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| VHF: Canal 77 |    | ![]() |
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#1
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Insigne tabernero, una ronda -para entonarnos- en vista del tema a tratar.
El 2 de agosto de 1985 un avión Lockheed L-1011 Tristar (vuelo 191 de Delta Airlines) se estrelló en el aeropuerto de Dallas-Fort Worth. En el siniestro murieron 136 personas. El avión, con solo 6 años de antigüedad, era uno de los modelos más seguros. Los pilotos eran excelentes. La investigación sobre las causas del accidente demostró que no hubo fallos mecánicos ni humanos, pero permitió empezar a valorar el letal peligro que representa uno de los fenómenos atmosféricos más desconocidos: las micro-ráfagas descendentes (microbusts). Estas micro-ráfagas son súbitas corrientes de aire descendente, que se precipitan verticalmente a tierra con una energía brutal (se han medido micro-ráfagas de más de 150 nudos), de muy corta duración (apenas unos minutos) y que afectan solo a áreas muy pequeñas (no mucho más de un kilómetro). Se ha comprobado que estas micro-ráfagas descendentes han seguido derribando aviones desde entonces. Y lo que es peor para nosotros: también han hundido veleros. Incluso veleros muy grandes. Solo un año después del accidente del vuelo 191 de Delta Airlines, una microráfaga volcó y hundió a 250 millas al norte de Puerto Rico a la goleta Pride of Baltimore de casi 100 pies de eslora. Sus 12 tripulantes se ahogaron. En 2010 otra micro-ráfaga hundió el velero Concordia un robusto velero de acero de casi sesenta metros de eslora, con casi 1000 m2 de superficie vélica y un motor auxiliar de 600 caballos, cuando se encontraba a 300 millas de Río de Janeiro… Las microráfagas descendentes preocuparon a la administración americana. Así, en USA se han estudiado más detalladamente que en Europa (entre otros por la NASA y por la Fuerza Aérea). Estudios sistemáticos con radares meteorológicos Doppler duales, detectaron cientos de microráfagas descendentes de más de 90 nudos. Cada vez hay más evidencias de que estas microráfagas descendentes son un fenómeno más común de lo que se pensaba. Se han documentado centenares de casos de veleros de distintos tamaños (sobretodo de las esloras corrientes en las que navegamos la mayoría de nosotros) volcados -y hundidos- por estas micro-ráfagas, en los lugares más diversos (desde Santa Bárbara en California hasta los Grandes Lagos). Conocer la existencia de estas micro-ráfagas descendientes permitió a comisiones de expertos norteamericanas empezar a entender una larga serie de vuelcos y hundimientos misteriosos para los que no había explicación, desde el naufragio del Sea Wing en el lago Pepin (donde se ahogaron 98 personas), hasta el vuelco del Albatros (cuyo caso dio lugar a la película Tormenta Blanca). Pero, aunque en muchos países de Europa (y especialmente en España) el asunto está poco estudiado, desafortunadamente las micro-ráfagas descendentes ocurren también con relativa frecuencia en nuestras costas. En varias de las 7 ediciones de Heavy Weather Sailing se recogen casos de veleros navegando en el Mediterráneo que se enfrentaron a fenómenos súbitos, locales y de muy corta duración, que tienen todo el aspecto de ser producidos por micro-ráfagas descendentes. Especialmente me parece recordar el caso del hundimiento de un Puma 23 descrito en el libro “Temporales y naufragios” de Pipe Sarmiento, que tiene toda la pinta de haber sido devastado por una de estas micro-ráfagas. ¿Cómo podemos librarnos de tan poco recomendable peligro? La verdad es que no resulta fácil: En una fuerte racha de viento “normal” (que se desplaza horizontalmente), la superficie vélica eficaz expuesta al viento se reduce a medida que el velero escora. El velero puede llegar a estar casi tumbado, pero si llegase a escorar 90º, la superfice vélica eficaz sería 0. Así a un velero le resulta fácil “recuperarse” de la racha. Pero si un velero se ve expuesto a una micro-ráfaga descendente, la superficie vélica eficaz expuesta al viento aumenta a medida que escora. Y, en teoría, es máxima cuando el velero escora a 90º. Y eso explica como los veleros volcados por una micro-ráfaga no suelen adrizarse antes de hundirse. Así que poco podemos hacer, principalmente intentar prevenir (y tener suerte). Estas microráfagas descendentes se suelen producir en situaciones de poca estabilidad vertical de la atmósfera, cuando masas de aire de muy distinta temperatura y humedad (y por supuesto densidad) entran en contacto, como, por ejemplo, debajo de nubes de tormenta. Desafortunadamente el asunto es bastante más complejo (y existen distintos tipos de micro-ráfagas, por ejemplo “secas” y “húmedas”) originadas por distintas causas. Pero, a grandes rasgos, siempre que veamos situaciones veraniegas “tormentosas”, con el mar caliente y fuerte gradiente vertical, estamos en peligro potencial de sufrir una de estas micro-ráfagas. Ante la duda más vale prevenir. Bajar las velas (para evitar el vuelco), cerrar todos los cuarteles y escotillas. Extremar el sentido común y la prudencia. Imaginar lo que podría ocurrir en nuestro barco si se vuelca y prepararlo para ello… Sin duda, estudiar sobre el fenómeno de las micro-ráfagas y sobre la estabilidad de los veleros, también ayuda, máxime teniendo en cuenta que el calentamiento global incrementa su frecuencia. Y ante todo recordar que nuestra pasión tiene un riesgo -que hay que aceptar-. https://www.singladurasreconditas.com/ |
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| Etiquetas |
| hundimiento, microráfagas, peligro, vuelcos |
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