un ordenador más potente y más rápido, o un teléfono móvil con más cobertura, y no un barco, en mi ciudad, sin costas, o un GPS marino o una radio con DSC, pero, sino tengo estas pequeñas ilusiones, siento como que, para que?, para que tantos días, levantándote al alba, soportando atascos rutinarios, horas que ya no percibes al volante, pues llegó a ser parte de la vida de todos los días, o tantas horas esforzándote y pretendiendo conseguir unos objetivos, que no son los tuyos, que son los que te los imponen.

Muchas veces, me pregunto donde quedaron, las ilusiones, las utopías sin intentar realizarlas, sin posibilidad de demostrarte si estabas o no equivocado, sin tiempo para disfrutar de esas pequeñas cosas que tanto te gustaban, el tiempo para poder leer un libro, en vez de periódicos y noticieros con la angustia de mirar datos sobre algo.

Muchas veces, añoro los amigos, donde quedaron esos amigos a los que cuando los ves, si es que los ves, es por casualidad, por que te los encuentras en cualquier sitio, y a lo más que llegas, es a estrecharles la mano, cuando fueron tus socios, camaradas y compañeros en mil aventuras y tantos descubrimientos, y te acompañaron en esa gran aventura que es aprender a vivir tu vida.

Muchas veces, me veo y no me reconozco, esa imagen que hay en el espejo, no soy yo, ese tipo es gris, esta viejo, su tez esta pálida, con arrugas, y sus ojos sin ese brillo que tenían, ya no ríe a cada instante, o canta mientras se cree solo, o baila durante horas, sin que el esfuerzo haga bajar esa sonrisa y ese espíritu alegre, que siempre sabía que tenía, aunque la vida le diera mil bofetadas.

Muchas veces, olvido, por que tal vez, en el olvido está la medicación a ese mal de insatisfacción y añoranza que sufro, ese mal que solo entra en la unidad de cuidados paliativos los fines de semana, o a lo sumo algún puente festivo que me sienta tan bien, como la condicional a un preso.

Muchas veces pienso en mis hijos, si no estaré, dejándolos que se pierdan en una vida, donde lo más importante es tener la ultima PSP o tener el último videojuego o tener lo ultimo en MP4 y no Ser, ser los niños que ríen, aprenden y juegan, disfrutando de su vida, de los conocimientos de sus padres, de la naturaleza que los rodea y aprendiendo Valores, más importantes que Tener una cosa y su valor. Solo su valor económico.

Muchas veces, justifico, lo que hago, lo que no hago y lo que pienso que no debería hacer, con mil argumentos, que tratan de convencerme a mi mismo sobre cosas, que obviamente, no son naturales en mí, en mi carácter, en mis convicciones.

Muchas veces, valoro lo que tengo y lo que pierdo, lo que gano y lo que me pierdo, lo que disfruto y lo que no he visto. Difícil balanza.

Muchas veces, vuelvo la vista atrás, y veo pasar la película de mi vida, cuando lo que debería hacer realmente es mirar para otro lado, solo por consolarme.

Quizás, aun esté a tiempo, a tiempo de dar un golpe de timón, a mi vida, a lograr ese rumbo que, por circunstancias, tienes perdido, bueno, perdido no, porque siempre supiste que aunque ahora, fueras un poco despistado, ese rumbo lo tienes grabado dentro de ti, como el instinto que hace a los pájaros migratorios seguir un camino concreto, la misma ruta cada año.

Quizás este periodo sea de aprendizaje, para valorar realmente cada cosa en su justa medida, en su valor real, en lo que verdaderamente para ti significa.

Quizás recuperar el tiempo perdido, aún sea posible, o bueno, si no es posible, que aún puedas compensar ese déficit de satisfacciones con un gran superávit de vivencias.

Quizás, es que, ahora echas de menos, echas de menos a aquellos que pensaste locos, o extravagantes, o simplemente raros por no vivir la vida con los valores, “ciertos” “lógicos” y “verdaderos” que tú tenías que vivir, con tu clara educación reglada y mercantilista.

Quizás es que te cansaste, o te haces viejo, o ambas cosas a la vez, y ya no tienes ganas de luchar tanto, de pelear por algo que no es tuyo, sino de otro, de gastar esfuerzos y vida, en convencer a otros de algo, en lo que tu mismo no te acabas de convencer.

Quizás no esté la solución en viajar, sino en vivir, en vivir de otra manera, con otra escala de valores, con otras prioridades, otras necesidades, no necesidades creadas, sino reales.

Quizás lo que buscas, lo tienes, lo tienes dentro de ti, y solo tienes que desplegarlo, dejar que se hinchen como las velas de ese barco que tanto anhelas, soltar amarras y levar anclas en tu vida anterior, sin olvidar quien eres, de donde vienes y sin saber exactamente hacia donde vas.




Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Pedro Calderón de la Barca.
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Editado por Natachamar en 01-04-2008 a las 23:10.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del Iii Concurso

Amanecer (Voltaire)

La reconoció por aquella letra torcida que aún humeaba entre las ascuas medio apagadas. El trozo de madera conservaba restos de salitre requemado debía haber dado buen calor mientras ardía. Había estado una semana entera buscando su barca por toda la playa sin entender porqué ya no estaba donde siempre. Es cierto que no estaba en muy buen estado. Alguien podría decir que estaba abandonada. ¡Pero nadie tenía derecho a quitársela y menos aún a quemarla y hacerla desaparecer de ese modo ¡

Hace tiempo que no salía a navegar con ella .Los médicos le habían dicho que era muy peligroso que siguiera yendo a colocar sus palangres solo.¡Que sabrían ellos ¡ Solo se preocupan de decirle a uno lo que no puede hacer . Ni siquiera se paran a pensar lo que supone para un hombre que ha nacido en una chalupa que le prohiban pescar . No tienen ni idea de lo que es quedarse en tierra mirando como pasan los dias sin poder acercarse ni siquiera a la barrera de rocas que despuntan en la mar cuando baja la marea y que tan buenas noches y madrugadas le han dado. ¡Pero ellos que saben lo que es importante para cada uno ¡. Deberían dejarnos morir haciendo lo que nos hace vivir de verdad . Lo otro es obligarnos a sobrevivir entre la amargura y los recuerdos.
Aquella tarde , cuando encontró los restos de su barca decidió que tenía que volver a vivir . Aún no sabía como hacerlo pero no podía seguir así. Tal vez Leandro , el viejo contramaestre retirado del puerto , podría ayudarle. Siempre se había portado bien con él. Cuando no pasaba buenas épocas de pesca siempre le conseguía algúna chapuza para ganar algo con que poder comer.Y tenía buenos contactos aunque llevaba jubilado mas de tres años. Mañana sin falta iría a verle.

Cuando volvía a su pequeña casa , el sol enviaba sus rayos casi horizontales y le atravesaban la barba gris y le daban calor en los surcos que cubrían la cara. Su nariz presentaba pequeñas manchas mas oscuras producto de las horas pasadas al sol y que alguna vez le habían llegado a sangrar. Su frente , casi oculta por la gorra de fieltro azul , negra , de un color indefinido , acababa en profundas entradas que parecían una garra plateada cuyo brazo formaba una coleta que le llegaba hasta la zona entre los hombros. Cuando la veía mas larga de lo habitual cogía las tijeras y ¡zas¡ volvía a estar en su lugar de siempre. Nunca había sido muy corpulento . mas bien fibroso . Acostumbrado a tirar de los palangres hasta colocarlos en la rueda tenía bien desarrollados todos los músculos de su cuerpo . Cuando le dijo el médico que tenía aquella enfermedad de los huesos de la que nunca había oido hablar pensó que no tendría importancia. Fue después . Le dijo que no podía seguir yendo a la mar porque aquella enfermedad le iba afectando a todas las articulaciones , incluso a sus ojos y a su corazón. Y la mar no le iba nada bien a su enfermedad. Le habían hecho muchas pruebas . Algunas dolorosas de verdad , pero él no se quejó nunca.

Llegó hasta la verja de madera pintada de azul de su casa que contrastaba con el blanco encalado de las paredes. Allí había vivido sus mejores momentos en tierra. Allí compartíó con sus distintas compañeras algunas horas , o eran días , o meses quizá y que todavía añoraba de vez en cuando . Pero ninguna de ellas comprendió que su única compañera siempre sería la mar . Y ahora querían que se separara de ella definitivamente .

Entró en la cocina y encendió el fogón de carbón. Para lo que él necesitaba aquella lumbre era suficiente y todavía disfrutaba viendo el latón brillar con la luz de las llamas. Cogió un cazo de cobre y le echo un puñado de café de Portugal , lo rellenó hasta la mitad de agua y lo puso al fuego. De la alacena sacó una pieza de queso y un arenque ahumado que estaba envuelto en papel de plata . Se sentó en una silla junto a la mesa cubierta con un hule lleno de cicatrices cuchilleras , sacó su navaja del bolsillo y comenzó a comer lentamente junto a un trozo de pan candeal que estaba encima de la mesa junto a la frasca de vino que nunca faltaba. Masticaba con parsimonia . cada movimiento de su boca se acompañaba de un pensamiento. Masticaba pensamientos .

El chup chup del café le sacó de donde estaba. Retiró el café y se sirvió una buena cantidad en un tazón de loza blanca ya descascarillada en su borde.

Mientras esperaba a que se enfriara tomo un sorbo del vino peleón para que le ayudara a pasar el arenque salado que ya le escocía en la garganta.

Mañana se haría con otra barca . No sería tan buena como la suya pero para lo que la quería sería suficiente. Necesitaba sentir de nuevo la fuerza con que los pescados tiraban de los anzuelos con los restos de vida que aún les quedaban. Después todo daría igual.

Casi no pudo dormir . Durante toda la noche le venían a la mente las palabras de la canción de Silvio “barco chico alma clara” y sin poderse quitar la melodía de la cabeza trató una y otra vez de dormir sin conseguirlo.

Antes incluso de que los primeros rayos del sol entraran por la ventana de la habitación se dejó caer del colchón de lana que parecía un molde de su escuálido cuerpo . se vistió sin pensar siquiera si la ropa que se ponía era adecuada a la temperatura exterior y al pasar por la mesa de la cocina se llevó a la boca un trozo de jamón medio seco que estaba en un pequeño plato, resto de un naufragio de no se sabe que noche pasada.

Salió de la casa y se dirigió directamente hacia la dársena del puerto. Tardó apenas unos minutos en los que fue dando forma a los pensamientos que se le agolpaban en la cabeza . Miró entre los botes que se encontraban amarrados indolentemente para recibir alguna reparación y se decidió por uno de aspecto robusto y carena muy marinera. Pequeño botalón sobresaliendo de una proa alta , casi altiva para esa eslora. Se aseguró de coger un ancla almirante de unos 40 kilos que estaba medio abandonada en el muelle y la introdujo con cierta dificultad en el bote.

Sin reparar en si era observado por alguien puso en marcha el pequeño motor fueraborda .Soltó la única amarra y con el acompañamiento del ronroneo monótono del motor salió del puerto sintiendo el frescor de la mañana metiéndose por todo su cuerpo. Puso inconscientemente rumbo al mismo sol saliente , tal vez buscando algo de calor que aliviara su frío que ya era mayor por dentro que por fuera.

No sabía el tiempo que llevaba navegando en aquel bote . realmente navegaba bien . Aunque la mar estaba casi calma , se notaba que la quilla abría la superficie del agua como si de un bisturí bien afilado se tratara . Casi parecía que sentía alivio cuando la madera se hendía con suavidad.

Pensó que ya habría una buena profundidad. Paró el motor y el silencio se hizo dueño de todo. Era un sonido casi insoportable. La canción de Silvio aún revoloteaba en su cabeza sin darse cuenta.

Realmente no tenía ningún motivo para seguir. De haber podido seguramente no habría cambiado nada de su vida. No echaba de menos nada . Solo tenía en su saco muchas tardes y muchos amaneceres que nada ni nadie podían igualar en belleza. Allí había sido feliz . Tal vez no era felicidad , en la que no creía , lo que había vivido , pero sí una paz infinita .

Por un momento pasó por su cabeza un beso fugaz , un abrazo tierno y en silencio , una mirada franca y limpia , una caricia fresca y breve como la brisa que ahora sentía. Estuvo minutos , horas … siglos contemplando el horizonte dorado.

Tenía la sensación de que se movía a cámara lenta . Casi no podía notar el contacto de su cuerpo con la barca. Le parecía estar levitando sobre el agua.

Con cierta parsimonia anudó un cabo a la argolla del ancla y con el otro extremo del cabo se rodeo la cintura con fuerza. Había hecho esos nudos miles de veces y esta vez tampoco se equivocaría. Cogió el ancla entre sus brazos y la apretó contra sí. Estaba fría . Estaba muy fría . Un escalofrío le recorrió la espalda. El frío le heló el alma. Barco chico alma clara …. Y fría , muy fría. Sacó los pies por fuera de la borda y se sentó. Cerró los ojos . Por un momento los tibios rayos del sol le devolvieron algo de calor. Se dejó caer resbalando lentamente hasta que se hundió bruscamente en el agua. Frío. Aún mas frío todavía . Apretó con más fuerza aún el ancla y miró una última vez hacia arriba atisbando algo de claridad . después todo se hizo oscuro … y frío. Un dolor intenso en su pecho que le quemaba le volvía loco de dolor . Luego el frío infinito.
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Editado por Natachamar en 01-04-2008 a las 23:10.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del Iii Concurso

Bip Bip Bip…. (Cdeabordo)

Bip, Bip, Bip…. ¡Que ruido mas molesto¡ parece que llevo toda la vida escuchándolo. ¿De donde vendrá?. Oscuridad…. No veo nada, debo levantarme….. . No puedo, algo me lo impide , y este dolor tan fuerte en mi pecho….. Tengo algo sobre la cabeza , parece una tabla de madera, , ¡estoy mojado y con agua hasta la cintura ¡ El Bip,Bip,Bip… no para. En el cuello parece que tengo colgado algo, si , es mi pequeña linterna regalo de mis compañeros, nunca falla , veremos ahora, si, ¡funciona¡ . Solo madera y agua y muchos objetos flotando sobre ella ¿Dónde estoy? ¡ Ya recuerdo… ¡ ¡ Es un barco…..! ¡ Mi barco…..¡ . Bueno en realidad del charter,¿y el techo? ¿y las luces? ¿y esta tabla encima de mi cabeza? ¡ es la mesa del comedor… ¡ ¡Dios mío….¡ ¡He volcado¡ ….. ¿Pero como… y que hago yo aquí…? . He de recordar, si…, es necesario….. Si no fuese por este dolor de cabeza y el maldito Bip, Bip Bip… ¡ Ahhh…. El pecho , debo tener una costilla rota y el dolor es muy intenso,. Estoy aturdido pero ya voy recordando… . Madeira , eso es, voy a Madeira , o al menos iba …. Mi primera travesía en solitario de importancia, después de un infierno de dos años desde la separación , de renunciar a mi familia , amigos y trabajo…. De intentar emprender una nueva vida rompiendo con todo lo anterior , con los recuerdos y el dolor. Fracasé durante esos dos años. Este era mi ultimo intento de rehacer mi vida intentando encontrar un equilibrio y hacer las paces conmigo mismo , de poner millas por medio dejando atrás esa angustia que me corroía. ¡Que iluso¡ . ¡Alicante…¡ eso es… partí de allí hace semanas o días, no lo sé ahora. Si…., la empresa de charter que me conocía de otras veces y que confiaba en mi, ¡vaya chasco se llevaran ¡ . Un Bavaria 36… este barco…. o lo que queda de el, para mi tenia un tamaño ideal, manejable para un solitario y ha demostrado saber enfrentarse al Atlántico en otras ocasiones , ya lo conocía lo había llevado otras veces y no tenia ninguna pega para mi , a pesar de las criticas de algunos tabernarios. Me hubiese venido bien una orza lastrada con plomo, como la vieja “Sultana” de tan gratos recuerdos, quizás hubiese evitado este desastre. Voy recordando…..¡ Que feliz Salí por la bocana del puerto al amanecer ¡ saludando a los trabajadores que se afanaban en descargar los contenedores de su nodriza amarrada majestuosamente como si formara parte de las instalaciones portuarias. Conecte el piloto a la salida , rumbo 180º hacia Tabarca y Santa Pola y me dispuse a desenrollar la mayor y la Génova aprovechando la brisa del noroeste que rápidamente las hinchó haciendo que portaran y que el barco escorara dulcemente a babor. Estrangule el motor y me senté en la bañera para disfrutar del momento y del día tan claro que permitían los elevados cirros, mire la estela de popa y me pareció un río que disolvía mis amarguras dejándolas atrás. Al pasar por el Cabo de Santa Pola corregí el rumbo a 190º apuntando directamente a las Islas Hormigas a 35 millas , seis horas de tranquilidad por delante…
¡El Bip.Bip.Bip…¡ no para ni un segundo ¿Qué será?

Sigo recordando…. Al paso por el cabo de palos el viento roló , venia del Noreste, fuerza cuatro, puse rumbo 230º apuntando directamente al Cabo de Gata , conecté el piloto, la Génova flameaba desventada por la mayor, opté por enrollar la mayor, atangoné la Génova para evitar trasluchadas sorpresa y me dispuse a disfrutar de la empopada , siete nudos de corredera, no estaba mal, de seguir a si me plantaba en el cabo de Gata en 12 horas. Sentí un hueco en el estomago e improvise una rápida comida. Lata de spaghetti , ensalada de tomate y una Heineken y de postre un Moods con filtro. Mientras saboreaba el purito pensé en la paz y tranquilidad que había alcanzado , parecía que efectivamente mis demonios quedaban atrás. Transcurrieron las horas placidamente, mientras dejaba por estribor puntos bien conocidos de la costa, Portman, Cartagena, Mazarron, poco a poco se iban alejando por efecto del Golfo de Vera y por la bruma , hasta que desaparecieron de mi vista. Cayó la noche y pasó también. A alba distinguí las primeras luces de tierra reconociéndolas inmediatamente ¡Carboneras¡ . por estribor iban apareciendo lugares cuyos nombres me precipitaban a la melancolía, La Playa de los Muertos, el Faro de mesa Roldan , la cala Sorbas y por fin ¡Agua Amarga¡, rostros , risas, recuerdos se agolpaban en mi mente , años y años de buenos momentos que no volverán, seguían sucediéndose los nombres la Cala de En medio, Cala San Pedro, La Isleta del Moro, San Jose, Los Genoveses, ¡Y por fin el Cabo de Gata¡ me dio la sensación al doblarlo de que mis fantasmas ya viajarían conmigo de polizones.

Bip.Bip.Bip... estoy muy cansado y tengo mucho frío , el pecho me duele menos, la hipotermia hace su trabajo, ¡ lo que daría por un purito con filtro ¡ y por algo de música, el momento lo merece, Pink Floyd , por supuesto, “Comfortably Numb” , nada mas adecuado para esta situación , pero la versión en directo la de “Pulse”, en la que el solo de guitarra te hace saltar las lagrimas, “Hello? Is there anybody in there...?” Sueño...
Bip.Bip.Bip... Oscuridad… ya no siento frío ni dolor, el agua me llega al cuello , debe haber algún poro por donde escapa el aire , probablemente del cierre del alojamiento de la corredera, nunca son estancos. El tiempo se me acaba y no tengo miedo, se me viene a la mente un recuerdo de felicidad plena, el de un niño de 10 años mirando al mar desde un apartamento de Alicante un mes de Agosto, soñando con la inmensidad y un futuro plagado de aventuras y desconocidos peligros…..

Al doblar el Cabo de Gata, tome rumbo 255º directamente al Estrecho, 170 millas , unas 30 horas o más , no quería volver a tocar puerto de momento , no me hacia falta y prefería llegar cuanto antes al Atlántico, nunca había navegado allí y me parecía como iniciar una vida nueva . Extrañamente el viento era de poniente unos 15 nudos con rachas de 20, saque todo el trapo y me puse a la rueda , la corredera marcaba 9 nudos , estaba febril . Después de casi cinco horas dejaba Adra a unas 20 millas por estribor. En ese momento me alcanzo el cansancio, conecte el piloto y la alarma del radar con un rango de 15 millas y me dispuse a dar una cabezada en cubierta. Siete horas más tarde dejaba Málaga a 30 millas de distancia por el través. Me dispuse a cenar algo , un bocadillo con pan de Molde y Heineken. Al anochecer ya se distinguían las luces de Marbella, tenia el Estrecho a seis horas de distancia, baje a ponerme el chaleco y el arnés, me até a la línea de vida y me dispuse a disfrutar de la noche . Debía vigilar el intenso trafico marítimo que se avecinaba, arranque el motor como medida de seguridad y me asegure de que funcionaban todas las luces de navegación. A las dos horas tome un rizo en previsión de que el viento rolara a levante y me viese obligado a ceñir, solo y por la noche no me gusta hacer equilibrios, esperaba que con la vela y el motor las corrientes no me frenaran demasiado. Al amanecer ya veía las luces de la Bahía de Algeciras y las de los mercantes cruzando a través del dispositivo separador del tráfico, reduje el rango del radar a diez millas y me puse en tensión para evitar cualquier susto . Pase un par de apuros con los ferrys que cruzaban desde Ceuta pero dos horas mas tarde ya estaba en el Atlántico . Me relajé y me preparé un desayuno a base de bollos y café . Puse rumbo 255º a Madeira me separaban cinco días de Navegación en medio del Atlántico , apague el motor, a partir de Ahora solo lo usaría para recargar baterías. Quite el rizo , el viento venia del noroeste, abrí velas para ir tranquilo ya no tenia prisa, aumente el rango del radar y me dispuse a dormir en la litera, estaba destrozado por la tensión del paso del Estrecho. Dormí cinco horas profundamente, el día estaba claro y la temperatura era buena, comprobé la carga de las baterías, el radar consume mucho, lo apagué y encendí el motor para recargarlas. Comprobé mi posición había dejado Larache 40 millas al sudeste el rumbo era correcto y la media buena. Me prepare la comida, fabadita Litoral , ensalada de tomate, una naranja y una Heineken que había dejado enfriar dentro de una red que colgaba en el agua fijada a un candelero, no usaba la nevera para ahorrar batería. Desconecté el piloto y me puse a timonear encendiéndome un purito, quería sentir las vibraciones del barco y disfrutar de las velas, tomaba las majestuosas y largas olas del Atlántico suavemente y estaba mucho mas animado. Así seguí durante todo el día , alternándome con el piloto y realizando pequeñas tareas de mantenimiento y reparación. Al caer la noche ya tenia a Rabat a 150 millas de distancia por el través de babor, me dispuse a tomar una frugal cena, la fabada había hecho efecto, me abrigué y subí a la bañera con una botella de Cardhu y una cajita de Moods a esperar el momento mas temido de la travesía. Al cabo de una hora , con la precisión que había calculado, comenzó a aparecer por el horizonte , gigantesca por el efecto de la refracción, iluminando el vacío del océano , allí estábamos ella y yo solos y cara a cara ¡ Luna llena ¡ . Ya llevaba cuatro vasos de Cardhu encima para amortiguar el efecto pero me estremeció igualmente, no podía dejar de mirarla, por su superficie desfilaron los rostros de las mujeres que amé , sonrientes y preciosas. La soledad cayó sobre mí como un chaparrón de verano. Necesitaba imperiosamente una presencia, una caricia, una mano que coger. Fue entonces cuando tomé conciencia de mi error , había iniciado esta travesía para reencontrarme conmigo y recuperar la paz, y en realidad lo que estaba intentando era huir precisamente de ese yo que me atormentaba. Creía haberme embarcado solo y se había colado a bordo el peor enemigo de cualquier persona ,del que no se puede escapar, uno mismo. Acabé la botella de Cardhu y baje dando tumbos a por otra , cuando subí observe que la Luna tenia un tenue halo a su alrededor, de haber estado sereno hubiese comprendido que eso no presagiaba nada bueno. Cayó la segunda botella y yo con ella. Cuando desperté con fuerte dolor de cabeza, de estomago y aturdido el barco se bamboleaba peligrosamente , el viento había aumentado y racheaba con furia , había oscurecido y por la amura de estribor se distinguía un negro frente de aspecto amenazador. Baje a consultar el plotter y determinar mi posición. Fue un nuevo error el movimiento del barco y mi estomago hicieron que me mareara inmediatamente. Tuve la lucidez suficiente para subir y enrollar la mayor dejando el equivalente a dos rizos y la Génova del tamaño de un pequeño foque, conecte el piloto de viento, y me tumbe en la litera del salón intentando pasar el mareo con una cabezada. Me desperté al caerme al suelo, seguía mareado y con la sensación de que moría, Salí a vomitar a cubierta y el espectáculo que me encontré era dantesco , jarreaba la lluvia y el viento ululaba con furia, cuarenta nudos con rachas de cincuenta según el reloj de viento, las olas eran de unos seis metros y venían de todas direcciones, el barco no podía con ellas y amenazaba con atravesarse. Haciendo un esfuerzo sobrehumano amarre el timón a barlovento, el foque a la contra y solté media escota de la mayor, arranque el motor, puse el barco a la capa porque en mi estado era imposible correr el temporal. Bajé , cerré el tambucho , asegure los portillos y me derrumbé en la litera , el mareo aumentó. El barco se agitaba como una coctelera y el ruido era ensordecedor, de pronto escuche un tremendo estruendo como una explosión , mire por un portillo de babor y ví, horrorizado como el enrrollador del Génova se había soltado , en mi estado no lo aseguré bien , el Génova se desenrolló bruscamente y sin control haciendo arribar al barco y que se atravesase a la mar , en ese momento una de las enormes olas le alcanzó por estribor y todo empezó a girar y a caerme encima , un fuerte golpe y Oscuridad……. . Ahora supongo que con la fuerza del viento y el peso de la ola el estay de la Génova debió partirse a la altura del enrrollador haciendo que al volcar el barco la vela se hundiese colgando del mástil e impidiendo que volviese a adrizarse.

Bip.Bip.Bip... ese sonido parece lo único real aquí, ya va faltando el aire , me duele el pecho y me ahogo, el agua me llega a la altura de la boca y no puedo moverme, noto que voy perdiendo el sentido, me voy asfixiando poco a poco, me llega un rumor lejano que se va acercando , es un ruido sordo como el de un motor, ¡ Que raro ¡ ¿Habrán dado conmigo? ¿Pero como? Debo de estar a más de 200 millas de cualquier costa y así volcado y hundiéndome debe ser muy difícil ver el casco.

¡¡¡ Claro ¡¡¡ el maldito Bip.Bip.Bip... ¡ Es la Radiobaliza ¡ no sabia que sonara ¡ Me han localizado¡ ¡ Estoy salvado ¡ . Golpes intermitentes y fuertes en el casco , me desvanezco, me falta el oxigeno, oigo una voz lejana apenas perceptible “Hello? Is there anybody in there?........ ¡ ¡No puedo respirar……¡

Ahhhh… aire fresco y luz ¡ aquí estoy en la terraza del apartamento de Alicante, soy un niño, mirando el brillante mar, ¡ Cuantos sueños a realizar por delante…. ¡ ¡ Que sensación de felicidad y tranquilidad ¡ y además he dejado de oír ese dichoso Bip.Bip.Bip...

Piiiiiiiiiiiiiiiiiii…………………….
- ¡ Enfermera ¡ desconecte esa unidad. Todo ha acabado.
- Si doctor, ¡pobre hombre¡ morir solo…
- Si es cierto, hace tres meses cuando le comuniqué que el cáncer estaba muy avanzado y que le quedaba poco tiempo, se negó a avisar a nadie, estaba divorciado. Se lo descubrimos hace un año y se negó a dejar de fumar. Cuando ingresó llamó a su familia y amigos y les dijo que iba a emprender una travesía por el Atlántico y estaría fuera varios meses. Un viejo proyecto que no realizó,….. nunca hay que aplazar nada.
Aunque a juzgar por su sonrisa parece que de alguna manera lo hizo. Bueno, retire los aparatos y prepárelo para bajarlo al depósito.
- Enseguida doctor, lamento su muerte, pero es un alivio quitar la unidad de vigilancia y dejar de escuchar ese molesto Bip.Bip.Bip...
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Editado por Natachamar en 01-04-2008 a las 23:11.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del Iii Concurso

Carabela al Cielo (Anboro)


La tenue luz del amanecer se filtraba por la ventana y los estampidos de los iniciadores explosivos para arrancar los motores de los pesqueros se distorsionaban por los callejones produciendo un eco irreal que me empujaban fuera de la cama. Sigilosamente me vestí , me dirigí al armario para recojer la bolsa que el día anterior había escondido,cuya puerta para horror de mi madre, estaba decorada con una enorme foto del cohete americano Saturno que impresionaba con sus apabullantes 110 metros de altura. Salté a la calle por la puerta de atrás cuidando de no hacer ruido.
El frío frescor de la mañana acabó por despertarme cuando, arrastrando la pesada bolsa,me dirigía al rojo edificio del Club Náutico , que - pensaba-
¿Porqué le dirían marítimo cuando lo que teníamos por delante era un océano?.
D.Ernesto, que estaba apoyado en la balustrada de su marquesina,
-¿Cuando dormiría?- me sorprendió en el paseo de la ría, a mitad de camino.
- Pepito ¿A donde vas tan temprano?.

Agaché la cabeza y no contesté. ¡como iba a decirle que a mis 14 años , estaba dispuesto a vivir mi propia aventura y que en la bolsa tenía todo lo necesario para ello !

En el Club sólo estaba El Calé , nadie lo llamaba de otra forma. Un viejo marinero que ,cansado de las fatigas de la mar, habia encontrado refugio donde, por unas monedas, podía enseñar su arte.
Era un hobre alto y recio - lo recuerdo como si fuera hoy -, enfundado en un mono azul que en su bolsillo delantero tenía bordado un albatros blanco,la insignia del Club, con el acrónimo CMPU.

Su oscuro rostro parecía tallado a cuchillo,mirada dura pero astuta,sus manos estaban llenas de costurones y señales. Yo sabía que con El Calé no iba a tener ningún problema;cuarenta años a la interperie sufriendo toda clase de penalidades dan para no preocuparse de las pamplinas de un pipiolo.
- ¡Maestro , que voy a sacar el Thalassa!
- Muy temprano vas , pero eso está bien porque una vez pasado el mediodía ya se acerca la noche. Muy bién, arrancha el barco que voy por la orza y el timón.

El Thalassa era un Snipe blanco de cubierta barnizada que el dia anterior había dejado preparado en la rampa para ser botado sin complicaciones.
El nombre se lo había puesto mi padre, que tenía afición a la cultura helenística y se pasaba largas horas sentado en el jardín con sus libros de Herodoto y Aristófanes.

Me había regalado un libro de mitología donde comprendí la capacidad inventiva del ser humano; pero eran cosas que estaban bien inventadas, por ejemplo: Saturno se casó con Cibeles,pero era un matrimonio muy desgraciado,porque Saturno tenía la mala costumbre de comerse a todos sus hijos.No es que fuera malo, es que era el Tiempo,y ya se sabe que el tiempo todo lo devora...

Con todos estos nombres en la cabeza preguntaba y nadie sabía;sólo conocian a Cibeles y Neptuno ,por lo de las fuentes,hasta que mi padre me regaló un paquete con dos libros: La Ilíada y la Odisea con una nota que decía: "Conocerás a todos por los que preguntas" . Quizas estos libros, por los que me apasioné,también me han conducido hasta aquí ;porque con el primero aprendí lo que era la heroicidad y con el segundo pude navegar en su mar de tinta y papel.

Cojí el saco de velas,envergé la mayor sobre la botavara,fijé el puño de amura, amarré el pajarín al puño de escota,metí los sables con esfuerzo porque en esa época eran de madera y estaban algo hinchados,coloqué el puño de driza para ser izado y engrilleté el foque en la base del estay.

Recuerdo que levanté la cabeza y me quedé quieto contemplando a la ría que parecía una lámina brillante.El sol se levantaba por entre los pinares de la otra banda que con el rocío parecían brillantes verdes reflejándose sobre su espejo. Sólo se oía la natulareza , el leve tintineo musical de los grilletes en el cable del estay me delataban como un intruso.

El Calé me sacó de mi abstracción.
- Aquí tienes - dijo entregándome la pala del timón con su caña y ,mientras metía metia la orza en su caja , me preguntó ¿y tu compañero?
- Viene ahora - dije - lo esperaré navegando ya que hace buen tiempo.
Espera un momento y salí corriendo por mi bolsa. Cuando aparecí con ella me preguntó que qué contenía y le respondí que era la ropa y los zapatos, ya que después me iba a Huelva .

Empujamos el carro de varada y una vez que el barco flotaba, El Calé, con los movimientos justos y precisos ,lo sujetó por el estay para que el barco se colocara dócilmente de cara al viento y yo pudiese subir a la bañera tranquilamente.

Comenzé a izar la mayor teniendo cuidado de los sables , que siempre se me enganchaban debajo de la borda o detrás de los obenques y después el foque a tope.

Eche un vistazo general a los cabos aclarando las escotas,metí el timón en sus pernos, bajé un punto la orza y grité :¡Todo Claro!
El viento soplaba de tierra por lo que el barco lo único que pedía era salir , con un último empujón en el espejo de popa El Calé dió por terminados sus servicios quedándose hierático en la orilla ,como si fuera un elemento más del paisaje.

Las velas se hincharon y ya pude ver la bécada azul en vuelo que era el emblema que tenía cosido en la parte superior de la vela mayor ;de repente un extraño escalofrío recorrió mi cuerpo : había comenzado la jornada tantas veces soñada aunque empezaba a pesarme una misteriosa sensación de orfandad.

Una vez en el centro de la ría fijé el rumbo a la desembocadura,al puro Oceano Atlántico, dejando a babor la isla Saltés,donde hace miles de años acampaban, buscando el oro y la plata de Tartessos, los griegos y los fenicios .

Me puse la bolsa,que tanto tiempo me había costado preparar ,entre las piernas,descorrí la cremallera y saqué una bolsa de plástico transparente con un plano del puerto de Huelva , que me serviría para navegar porque abarcaba toda la desembocadura del río Odiel y tenía un círculo con los cuatro puntos cardinales que me ayudaron para trazar el rumbo hacia mi destino, una brújula que había descubierto en el macuto de caza de mi padre y el anuncio manuscrito que difundía las actividades del "Campamento Científico Ben Roxd" (después de tantos años acabo de descubrir,gracias al inefable Google,que el susodicho no es otro que Averroes). Este panfleto lo encontré pegado con cinta adhesiva en la pared de la biblioteca del Colegio Menor.

En resumidas cuentas,un grupo de estudiantes se reunía junto a la Torre del Loro para entre otras actividades recreativas y científicas ver el lanzamiento del cohete Skua 1 desde la Base de Lanzamiento de Cohetes del Arenosillo ,después citaba el día y la hora.
Al principio lo consideré un arrebato patriótico sin fundamento a los que estábamos acostubrados en esa época y más aún siendo el Colegio Menor de la OJE , pero con mi mente delirante no dejaba de preguntarme :¿Un cosmódromo junto a Mazagón? ¿Compitiendo con la NASA en la costa onubense? ¿Un cabo Cañaveral en la playa?

Hasta que ví el reportaje del NO-DO donde unos científicos muy serios,enfundados en batas blancas con las letras INTA intercaladas en los anillos de un planeta, hablaban del lanzamiento delante de unas antenas y pantallas redondas, como de radar, llamando al cohete Carabela Cuatro y danto datos de su apogeo y velocidad.

Este fué el punto de partida para esta singladura : Mi objetivo era navegar desde Punta Umbría las 13,7 millas necesarias para situarme ante la playa del Arenosillo,ver y fotografiar el lanzamiento para volver antes de que anocheciera. Todo un reto de navegación en solitario para quien apenas habia pasado la desembocadura.

Todo iba bien,un viento de poniente razonable,una muy buena visibilidad
y encima con el rumbo de 120º que había calculado, el estay coincidía con las últimas casas de Mazagón , las que estaban construidas en la parte alta.

A las doce ya estaba a su altura . ¡Perfecto! , sólo me faltaban 5 millas, así que estaría en mi destino quizás una hora antes del lanzamiento que estaba previsto a las 14, así que goberné en demanda del Arenosillo para lo cual,tras consultar con mis datos, tuve que arrumbar a los 90º.

A esta hora ya veía a las gentes en la playa con sus multicolores sombrillas y yo ,desde la mar con el timón en mis manos, tenía por primera vez un sentimiento de potestad de este espectáculo al que podría renunciar en cualquier momento.

Por entre las copas de los pinos y allí , justamente sobre los macizos farallones de arena fósil se entreveía una estlizada antena y una torre pintada alternativamente de blanco y rojo : ese era mi destino.

Me acerque a media milla de la playa y pude contemplar la Torre del Loro de la que no quedan más que las ruinas y un poco más al norte,sobre el escarpado,una casita pintada de blanco donde veía un grupo de personas.
Busqué en mi bolsa y saqué la cámara de fotos Werlisa Color, que me habían regalado por mi cumpleaños cargada con un carrete de 12 exposiciones y unos enormes gemelos que mi abuelo tenía abandonados en el cajón del aparador. Enfoqué a la casa y ví que era un puesto de la Guardia Civil y este grupo de personas estaban parloteando y señalando a la mar en mi dirección.

Me acerqué un poco más a la playa , justo a la altura donde no me llevaban las rompientes,cuando observé que un Land Rover de la guardia civil venía circulando por la orilla y se paró justamente a mi altura.
Tres uniformados se bajaron y uno de ellos , con las manos en la boca haciendo bocina me interpeló : "ta... bido... egar... on... litar... de aquí"
- ¡No le entiendo! , le contesté.
Otro número demandó : "uera aquí ..... militar"
- ¡Un momento que me voy a cercar , que no comprendo!.

Un guardia civil que parecía el que mandaba y que se había quedado dentro del coche ,se bajó lentamente hechó mano a la funda , sacó una pistola de gran calibre y pegó tres tiros al aire.
Ahora sí lo entendía , como un poseso tiré de la caña ,el barco trasluchó,
la botabara barrió la cubierta pasando a escasos centímetros de mi cabeza, y orzando violentamente sobre el nuevo bordo, escoró casi a punto de volcar. Yo me tiré bruscamente para evitarlo,resbalé y caí en el fondo de la bañera enredado entre los cabos de las escotas.

Levante la cabeza, miré hacia la playa , el Land Rover la abandonaba...
era el fín de mi aventura , puse el barco a son de mar y abandoné la zona
voltejeando ya que ahora las cosas con el viento no eran tan fáciles.
En una de mis bordadas , entre los pinos observé una potente luz,rescaté de entre las panas mi cámara de fotos apunté hacia ella y disparé.
Cuando aparté el ojo del visor ví en el azul del cielo una ascendente y estrecha linea blanca de humo, un poco algo mayor de la que dejan los cohetes de las ferias , que me dejó hondamente decepcionado.
Carabela al cielo -musité amargamente - pero al fín y al cabo había podido realizar mi sueño aunque hubiese sido un desengaño.

En el muelle del Club estaba mi padre junto al Calé que llevaba colgado
unos prismásticos. Eran las seis de la tarde.
Ese verano estuve castigado , no volví a navegar y todos los dias iba a Huelva para ayudar a mi padre.
Pero en mi armario , al lado del impresionante cohete Saturno, estaba la fotografia del ridículo ingenio que tanto afán me había costado tener.
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CARACOLAS DE CHOCOLATE (Analema)

....¡ Pégate al costado ,sujétate a la escala y pégate al costado!, no mires abajo, arriba, mira arriba!...La voz de mi padre.
Babi rosa, coletas, lazos celestes,...como los ojos de Marta.
Al fin, arriba .La dársena borrosa ante mi, el corazón remando sin compás, risas, jadeos...

Durante meses me escribió. Hoy se que mas por cortesía que por complicidad.
A mediados de los años setenta atraco un mercante enorme y destartalado en el muelle comercial.

Poca tripulación y muchas deudas. Era un carguero viejo, con aspecto de saber ir de memoria a las Orcadas o al mar de Coral, llevando en su herrumbrosa panza: café, conservas o toneladas de ajos. Al cabo de pocas semanas se supo que la naviera había quebrado y se desentendía de los tripulantes y del propio barco.

Dentro de él, resistió una familia gallega formada por un matrimonio, su hija de unos trece años, una hermana de la madre y su marido.
No pedían mas que su salario.

La niña empezó a ir al colegio, los meses pasaban y la cosa no tenia visos de arreglarse.
Así, compartiendo pupitre fue como nos conocimos.

El oficio de mi padre me permitía, corretear por los muelles, subirme a las grúas (bajar ya era otra cosa), sortear las redes apiladas por remendar...pero nunca había sentido el vértigo de mirar el mundo desde el castillo de proa de un barco semejante. Por alguna razón que permanece en el misterio le caí bien a aquella niña y me convertí en su única amiga, aunque yo no contaba por entonces mas de ocho años.

Solo yo durante aquellos meses, pude ver, donde dormía, donde comía, donde extendía los cuadernos del colegio, como transcurrían sus vidas al fin, en un escenario tan real como imposible. A la escasez de aquel tiempo y a la impotencia de sus padres por superar las circunstancias, respondía ella con un guiño ingenuo de sus inmensos ojos turquesa que competían con el horizonte. Si cierro los míos, aún nos veo correr por la inmensa cubierta ,salvando cabos y hierros viejos ,agitando un par de escobas sobre nuestras cabezas para disuadir a las gaviotas que buscaban nuestra merienda ,con sus fuertes picos y sus ojos aviesos.

La trenza única y bronce de ella, mis lazos deshaciéndose una y otra vez, los calcetines bajos de correr...mi devoción por Marta.

Un día no fue al colegio. Yo cogí un catarro. Y así, cuando una tarde llegué al muelle encontré el barco sucio y gris de siempre, pero alguien había hecho desaparecer la escala. Grité. Grité con toda mi alma llamándola, mientras la onza de chocolate se derretía en mi pequeña mano y las gaviotas acudían puntuales .Ella no.

Poco después, el ceniciento buque fue remolcado y desguazado, allá enfrente, en aguas proscritas. Guarde sus cartas muchos años, hasta que un día me dije que no eran ellas las que me devolverían lo que ya estaba perdido: mi infancia.

En una caja de lata metí las meriendas de aquellas tardes y tomé aliento, al pie de la escollera la hice volar hacia el seno de una ola.

En la negra piel del mar abrí una herida que se encargó de restañar el algodón de espuma de la siguiente. A veces en ese lugar, busco entre el vaivén del oleaje un destello del latón que se que duerme allá abajo, en el fondo de este puerto donde sobrevivo.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del Iii Concurso

Cavilaciones de un hombre sencillo (Patria)

Es una pena que ya no venga un motorista a anunciar los nombramientos, con la cara que se le hubiese quedado a Don Ignacio, nuestro portero. ¡Tal vez entonces mi mujer dejaría de ningunearme, joder! pues parece que haga lo que haga uno, ella busque siempre el ejemplo de otro a quien le ha salido mejor para restregártelo por la cara. De todas formas tampoco me han nombrado ministro, que eran a quienes mandaban a los motoristas a comunicar los nombramientos. Mañana ocuparé el flamante despacho de Director General de la Marina Mercante.

Desde que mi padre me situó en el departamento, todo lo que he logrado ha sido a pulso. Ya estaba trabajando allí como interino, cuando aprobé las oposiciones, y si bien es cierto que mi padrino el Almirante presidía el tribunal, siempre me aseguró que evaluó personalmente mi expediente y que, aunque tal vez con algo menos de puntuación, las hubiera aprobado igualmente.

Desde entonces he tenido que hacer muchos esfuerzos y tragar mucha mierda para seguir ascendiendo hasta que finalmente, no hará ni seis meses, tuve un golpe de suerte.

Se acercaba la jubilación del viejo, en el departamento ya habían comenzado la colecta para regalarle un Rolex de oro. Un Rolex de oro! de acuerdo que éramos casi una cincuentena los contribuyentes, pero vaya regalazo íbamos a hacerle a un jefe que nunca había hecho más que buscar la mejor manera de putearnos y al que no volveríamos a ver nunca más. Tres éramos los candidatos a su sucesión, pero de esos tres, sabía que yo estaba en la cola.

Todo había sido culpa de mi mujer, pues cuando se enteró de que yo tenía un lió con la secretaria del jefe, le hizo llegar una nota anónima y desde aquel entonces, pronto haría dos años de eso, me había hecho notar que yo no merecía la confianza que me tenía. El viejo carcamal debía estar enamorado platónicamente de su secretaría y al recibir la nota de mi mujer, creo que tuvo un grave ataque de cuernos.

La verdad es que antes del golpe de suerte del que hablaba, no tenía nada claro conseguir subir ese último escalón en mi carrera. Como digo había otros colegas con las mismas posibilidades matemáticas que yo de trepar hasta ese puesto, pero la química entre el viejo pedófilo y yo se había deteriorado por culpa de esa nota que envió mi mujer y que para colmo estaba tan solo basada en pruebas circunstanciales y en un par de singulares casualidades.

Fue entonces cuando decidí firmemente separarme. Hasta entonces le había hecho creer a mi amante Irene que pensaba separarme de mi mujer, que la dejaría y nos iríamos a vivir juntos, pero yo no pensaba realmente en separarme, en realidad me iba bien tener dos casas y dos dormitorios, incluso dos mujeres; porque hacía bastante tiempo que a mi mujer le importaba en absoluto si dormía en casa o si la llamaba con cualquier excusa para decirle que esa noche dormiría fuera.

Pero la fortuna apareció en mi vida y supe sacarle partido. Pues aquel día en lugar de desayunar en el café de la esquina donde acostumbraba a ir cada mañana, me desplacé varias manzanas. Tenía que comprar una estúpida partitura para mi estúpida esposa que toma lecciones de oboe. Y ya con la partitura bajo el brazo, entré en un café con buena pinta donde no había estado nunca. Su distribución recordaba un vagón de tren, la barra a la derecha, con sus taburetes, sus vitrinas y su camarero de uniforme haciendo cafés y calentando leche, y a la izquierda distintos departamentos, separados por cristales translúcidos hasta la altura de los ojos, con una mesa y varias sillas cada uno. Estaba yo desayunando leyendo distraídamente el periódico en uno de esos departamentos, cuando percibí que el departamento contiguo había sido ocupado. No le di importancia hasta que reconocí la voz de mi jefe que estaba hablando con otro hombre.
- ahora te contaré algo que nunca había contado a nadie - oí la inconfundible voz mi jefe, y de repente se me erizaron hasta los pelos del pubis y mi corazón se puso a latir tan rápido y fuerte que creí que no podría escuchar ese interesante relato.
- ¿Recuerdas a Vallejo, aquel empresario valenciano? - interpeló nuevamente el Director General a su interlocutor.
- Verás, - añadió - yo lo conocí hará unos diez años, cuando me dieron el cargo. Se plantó en mi despacho y aseguró que había conocido, y había tenido tratos comerciales con otros que estuvieron ahí antes que yo. Se presentó como un asesor externo del departamento y me aseguró que era el hombre indicado para hacer de intermediario entre nosotros y ciertos lobbies empresariales. No recuerdo como consiguió que le creyera, pero el tipo inspiraba confianza, era simpático y después de varias comidas, cenas y algunas ocasiones particularmente picantes, me planteó el primer negocio. Si conseguía homologar un determinado equipo electrónico, recibiría a cambio un cochecito para mi hija. A partir de aquel día, los intercambios de favores se sucedieron. Por homologar una caja de plástico como botiquín pude regalarle a esa foca chillona que tengo por esposa un pedrusco de un par de quilates, y por establecer la obligatoriedad de llevar ciertos tipos de balsas salvavidas, y una red de servicios autorizados para hacerles revisiones cada año, gané un ático duplex en la Marbella. De esta forma me he ido haciendo un patrimonio...

Me levanté, ya tenía suficiente. Me acerqué a la barra para pagar asegurándome que mi jefe me viera y me reconociera. A las pocas horas me llamaba a su despacho con un pretexto cualquiera, pero antes de entrar yo ya sabía que a partir de aquel momento convertiría de nuevo en su Delfín, que era el empujoncito que necesitaba para destacar por encima de mis adversarios.

A partir de aquel día, y aunque en realidad yo no me había planteado seriamente separarme antes de que aquella babosa frígida me indispuso con mi jefe mediante aquel infame anónimo, tampoco entonces después de aquellos hechos tan desafortunados, después de una infinidad de broncas interminables y después sus consiguientes silencios eternos, aun habiendo admitido íntimamente que necesitaba separarme, aun así no lo veía un hecho factible ni estaba dispuesto a hacerlo porque estaba convencido que la real beneficiaria de esta separación era ella. Ella que se quedaría con poco más de la mitad de mi patrimonio. Pero poco a poco fui adquiriendo conciencia de la nueva situación. Si ahora me separaba de ese ejemplar de foca, se me llevaría casi la mitad de mi sueldo y se quedaría con el piso que compartíamos desde que nos casamos y tal vez incluso el coche, pero ella nunca podría prever la mágica intervención del tal Vallejo, quien por apretar un poco más los tornillos y sacarle los cuartos a ese puñado de pijos que son los navegantes de recreo, millonarios aburridos que no saben como gastar su dinero y a los que la administración tiene que ayudar incluso en esto. Con la ayuda de Vallejo, pronto conseguiría un chalet en las afueras de Madrid y un anillo de pedida para Irene, con un buen pedrusco engarzado.

Además, para celebrarlo este año estoy dispuesto a hacer feliz Irene y en verano nos iremos de vacaciones a la playa. Tendré que comprarme un bañador, ya que a mi me gusta el monte, el clima fresco y seco lejos de las aglomeraciones y con ese olor a naturaleza, pero después de todo ya sería hora que el nuevo Director General de la Marina Mercante viera finalmente el mar en primera persona.
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Editado por Natachamar en 01-04-2008 a las 23:13. Razón: corregir signos extraños que salieron
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CRISIS DE FE (Pik)

Tengo pocos recuerdos de mi primera infancia. Uno de ellos es pasar los domingos pegado a la valla del Club de Regatas de Alicante, mirando como entraban y salían los veleros. Pese a vivir en el Mediterráneo, el tema náutico era tabú en mi casa. Según me contaba mi padre, estuvo a punto de naufragar con el velero de un amigo y, después de la experiencia, lo más cerca que se le veía del mar era en el chiringuito de la playa.

Tras muchos años volví a vivir a la orilla del Mare Nostrum. Así, cuando empecé a vivir independientemente, me invadió inesperadamente una idea que con toda seguridad había permanecido agazapada en un rincón de mi mente: porqué no explorar ese mundo del Mar que tanto me había atraído y del que no sabía prácticamente nada. Sin pensarlo dos veces (la paciencia no consta entre mis virtudes) me saqué el título de Patrón de embarcación de recreo, haciendo las prácticas en un trawler. Un día tuve la oportunidad de hacer una práctica en velero y me apunté sin dudarlo. Al terminar lo tenía muy claro: quería un velero.

Tenía dos opciones: esperar a tener una cantidad de dinero suficiente para acceder a un treinta pies, circunstancia asaz incierta y con un horizonte temporal indeterminado, o invertir la pequeña cantidad de la que disponía para convertirme en el orgulloso armador de mi propio barco.

Como es de suponer, opté por la segunda opción y, con la única experiencia de una salida de cuatro horas a vela, me compré un veinticuatro pies con veinte años de vida. El dinero no daba para más. Y así me vi con veintiséis años dueño y señor del mejor barco del mundo.

Creo que nunca he vuelto a sentir una avalancha de emociones tan intensa como en mis primeras salidas con el barco. Miedo a que mi joya pudiese sufrir el más mínimo rasguño, orgullo ilimitado, inconsciencia al salir a navegar con unas olas con las que hoy espero no encontrarme y, en suma, esa mezcla de sensaciones que solo la inexperiencia te puede dar. Me sentía capaz de hacer cualquier travesía con mi barquito. Y de hecho, dentro de mis posibilidades de tiempo, las hice. Pasaron años, muchas experiencias (buenas y malas), periodos largos sin navegar con mi barco casi abandonado en su pantalán… y otros de disfrutar plenamente del Mar.

Tengo cuarenta y dos años. En los últimos años he navegado bastante, sobre todo pequeñas salidas domingueras. Hace algún tiempo mi barco está casi abandonado. Otras ocupaciones me han impedido ocuparme de él como es debido, y además no he tenido ganas de navegar. La idea de desplazarme sobre el Mar movido únicamente por el viento había dejado de atraerme. Así que me planteé la solución más lógica: venderlo. El barco no tiene un gran valor, aunque está en muy buen estado, pero además el amarre es de mi propiedad por lo que la jugada no estaba mal. Podía sacar un dinero que me vendría muy bien para tapar otros agujeros.

Pues nada, manos a la obra, lo primero es vaciarlo para adecentarlo un poco para atraer a los potenciales compradores. Ya has navegado bastante, has hecho tus pequeñas aventuras, navegaciones en solitario, y además el barco es muy pequeño. Te has hecho un comodón, y las estrechuras de un veinticuatro pies te echan atrás. Puedes seguir con tu afición: sigue con tu suscripción a la revista, vuelve a visitar La Taberna del Puerto, y verás que bien estás sin el gasto y la preocupación del barco que al fin y al cabo ya has disfrutado bastante…….

Por suerte no llegué a poner el anuncio. Porque fue tomar la decisión y empezar a sentir una angustia inexplicable. No paraba de desfilar por mi mente la imagen del casco cortando el agua con el único ruido de la estela tras de mí. Me han pasado tantas cosas, tantas personas han pasado por mi vida, pero mi barco siempre ha estado ahí. Es como un punto de referencia que sobrepasa su simple función. Simboliza algo más profundo y difícil de explicar. Lejos de fundamentalismos o idealismos adolescentes, deshacerme de él es como renunciar a una parte de mi persona que me ha ayudado a salir adelante en los peores momentos. Pero hombre, si no es más que un objeto, bastante viejo además. Por otra parte ni siquiera lo cuidas últimamente como se debe, todo esto es una cabezonería sin sentido….

Este escrito es la prueba de qué lado de mi persona ha ganado el debate. Solo me preocupa qué hacer si un día tengo el dinero suficiente para acceder a una eslora mayor. Creo que ese día no seré capaz de deshacerme de mi pequeño valiente.
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Editado por Natachamar en 01-04-2008 a las 23:13.
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Del cenit al nadir con parada en todas las estaciones (Pim)

La nave está bien pero acabamos de salir de una de las peores tormentas que recuerdo, la más dura sin duda. Y al fin cuando todo parecía haber terminado chocamos con algo, tal vez un contenedor u otro objeto a la deriva. No creo que haya que lamentar daños irreparables, aunque el ha sido terrible, la nave se ha estremecido y el golpe ha retumbado durante un buen rato, mientras sus costados vibraban como las hormonas de una adolescente a la vez que se disparaban un sinfín de alarmas, sirenas, silbidos y zumbidos que se han disparado automáticamente alrededor del cuadro de mandos. Los motores se han parado súbitamente y de repente todo ha quedado en silencio. Ni Phileas que estaba en el puente conmigo, se ha atrevido a abrir la boca hasta que le he ordenado un control de daños. Entonces ha salido directamente en busca de Michel para efectuar el largo "checklist" de la nave entre los dos. Cuando me he quedado solo me he sentado, tenía que comprobar y desactivar, uno por uno, los centenares de multicolores pilotos encendidos. Ahora acompañados de un zumbido, ahora silenciosos, una inmensidad de testigos repetidores de sus sensores advertían que algo había andado mal en algún momento. Aproveché para reflexionar pues estaba claro que acababa de meterme en un buen lío. Llevamos una carga de valiosísima especia hacia Deralia intentando acortar un poco las rutas de navegación convencionales, pues ya íbamos fuera de plazo cuando salimos, tome esta vía que contemplaba posibles tormentas, aunque nunca hubiera podido prever un abordaje de un objeto a la deriva.

Zarpamos de Dune tres onfri atrás. Unos tumultos revolucionarios habían retrasado una y otra vez la carga de nuestras bodegas, pero la compañía no entiende de razones de ningún tipo. Nuestro contrato describe claramente que por cada ofri de retraso perderíamos una parte de nuestra gratificación y si, por cualquier razón, la demora se alargaba más de seis ontfri, habríamos trabajado en balde pues no cobraríamos absolutamente nada.

Comencé a manipular botones, las luces se fueron apagando y me animé un poco, pues ya no parecía que las cosas estuvieran tan mal. Al poco de manejar el teclado, solo quedaron un par de pilotos abiertos; cuando regresaron mis compañeros a informar, los daños coincidían con mi interpretación de los dos pilotos aun iluminados.

No teníamos combustible, el abordaje se había producido por la amura de babor y se habría abierto una brecha por donde se habría vertido todo. Por esta razón se habían parado los motores. En popa teníamos intacto el tanque de reserva, aunque era claramente insuficiente para terminar el viaje, pero por lo menos nos permitiría tomar tierra por nuestros propios medios.

Desplegué la carta de navegación e intenté situarme por estima. Teniendo en cuenta el desvío que yo había aplicado al tratar de trazar una ruta mas corta, la desviación a estribor que nos había provocado aquel objeto al impactar contra nuestra aleta de babor, las leyes de la inercia y las fuertes corrientes imperantes en aquella zona-motivo por el cual en su momento se había restringido el tráfico comercial- me situé de forma tan exacta como me fue posible y le pedí a Michel que izara el periscopio para poder confirmar con mis propios ojos lo que mi análisis sugería.

Estaba muy claro, aquella tonalidad azul implicaba atmósfera, por lo que imprimí un espectrograma remoto de aquel planeta que teníamos delante, en busca de los elementos necesarios para preparar el combustible necesario para proseguir nuestra derrota.
-No podemos quejarnos, Capitán- era Phileas quien hablaba mientras miraba observaba detenidamente la pantalla del espectrógrafo –el planeta tiene grandes cantidades de hidrógeno y carbono, que aunque repartidos en distintos componentes, podremos programar la planta abastecedora de la nave para que los separe y los combine de nuevo en la fórmula química que más convenga.

Entre otras muchas funciones, como la de médico y cocinero, Phileas era el químico de abordo. Llevaba mucho tiempo viajando con él y, aun siendo algo lunático, era un tipo muy capaz, al que nunca se le había visto afirmar alguna cosa que no fuera capaz de hacer.
Para Michel en cambio era su primer viaje interestelar y se percibía que lo estaba pasando mal en estos momentos. Compartía las funciones de mecánico, radiofonista, informático e ingeniero de a bordo; y aunque no había asomo de lo contrario, yo estaba íntimamente convencido de que no estaba debidamente capacitada para los múltiples trabajos que debía realizar. Nos habíamos conocido mientras yo buscaba algún tripulante, para cubrir esa plaza, entre los innumerables bares de Theed, y no la enrolé por su currículo precisamente. Inicialmente Phileas acogió hoscamente y con un puntillo de distanciamiento la presencia de Michel. Parecía que un paso en falso de esta podía desembocar en una tragedia, pero su picardía fue imponiéndose sobre el viejo Phileas y a veces me pregunto sino debería sentirme algo celoso.

Con los elocuentes resultados del espectrograma, nos dispusimos a tomar tierra. El ordenador calculó una órbita espiral de desaceleración, que nos dejaría en la superficie del planeta a baja velocidad, sin impacto y con el mínimo consumo de combustible, Por lo que iniciamos la maniobra de acercamiento. A través del periscopio pude observar toda la operación, abandonamos el negro universo al penetrar en la atmósfera, inicialmente lechosa de aquel astro; y paulatinamente todo nuestro alrededor se fue tiñendo de un azul intenso, claro, diáfano e inmaculado, que a medida que nos acercábamos a la parte sólida del planeta se moteó de diversas manchas blancas.

Súbitamente con una especie de explosión, nuestro descenso se detuvo. La atmósfera se había vuelto repentinamente espesa e infranqueable y la nave flotaba sobre una vibrante membrana de un espeso fluido. Tecleé entre los controles del ordenador central intentando averiguar cuanto costaría penetrar aquella atmósfera hasta llegar a la superficie y la respuesta que obtuve después de ciertos cálculos y pruebas, era que no disponíamos de suficiente combustible para ello. El análisis descubrió que se trataba de una atmósfera líquida, formada básicamente por H2O, precisamente la reserva de hidrógeno que estábamos buscando; mientras que en el nivel superior, gaseoso, hallábamos el otro compuesto que iba a sernos de utilidad.

Como la otra atmósfera era respirable, a pesar de su alta concentración en CO2, CO y CFC, salimos a cubierta para abandonar, aunque fuera por poco tiempo aquellas claustrofóbicas paredes. El fluido sobre el que reposábamos estaba muy agitado y formaba enormes ondulaciones que provenían de todos lados y zarandeaban enérgicamente la nave. Debíamos agarrarnos fuertemente a cualquier parte para evitar salir arrastrados por esas ondas que chocaban contra la nave y se deslizaban por la cubierta. Habíamos gastado toda nuestra reserva de carburante en el intento automático de penetrar en la atmósfera líquida, y estaba claro que debíamos enderezar la nave. El fluido gaseoso circulaba con tremenda rapidez y había empujado la nave hasta colocarla de forma que ofrecía la máxima resistencia a ambos fluidos y que a su vez era la postura más incómoda, por lo que le encargué a Phileas que desplegara una de las alas de planeo, que se encontraba bajo nuestros pies en el otro extremo de la nave, y que la lastrara con el fluido líquido que nos rodeaba y llenara con el mismo líquido los tanques M, A, C y G. con el fin de situar el centro de gravedad en el punto más bajo posible.

Cuando Phileas se hubo ido a realizar mis encargos, me miré a Michel sopesando si estaría a la altura de las nuevas circunstancias y si sería capaz de cumplir con su papel, al tiempo que admiraba lo buena que estaba con aquella camiseta ceñida, que las espumosas salpicaduras de fluido iban pegando a sus voluptuosas carnes, dejándolas transparentar.

-Michel bonita, eleva el periscopio en toda su extensión, y después aduja los captores de energía cósmica para que podamos usarlos como timón.

Tomé un destornillador de estrella, que otro destornillador íbamos a usar los cosmonautas, y me dirigí al escudo anti-meteoritos, del que solté dos grandes piezas triangulares y las colgué una a proa y otra a popa del periscopio. Michel y Phileas estaban en cubierta conmigo cuando comencé a adujarlas y mientras Michel se ocupaba del timón, Phileas me ayudaba trimando la pieza mayor, la de popa, mientras yo me ocupaba de la de proa. Se trataba de aplanarla impidiendo que formara bolsas.

Muy pronto la nave abandonó dejó de estar a merced de las ondulaciones que habíamos conocido desde que llegamos allí y comenzó a moverse ciñendo y surcando los fluidos. La atmósfera se tornó más respirable cuando la humedad empezó a precipitar. El gas se movía de forma turbulenta y con enorme violencia y Phileas llegó a pensar que nos estaban atacando, cuando una primera descarga eléctrica cayó a escasos metros con gran estruendo. No obstante no era más que otro fenómeno meteorológico de aquella atmósfera primitiva, al cabo de pocos instantes centenares de descargas centelleaban por doquier y se hacía difícil colocar bien los paneles para que se correspondieran correctamente con el ángulo de incidencia de los fluidos. De repente, ayudada de pies y manos Michel se dirigió al periscopio y empezó a trepar con seguridad. Cuando llegó a determinada altura, abrazada al periscopio merced a su potente ingle, soltó sus manos y se arrancó un par de mechas de su precioso pelo pelirrojo y las pegó a banda y banda del escudo. Aún desde lo alto, hizo saber a Phileas que tan solo debía conseguir que ambas mechas se mantuvieran horizontales. Desde ese instante nuestra velocidad se redobló.

Dejé a Phileas el gobierno de la nave, mientras me llevaba a Michel a proa con cualquier excusa y allí, en el balcón de proa, le hice extender sus brazos y la abracé desde atrás y la amé, y hubiera vuelto a amarla una y otra vez si no llegamos a clavar la proa en una ondulación y el H2O no me arrastra a lo largo de la nave hasta que, al pasar junto a Phileas, este me tiende una mano y me salva. En proa, no obstante, Michel sigue imperturbable con sus brazos abiertos desafiando a los elementos.

Después de muchas ondulaciones el cielo se despejó de repente y si bien la atmósfera líquida continúo igualmente alterada, los fluidos gaseosos se detuvieron y se quedaron calmados. El oscuro color de esta atmósfera gaseosa dio paso al azul radiante que habíamos visto al llegar al planeta, y a través de esa atmósfera ahora transparente pudimos ver la vieja H765K, la estrella madre de este rudo sistema solar. Pero tal como ya había deducido, solo estábamos en el ojo de la nebulosa, y al poco rato volvimos a empezar con los fluidos violentos, aunque entonces sabía que ya estábamos saliendo.
Saltando literalmente de la cresta de una ondulación a otra, y dejando una espumosa estela, aunque discontinua, porque tan pronto surcábamos la atmósfera líquida como solamente la gaseosa, atravesamos la perturbación y nos plantamos en su otro lado cuando anochecía.
No tenía forma de orientarme ni cartas de navegación que valieran en aquel pequeño mundo, por lo que miré el cielo, nuevamente despejado, para tomar como referencia las estrellas. Naturalmente las identifiqué todas. El conocimiento y situación de las estrellas lo enseñan en todos los ciclos escolares básicos, y en las estrellas busqué la clasificación de este planeta. También enseñan en todas las escuelas que los distintos planetas nacen sin campo magnético, y que este es otorgado por la agrupación universal de astros con inteligencia avanzada (AUDACIA) que lo coloca en cada planeta orientándolo como clave del potencial de desarrollo de ese planeta. De forma que, ya que este planeta estaba orientado a Polaris, implicaba que albergaba vida inteligente en sexta fase y que jamás se desarrollaría más allá de ese mismo nivel, pues anteriormente se auto extinguiría.
En cualquier caso, como el Sol sale por el este, pusimos ese rumbo y al poco tiempo tomábamos tierra en Ibiza. No fue difícil encontrar Carbono, puse nuestra máquina abastecedora a trabajar y comenzó la producción de C64H130 que era lo que necesitábamos, para ello tomábamos el H del H2O y el C del CO2 y liberábamos enormes cantidades de O en la atmósfera. Como efecto colateral, siempre se produce algún tipo de residuo inesperado, en este caso salían de la máquina unas deliciosas ensaimadas rellenas de cabello de ángel, ya se sabe que están más ricas las de Mallorca, pero ha quedado claro que se trataba de un efecto colateral inesperado.

Era responsabilidad de Michel ocuparse tanto de proveer materia prima a la planta abastecedora, cosa harto fácil porque como he dicho ya, esta materia prima abundaba en este planeta; como deshacerse de forma responsable de los residuos inesperados, por lo que montó una planta de reciclaje y se vio obligada a entrar en contacto con la primitiva civilización local. La vimos poco durante el tiempo que duró la operación de reportaje, iba y venía en horario cambiado, desaparecía al ocaso y regresaba bastante tras el orto, pero como las ensaimadas se esfumaban, asumí que hacía bien su trabajo y no me preocupé por ella.

Al cabo de poco tiempo tuvimos suficiente combustible como para zarpar, Michel vino a despedirnos a pie de la nave, había resuelto quedarse y montar un horno de ensaimadas en Portinatx, me tomó cariñosamente por las manos, me miró a los ojos, y sin decir nada se despidió de mí. Ni siquiera nos besamos, eso era más que un despido, nadie volvería a poner los pies en ese planeta condenado que se extinguiría irremediablemente algún día, entendí por tanto que Michel había elegido una vida de clausura, retiro y meditación. Al soltar sus manos una lágrima resbalaba bajo mi ojo izquierdo. Al poco de zarpar, mientras aun se calentaban los motores, Phileas fue hasta el balcón de proa y puso sus brazos en cruz. Yo me quedé mirando a es pedazo de maricón, y al fijarme en su culete respingón, me acerque por detrás y… pero esta es otra historia y solo dispongo de cuatro páginas.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del Iii Concurso

“La canción del mar” (Larsen)
“A usted le falta experiencia….
Este viaje le hará bien”
“Wolf Larsen”
Jack London

Tenía toda la noche por la proa. Salía despacio del puerto, con las últimas luces del crepúsculo. La cubierta de la lancha aparecía deliberadamente repleta de aparejos de pesca y en los asientos acolchados de la popa descansaba una vetusta guitarra con las cuerdas calcinadas por el salitre. El aspecto del hombre era despreocupado e indolente, desengañado y furtivo, como todas sus noches. La embarcación salió de la bocana siguiendo, perezosa, la senda ondulante de la luz de la luna. Hacía frío. El hombre se caló su chaquetón de paño azul marino y el áspero gorro de lana. Iluminó el cuadro de instrumentos dando una fuerte calada al cigarrillo y activó el interruptor del radar. La pantalla destelló con un guiño fosforescente y comenzó el lento y rutinario barrido del cursor, espectral y persistente. Examinó con cuidado la imagen. No había nada extraño en doce millas a la redonda, sólo los vectores erráticos de barcos de pesca que comenzaban su faena y la estela larga de un más que probable bulkcarrier en demanda de aguas libres. Ni rastro de la patrulla de vigilancia.

Dejó al piloto automático el gobierno de la embarcación y cogió la guitarra. Punteó despacio una copla antigua invocando a todas las ausencias. La quietud y el silencio también pueden modularse. Cada nota deja espacios abiertos para la deriva del alma y el pensamiento busca siempre veredas accidentadas para elevarse, como una argucia para ser aún más consciente cuando se alcanza el sosiego. El tiempo seguía corriendo en el resto del mundo. La noche y la guitarra habían aprendido a hablarse y en la mente del hombre rutilaba la esencia de todos sus recuerdos.

Mantuvo el rumbo inalterado por espacio de una media hora, hasta que un destello verde apareció en el radar, justo en el lugar que habían acordado. Aceleró un poco ambos motores y la embarcación se encabalgó sobre la popa. El riesgo aumentaba ahora. Todavía quedaba media hora de navegación hasta alcanzar el carguero, un desvencijado “tramp steamer” abanderado en Malta. Luego, una hora más alijando en la lancha la media tonelada larga de resina de hachís marroquí, para santificar las fiestas. La última parte del trabajo sería, como siempre, delirante: navegar excesivamente cargado, obviando lo revelador que resulta para el Ministerio de Hacienda un punto brillante campando veloz y nocturno por los fueros de sus visores. Y al fin, descargar en un lugar recóndito de la costa donde, en caso de confirmarse la temida emboscada, estarían comprometidos todos los escapes.

Quince minutos más tarde comenzaron a revelarse a simple vista las líneas difusas del carguero maltés contra el tenue resplandor del cielo nocturno. Se intercambiaron las señales prefijadas y desde el puente le dieron permiso para abarloarse al costado del barco. Subió a bordo por una escala que habían desplegado desde la cubierta.

Había tres hombres esperándole. Le hicieron pasar a un grasiento local habilitado como repostería y le ofrecieron un café con tostadas. Se expresaban en inglés, pero creyó reconocer inflexiones eslavas en su dura fonética. A decir verdad, no le importaba en absoluto.
Aceptó de buen grado el café y encendió uno de los cigarrillos franceses que le había tendido uno de sus anfitriones: un gigante barbudo de aspecto desgarbado y de edad indefinida.
Volvieron a cubierta al cabo de veinte minutos. Comprobó, impresionado, que la lancha ya estaba casi cargada. Tres marineros asiáticos hacían diligentemente el trabajo mediante una de las grúas del costado. Terminada la faena, el gigante de los cigarrillos fingió un guasón y forzado ademán de echarlo por la borda. Luego, entre carcajadas, sacó de su abrigo una botella de buen whisky escocés y se la entregó para que la bebiera a la salud del tovarich Marko Volodya, el capitán de un barco fantasma, apátrida y de su tripulación de repudiados del mundo.
Embarcó de nuevo en la lancha. Los balances eran ahora más intensos. El mar había empeorado y los dos barcos estaban atravesados a las olas. Encendió ambos motores y soltó las amarras. Mientras se alejaba, sintió nostalgia de un tiempo difuso, del tiempo infinito que permitía adentrarse en los más ocultos vericuetos del alma, cuando los viajes no eran más que transiciones entre todos los estadios posibles del juego de ser y las irrevocables sombras de la existencia eran las grandes compañeras en el camarote del marino.

Se dispuso a recibir la mar por la amura. La figura del carguero se diluía ya en la penumbra. Conectó de nuevo el radar. El contrabando te convierte en un paranoico - pensó - pero imaginaba a un posible aduanero examinando en la pantalla de una turbolancha un punto verde intenso, del cual se desgajaba un puntito más leve y veloz, que desaparecía intermitentemente cuando las olas sobrepasaban su altura. Redujo la velocidad y arrumbó la embarcación a la playa donde debía desembarcar su valiosa mercancía.
Y entonces sobrevino aquella extraña somnolencia. Se asustó; ahora comenzaba la fase más delicada de la operación. El contrabando - de estupefacientes, nada menos - ya se había consumado. La posible intervención de la patrulla fiscal implicaría una frenética y zigzagueante carrera por ensenadas repletas de escollos; una navegación a ciegas siguiendo las cartas dibujadas en la memoria, en la que una colisión se saldaba indefectiblemente con la muerte del piloto. En tierra esperaban sus hijos. No podía dormirse ahora, estaba demasiado curtido en aquellos menesteres como para cometer el error de un principiante.

La mar seguía empeorando. Tenía que bajar el régimen de los motores; mantuvo la velocidad justa para seguir avanzando, evitando el peligroso planeo de la lancha. Todavía tenía dos horas para alcanzar la playa; más que suficiente, incluso haciendo rumbos sesgados a su destino para huir de las olas de través.

Cedió el gobierno al piloto automático. Durante un rato, su única ocupación solo sería mantenerse despierto. Sintió el impulso irrefrenable de coger la guitarra. Y comenzó a tocarla. En su cabeza sonaba una canción hermosa, pero desconocida. Descubrió, sorprendido, que sus dedos deambulaban instintivamente por los trastes, acompañando fielmente aquella melodía. Era una modulación serena, de cadencia arcaica; un romance, un allegro assai que sonaba como si de alguna manera siempre hubiese estado allí, una especie de canción del mar. Y entonces se sintió realmente solo. Su inquietud aumentó. Se sentía extraviado, dentro de un mundo increíble que no parecía el suyo. Y, finalmente, se durmió. Se desplomó desfallecido sobre el cuadro de instrumentos de la embarcación, dejando caer la guitarra de sus manos.

Aún no había amanecido cuando despertó. Estaba varado sobre la arena de una cala desconocida; algunas de las cajas de la furtiva carga flotaban entre las rocas. Miró desolado a su alrededor. Al menos, el lugar parecía desierto. Saltó a la orilla y se dispuso a explorar los contornos; estaba a punto de amanecer y el lugar pronto se llenaría de curiosos. Tendría que salir de allí lo antes posible, confundido con las sombras.

Avistó en la lejanía el resplandor de la ciudad y se dispuso a calcular la distancia y el tiempo que tardaría en alcanzarla. Seguía sumido en estos pensamientos cuando, en medio del silencio, escuchó un suave murmullo procedente de la embarcación naufragada. Parecía una respiración. Se acercó dando un rodeo. Había una mujer sentada en la borda. Estaba recostada cómodamente contra una de las pocas cajas de resina de hachís que quedaban en la lancha. Su expresión era relajada e irónica. Había, no obstante, algo huidizo, mágico y secreto en aquellos ojos. Algo que extasiaba o incomodaba como si, en su presencia, todas las certezas se tambaleasen. Se dirigió a ella intentando camuflar su aturdimiento.

- ¿Quién eres y qué haces aquí?, preguntó.

- Siento romper tus esquemas, contestó. Soy una sirena común y corriente. Pero no te asustes, ya he conseguido que naufragaras. No deseo hacerte daño.

- Dirás que no deseas hacerme más daño, prosiguió él. ¿Te dedicas a encantar narcotraficantes? Venga, dime quién eres de verdad. Puedo darte dinero si no me denuncias. No te pido más que tres horas de discreción.

- ¡Ya te he dicho quien soy, dijo enfadada!. Tensó sus brazos contra la cubierta e introdujo, airada, su esbelta cola de pez en la embarcación. Él creyó desvanecerse. En su cabeza chispearon cientos de luces de colores y una náusea repentina le obligó a sentarse en la húmeda arena. Cuando levantó la cabeza, ella estaba junto a él.

- No intentes comprarme, susurró en su oído. El viento me trajo tu melodía. Y no pude evitar llamarte. De la única forma en que sabemos hacerlo las sirenas.

- Pues menos mal que no pilotaba un petrolero, dijo él intentando recuperar la serenidad.

- Te esperaban en la playa, ¿sabes? La turbolancha de la fiscal. Bien abrigados y tomando café, mientras tú rastreabas en alta mar con ese repugnante aparato que llena el espacio de ondas infames.

- No sabía que te molestaran los radares.

- Esas malditas señales atacan nuestra entidad. Nuestra esencia incorpórea convive con la vuestra en todos los planos de la existencia, excepto en el material; o mejor dicho, en el margen de sensación que vosotros percibís, esa particular percepción que denomináis tangible. ¿Te has preguntado alguna vez por qué hay cada vez menos contactos entre nuestros mundos?

- Jamás fui consciente de ellos, dijo el hombre.

- Nosotros sí lo somos. Y la historia de los hombres está plagada de relatos que los confirman.

- Creí que sólo eran leyendas, aseveró él.

- Siempre os refugiáis en las palabras. Siempre dejáis que os tiranicen los significados. Sólo son burdos intentos de acotar lo ilimitado.

Él suspiró, incómodo. Se recostó contra el costado de la embarcación y miró, abstraído, a su alrededor. Algunas cajas se habían destrozado contra las rocas. La carga aparecía ya dispersa por la playa.

- Bonito plan has urdido para evitar mi emboscada. También habrías podido despertarme cuando aún estaba a flote.

- Oye… ¿a ver si te crees que soy un socorrista? No me importaba tu lancha y menos aún la carga. Sólo me ocupo de lo que me gusta. Soy un ser inmoral....desde el punto de vista de vuestros esquemas mentales. ¿No has leído La Odisea?.....te salvé a ti porque me gustaba tu música. Y tú también.....bueno....un poquito.

El hombre se sentó despacio junto a ella. En lo más profundo de su ser seguía sonando, indomable, aquella melodía hechicera de tiempos lejanos. Tenía la ropa empapada. Vació como pudo el agua de su guitarra. Le miró a los ojos y sonrió....cántame otra vez aquella canción, dijo a la sirena.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del Iii Concurso

LA JAULA Y EL HORIZONTE AZUL. (Ironia)

Hola soy Miguel, un español medio que como tu, vivía sin saberlo en una jaula particular, trabajaba en una multinacional alemana, muchas horas al día, de sol a sol como en el tajo, para llevar a casa un sueldo que la mayoría de los meses apenas llegaba a fin de mes.
Esto es un relato de como empezó a cambiar mi vida un verano hace unos años, de los que estaba con mi familia pasando unos días en la playa.

Yo salía de la jaula una vez al año, me dejaban la puerta abierta y nos íbamos a la costa, una casita de alquiler pagada con la extra de verano, aunque tras esos maravillosos días sin ataduras, o eso pensaba yo, volvíamos a casa para volver a cerrar la puerta de la jaula. Ese año un amigo nos invitó a salir en barco, unos bocadillos, mucho sol y aguas cristalinas, algún mareo repentino que se quito con un remojón, y un agradable día que pareció gustarnos a todos. Salí con el a navegar un par de veces más, una a pescar al curri, y la otra a una regata del club donde el atracaba el barco.

La experiencia me debió marcar, por que en casa decían que los ojos me brillaban de una forma rara, que tenía las pupilas dilatadas, y que hablaba un idioma raro diciendo unas palabras extrañas que no entendían, como cornamusa, génova, gratil, pujamen, wincher,……etc.

Ese verano, cuando volvíamos a casa en el coche, en medio de un atasco para entrar en la ciudad, mi pensamiento no era el de todos los años, no rememoraba lo bien que lo habíamos pasado en la costa, o me apenaba de que se hubiesen acabado esos días maravillosos, ¡no!, mi mente hacía planes a futuro, estaba sin ser consciente cortando uno de los primeros barrotes de la jaula.

Ese invierno, me apunté a una academia para sacar el Patrón de Embarcaciones de Recreo, dos días a la semana, dos horas al día, estaba estudiando otra vez después de 10 años de acabar la carrera, y la verdad me costaba mucho, no se si era por lo cansado que llegaba después de un duro día de trabajo, o por la poca práctica que tenía, pero para seguir el ritmo de los demás, invertía mis días de descanso en hacer problemas de navegación, memorizar luces de colores, y aprender ese idioma raro que mi familia aun no entendía.

El 17 de enero es una fecha marcada en mi currículum personal, ¡por fin estaba autorizado a llevar un barco de hasta doce metros! Salí de la capitanía con el título debajo del brazo y con esa rara sensación por segunda vez en mi vida, la primera fue recién licenciado en la facultad, sin tener ni idea de nada, buscando trabajo sin experiencia. Ahora estaba igual, con un título de navegación pero sin experiencia de nada.

Ya había pasado la primera etapa de mi plan marcado a la vuelta de las vacaciones, ahora necesitaba saber si éramos capaces de vivir en un barco unos días todos juntos y no tirarnos por la borda ante la primera dificultad. No fue fácil ir convenciendo al personal de que en las próximas vacaciones de Semana Santa, haríamos un charter por la costa mediterránea, ellos eran más de:
- ¿Por qué no lo dejamos para el verano? Hará mejor temperatura y podremos bañarnos.
Yo quería saber si serían capaces de convivir en un espacio reducido, mas incomodo y en movimiento, al mismo tiempo necesitaba experiencia pues mis planes para ese verano eran otros, si todo salía bien, ya no volveríamos al alquiler del apartamento de la playa.

Fueron unos días maravillosos, salimos de casa con todo preparado y con la incertidumbre de pasar una aventura que nos marcaría, cogimos el tren que nos llevaría a nuestro destino, Alicante. Ya de noche llegamos al puerto en el que nos esperaba Manuel, el Capi, nos acomodamos en un magnifico barco, un Belliure de 35 pies con unos añitos, pero que estaba muy bien preparado para su función. Cenamos en un bar del puerto unas tapas y hablamos largo y tendido de lo que haríamos en los días siguientes. Los niños aunque estaban cansados del viaje, no perdían ni palabra, no quisieron irse a dormir, creo que para ellos era “su gran aventura”, la que podrían contar en su clase a la vuelta de las vacaciones.

El día amaneció soleado, el parte anunciaba levante f3, y marejadilla, las condiciones eran ideales para unos novatos como nosotros y para aprender las maniobras del barco. Fue en ese momento en el que sorprendí a mi parroquia con todo lo aprendido ese invierno, me veían hablar en ese idioma extranjero con el Capi, de tu a tu, yo me encontraba que me salía de la bola del mundo, y así de esa guisa, recorrimos las millas que separaban Alicante de Altea.

Al día siguiente nuestra travesía nos deparaba una prueba crucial, salíamos de Altea con rumbo al Cabo de la Nao y el parte hoy no acompañaba. El viento subiría a medio día a f5 del noreste y podíamos tener riesgo de chubascos intermitentes, desayunamos con un nudo en el estomago, aunque el Capi nos tranquilizaba, parecía que para el era algo normal, y nos daba sensación que sabía lo que hacía, nos explicó con todo detalle lo que íbamos a pasar ese día, creo que se lo agradeceré siempre, nos fuimos adaptando a la diferentes situaciones, y el barco, muy marinero y seguro, se comportó como nunca otros en los que navegué. Yo estaba sacando mis propias conclusiones de aquellos días, y las largas charlas con el Capi en la bañera me iban abriendo los ojos sobre mis planes de futuro.
Doblar el Cabo de la Nao y el de San Antonio fue duro, muy duro para nosotros, animales de tierra adentro que no sabíamos desenvolvernos en una coctelera de 35 pies, con rociones de agua y un par de chubascos que nos dejaron calados hasta los huesos, el viento llegó a rachas de 35 nudos y nuestro rumbo fue de ceñida, dos rizos en la mayor, sin la trinqueta y con un pequeño foque que llevaba para los días duros y el génova enrollado. La recompensa era enorme, teníamos nuestra aventura, la habíamos pasado con un aprobado raspando, pero al fin y al cabo, “un aprobado”.

El tercer día lo pasamos en el puerto de Denia, las condiciones meteorológicas empeoraron, y el Capi recomendó variar nuestro plan inicial, no pasar por Cullera y terminar directamente en Valencia, cosa que hicimos un día después. Salimos a conocer esta bonita ciudad y descubrimos que el placer del crucerista, no está solo en el mar, si no en descubrir esos sitios por donde uno pasa, sus gentes y costumbres.
Con viento de levante f4, amainando a 3 y 2 a última hora de la tarde, cubrimos nuestra última travesía de esas vacaciones. Saliendo al amanecer, con ese café preparado por el Capi, con sus tostadas recién hechas, aceite y jamón, el sol nacía por levante como un bola anaranjada que dos daba los buenos días y con la sensación de haber cubierto la segunda etapa del plan, segundo barrote cortado de la jaula.

Pensé que mi familia estaba preparada para la tercera parte del plan, y como el tema estaba calentito, decidí que el tren de vuelta era el momento de soltarlo.
¡Este verano compraremos un barco y lo pasaremos en el ¡
Las caras de mi familia eran dignas de ser fotografiadas, a mi mujer se le cayó el alma al suelo, ¿estás loco? ¿cómo lo vamos a hacer?, por otro lado tenía como cómplices a mis dos hijos, que reflejaron en su cara una felicidad similar a la vivida estos cuatro días. El resto del viaje transcurrió en un examen de ingeniería financiera para explicar como podíamos cumplir el sueño, por fin me iban a servir de algo los años de facultad.

La primavera la pasamos enfrascados en las distintas posibilidades de conseguir “la pasta”, y barajando que tipo de embarcación necesitábamos para nuestros planes. Internet, algún paseo de fin de semana para ver barcos y puertos, fueron nuestros objetivos.
Pero fue una bonita mañana de sábado, cuando paseando por el puerto de San Pedro de Pinatar, el flechazo me tiró directo al corazón, estaba ahí, tenía un cartel de “Se Vende”, era un precioso Westerly de 34 pies, con unos años encima y con bandera inglesa. El barco estaba bien conservado y muy completo, pues había sido la vivienda de una extraordinaria pareja de ingleses que habían empleado sus últimos 10 años dando la vuelta al mundo, ahora ya mayores, lo querían cambiar por una caravana, para continuar por Europa rumbo a casa.
Volvimos dos fines de semana más a verlo, hablar con los dueños, regatear, probarlo, pero el precio seguía siendo para nosotros un problema, se pasaba del presupuesto y ya contábamos con los ahorros, ampliación de la hipoteca, y un par de prestamos familiares con la promesa de devolución sin intereses.
Fue un buen amigo de la oficina el que me dio la idea, que a la larga nos podía acercar a nuestro sueño. La operación era sencilla aunque arriesgada, pues si la pareja de ingleses buscaban una caravana, ¿Por qué no preguntarles por sus preferencias y comprar una que luego intercambiaríamos?
Nosotros podíamos acceder a un mercado mayor que ellos, por el idioma, lugar de residencia, y contactos de nuestros amigos, muy aficionados a ir de camping en verano. En un par de meses, encontramos lo que ellos buscaban y tras un largo y agotador regateo que duró un mes mas, compramos la caravana y nos dirigimos a Murcia con muchas incertidumbres e ilusiones.
La vuelta la hicimos en tren, nuestro sueño se estaba empezando a cumplir, y ahora solo necesitaba un par de semanas más para reunir el resto del dinero, pues el barco era de mas valor que la caravana.

El tercer barrote de la jaula, lo corté en un día de julio, comiendo un arroz caldero en el puerto y cerrando la compra venta, de nuestro barco, el “My Way”, un nombre estupendo al que no estábamos dispuestos a renunciar ni cambiar, y no por que seamos supersticiosos, si no por que creo que se ajustaba muy bien a todo lo que estábamos pasando en esta nueva aventura. ¡Ya éramos armadores de nuestra propia embarcación!

Ese verano lo pasamos por la costa de levante con el barco, preferimos hacer un recorrido ya conocido e ir adaptándonos al barco, colocándolo a nuestra forma de vida y sintiéndolo como uno mas de la familia.
El plan era navegar en verano por la costa y no repetir cada año los mismos puertos, de manera que fuéramos conociendo diferentes sitios del mediterráneo, y en invierno dejarlo en un puerto base que iría cambiando cada vez mas al norte. Eso nos pareció lo más adecuado, pero nuestro primer inconveniente fue la falta de puntos de amarre, no podemos dejarlo donde nos guste, ni siquiera pagando, si no que lo vamos dejando donde queda hueco. Así pasamos unos años magníficos, en los que solo necesitaba una lista de teléfonos de puertos y anticipar con unos meses nuestros movimientos.

La jaula se iba abriendo, con cada travesía un barrote nuevo era cortado, y el horizonte azul estaba mas cerca, alcanzable, se podía palpar con la mano, estirando el brazo por la proa, esa sensación de libertad que yo sentía, y que me hacía mas grande en mi interior, era como una droga que poco a poco te atrapaba y no te das cuenta…………
Y no te das cuenta que lo que te rodea está cambiando, tu vives en una burbuja, pero la realidad es otra, no la quieres ver, pero está ahí, los niños crecen, tienen nuevas amistades, ya no les interesa tanto el barco, para ellos la aventura está en otra parte, lejos de sus padres, ahora lo que quieren es estar con sus amigos, novias, etc.…. y es entonces cuando un semáforo rojo se enciende en tu interior, y sientes que empiezan a soldar nuevos barrotes en la jaula, que ese horizonte que estabas a punto de palpar se vuelve a alejar como la línea de la costa en esos días de travesía a las Pitiusas que has estado viviendo los últimos años.

Y en ese momento un mazo te cae en la cabeza, arrollador, es un tren de mercancías que viene sin frenos y tu estas en medio de la vía, ennortado, pensando en ese horizonte azul, y no lo ves llegar, no pita, no tiene frenos, pero te acecha por la espalda y no te perdona, te dice,

- cariño, he conocido a alguien, hace ya unos meses, estaba sola, tu te ibas al barco los fines de semana, que si hay que arreglar tal cosa, que si tal otra, y yo aquí me sentía como abandonada, la otra, sentí que preferías al barco mas que a mi, que My Way estaba antes que yo, y ahí apareció él, atento, galán, me valora, he vuelto a sentir cosas que hace tiempo ya no sentía.

Quedé petrificado, me abandonaba, no había marcha atrás, y lo que era peor, se iba con mi mejor amigo, o eso creía yo, aquel que me dijo que comprara la caravana, me pareció que ya entonces urdía su plan, un plan mezquino para arrebatarme aquello que mas me importaba y que hasta ese momento no me había dado cuenta estaba perdiendo.

Pasé una temporada hundido en la mas absoluta de las miserias, no podía dormir por las noches, no comía, adelgacé mas de diez kilos, incluso mi estado de ánimo influyó en mi rendimiento profesional. Era un trabajo que exigía muchas horas y estar lúcido para tomar decisiones rápidas y lo mas importante, acertadas. Los tranquilizantes no eran el mejor de los aliados en ese caso y me vi en pocos meses sin familia, sin trabajo y tirado en la calle, con unos pocos de ahorros para vivir unos meses.
La puerta con todos los barrotes se volvía a cerrar, no sabía que iba a ser de mí.

Es en esos momentos en los que uno no tiene nada que perder, en los que surgen esas ideas, locuras o como lo quieran llamar, pero a mi solo me quedaba un barco, un pequeño coche utilitario que hacía años no salía de la misma ciudad, y una maleta en la que cabían la ropa de invierno y verano. Eso eran mis posesiones después de tantos años de esfuerzos, trabajo y privaciones. No era momento de mirar hacia atrás, la jaula había que romperla, de un martillazo, hacer saltar por los aires todos los barrotes, y eso era lo mas importante.

Con el coche hecho polvo, recorrí el camino hacia la costa, recuperé una cinta de casete de U2, que escuché en el viejo radiocasete del coche un par de veces antes de que se rompiera la correa de distribución, por lo que dejé el coche en la cuneta, hice autostop mas de dos horas, antes de que una furgoneta de reparto urgente me acercara a la costa.

Empezaba una nueva vida, compre en un viejo ultramarino del puerto una botella de un buen Rioja, gran reserva decía la etiqueta, una lata de caviar, de ese que se cría en Riofrío, de esturiones de los buenos, y un variado de ahumados, soy de los que piensan que una nueva vida hay que empezarla con buen pié, y ahí estaba My Way, esperándome, siempre fiel parece que me mira al llegar y me da la bienvenida, hoy voy a cenar y mañana…….. ya veremos como nos las arreglamos.

Desde ese momento vivo en el barco, es cálido en invierno y no muy caluroso en verano, en libertad enterré los fantasmas del pasado, vivo de……………eso es otra historia que en otro relato os contaré.

Un saludo
El capitán
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NEUROSIS (Alex-Lanzarote)


Todo empezó como empiezan muchas veces estas cosas, por una llamada de teléfono. Y como es habitual, todos íbamos a salir beneficiados: la persona que requería de un servicio, el que podía realizarlo (en este caso yo) y el intermediario que nos ponía en contacto.

El teléfono empezó a sonar justo cuando me metía en el agua. Era media tarde de un caluroso día de finales de agosto y escasos minutos antes había fondeado el barco en illetas, en la isla de Formentera. Subí a cubierta casi de un salto y sonreí al ver el nombre en la pantalla, Nacho tiene el don de la oportunidad, siempre me llama en el momento menos adecuado, por lo menos en este caso no interrumpió nada comprometido. Nos conocemos desde la infancia y muchas veces me acompaña en los traslados. Actividad a la que me dedico en invierno además de vagabundear con mi velero por el mediterráneo intentando estirar mis escasos ahorros.

Nacho sabía que no iba a poder negarme. La cuestión era que su padre, un reputado abogado de Barcelona, tenía una clienta americana cuyo marido había fallecido recientemente en Barcelona mientras realizaba un crucero con su velero por el mediterráneo y necesitaba de alguien que se lo llevara de vuelta a Florida. El óbito fue debido a una parada cardiorrespiratoria de resultas de la impresión que recibió el finado por una llamada telefónica (de nuevo tenemos el teléfono por medio) que le informaba de un cambió importante en su situación financiera. La viuda había decidido poner el barco en venta y los brokers le recomendaron el traslado del barco a los Estados Unidos donde sería más fácil su venta al tener pabellón de aquel país. Lo que se me proponía era que lo llevará sin cobrar nada a cambio. Por otra parte, dispondría de él hasta finales de mayo y podría quedarme con los ingresos resultantes de chartear el barco en ese periodo. Por supuesto, el barco debía ser entregado en perfectas condiciones de mantenimiento.

A finales de setiembre, una vez hube concluido mis compromisos de charter de la temporada, tomé el mando del velero. Era un S&S de 43 pies construido en madera moldeada en un astillero de Maine en 1978 y aparejado en Cutter, una verdadera joya náutica. Disponía de toda la electrónica y ayudas a la navegación necesarias. Lo primero que hice fueron las fotos y ponerme en contacto con mis agentes y posibles clientes. Acto seguido revisamos todo el barco en todas sus esquinas y cofres haciendo un inventario completo. La gran sorpresa fue encontrar una pistola en una caja acolchada dentro de la mesa de cartas con su munición. No me gustan las armas y me puse en contacto con el padre de Nacho quien me solicitó que la lleváramos con nosotros y me consiguió el permiso correspondiente. Si bien tuve que depositarla en un puesto de la guardia civil hasta el día de la partida. Por lo demás, el barco estaba impecable y se notaba que el difunto sabía qué se traía entre manos. Varamos para inspeccionar la obra viva y darle 2 manos de patente. Una vez de nuevo en el agua dimos por preparado el velero para la travesía oceánica.

De lo acontecido a lo largo de los primeros meses y durante la travesía oceánica no hay mucho que contar. O sí, pero no viene al caso de este relato. Tan sólo comentar cuatro pinceladas, a saber: que disfrutamos del barco y de las Granadinas tomando Martinica como base de operaciones, que económicamente nos volvimos casi con lo que habíamos salido habiendo pagado incluso nuestros compromisos estructurales en España y a la vuelta aún tendría ahorrados los beneficios de la temporada anterior, que la segunda semana de abril iniciamos la ruta hacia el destino final y para finalizar, la cantidad de navegantes y nuevos amigos que conocimos. Eran muy comunes las tertulias y cenas en uno u otro barco y muchas veces volvíamos a bordo admirados de las experiencias que oíamos de navegantes que llevaban alguna e incluso, en algunos casos, varias vueltas al mundo. Un tema recurrente era la piratería en la mar, las zonas en las que se daba y qué buscaban dichos modernos piratas. Especial interés poníamos cuando hacían referencia a las Bahamas como uno de los puntos "de riesgo" y que en dicha zona el mayor peligro se encuentra en que quieren un barco "limpio", es decir, con todo en regla, para trasvasar droga desde un barco nodriza e introducirla posteriormente en los cercanos Estados Unidos y por tanto se "deshacían" de los legítimos ocupantes del barco y en algunos casos incluso violaban a las mujeres antes de "deshacerse" de ellas. Nuestro particular interés por esa zona era debida a que debíamos de pasar por las proximidades de las Bahamas en nuestra ruta hacia Florida.

Planteamos el último tramo en dos etapas, la primera y más relajada, con algunas cortas paradas en alguna de las islas, hasta Culebra al Este de Puerto Rico donde unos navegantes nos habían dicho encontraríamos un varadero tranquilo y de precio muy razonable regentado por un tal Juan y una segunda etapa directa a Fort Lauderdale, nuestro destino final en Florida.

Tras una semana de intenso trabajo de carenado y barnizado. Nos dirigimos a San Juan con intención de hacer la compra necesaria para la travesía que teníamos por delante. Pero el "shock" del reencuentro con el mundo latino y el haber conocido a dos hermanas, Susana y Cristina, la primera noche merengueando por "el viejo San Juan". Alargó nuestra estancia en la isla una semana. Y finalmente partimos a realizar la última etapa con ellas a bordo.

Si el eje principal de esta historia fuera comentar el traslado del barco desde Barcelona a Florida, me extendería más en las anécdotas acaecidas en la travesía atlántica o durante los primeros meses o incluso, podría añadir algo de pimienta contando detalles eróticos de nuestra relación con las hermanas puertorriqueñas. Pero si no lo he hecho, ha sido por que todo lo narrado hasta ahora, no es más que una introducción esquemática. El autentico relato o la razón de ser del mismo, empieza ahora.

Los hechos sucedieron la tercera noche, al atardecer habíamos dejado por babor la isla de Tortuga, al noroeste de la Española, y cambiado el rumbo para enfilar el estrecho paso entre Cuba y los bajos de las Bahamas. La noche era nublada y sin luna. El barco se deslizaba suavemente a 6 ó 7 nudos empujado por una brisa del Este y gobernado por el piloto de viento. Nacho y yo nos habíamos distribuido las guardias dejando a las chicas libres para que durmieran o nos acompañaran cuando lo desearan, el romanticismo de la cálida noche tropical envolvía la atmosfera a bordo. A las 3, Susana hacía poco que se había retirado y yo me encontraba en la bañera cuando empecé a oír un ronroneo de motor lejano y baje a la cabina a conectar el radar. Allí estaba el causante del ruido que percibía, un punto a 5 millas por la aleta de estribor. Supuse que debía ser un pesquero dirigiéndose al canal entre Cuba y Haití y salí fuera a ver si lo veía, pero nada, no veía nada, no es inusual que por estas latitudes algunos pesqueros naveguen con las luces reglamentarias apagadas por lo que no me alarmé. Pero baje a echar una segunda mirada a la pantalla del radar y tomar una marcación del punto que ya empezaba a ser una ligera línea, como un guión. Mi preocupación fue en aumento al comprobar que el ruido aumentaba en intensidad y la marcación se mantenía a rumbo de colisión por lo que desperté a Nacho por si nos veíamos obligados a maniobrar y le expliqué la situación. Mientras él salía de la cama, haciendo uso de una potente linterna enfoqué el haz de luz sobre la vela mayor con objeto de que ésta hiciera de pantalla y por lo menos llamar la atención. Nada, el ruido del motor era cada vez más cercano, no hacía falta mirar al radar para apreciar que el maldito barco estaba muy cerca si bien una ojeada al mismo nos indicó que iba a pasar por nuestra popa. Pero una vez se situaron a nuestra popa, cambiaron su rumbo y velocidad acompasándola a la nuestra. Estaban pegados a unos metros nuestra popa y mirando en esa dirección sólo se veía la opaca negrura de la noche, pero la intensidad del ronroneo que se escuchaba indicaba que se trataba de un barco bastante grande.

"Esto no me gusta nada tío", me dijo Nacho. "A mi tampoco", le contesté. Y cerramos el tambucho de entrada al barco. Susana y Cristina también se levantaron y se sentaron juntas en el salón. La radio en el canal 16 estaba en silencio e hicimos un intento de contactar con nuestros perseguidores, sin respuesta. Pasaban los minutos y todo seguía igual. Una y otra vez utilizábamos la radio para intentar contactar, con el mismo silencio de respuesta. Entonces abrí el cajón de la mesa de cartas y saqué la pistola de su caja y tras retirar el cargador lo cargué con la munición ante la atónita mirada de Nacho y las chicas. "Si me van a liquidar no lo harán así por las buenas", les dije. Y expliqué a las chicas el riesgo en que nos encontrábamos sin entrar en detalles que las pudiera intimidar más de lo que de por sí ya estaban.

Mi experiencia con las armas se remonta al servicio militar y me impresionó el peso y la frialdad del metal. Parece mentira la peligrosidad de algo tan pequeño. Ya he dicho que no me gustan las armas y si las empuñas has de estar dispuesto a usarlas. Desde la salida de Barcelona nunca había salido de su caja. Pero si el azar nos la había puesto a bordo, creo que ésta es la única situación para tenerla por lo menos lista para su uso. Para evitar accidentes innecesarios la coloqué dentro del fregadero con el seguro puesto.

Pasados unos minutos, el ruido del motor pareció que bajaba de revoluciones, aunque sólo fueron unos segundos. Lo que siguió, aun aumentó más la tensión a bordo, ya que a continuación se nos acercaron dos lanchas neumáticas y se colocaron a una distancia de unos 10 ó 15 metros a cada banda de nuestro través y encendieron un foco muy potente desde del barco principal en nuestra dirección. Nos daba pánico incluso correr las cortinas para mirar a las neumáticas y no lo hicimos, si bien, se las oía y distinguía por su distinto sonido en comparación con el barco nodriza.

Ante esta nueva situación, mandé un "MAYDAY" por la radio indicando nuestra posición y que un barco no identificado nos estaba rodeando. Fue entonces cuando sí nos contestaron por la emisora y en español. ¡Era un guarda-costas de los Estados Unidos! ¡Y en aguas que no eran de su jurisdicción! Por radio, os hicieron un interrogatorio. Nombre, nacionalidad y número de pasaporte de cada uno, de dónde veníamos, a dónde nos dirigíamos, por qué íbamos a los Estados Unidos, si teníamos intención de realizar alguna escala y todos los datos de la documentación del barco.

Después del interrogatorio, las lanchas volvieron al barco principal pero siguieron con el foco encendido y manteniendo nuestro rumbo y velocidad durante unos 20 ó 30 minutos más hasta que finalmente, apagaron el foco y se fueron sin mediar palabra. La única explicación razonable que encontramos ante su actuación es la ansiedad e histeria colectiva de las autoridades del control de fronteras tras los atentados del 11-S. ¡Pero estábamos a más de 500 millas de sus aguas jurisdiccionales! En lo que quedó de travesía, en dos ocasiones más fuimos controlados por los guarda-costas que se acercaron a nuestra popa, en estos casos de día, y tras comprobar el nombre del barco con prismáticos siguieron su ruta.

Pasados los meses, llamé al broker americano para informarme de la suerte que había corrido el barco y si ya tenía un nuevo propietario. Y fue cuando me enteré de que en el mes de Junio había sido robado de la marina y encontrado dos semanas más tarde fondeado en una isla de las Bahamas con el interior totalmente destrozado. Se supone que fue utilizado para introducir un importante alijo de droga en el país.
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NOCHE DE SOLEDAD (Rio Cinca)
Eran algo más de las nueve de la noche, quizá fuese más apropiado decir de la tarde, pues el sol estaba en su ocaso, una preciosa puesta de sol de principios de Agosto, con el contraluz lejano de las Columbretes.

Había navegado todo el día de ceñida, con un gregal de algo más de 15 nudos, y una mar de fondo del NE algo crecida, era de esos días que se goza navegando, pero que hay que estar navegando, es decir atento, sin relajarse mucho, negociando cada ola, de esos días en que algunos ridículos, dicen que les hablan sus barcos..., hay gente para todo.

El viento había comenzado a amainar, esto hizo que me relajara, que sin quererlo fuese buscando una postura cómoda, que mi mente comenzase a dejar de estar allí, a pulular libremente, y empezase a dar alguna cabezada, no comprendía por qué tenía tanto sueño, pues aunque era el cuarto día de navegación en solitario, la noche anterior había dormido bien, amarrado en Sant Antoni de Portmany, después de una buena cena con unos amigos.

Tenía previsto hacer noche en Columbretes, y su vista a lo lejos, me sacó de mi sopor. Un pequeño cálculo me hizo comprender, que aún a motor, no llegaría antes de las once, y éstas si serían de la noche, pues había luna nueva y la noche sería oscura. Puse el motor en marcha, trimé de nuevo las velas, y conforme oscurecía y me acercaba a Columbretes, comencé a planificar el fondeo. Con mar de fondo del NE, dentro del cráter se estaría mal, pero buscar las boyas de fuera a oscuras, no me convencía en absoluto, así que decidí fondear dentro, pues estas boyas son más fáciles de localizar.

Pasadas las once estaba ante la entrada a puerto Tofiño, así se llama esa especie de herradura volcánica. La oscuridad era casi total, cada giro del faro producía un leve resplandor, no había nadie fondeado, al menos con la luz de fondeo o alguna otra luz encendida, y en estas fechas, eso significaba que la mar de fondo les había hecho salir a fondear fuera, o volver a tierra. Decidí entrar por el lado de estribor, pues aunque estaba más oscuro, no existe ninguna roca con la que tropezarse, como sucede en el otro lado, además la espuma blanca de las olas, al romper contra las rocas, era visible, y servía de referencia para la distancia a la que podía acercarme.

Lentamente me adentré en aquella oscuridad, pero recorrida la mitad del cráter, aún no había visto ninguna boya, estaba seguro que al menos dos debían haber pasado, así que conforme avanzaba me fue invadiendo la angustia. Por fin la luz de la linterna descubrió una boya a proa, puse punto muerto, y corrí con el bichero antes de que pasara de largo. Al sujetar la gaza, el tirón y un traspiés inoportuno, estuvieron a punto de hacerme caer al agua, por lo que con el corazón a punto de estallar y la respiración entrecortada, intenté relajarme un poco, tumbándome panza arriba sobre cubierta. Poco a poco, la luz del faro dando vueltas, y el cielo tan lleno de estrellas, como en pocos lugares puede verse, lo fueron logrando.

La tranquilidad duró poco, pues la boya comenzó a golpear el casco, me incorporé, largué un poco más el cabo, y aseguré el fondeo, preparé algo que comer, y mientras cenaba balanceándome de un lado a otro, comencé a sentir una especie de soledad. Allí, dentro de aquel cráter, tan oscuro, sin nadie alrededor, con el barco dando bandazos, y las olas rompiendo contra la pared de lava a menos de treinta metros, hacía que el ambiente fuese algo tenebroso, ni siquiera se escuchaban las gaviotas, que como en otras ocasiones, con su voz chirriante y gimiente, parecen niños llorando..., aunque bien pensado, quizá hubiese sido peor escuchar esos gemidos.

Antes de acostarme, largué un poco más el cabo que me sujetaba a la boya, pues aquel pelotón de plástico volvía a golpear el casco. Recordé que por estas fechas, siempre se veían esas lucecitas verdes fosforescentes, del plancton junto a la popa del barco, pero hoy ni eso..., alumbré con la linterna, y vi el agua muy revuelta, con muchas algas, incluso algún plástico ensuciando su transparencia, decidí acostarme, pues estaba claro que no era mi noche.

Unas horas antes me caía de sueño, y ahora me era imposible conciliarlo. Sentía una sensación incómoda, difícil de explicar, no era miedo, ni ansiedad, ni inquietud, ni..., definitivamente era soledad. Intenté oír el crepitar de las castañuelas, seguro que ellas estaban allí abajo, pero tan solo se escuchaba el mar rompiendo contra las rocas.

No se si al final llegué a dormirme, pero de nuevo el golpe del pelotón contra el casco me sobresaltó. Me levanté, y las olas rompiendo contra las rocas me parecieron mucho más cerca, instintivamente puse el motor en marcha, pues con el balanceo del barco, incluso me llego a parecer que la luz de fondeo iba a pegar en el acantilado. Como vi que me estaba poniendo histérico, y que sería imposible descansar, decidí continuar la travesía.

No quería más sustos, así que fui meticuloso recogiendo y preparando todo, incluso orienté el barco hacia la bocana, antes de soltar el chicote, y ver deslizar la gaza dejando partir el barco.

Al pasar bajo el faro, y salir a mar abierta, sentí un gran alivio, como quien sale de la tristeza de las tinieblas, y llega a la tranquilidad de la luz. Pero el alivio duró poco, un nuevo contratiempo me hizo exclamar “joder esto no acaba nunca”, la luz de popa, iluminaba una nube blanca pegada al agua, era vapor de agua que salía del escape, apenas salía agua, así que paré el motor antes de que la cosa fuese a mayores.

Pensé que tanto rato con el motor en marcha, en la boya, y con el agua tan revuelta, seguro que algún plástico habría obstruido la toma. Estaba debajo del faro, no hacía nada de viento, tendría que esperar a que amaneciese para bajar a limpiar la toma.

La sensación de soledad fue en aumento, las olas rompiendo contra aquella pared de piedra negra bajo el faro, me parecían cada vez más cerca, icé las velas por ver si conseguía mover el barco, pues estaba claro que el mar de fondo me estaba empujando contra las piedras, pero solo conseguí que el golpear de las velas contra la jarcia, aumentase mi inquietud. Volví a arrancar el motor, y aceleré sin querer mirar el humo, continué hasta que comprendí que libraba la isla, y sin mirar al humo, paré el motor, al menos todavía no había sonado ninguna alarma.

Arrié las velas pues solo hacían ruido, intente dormir un poco, pero fue imposible, seguía inquieto, la espera del alba se me hizo eterna, preparé la máscara de buceo, un cabo para atarlo a la cintura, la escalera de baño. Por fin se hizo de día, me desnudé, me sumergí bajo el agua, allí la oscuridad todavía era total, “no importa, iré a tientas, conozco el casco perfectamente”. De pronto, algo rozó mis piernas, y un estremecimiento de pánico sacudió mi cuerpo, salí precipitadamente, me golpeé la cabeza contra el casco, subí alocadamente por la escalera, y de nuevo el corazón a punto de estallar y la respiración entrecortada.

Comprendí que el cabo que llevaba atado a la cintura, era quien había rozado mis piernas, definitivamente estaba histérico, debía tranquilizarme y razonar. Antes de volver a bajar, esperé a que la luz del sol iluminase con fuerza y cuando por fin llegué a la toma, ésta estaba limpia, confundido pensé en lo peor, la bomba se habría averiado. Salí del agua, abrí el compartimiento del motor, y ahora con más luz, me di cuenta que el filtro estaba obturado por pequeñas partículas de algas, no me explico como no lo había comprobado antes, que estupidez por mi parte.

Era ya avanzada la mañana, cuando tras múltiples intentos, por fin conseguí abrir el filtro, y de improviso..., una voz por la emisora me sobresaltó,

“guardería Columbretes, guardería Columbretes, guardería Columbretes, aquí Barracuda, Barracuda, Barracuda, cambio”

Me sentí como el náufrago solitario de una isla que ve pasar un barco, solté el filtro, cogí el micro, y cuando iba a gritar “aquí…, aquí…, estoy aquí”, sonó nuevamente una voz,

“¿que haces, estás tonto? tranquilízate de una vez”

Quede paralizado, esta voz me resultó familiar, y no provenía del altavoz de la emisora, había salido de todas partes. De nuevo la voz otra vez

“¿me has oído?”

No podía creer lo que estaba pasando, ¿será verdad o estoy soñando?, y pregunté…

“¿eres tú?”

La voz respondió con total claridad...

“¿acaso hay alguien más a tu alrededor? estoy aquí, siempre he estado aquí, pero tú nunca me escuchaste, ni tan siquiera lo has intentado”

Seguía allí paralizado, sin poder salir de mi asombro, incrédulo todavía de lo que acontecía. De pronto la voz sonó de nuevo muy resuelta...

“¿qué haces ahí como un pasmado?, vamos, monta ese filtro de una vez, y despliega las velas, que está comenzando a soplar levante”

Obedecí sin titubear, puse rumbo al Delta, y pasamos toda la jornada hablando sin parar, como intentando recuperar el tiempo perdido, se notaba que estaba a gusto, y que dominaba la situación, se sentía seguro, no paró de dar órdenes...

“abre un poco el rumbo”

“límpiate la espalda, que te la manchaste de azul con la patente”

“Allí..., al fondo..., aquello es Peñíscola”

Ya nunca he estado solo, siempre me acompaña, me aconseja, incluso me da órdenes, o me grita si lo hago mal. Desde aquel día..., aunque alguien lo considere ridículo..., os lo puedo asegurar..., a mí también me habla mi barco.

¡Ah! Y para los que les parezca ridículo..., “no hay peor sordo que el que no quiere oír”.
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Sabor a sal (Addabaran)

Sabor a sal, olor a azahar y azul en los ojos. Se repetía una y otra vez.
Sabor a sal, olor a azahar y azul en los ojos. Rezaba mientras balanceaba con furia la palanca de la bomba de achique.

A la deriva, en medio del Atlántico desde hacía más de una semana, desarbolado cruelmente por una galerna y con el motor anegado, había pasado dos noches encerrado en la cabina, amarrado al palo y zarandeado sin piedad por olas de más de nueve metros que habían echado a perder la poca comida que le quedaba.

Según sus cálculos debía encontrase en algún punto situado al Noroeste de las Azores, quizá a unas sesenta millas escasas, que ahora, se le antojaban inalcanzables.

Lejos quedaba ya la ilusión por volver al mediterráneo.

Tras años de vivir en New Jersey añoraba la luz, el color, el olor de su infancia....sabor a sal, olor a azahar y azul en los ojos, musitaba entre dientes, mientras se sujetaba con fuerza a la brazola y oía el espantoso crujido del casco al caer en el seno de una ola.

Acondicionó su barco para el viaje con el ímpetu y el tesón del iluminado. Fue concienzudo en sus previsiones y no escatimó esfuerzos en reparar, sustituir o añadir aquellos elementos de seguridad que estimó necesarios para una perfecta singladura.

Revisó la ruta y las cartas de pilotaje cientos de veces, incluso diseñó alternativas de escape en caso de que se complicase la navegación.

Nada de eso parecía suficiente. Solo, en mitad de la nada, empezaba a sentirse muy cansado. Las manos le pesaban y sus piernas, atravesadas por miles de agujas invisibles, ya no le respondían, sólo quería dormir.


Sobresaltado, se incorporó sobre la bañera. El fragor de las olas batiendo contra las rocas le despertó. Rendido, había dormido desde el mediodía.
La poca luz que quedaba le ofrecía un nada halagüeño final.
Se encontraba a barlovento de una costa tajada y abrupta que irrumpía en el océano precedida por islotes que se alzaban verticales acuchillando el brumoso cielo del anochecer.

Apretó los dientes y se repitió: sabor a sal, olor azahar, azul en los ojos. Raudo abrió el tambucho de estribor y extrajo el ancla flotante, necesitaba tiempo para pensar.

Amarró el ancla a una estacha de treinta metros de cabo y diez de cadena y deslizando la maroma por el ojo de la bita de babor la llevó hasta el chigre del mismo costado. Después arrojó el ancla por sotavento.

El corazón se le paralizó por unos segundos. Se sentó en la bañera agarrando con fuerza su arnés. El barco inició un ligero borneo hacía estribor. Sintió un pequeño tirón y el velero empezó a atravesarse lentamente a las olas hasta que una lo alcanzó por el costado haciendo tumbar el barco y a él caer sobre la regala de babor donde quedó sujeto a la línea de vida, sumergido en las gélidas aguas que irrumpían en la bañera.

El barco finalmente se aproó lo suficiente para recuperar la estabilidad lateral aunque sus cabeceos eran tan violentos que apenas le permitían mantenerse en pie.

A su popa los islotes se acercaban implacables. Sólo tendría una oportunidad de pasar entre ellos, confiaba en que, a su socaire, el mar estuviera más calmado y le permitiese embarrancar su viejo Halcón en algún lugar con bajo fondo.

Maniobró el timón para evitar que se atravesase al mar y le hiciera virar involuntariamente. La pala parecía soldada al casco y los brazos le temblaban por el esfuerzo de mantener la caña a la vía.

Comenzó a diluviar. El viento parecía darle un respiro aunque establecido aun por encima de los cincuenta nudos y sin gobierno seguía siendo demasiado.

El barco disminuyó la velocidad y acompasó su deriva a las olas que impactaban en la proa sumergiendo el casco para después hacerlo emerger. La estacha no soportaría mucho tiempo los violentos estrechonazos.

El Halcón se acercaba a los islotes. La espumaba blanca volaba a su alrededor entremezclada con la lluvia. Le costaba respirar.

A cada caída del barco en el seno de una ola imaginaba la orza aplastada contra el fondo. Restaban menos de cincuenta metros para cruzar los bajíos cuando la cresta de una ola elevó el barco hasta casi ponerlo vertical para después lanzarlo a plomo sobre el seno de la siguiente.

La estacha se tensó y arrancó la cornamusa llevándose consigo el balcón de proa, arrastrándose por los guardamancebos de babor doblando los candeleros hasta quedar fija en el chigre.

El barco borneo 180º hasta hundir su popa en la siguiente ola. Empezaba a cabalgar sobre el bajío arrastrando el ancla flotante y con la pala del timón a punto de reventar.

Sabor a sal, olor a azahar, azul en los ojos, repetía apretando los dientes.

Las olas encapillaban la popa del barco. Tarde o temprano alguna la alzaría más de la cuenta. El riesgo de que una guiñada lo atravesara al mar parecía inevitable. No tenía más opción. Alcanzó como pudo una hachuela que tenía estibada en el cofre de babor y sobre el balcón de popa retorcido sesgó la estacha golpeándola furiosamente.

El barco se lanzó proyectado hacia delante balanceándose sobre los costados. A duras penas podía gobernarlo y conseguir que derivará a suficiente velocidad sobre las olas como para permitirle superar los bajíos. Se alegró de tener un barco ligero, de quilla corta y esbelta.

El primer crujido sobre el costado le heló la sangre. El segundo le hizo acostarse en la bañera. Mientras, el lamento de las cuadernas de estribor, apagaba el ruido de las olas. El viejo Halcón clavó la orza y se apoyó sobre la banda de estribor al tiempo que giraba sobre sí mismo. Durante unos segundos dejó de derivar. Pensó que era el fin.

El impacto de la siguiente ola fue brutal, pero liberó el barco del fondo rocoso donde había embarrancado. Se adrizó derivando a más de tres nudos. Había superado el arrecife. Las olas ya no rompían con tanta intensidad aunque embarcaba demasiada agua por la herida abierta en su costado.
Frente a él, a un centenar de metros, la costa tajada entre la que se adivinaba un pequeño abra entre dos cantiles. Aprovechó la estrepada del barco para gobernar hacía él. Los balanceos eran constantes. La orza golpeaba y se liberaba alternativamente haciéndole rodar por la bañera.

El Halcón empezaba a perder velocidad, llevaba demasiada agua en su interior y encapillaba una ola tras otra provocando una guiñada que dirigió su proa hacia el cantil de babor proyectándolo contra la pared rocosa.

Tuvo el tiempo justo para dar un último golpe de timón y acostar la banda de babor sobre la roca. El mar le empujaba por popa rasgando el forro del casco contra el saliente, embocándolo dentro del abra. Recorrió, entre bandazos los pocos metros que le separaban de la costa hasta que la orza se clavó en el fondo. El agua comenzaba a superar la borda.

Alcanzó a nado la playa mientras la incipiente luna apenas traspasaba las nubes.

De bruces sobre la arena, con los ojos cerrados musitó.... sabor a sal, olor a azahar, azul en los ojos.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del Iii Concurso

Singladura por la costa Portuguesa (Libertyenlamar)

Mi primer amanecer en Portugal!....Ayer fue un día largo de aeropuertos, desde las 10h. a.m que salí de casa tocaba la cubierta del barco a las 20h. p.m., horario portugués, 1h. menos en España. Once horas bambando, para volar solo 2h. Los nervios de encontrar o no el lugar, entenderme con el idioma, etc, se disiparon una vez empecé con ello y puse pie en el aeropuerto. Hasta me permití ir de rebajas en el aeropuerto de Lisboa!

Vilamoura resultó ser un pueblo muy turístico y de lujo. Todo rodeado de campos de golf. El náutico era como una pequeña ciudad de tiendas, restaurantes, etc…y cada yate de lujo que te hacían flipar!.Aunque no los envidiaba, seguía prefiriendo un velero de 12’ de eslora, tres discretos camarotes y dos baños………….

Hacia un año que andaba sola por el mundo pero relativamente poco que navegaba, era mi primer viaje completamente sola, mi primera singladura en un barco desconocido con una tripulación completamente desconocida y un armador completamente desconocido, a excepción de un par de conversaciones telefónicas.

Era la más joven de la tripulación, como en mis inicios laborales, volvía a ser la benjamina a mis casi cuarenta años, paradójico no?. Por ello me empeñé en dejar claro al presentarme, que contaran conmigo para todo, para lavar, para cocinar…..y para navegar!. Y vaya si lo tomaron en serio, me estrené con un buen baldeo a la cubierta del barco, y eso que todavía no había saltado ninguna ola por culpa de mi gobierno!........al terminar procuré interesarme por lo que hacía el patrón, que en su mesa de cartas preparaba el derrotero para el próximo día. Tenía un sofisticado programa de cartas informatizado que era toda una maravilla, pero además, había que tener en cuenta la tabla de las mareas que variaban más de 3m de pleamar a bajamar cada 12 horas.

El derrotero previsto era zarpar rumbo a Albufeira, fondear y si el mar lo permitía quedarse allí y sino, seguir hasta Portimao, que tenía puertecito para pasar la noche, solo unas 7 millas pero solo teníamos una previsión de viento de 3 a 5 nudos, rolando NS y EO hasta las 19h que parecía que subiría a 9 nudos y rolaría a OE.

Salimos de Vilamoura finalmente a la hora prevista, 11,30h después del exhaustivo baldeo y despedirnos de los simpáticos vecinos brasileños.
Navegamos a vela con rumbo de ceñida hacia Albufeira, 8 a 9 nudos, de viento y una velocidad conseguida de 5’. El patrón me dejó la rueda y disfruté, al fin y al cabo, era para lo que había venido, cerré los ojos y sentí el barco y el mar en sincronismo, los ojos abiertos no me ofrecían mucha visibilidad más, pues el antirrociones era incompatible con mi pequeña estatura.

No era fácil elegir lugar de fondeo, pues aunque la costa era asombrosamente encantadora, no disponíamos de carta náutica de ese tramo y dudábamos de la fiabilidad de la sonda, además de ser una costa muy rocosa e impresionante con sus arrecifes cortados a cuchillo y pequeños y sugerentes calas desiertas, por inaccesibles desde tierra.
Al final hicimos un intento para fondear a la hora de comer, algunos se pegaron un chapuzón, pero era tal el mar de fondo que teníamos que solo pudieron tomar una ensalada de legumbres y hasta mi acostumbrado estómago, por un momento, estuvo a punto de pillar el colocón…..
Finalmente levamos ancla y seguimos la derrota dirección a Baleira a probar más suerte, pero el panorama era igual, así que decidimos ir a motor directos a rumbo y hacer 3 guardias, de esa manera, todos podríamos relajarnos fuera de nuestra guardia y tomar el sol, leer, o dormir……..

Así en poco tiempo la proa se convirtió en un solarium nudista, hasta que llegó el turno de mi guardia, intenté sacar Génova para quitar un poco de motor pero no avisé a los del solarium, con la mala suerte de que la escota se enredó en uno de los pies, eso junto con la sorpresa del controlador patrón que no estaba acostumbrado a que ningún tripulante tomara la iniciativa, provocó un momento de confusión y de tensión. Me apresuré a pedir disculpas a los amigos de Lorenzo y por supuesto al patrón, que me recalcó que solo permitía un error de ese tipo!.

Seguimos hasta Portimao para pasar la noche, pero al final nos quedamos en un precioso fondeadero a la entrada de la bocana, con una tranquila playa de fondo. Treinta y seis veleros conté fondeados, increíble sin embargo la quietud que nos rodea, alguien ha puesto música chill-out y hemos contemplado una maravillosa puesta de sol tras las casitas naranjas y amarillas del puerto de Portimao.

No deja de sorprenderme ver como los veleros siempre van buscando su proa al viento, todos al unísono y aquí además está el efecto de las mareas, siempre pendientes de la pleamar y de la bajamar, de repente quietos, de repente meciéndonos como en el vaivén.

Estuvimos tentados de bajar a la playa con la dingui a bañarnos y tomar algo en una terracita o chiringuito chill-out que se adivinaba desde la cubierta, pero entonces el patrón recordó un lugar que alguien le había recomendado, que venían a buscarte en lancha motora para cenar pescadito y después de un nuevo chapuzón, en pellejillo, pareo nuevo seco y nos dispusimos a bajar para cenar……

Al día siguiente desperté la primera, aproveché para salir a cubierta y aprovechar los suaves primeros rayos de sol de la mañana y la brisa marina matutina, que acariciaran mi piel, mientras escribía en mi diario….Estos momentos son los que no se pueden explicar, pero hacen más que justificables las más de 10h de trasiego entre aeropuertos.

Levamos ancla y cambiamos el fondeo por un amarre dentro del puerto de Portimao. Inicialmente lo hicimos en el muelle de espera, voluntariosamente me tiré al pantalán para hacer firme la amarra de proa pero con los nervios no fui capaz de hacer un as de guía que el día anterior había explicado yo misma al resto de la tripulación, ¡qué vergüenza!.
Después del papeleo habitual, nos asignaron amarre y soltamos amarras, en esta ocasión la tensión vino por el intento de saltar a cubierta las otras dos tripulantes que se ofrecieron a soltar las amarras.

De nuevo al llegar al amarre asignado, fui yo la que saltó al pantalán, y al intentar coger la amarra de babor que me tiró el patrón, fallé y ésta cayó al agua, y con ella mi alma, al ver la cara que me ponía el patrón, uf, no había manera de hacer las cosas perfectas para él! Era como una confabulación, cuánto mejor quería hacerlo todo, peor me salía!. Para compensar me ofrecí a hacer la comida. El patrón me ayudó, para facilitarme todos los ingredientes que necesitaba, realmente solo él sabía dónde estaba todo. Desde su mesa de cartas, mientras descargaba mi cámara de fotos en el ordenador, seguía atento a todas mis maniobras culinarias. Hubo un momento en que se paró observador en unas de mis fotografías y de repente me sorprendió preguntándome si era feliz…….le pregunté que si era una premonición, cómo dice que tiene a veces, o ¿era lo qué había visto o no había visto en mi foto?. Por supuesto he contestado intuitiva y rápidamente que sí, pero a continuación no he podido evitar quedarme sumida en un profundo silencio que supongo le ha dicho mucho más que mi simple contestación…..

La tarde la ocupo cada miembro de la tripulación a su manera, unos leyendo, otros andando por la playa, otros tomando el sol, y yo me fui a quemar energías en unos largos a la maravillosa piscina del náutico. Luego me recompensé con una margarita en una hamaca frente al acantilado y dejando navegar mis pensamientos entre el pasado y el futuro.
Después volví paseando por la dársena y observando los impresionantes trimaranes que habían arribado tras una regata al puerto.

Al día siguiente, nos concedimos unas horas más por tierra, un paseo por las tiendas del pueblecito, un collar de corales y una botella de vino de Oporto del 67 fueron fichados para mi maleta.
Zarpamos a las 12h, ayude en la maniobra, esta vez sin errores, y nos dirigimos al muelle de espera para dejar las tarjetas y recoger las fianzas. Salté al pantalán y esta vez hice firme sin problemas en el norai.
Luego nos dirigimos al fondeadero del día anterior para comer. Hoy sopla fuerte el SO, pensé que después podríamos disfrutar navegando a vela…..resultó muy gratificante el fondeo, pues después de la comida, tuvimos una intimista conversación de sobremesa, dónde todos y cada uno de los tripulantes, dejó conocer a los demás algo más de sí mismo. Acabamos todos en cubierta, desparramando nuestros cuerpos al sol. En el patrón resurgió su vena de artista, y haciendo acopio de una tablilla de acuarelas, estilo Dalí, se puso a pintar las espaldas blindadas al sol. Todos los barcos de alrededor nos observaban, todas las zodiacs reducían la marcha a nuestra altura….fue un rato entrañable, para recordar. El mar saca lo mejor de cada uno de nosotros, pensé.

Dejando el estandarte español bien alto, levantamos el fondeo y salimos de la bocana a vela solamente, con un par……..para seguir navegando a vela durante un par de horas, 8 a 9 nudos de viento, sacábamos 4 de velocidad en un largo por la aleta de babor, así navegamos plácidamente hasta arribar a Lagos. Nunca olvidaré la llegada a Lagos, fue preciosa, con la puesta de sol. Y para entrar en el náutico nos levantaron un puente de metal que lo hizo más impresionante si cabía.

Acabamos el atraque sobre las 21h. así que el patrón nos propuso irnos a cenar con el salitre en la piel, prescindiendo de la salud de bote, para poder disfrutar de pescadito fresco en un local que le habían recomendado de la cofradía de pescadores.

Pronto nos encontramos delante de una tosca mesa de madera, pero repleta de las mejores, ostras, langostas, y marisco que me pudiera imaginar. El dueño y camarero, era un portugués de larga melena, con ojos de gato que intentaba hacernos la estancia lo más acogedora posible. De repente y sin planearlo, empezamos a interpretar cada uno de nosotros un papel, como si de una familia nos tratáramos. Teníamos al papi y la mami feliz, a la tía solterona y a la hija, recientemente separada por la que sus padres suspiraban. El buen hombre, se lo creyó completamente y acabó haciéndonos de guía por los garitos del pueblo hasta la madrugada…..hasta ver amanecer en el espigón de la bocana.

La gran Nortada nos esperaba al amanecer, hubo obligada reunión de tripulantes, aunque finalmente la decisión estaba tomada, algo me decía que el éxito de la noche anterior había contribuido a ello.
Zarpamos a las 15,30 UTC, 16:30h local, rumbo a Baleira, soplaba viento del Norte, 28º de temperatura, bajamar a las 16:30h UTC, 1,40m, de 13 a 17’ de velocidad de viento hacia Sagres. Aunque los lugareños intentaron persuadirnos de que desistiéramos de nuestro intento que venía la Nortada, no parecía ser tanto como lo pintaban…….

Baje a descansar un poco después de mi primera guardia. Habíamos pasado punta Baleira. El viento no había bajado de 20 a 22 nudos de real, solo llevábamos media mayor, por precaución del patrón. Olas de 1m a 1,5m aproximadamente, y había bajado la temperatura. Empezamos a divisar Cabo San Vte, como un gran vigilante. Menos mal que el cielo está estrellado…..Sin embargo el panorama había cambiado completamente cuando salí a cubierta a mi siguiente guardia, el viento había subido, la mar también, el cielo se había cubierto completamente. Nuestro derrotero se había desviado 3 millas de lo previsto, el Cabo San. Vicente seguía impertérrito observándonos, y el motor parecía no hacer nada a sus 2000 rpm. Flotábamos como un corcho, puntas de 42’, F8, el patrón empapado y cansado me cedió el arnés y la linterna para que vigilara las olas que no nos dieran de través y me avisó que el piloto automático no respondía con tanta mar. Un par de veces me repetí ……”si quieres aprender a rezar ven al mar a navegar”………las horas fueron pasando y grado a grado fui consiguiendo virar y poner proa al norte para remontar la costa portuguesa rumbo a Lisboa. Aquel amanecer lo recuerdo como uno de los más deseados de mi vida. El Atlántico se mostraba ahora tendido, como rendido a nuestra tenacidad, con largas y constantes olas. Ahora nos mece, nos sube y nos baja, cual caballo domado. Finalmente avistamos Sines, cuna del gran navegante Vasco de Gama y sacando fuerzas de dónde no sabíamos dónde, baldeamos el barco, el gran héroe de la travesía antes de rendirnos a Morfeo.

Después del merecido descanso, seguimos nuestro derrotero hacia Sesimbra. Seguimos con viento del N pero más suave, 12’ de real, pero con un rumbo de ceñida total, no nos permitía poder disfrutar de las velas. Aunque el patrón me permitió hacer un par de zigzag a vela antes de arrancar el motor y poner rumbo directo. Supongo que fue su manera de recompensarme por el buen hacer durante mi guardia nocturna.

Al arribar a Sesimbra, el patrón nos eximió de la obligación de baldear y nos permitió ir a las duchas y arreglarnos para salir a cenar a un legendario lugar “Lobo de Mar”. A la vuelta, tuvimos que asegurar el toldo de la capota, el fuerte viento lo hacía peligrar.

A las 4h. U.T. C. tocó diana, para zarpar rumbo a Cascais, sin embargo un precavido marinero aconsejó al patrón que desistiera de su intención, fuera de la bocana seguía soplando la Nortada, como ellos la llaman, con más de 25 kn, así que después de un copioso y completísimo desayuno destinado a llenar de fuerzas a una tripulación que debía enfrentarse a la dura mar, volvimos a nuestros catres hasta la salida del sol. Entonces el viento había bajado y parecía un buen momento para pasar el Cabo Espiche. Así que enfilamos la proa a la bocana de Porto Abrigado y dijimos adiós por la popa a Sesimbra.

Se presentaba una plácida navegada, inicialmente pudimos sacar la mayor en un través, pero en cuanto llegamos a cabo Espichel y pusimos rumbo a Cascais, de nuevo teníamos el N en proa total, de nuevo recogimos prácticamente todo el trapo y seguimos con el ronroneo del motor.

Navegábamos a guardias de 1 hora, así siempre alguien está ojo avizor a palangres y otras naves y los demás se relajan y coquetean con sus cuerpos al sol. Aprovecho para coger el timón y poco a poco la mar va creciendo, caprichosa, desafiante y competidora, mujer contra mujer.

A unas 8 millas de Cascais, cerca ya de la entrada a Lisboa, fuimos recibidos por una veintena de grandes veleros del mundo, como si de una recepción se tratara. Era la salida de la Tall Ship Race, rumbo a Cádiz. Todas las cámaras de abordo se dispararon sin parar, ante tal espectáculo.
Cascais resultó un pueblo tranquilo y señorial, invadido de regatistas del mundo entero, que dejamos atrás mientras decíamos adiós a las gaviotas que formaban en fila de uno en el borde del espigón, para poner rumbo a Lisboa.

Aquel día el NO fue condescendiente conmigo y no sopló demasiado racheado, y nunca superando los 15 kn, F3-4. También el Océano Atlántico fue generoso conmigo y se presentó dócil y suave, para el que sería mi último día de navegación en esta travesía. Así que sacamos todo el velamen y pusimos rumbo a Lisboa en un largo por la aleta de babor. El patrón me cedió el timón y pude sentir una vez más la buena sintonía que había conseguido con el barco. Varios bordos trasluchando hasta enfilar la entrada por el Tajo.

Allí tuvimos que arriar velas y volver al motor, así que cambié popa por proa y fui a contemplar la entrada y toda su diversidad monumental. ¡Nunca podía haberlo imaginado igual.!

El día acabó a ritmo de fados por el barrio alto de la ciudad, al coincidir con la celebración de un cumpleaños y los familiares agasajaban al homenajeado cantándoselos.

Después de un par de días de turismo por la ciudad, atracados en una de las diversas marinas que hay en el río, llegó la tripulación que venía a cubrir la nueva quincena y a sustituirnos a los que estábamos. Gente estupendísima, cálida, extrovertida y de mi misma edad, con la que conecté un segundo antes de que llegaran. ¡Mala suerte la mía!, a veces el destino te gasta estas malas pasadas, disfrutamos un día de la ciudad juntos, les hice de guía turística, y compartimos ron y cigarritos de la risa en el pantalán antes de decirles adiós, al amanecer siguiente, mientras ellos enfilaban la bocana a mi me esperaba un taxi para llevarme al aeropuerto y regresar a la mundanal realidad terrestre……..
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Predeterminado Re: Los Relatos Del Iii Concurso

Soltaron amarras (Mordaza)

Aunque parezca mentira, se conocieron, gracias a un foro náutico, en internet, y decidieron cruzar el atlántico, rumbo, al ansiado Caribe.
No se conocían personalmente, pero a lo mejor, fue esa la pócima, para que reinase a bordo ese ambiente y camaradería, que se necesitaba para cruzar el charco.

La tripulación perfecta, como les gustaba decir a ellos, la componían, Carlos, que era al que se le ocurrió la idea de cruzar el Atlántico, que es un chico que lo que mas le gusta es navegar, y después todo lo demás de la vida, como le gusta decir. Tiene 25 años, está casado y tiene una hija de 15 meses, que lo primero que hizo, con ella, a la primera oportunidad que tuvo, fue llevarla en su barco, y enseñarle su maravillosa Ría.

Le seguía, Javier, un hombre ya curtido en mil batallas, de 50 años, que se había separado de su mujer, por esas disputas que nos juega la vida, y que su gran pasión además de navegar, era cocinar, y además cocinar bien, y lo hacía en su restaurante. Tenía dos hijos, ya en la universidad, y fueron los que mas le animaron, a que realizase su sueño de cruzar el charco.

Manuel, de 47 años es el veterano en cruces del Atlántico. Lo ha cruzado ocho veces Este-Oeste, y tres veces Oeste-Este. Es el navegante por excelencia, el tripulante que todo el mundo quiere llevar a bordo en una gran travesía. Es callado, mejor que callado, es reservado, capaz de estar horas a la rueda, y en el barco lo arregla todo, parece una enciclopedia náutica. Es soltero, con algunas amigas aquí y allá, y tuvo una tienda de accesorios para la náutica, que se le fue al tacho, según cuenta, y que luego se dedicó a vivir de transportes y algún que otro trabajo de reparación.

Miguel es el dueño del barco, en el que cruzarán .Tiene 63 años y es un hombre, que lo que ha echo ha sido labrarse a si mismo. Chupó alguna paliza de su padre, cuando aún era un mocoso, por recoger cartón por las noches, y luego venderlo, para sacarse unos duros, pero gracias a ese coraje, tiene hoy en día, dos empresas de exportación de pescado, que, aunque le obligan a viajar mucho, y estar apartado de la familia, muchos días al año, esto le ha permitido vivir con un poder adquisitivo muy alto, y el haberse podido comprar la ilusión de su vida, un 55 pies, de un astillero artesanal de Suecia, que es el barco donde espera poder realizar sus grandes sueños. Vive en Madrid, lo cuál le crispa, está casado, pero como el dice, vida no hay más que una, y mi familia, aunque es lo que más quiero en el mundo, para mi lo primero será navegar y navegar, todo lo que mi tiempo libre me permita.
Por último Miguelito, el hijo de Miguel el armador, un chaval de 32 años, excelentemente educado, con la carrera de medicina recién terminada, con novia, pero parece que nada formal, y con algo de tiempo libre, porque está preparando, el dichoso MIR.

Eran cinco, de diferentes ciudades, culturas y diferente clase social, pero compartían la misma ilusión, navegar, y lo mejor de todo, es como se habían conocido, en un foro náutico en internet

Después de ponerse de acuerdo, a través del foro, de que realizarían esta aventura juntos, decidieron sopesar el hecho de que no se conocían en absoluto, y que tantos días de navegación juntos en los que se saca a relucir lo peor y lo mejor de cada uno, deberían de tomárselo con mucha prudencia, y convivir antes navegando unos días, con el fin de no estropear, en medio del Atlántico, lo que era la ilusión de sus vidas.

A finales de Septiembre, quedaron en reunirse, en el náutico donde estaba el barco, para tomar las primeras decisiones, y navegar juntos un par de días.

Los primeros en llegar fueron Miguel y su hijo, pertrecharon el barco, y vieron aparecer al cabo de una hora, a Javier, con un jamón debajo del brazo y un gallardete, este ultimo, era el símbolo del foro donde se habían conocido. Se saludaron, bromearon sobre el jamón, y en el momento que se disponían ha izar el gallardete, llegaron Manuel y Carlos. Se dispusieron en la cubierta, cual guardiamarinas, el día de su primera uniformidad en cubierta en el Juan Sebastián el Cano, he izaron el gallardete, que sería testigo de su gran aventura.

Metieron víveres a bordo, para un par de días, soltaron amarras y salieron por la bocana del puerto, dispuestos a convivir, y ver como eran en realidad cada uno de ellos.

Tras estos días, el que si bien es verdad, no tuvieron ninguna situación extrema, debido a la bonanza climatológica, pudieron conocerse mejor, y decidieron crear una jerarquía a bordo, en el que cada cual, sería la máxima autoridad a bordo en sus menesteres, durante la travesía.
Miguelito, seria el médico de guardia, pero de guardia las 24 horas del día, durante 25 o 30 días. Hubo descojone general a bordo, pues se nombró a Carlos, por su pelo largo, enfermera de guardia. Manuel sería jefe de maquinas y radiotelegrafista/electrónico a bordo, o sea el que los llevaría al Caribe, o sabe Dios a donde.

Del acastillaje, velas, jarcia, y mantenimiento del los mismos se haría cargo, Carlos. Javier, el amo y señor de las suculentas pitanzas que se elaborarían a bordo, y encargado de despensa, y por ultimo Miguel, que como era el dueño, pues se rascaría las pelotas cuando le diese la gana, y se encargaría de vigilar a todo el mundo, para que así no le rompiesen el barco.

Elaborada una lista, con repuestos y necesidades a bordo, partió cada uno para su casa, con el propósito de agenciarse cada unos lo que le correspondía de la lista, y quedaron en verse una semana antes de partir.

El post que pusieron en el foro, a propósito de su viaje, no paraba de tener visitas, y mas visitas, y esto les hacía sentirse felices, pero también les ponía nerviosos, porque veían que estaría mucha gente pendientes de su travesía.
Se reunieron en Madrid,, en una cena en un conocido restaurante, y después de cenar Miguel obsequió a cada uno, con un polo, con el nombre del barco bordado, y así ya eran ya oficialmente una tripulación oceánica.

Se fueron a tomar unas copas juntos, lo cual aún reforzó mas su amistad, y quedaron en que el día 8 de Octubre, sería el gran día.
En el foro de internet, tuvieron alabanzas de todo tipo, ayudas sobre meteorología, recetas de cocina etc, etc, y fueron conscientes, de que una parte de sus compañeros foreros iba con ellos, en esta su gran aventura.

El día 8 de Octubre, a la diez de la mañana, estaban todos puntuales, con sus pertrechos estibados a bordo, y dispuestos a soltar amarras. El tiempo no iba a estar de su parte, en este día, soplando un temporal de fuerza 9 en el estrecho, que les pondría las cosas muy difíciles. Decidieron dedicar el día a repasar el barco, cosa que les vino estupendo, porque vieron un fallo en el piloto automático, que Manuel pudo arreglar tranquilamente.

A las 22:00 horas, hora local, viendo que el frente ya había pasado, y presentándose un parte meteorológico estupendo, para ir hasta Madeira, soltaron amarras, y a la aventura.
Empezaron ya en ese momento el sistema de guardias cada 4 horas, que fue el que utilizaron toda la travesía. Izaron spi, y en popa con levante suave, comenzaron sus primeras millas.

A la mañana siguiente, Javier ya tenía el desayuno listo a las 8:00, y todo marchaba estupendo, soltaron las cañas de pesca, y a disfrutar del mar. Comieron sin que les picara nada y al cabo de unas horas pasaron el estrecho, justo antes de la puesta de sol, con poco tráfico, y acompañados por delfines, buena cena, buen vino, lo que era placer de los sentidos, para estos cinco hombres enamorados del mar.

Con el transcurrir de los días, se observaba como el tamaño del jamón, descendía considerablemente, así que se tomó la decisión, de que como no les duraría la travesía entera, para poder comer jamón, habría que ganárselo, y propusieron como reto, un concurso diario de chistes, con lo cual siempre reinaba, un ambiente estupendo, y unos comían mas jamón que otros, cuando ganaban el concurso diario.

Como estaban haciendo unos buenos registros diarios de unas 150 millas, decidieron que no pararían en Madeira, y seguirían por una ruta un poco mas al sur de este archipiélago, hasta que encontrasen, los tan ansiados alisios, bien establecidos. Esto no tardó, en sucederles, y pronto se encontraron , con los portantes, que los lanzaban a 8 nudos, atlántico adelante.

Tras sufrir capotes y capotes, en sus incursiones, en el mundo de la pesca, en el decimocuarto día, sonó ese angelical ruido del carrete, de una de las cañas, y Miguel, tras una lucha de 15 minutos, puso en la bañera, un precioso dorado, de unos 6 kilos, que Javier, preparó como solo los maestros saben hacer, y se brindaron un homenaje, en medio del mar, en tierra de nadie, felices por su captura, y felices por su situación.

Decidieron, que esa noche habría sesión de cine de verano, con la proyección de la película Airbag, de su querido cine español, según Manuel, y las risas los tuvieron entretenidos, hasta bien entrada la madrugada.

Al día siguiente, observaron en los partes meteorológicos, una pequeña, baja, que se estaba formando cerca, de su posición, un poco mas al norte.

El viento, empezó a ir subiendo poco a poco, arriaron a Rambo, nombre que pusieron al spi, porque no rompía ni de coña, izaron la trinqueta, y decidieron hacer las guardias mas cortas, para no sufrir mas el temporal, unos que otros.

Se encontraron con viento de 45 a 50 nudos de proa, en los que el barco se comporto estupendamente, al igual que toda la tripulación, durante las 11 horas de mal tiempo que tuvieron. La jarcia silbó como nunca, y los pantocázos fueron crueles con la maltrecha espalda de Manuel, el radar solo marcaba ecos sin parar debido a la fuete lluvia tropical, y lo que aún se siguen preguntando hoy, es como en esas, condiciones Javier fue capaz de preparar, sopa y espaguetis a la Boloñesa, para cenar.
Miguelito, tuvo que hacer su primera intervención quirúrgica, en alta mar, le cosió una ceja a Carlos, que se había dado un golpe con una polea de la escota de mayor. Lo demás cooperaron a tope, ya que a quien se operaba era a la enfermera, y una vez acabada la faena, y visto que había sido todo un éxito, decidieron rebajar de sus atribuciones a Carlos, hasta su llegada al Caribe, y su lugar de mantenimiento lo ocuparía su alteza Miguel, que por fin dejaba el armador de vivir como un marqués.

Después de ver solo, un par de barcos de vela, en toda la travesía que llevaban desde España, y bien lejos por cierto, y ni tan siquiera haber podido hablar con ellos, por el vhf, se toparon, con un súper petrolero, que les parecía tan grande como cinco campos de fútbol.

Consiguieron hablar con el Capitán, y resultó ser un Vasco, que había oído hablar de ese foro de internet para navegantes, y prometió entrar en el, y conocerse un poco mejor con nuestros chicos. Había salido de Venezuela hacía dos días, y les informó de que las condiciones que tendrían hasta Barbados serían excelentes.

Ya se empezaba a notar en el ambiente, ese hormigueo que se produce tras una gran victoria, y es que estaban a punto de conseguir su objetivo tan deseado, pero al mismo tiempo sentían añoranza de que todo acabase en breve, y mas de uno ya empezaba a notar la falta de su familia.

Para celebrar que ya solo les quedaban 200 millas, y que parecía que esa noche no iban a tener chubascos, prepararon una gran cena homenaje de clausura de crucero, en el que se bebieron sus mejores reservas de rioja, y acabaron con unos magníficos Gin Tonics, que dejaron a mas de uno en pelotas en la cubierta cantando el himno de Real Madrid y del Barça.

Tras hacer una buena singladura, llegaron el día 1 de Noviembre a Barbados, donde pudieron observar que era cierto entre risas, como las luces de señalización eran al revés, que en Europa.

Tras el lío de luces, encontraron la marina, Port St. Charles, amarraron, y se fueron a dar esa mas que merecida ducha, y a llamar por teléfono a sus casas, para contar que ya estaban en tierra.

Esa noche, tras cenar en un típico restaurante, tomarse copas como si fueran agua y celebrar y celebrar su triunfo,al irse a dormir, uno a uno se fueron dando cuenta del logro que acababan de realizar, no solo habían cruzado el Océano Atlántico, en un barco de vela, si no que lo habían hecho, sin casi conocerse, y cada uno llevaba tras de sí a un ciento de compañeros del foro a sus espaldas, y la ilusión de muchos, de hacer lo que ellos habían logrado.

En realidad, una vez allí, no les pareció tan difícil, el cruzar el charco, esos miedos y temores que tenían a lo desconocido, lo difícil, que fue tomar la decisión de dejar todo por un mes, y embarcarse en esta aventura, en la que algunos los tildaban de casi locos, pero lo que si les quedó claro, es que volverían ha hacerlo.

El barco, lo transportó Manuel con un amigo, hasta España, y cada uno volvió a su rutina diaria. La hija de Carlos ya navega en optimist, Miguelito se ha casado, Miguel ya lleva tres vueltas a España a vela, Manuel sigue haciendo transportes, y a cruzado el charco dos veces mas, Y Javier, continúa con su restaurante, haciendo feliz con sus pitanzas a muchos.

Cada ocho de Octubre, se reúnen, para comer, solo ellos, sin familia ni amigos, solo la tripulación . Recuerdan esas innumerables historias que les sucedieron a bordo, y cada año prometen que volverán.
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Un mal trago, de agua salada. (Jose4d)

Cuando Luís abrió los ojos estaba en el suelo. Dolorido, magullado, aturdido, empapado. En un acto reflejo se incorporó y giró la cabeza hacia sotavento. La ola que acababa de arrasar el barco y le había arrastrado por cubierta, estaba a pocos metros de las rocas del arrecife, estrellándose en una explosión de espuma y azules grisáceos.

La situación era grave, no, gravísima.

Notaba que esa última ola le había dejado “tocado” el brazo izquierdo, un dolor sordo, sin estridencias pero contundente le hizo pensar que ahora la batalla sería aún más difícil.

Hasta ahora las esperanzas de alejar el barco del la costa y capear de manera aceptable y sin muchos riesgos el repentino temporal le animaban a olvidarse de la fiebre, del hambre, del cansancio de una travesía rodeada de infortunados acontecimientos.

El velero no era suyo, aunque lo conocía. Había navegado en él bastantes veces y su aptitud positiva, sus ganas de trabajar, su buena predisposición para aprender, siempre dispuesto a cumplir las órdenes del patrón, le granjearon la amistad, la confianza, la consideración de Néstor, el armador.

Un viaje repentino de por cuestiones familiares de Néstor a su país, cuestiones familiares graves, dejando el barco en una náutica extraña a su base. El echo de tenerse que visitar el barco por un posible comprador ese mismo fin de semana , en su puerto de origen, la confianza del armador en su tripulante habitual, facilitaron que la idea de confiar el barco para el traslado a Luís. El estuvo encantado y Néstor se fue tranquilo y agradecido a sus compromisos.
Pero la tormenta apareció sin anunciarse en las predicciones ni en el barómetro.

Al principio intentó unos rizos. No fue suficiente, no tenia tanta experiencia como para enfrentarse a una tormenta, n siquiera a una pequeña. Después del fracaso de los rizos, guardó como pudo las velas, ya con unos vientos, rociones y oleaje considerables.

Pero... ahí empezaron los verdaderos problemas. Quien podía pensar que el motor iba a fallar, precisamente ahora, justo en el momento de máxima necesidad.

No se puso nervioso, o no del todo. Estaba a varia millas de la costa y tenia el barco aproado al oleaje. Aun podía aguantar. Revisó el depósito y había combustible. Revisó baterías y tenían carga, ¿que más podía revisar? Allí no había nada raro, todo estaba en su sito habitual. La preocupación aumentaba pero sabía que una actitud desesperada le conduciría a situaciones desesperantes.

De nuevo intentó una pequeña vela que le permitiera algo de gobierno. Lo justo para moverse y no quedar absolutamente a disposición de la creciente tormenta que adquiría proporciones más que preocupantes. Erró. Decidió desenrollar una pequeño triangulo del Génova, no tenia mas que una elección, o eso o izar apenas metro y medio de mayor. Y optó por lo primero.

La costa ya no estaba a varias millas, que va, estaba apenas a una milla y no precisamente en un lugar de playas, o cerca de un abrigo. La tormenta lo arrastraba hacia el único arrecife en las cuarenta millas del trayecto a recorrer. Parecía que un cabo tirara de el desde el arrecife. La situación comenzó a sobrepasarle de manera obvia. Se sentía abrumado, los pensamientos comenzaron a agolparse en su mente atropelladamente. Intentos de recuerdos de lecciones aprendidas, de consejos leídos, de comentarios sobre situaciones desesperadas narradas en las navegaciones no aportaban soluciones. Más bien al contrario le embotaba las ideas.

Volvió al motor, nuevos e infructuosos intentos de arrancar. El Génova, mal ajustado por las prisas, por el aturrullamiento de acciones desesperadas, se desenrolló solo y cabos, pertrechos y miedos viraron el barco poniéndolo de través. Las olas hicieron el resto. Dos, tres, continuos golpes de mar terminaron por desestabilizarlo. El barco quedó a merced de vientos y olas. La vela, ya casi totalmente desenrollada y con las escotas liadas en obenques, o en el agua, sonaba como un látigo.

Luís no sabía que atender primero. ¿Recoger cabos y escotas por toda la cubierta? ¿Seguir intentando la batalla del motor? Y recurrió a la radio.

Ya se encaminaba enfebrecido, asustado, dolorido por los bandazos y los golpes hacia el interior, cuando una nueva ola de una fuerza poco habitual le hizo perder el equilibrio y que cayera al interior dándose golpes con la mesa.

Se incorporó y sin buscar ni recordar procedimientos de comunicación hizo una llamada desesperada de la manera que en ese momento le salió, “salvamento marítimo, salvamento marítimo, salvamento marítimo, aquí Balaytus, Balaytus, Balaytus, frente al arrecife de Denia en situación comprometida, navegando en solitario y necesitando ayuda por próximo naufragio, ayuda por favor…..” y un nuevo bandazo le separó de la radio con el comunicador en la mano arrancando el cable.
Se levantó, vio en su mano el micrófono y el cable y comenzó a maldecir, a jurar y blasfemar.

Con lágrimas de rabia, de impotencia. Con desesperación. Mezclando blasfemias con peticiones una ayuda divina, subió con fuertes dolores a cubierta.

Directamente miró a la costa. Apenas a cien metros las rocas del arrecife parecían sonreírle con una mueca demoníaca, sin dejar de maldecir, de blasfemar y de pedirle a Dios ayuda volvió a intentar girar el timón para enfrentarse de proa a las olas y darse así algo de tiempo.

Ese fue el momento de la ola que le tumbó. La que le produjo el dolor del brazo, tal vez una luxación, o rotura o dios sabe que. Levantándose como pudo miró por última vez al arrecife. Estaba muy cerca. La ola estrellándose contra él le hizo pensar durante un segundo que ya no había salvación, y al girarse hacia barlovento, la botavara le golpeó en la cara como un mazo.
Los ojos se abrían empañados, borrosos, turbios.

Al primero que vio fue a Néstor, serio, preocupado. De pie. Se percató que la luz y el hecho de ver a Néstor mas alto que él se explicaba porque estaba acostado, pero el cuerpo se negaba a dar sensaciones. La vista se fue aclarando y la voz de Néstor tranquila, surgiendo entre una sonrisa le animó a prestar atención.

Estaba en un hospital, Tenia el cuerpo entumecido, vendado, sin fuerzas. Néstor le fue explicando que la guardia civil le había salvado en el último momento, en una operación que había supuesto varias medallas para alguno de sus miembros que habían jugado con el diablo para burlarle.

Según le contaron la lancha de la salvación llegó cuando estaba a menos de cincuenta metros del arrecife. Que no tenía nada grave salvo una paliza por todo el cuerpo. Que el barco había podido ser remolcado sin desperfectos graves. Que gracias a que el freno del ancla se había soltado, esta había caído enganchándose en unas rocas que aguantaron durante el tiempo suficiente para esperar la llegada de la lancha de salvamento. Había tenido suerte, mucha suerte.

En su primera visita al club náutico. Unas semanas después, aun con muletas y vendajes, lo primero que pidió fue que le acompañaran a la base del equipo de socorro. Allí se le humedecieron los ojos agradeciendo la acción de sus salvadores, que aceptaron unas cañas y una celebración por el buen resultado de la operación. Ya en el bar del club la emoción dejó paso a la aventura, a los relatos, a las batallitas y a las risas cuando recordaron la llamada de socorro. Y un compañero vecino del pantalón dijo en voz alta “vaya llamada de socorro, jajajajaja ¿pero que os enseñan en el P.E.R?” todos estallaron a reír.
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Un navegante de excepción (Harfan)

Era el décimo día desde que sufrió el infarto y ya estaba, por los muelles de California, buscando el barco en el que viajar al sur, específicamente a Valdivia, Chile, en busca del Tehani, yate de 10 metros con el que pensaba dar la vuelta al mundo en solitario. Este viaje sería durísimo, ya que los planes eran hacerlo en solitario y sin radio desde San Francisco hasta Valdivia en solo 30 dias y con el mínimo costo.

No transcurrió mucho tiempo hasta que Peter lo encontró, no estaba mal y se veía bastante marinero y podría estar “a son de mar” en solo un par de semanas, un mes a lo sumo, le temblaban las piernas en el momento en que le entregaron los documentos que acreditaban que era el armador del “Spatz” un pequeño velero de 22 pies fabricado por Douglas y Mcleod y diseñado por los famosos Sparkman and Stephens, antes de 1970. En síntesis se debía reparar algo dentro de la cabina, repara el wc marino y comprar un nuevo motor fuera de borda; en la cubierta, instalar un panel solar para facilitar la carga de baterías y agregar un aparejo para subir con facilidad y seguridad al tope del palo, por si las moscas …

Los amigos y conocidos, una vez que se enteraron de sus planes intentaron disuadirlo, sin éxito sin embargo, haciéndole ver lo inconveniente de su salud, la locura de iniciar semejante aventura a su edad, 74 años, en solitario. Bastaba que dijera que viajaría en busca del Tehani, para que los consejos en contra surgieran como borreguitos en ventolina. No obstante las objeciones, Peter trabajó incansablemente para poner el barco en condiciones, hasta que, finalmente, pudo zarpar rumbo al sur. El rumbo hacia las Galápagos, luego Arica en Chile, Valparaíso y finalmente entrar por el río Valdivia hasta la ciudad del mismo nombre.

El mar estaba algo rizado al momento del zarpe, pero el viento soplaba en forma constante desde el NW haciendo que el Spatz navegara a 5 kn cortando limpiamente las olas del pacífico norte.
Día tras día se la navegación que promediaba los 5 nudos lo acercaba a las Galápagos, el tiempo fue cambiando lentamente y haciéndose mas caluroso a medida que se acercaba al trópico; el rumbo firme y cada día calculaba la posición usando su sextante, único instrumento que utilizaba para ello.

Luego de largos y monótonos días de navegación solitaria, mirando las olas y el viento, la aparición ocasional de un barco o de una ballena, que lo despertó de pronto al respirar a pocos metros del Spatz y que luego de mirarlo durante un rato se hundió con suavidad, para no volver a verse, llegó a la Galápagos. El archipiélago está compuesto por varias islas en el medio del pacífico y presentan una diversidad biológica muy interesante; para Peter fue muy importante de visitar y estudiar, considerando que tenia un doctorado en biología y sentía una verdadera pasión por la vida silvestre, el entorno y su preservación.

Después de unos días en los que disfrutó visitando algunos lugares interesantes dentro de las galápagos y otros reparando y poniendo a punto el barco; zarpó hacia el sur para llegar, así lo esperaba, dentro de unos 30 días a Arica, la puerta norte de Chile; la navegación le llevó 72 días luchando contra la corriente de Humbolt y con el escaso viento que se produce en esas latitudes debido a la alta semi permanente del pacifico y agravada por la “corriente de la niña”, fenómeno climático aun en estudio y que afecta cada 2 o 3 años, en alternancia con la “corriente del niño” , toda la climatología del pacífico sur. Al fin después de 72 días de navegación con un promedio de 4 nudos, llegó a Arica (18º 29’ S; 70º 19’ W), ciudad que cuenta con un buen club de yates, con una gran poza donde los yates, como es usual en estas costas, se amarran a muertos durante el periodo de primavera, verano y otoño, para quedar varados en seco solamente durante los meses de invierno (junio, julio y agosto); por estar a finales de primavera en el hemisferio sur, la poza del club de yates de Arica estaba algo concurrida; sin embargo Peter no tuvo problemas en conseguir un muerto de cortesía y en hacer los trámites de ingreso con aduana, inmigración y la gobernación marítima.
En este lugar Peter aprovecho de ver a sus antiguos amigos chilenos, reponer las fuerzas y preparar el Spatz para el viaje, ojalá directamente, hacia Valdivia (39º 52’ S; 73º 10’ W) 1.200 mn más, otra vez en contra de la corriente de Humbolt, contra el fuerte viento SW que sopla en esta época del año y que crea olas de hasta 6 metros, capaces de reventar un yate grande, con mayor razón uno pequeño como el fiel Spatz.

En la brega nuevamente, zarpando con viento del SW soplando a 8 – 10 nudos con rachas haciéndose mas fuerte y sostenido en mar abierto 12 – 15 nudos, con olas de 2 - 4 metros con algunos borregos dispersos; la idea es pasar de las 100 mn mar afuera para llegar en una sola singladura hasta el archipiélago de Juan Fernandez (33º 37’ S; 78º 50’ W) son algo así como 10 días de navegación, duros para una tripulación completa, durísimos para un solo hombre con problemas cardiacos. Sin embargo, gracias a las condiciones excepcionales del barco y a su amplia experiencia, Peter logro llegar después de 15 días de navegación, sano y salvo a la isla de Juan Fernandez distante a unas 380 mn de Valparaíso (33º 02’ S; 71º 38’ W); este es en verdad un archipiélago que tiene una sola isla habitada y en la que existe una pequeña villa de pescadores artesanales que viven especialmente de la langosta; la famosa langosta de Juan Fernandez, una delicia desde todo punto de vista.
Uno par de días bastan para conocerla, tiene alguna flora y fauna autóctona interesante y unos paisajes bellísimos; después zarpó nuevamente, esta vez hacia Valparaíso, con un fuerte oleaje y un viento que crecía en puntas a los 24 – 30 nudos; al inicio del segundo día de navegación, gracias a un golpe de mar, se reventó uno de los estanques de agua y forzosamente debió recalar en los astilleros de ASMAR, en Valparaíso, a fin de realizar reparaciones. Situación ideal para recorrer Valparaíso y sus alrededores, lindas ciudades, pueblos y paisajes y playas de gran belleza.
Tras las reparaciones, Peter, estaba seguro de poder zarpar hacia Valdivia lo que logró tras 1 semana de navegación con olas de 3 a 5 metros y vientos de 20 – 25 nudos del SW. Cabe destacar la entrada hacia Valdivia, por el río del mismo nombre donde aún se ven algunos de los estragos causados por el terremoto y maremoto mas grande que ha sufrido la humanidad en tiempos históricos, el terremoto de 1960. Se puede ver un barco hundido en medio del río, toda una costanera bajo el agua y partes importantes de terreno agrícola que fue inundado al bajar de nivel el suelo.

Una vez llegado a Valdivia, Peter, puso a la venta el Spatz e invirtió los fondos en las ultimas reparaciones del Tehani y prepararlo para partir a dar la vuelta al mundo en solitario, por la ruta larga, es decir por el ecuador.

Pero esa es otra historia.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del Iii Concurso

Vendo barco (Panoramix)


Los dos días más felices para un armador son el día de la compra el barco y el de la venta.
Dicho náutico.

Con el rítmico y persistente clock… clock… clock… clock… clock… una idea va calando en mi mente de una forma clara, nítida y diáfana VENDER EL BARCO, y mandar al carajo las fantasías de surcar lejanos mares morada de míticas sirenas y descubrir remotas islas con ocultos tesoros dejados por crueles piratas.

Tomada la decisión como soy una persona de carácter pro-activo, con el nuevo día la primera llamada de teléfono es para Ramón, el de la náutica, al que en su día compre el barco y al que, junto con otros muchos armadores, contribuyo anualmente de forma altruista a mantener su negocio boyante.

-Ramón, buenos días… Si bien todo bien, solo te llamaba para decirte que quiero poner el barco en venta para ver si tu…
-Por supuesto se ofrece para lo que haga falta, faltaría más. Ya sabes que contamos con muchos clientes, así que creo que podemos encontrar rápidamente alguien interesado en tu barco. Por cierto ¿Por cuanto tenias pensado venderlo?
-Yo había pensado en unos nosecuantos mil €.

Sin dejarme terminar me acota. -Bueno veras, si pedimos unos 5.000 € menos será mas fácil encontrar gente interesada y después con redondear un poco el precio, pues tienes el barco vendido en un plis-plas.
-Vale después me paso por la tienda y hablamos. Claro que será de música, me digo pues si sumo o mejor resto los 5.000 € de entrada, los 3.000 € de redondeo y a esto le añado la comisión, al final con suerte recupero el importe de las velas nuevas que compre el pasado año.

Joder como esta el patio. Pero nada cuando se toma una decisión hay que persistir y en este mundo quedan otros muchos caminos por recorrer. Como no, me decido por internet.

Lo primero unas fotos para el anuncio. Me armo con la cámara que cuenta con miles de megaplixes y sus automáticos de luz, enfoque, velocidad, ojos rojos, que será por si hay alguien mirando, y ataco el barco desde todos los ángulos posibles disparándole como 90 fotos de calidad, de las que será por el encuadre, el contra luz o por la innecesaria presencia una caña o una toalla, solo consigo tres que den una imagen fielmente marinera del pedazo de buque que pongo a la venta.

Con la íntima seguridad de encontrar pronto cliente, es lo que tienen estos barcos construidos como antes sin escatimar resina ni fibra de vidrio, que están muy bien mirados porque duran toda la vida o quizás duran toda la vida porque no hay forma de venderlos, entro en el portal de todos los barcos que no se venden y tras darme de alta subo las fotos y cumplimento la ficha de las características del mismo de forma sucinta. Descripción: Velero clásico de toda la vida equipado de todo, anclas, bicheros toldos, ducha a proa y popa y otros muchos extras en dos palabras in pecable. Diseño Roberto Bruce confortable y al mismo tiempo regatero. Motor con pocas horas de funcionamiento. Velas Full.

Pasan unos días y llega la primera llamada.
-Buenas, ¿Es ahí donde venden un barco?
-Pues si, un precioso velero listo para salir a navegar.
-¿Velero? A, como ponía que tiene motor…
-Hombre, el motor se usa generalmente para entrar y salir del puerto.
-Y digo yo. Me refiere el llamante. ¿Para qué necesitas las velas si va motor? ya que sale a motor, andarse con más trabajos poniendo las velas como que... A ver si es que no es muy de fiar el motor. Mejor me lo pienso
-Sr. El motor esta perfecto, pero mira por donde no había pensado, lo que acaba de decirme, tiene usted toda la razón, me parece que voy a vender por un lado las velas o el motor y por otro el barco. Gracias por su interés

Llama otro, mismos preliminares.
-Buenas ¿es ahí donde venden un barco?
-Pues si, un precioso velero listo para salir a navegar.
-El precio será negociable, supongo.
-Todo es negociable. Pero antes de nada si usted quiere le invito salir a navegar sin ningún compromiso para que pueda ver por si mismo el estado del barco como se comporta y si le interesa nos podemos sentar a negociar.
-Lo de verlo esta muy bien pero.., al precio le podríamos quitar 4.000 €. ¿Le parece?
-Claro. ¿Y si al mismo tiempo le quitamos las velas por ejemplo? ¿Le parece? Como respuesta solo me llega al teléfono la señal de comunicando.

Ante tales experiencias reflexiono que esto del mundo virtual tan moderno, no se, no me termina de convencer, antes ponías unas velitas (de las de cera con su llamita) que tenia su cosa y bueno tampoco vendías el barco pero te quedaba una gran paz interior. Así que clamo al cielo por el desamparo en que me encuentro y sin quererlo me veo conducido por un querubín alado entre nubes de algodón con sonido ambiente de música celestial, que me deja frente a una pulcra mesa bajo un cartel donde se lee, Negociado de Milagros Imposibles. Me invitan a exponer mi caso, lo expongo y al funcionario le da un tic irrefrenable que le hace a mover la cabeza de izquierda a derecha sin razón aparente, poco a poco le remite el ataque, recobra la compostura y me aclara que sin una buena recomendación tipo Madre Teresa de Calcuta o similar no hay nada que hacer. Así que todos aquellos años de monaguillo y los mayos con flores a María na de na.

Rebotado, recalo en la competencia donde el puerta muy amable me alienta.
–Pase Don Miguel, le estábamos esperando, segunda puerta al fondo a la derecha. Una sonrisa acude confiada a mis labios, reconozco los pasillos de estos profundos sótanos excavados en lo mas hondo de la Tierra, con sus suelos pulidos, iluminación, mobiliario todo diseño minimalista de calidad, no como antes que no tenían ni aire acondicionado y aquella hortera decoración en rolos y negros al más puro estilo Heavy Metal. Llego a mi destino y me atiende Luci, que por el nombre tanto puede ser él como ella. Relato los caminos transitados para VENDER EL BARCO y me pide el NIF haber que es lo que se puede hacer, lo teclea en la PDA y mirándome con cara de director de banco cuando niega el crédito me indica que a estas alturas pesa sobre mi alma una hipotecas pendiente de saldar, a lo que pongo sobre la mesa mis meritos y refiero.
-De pequeño instigaba a mis amiguitas a jugar a los médicos.
–Eso ya no cuenta.
–Defraudo contumaz a la Hacienda Pública.
–No, tampoco me vale. Acercando su boca a mi oreja confidencialmente me susurra.
-Ándese con cuidado con esos que no son tontos, no pasan una y menos con la náutica, esto que no salga de aquí. Ante esta muestra de confianza, incauto pregunto, que puedo que hacer.
-¿Qué tal mover unos camiones cargados de Kalasnikofs con destino a África? Sugiere. Así que me pongo a hacer números sin olvidar el precio a que se ha puesto el gasoil últimamente, cuando un nuevo ruido diferente como rummmmmmm se superpone al familiar clock.. La bomba de achique automática ha empezado a vaciar la sentina.

En medio del duermevela como un autómata abandono el camarote, abro la trampilla, me agacho y cierro el grifo de fondo, prometiendo cambiar la manguera con el nuevo día desechando lo de vender el barco.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del III Concurso

Bien. Ya la suerte está echada y esta noche, a las 21 horas, pondré el fallo del jurado, así como los nick de los cofrades participantes y ganadores.

¡¡Hasta la noche!! ( que nervios )
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Predeterminado Re: Los Relatos Del III Concurso

Habrá alfombra roja?


Yo me he comprado un modelito de Moskino que pareceré La Martirio
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Predeterminado Re: Los Relatos Del III Concurso

Bien, lo primero, ponerle sus nick a los autores de los relatos.

A Veces, Muchas veces y quizás......................................Jbcoke .
Cavilaciones de un hombre sencillo....................................Patria
La cancion del mar .................................................. ......Larsen
noches de soledad .................................................. ......Rio Cinca
Carabela al cielo .................................................. ......Anboro
Del cenit al nadir con parada en todas las estaciones............Pim
Un navegante de excepcion ............................................Harfan
Crisis de FE................................................ ...................PIK
Neurosis .................................................. ...................Lanzarote
Amanecer.......................................... ...........................Voltaire
Soltaron amarras .................................................. ......Mordaza
Singladura por la costa portuguesa...................................Liber tyenlamar
Bip Bip Bip............................................... .....................Cdeabordo
La jaula y el horizonte azul ...........................................Ironia
Caracolas de chocolate......................................... .........ANALEMA
Vendo barco............................................. ....................Panoramix
Un mal trago, de agua salada...........................................J ose4d
Sabor a sal............................................... ....................Addabaran
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Predeterminado Re: Los Relatos Del III Concurso

Los cofrades que, muy amablemente han formado parte del jurado son los dos ganadores de ediciones pasadas más tres cofrades relacionados con el mundo de las letras que aceptaron muy amablemente mi propuesta. Había más en esta gran Taberna pero hubiera sido un jurado demasiado grande, aunque ya los tengo en mente para otras ediciones .Decir que ellos ni siquiera sabían quienes formaban parte del mismo y por supuesto no conocían los nicks de los autores. Muchas gracias por todo.

Windi
Planeta Agua
Werke
Kibo
Altair

para ellos por el curro que les he dado.

Según se estipulaba en las bases del concurso, tendrán placa conmemorativa el ganador, los dos finalistas y el premio de humor.

Además, Editorial Noray nos hara entrega de un lote de libros para distribuir por lo que le estamos muy agradecidos.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del III Concurso

Antes de nada, quiero dar las gracias a todos los participantes, y sé que ha sido difícil para el jurado poder elegir, ya que había mucha igualdad. Un brindis por todos ellos

Para darle un poquito de emoción al asunto , daré la relación de los relatos que han quedado del puesto número 10 al 4 ( de momento no pongo los ganadores ).

10.-Un navegante de excepción.......................Harfan
9.- Soltaron amarras......................................Morda za
8.- Amacener.......................................... .....Voltaire
7.- Noches de soledad...................................Rio Cinca
6.-Sabor a sal..............................................A ddabaran
5.- La canción del mar...................................Larsen
4.- Bip Bip Bip .............................................Cdeab ordo.

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Editado por Tabernero en 01-04-2008 a las 21:42.
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Predeterminado Re: Los Relatos Del III Concurso

PREMIO AL RELATO DE HUMOR

Vendo barco .............................Panoramix

FINALISTAS Y EMPATADOS A PUNTOS

La jaula y el horizonte azul ......... Ironía
Neurosis ... ..............................Alex (Lanzarote)

Hoy estoy mala, así que el ganador lo dejo para luego
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Predeterminado Re: Los Relatos Del III Concurso y Fallo del Jurado

GANADOR DEL III CONCURSO DE RELATOS TABERNARIOS

SINGLADURA POR LA COSTA PORTUGUESA de LIBERTYENLAMAR.



Enhorabuena a todos, tanto a los premiados como a los participantes.

¡¡Barra libre!!!
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