Muy buenas a todos, antes de empezar con el rollo (ya os aviso que va un tostón) me presentaré: Me llamo Josep, tengo 20 años y vivo en Palma de Mallorca. Desde pequeñito he navegado en vela ligera, pero tras unos años sin navegar frecuentemente, he vuelto a las andadas. Ya lo dicen: “La cabra tira al monte”.
Todo esto empieza una soleada tarde de verano, después de trabajar en Calanova. Iba con dos amigos caminando hacia la escollera a echar un cigarrito antes de marchar para casa cuando me fijé en un velerito de unos seis metros y medio hecho polvo, reventado y con todo el espejo de popa abierto.
“Cómo molaría tener un barquito tipo este para salir a navegar y volver al mar, tío”
El lunes, de vuelta a la rutina me dio (maldita la gracia) la maravillosa idea de preguntar por el propietario de aquél velerito que se veía al final del puerto, abandonado en la marina seca y con el que me quedé embobado la semana anterior.
Me informo y averiguo que el velerito en cuestión se trata de un Puma 23 y que pertenece a un antiguo monitor de Calanova al cual conozco. ¡Tengo que ponerme en contacto con él como sea! La jornada no fue igual que todas, yo salía en la neumática dando instrucciones a los chavales pero en mi cabeza a parte de mi trabajo estaba aquél “pumita”. A la tarde lo volví a visitar y empecé a ser consciente de que este barco no había tenido una buena vida pero que aún le quedaban muchas millas por navegar.
Esos calurosos días de junio hablaba frecuentemente con mi amiga Inés, de Formentera, y me decía que ya hacía tres años que no iba a verla y que ella ya había venido a Mallorca en tres ocasiones a verme y que ya tocaba. ¡Ir a Formentera es mucha pasta! Y como el amor por una persona todo lo puede se me pasó por mi cabeza la descabellada idea de arreglar el “pumita” y navegar las casi ochenta millas que separan la Bahía de Palma con La Savina (puerto de Formentera).
El martes a primera hora me cruzo por el puerto con el propietario de aquél barco y le pido información. Me cuenta que el barco él lo compro unos años antes a un médico que lo tenía abandonado y que él lo arregló un poco, lo sacaba a navegar y lo disfrutaba hasta que el 26 de diciembre del año pasado un temporal a las dos de la madrugada provocó la rotura de la guía provocando que el barco se estrellase con el pantalán provocando la enorme vía de agua del espejo de popa. Pero nada que Borja no pudiese arreglar en poco tiempo. En pocas palabras me dijo que me pusiera a currar con el barco y que ya arreglaríamos el tema económico, que necesitaba deshacerse de él con la mayor brevedad posible. Esa misma tarde, al salir de trabajar, lo primero que hice fue juntar a dos amigos, subir al SYP a por unas cervezas frías y… ¡Manos a la obra!
¡Qué desastre! ¡Estaba lleno de basura, mucha roña! En una tarde vaciamos dos contenedores de basura y para casa, que aún le tengo que explicar a mi padre que me acabo de hacer con un barco.
Poco a poco lo fuimos arreglando entre los colegas, y sin darme cuenta ¡Estaba viviendo en el barco! Sí, sí, como lees. He vivido todo el verano en un Puma 23 (6,67m de eslora) apuntalado en la marina seca de Calanova. Hasta que llegó el día de la botadura del barco. Al mediodía mientras los chavales comían subí al SYP a por una botella de cava, cervezas y algo de picoteo para los amigos que vinieran a la botadura del “Santa Inés”, anteriormente llamado “Drach III” (pero de eso me enteré dos meses y medio después).
¡Que emoción cuando ves flotar tu casa, tu proyecto y todo tu dinero invertido! Yo me puse al timón y mi amigo Adri bajó a sacar defensas y dos amarras pero ¡Entra agua! ¿Cómo? ¡No podía ser! ¡Tranquilos! Todo arreglado, un grifo de fondo abierto. Lo cierra y listos.
Lo llevamos a su nuevo amarre, aun con mucho trabajo por hacer, pero el barco ya flotaba y quería dormir con el balanceo tan ideal que proporcionan los barcos. Más cervezas en la bañera, con música y todo. Pero me da por mirar la sentina y ¡Mierda! (disculpen la jerga) ¡Adri¡ ¡Baja! ¡Hay agua en la sentina!
Revisamos la bocina de la hélice (todavía muy accesible gracias que no habíamos puesto el motor) pero estaba seca, la limera del timón también estaba seca, los grifos de fondo están cerrados. ¿Será agua estancada de cuando se le hizo la vía de agua y ahora, con el asiento del barco, sale? ¡Imposible! Hace más de seis meses de aquella fatídica noche. No localizamos la vía de agua, pero no debe ser muy gordo el problema ya que entra muy lentamente. Esa noche, antes de acostarme vacíe dos cubos de agua (¡Benditas bombas de achique eléctricas!)
Mi idea era salir a navegar al día siguiente con los compañeros del trabajo, pero ahora, este problema puede cambiar todos mis planes de un momento a otro. Me levanté y antes de ir al bar del puerto a tomar mi respectivo café con leche saco otros dos cubos y medio de agua. Esto empieza a preocuparme de verdad. Durante toda la jornada, cada vez que entraba y salía de puerto comprobaba desde lejos que el mástil aún se tambalease como sus vecinos. Llamarme paranoico, pero me daba miedo que mi queridísimo Santa Inés quedase reposado sobre la quilla en cualquier momento. A las seis, vamos corriendo al barco, los amigos aun planteando la idea de salir a hacer unos bordos, pero… ¡Cuatro cubos de agua más! El barco se va a tierra. No sin antes tener que “pelearme” con el contramaestre que decía que ya era demasiado tarde y que a no ser que fuera muy muy urgente ese día ya no me sacaba el barco pero al final y después de hacerme de rogar bastante y prometiendo una buena jarra al acabar, lo sacaron. Veinticuatro horas a flote y el Santa Inés se va a tierra. :’(
La vía de agua se vio muy clara nada más colgar el barco de las eslingas del travelift. El causante de toda mi desmotivación y mi dolor de cabeza es una fisura entre el codaste de la hélice y el codaste del timón donde alguien hizo una chapuza con masilla. ¡Ha saltado todo el anti-fouling y la imprimación en apenas 24 horas! A todo esto se me ha olvidado contaros que el anterior propietario me pedía 500 euros por el barco pero me siento demasiado estafado así que pese a haber perdido mucho dinero y muchas horas me planteo que hacer ahora. Después de unos días de meditar, comentarlo, pensarlo y repensarlo, hay que abandonar este proyecto. Me acabo de quedar sin trabajo.
A las tres semanas empecé a navegar, de la mano de Pepe Cernuda, en el Sevens, un barco de regatas. Pero eso no cura mi dolor en el alma, pero no hay vuelta atrás, el Santa Inés se queda en dique seco hasta vete a saber tu cuando. No está a mi nombre y el anterior propietario está ilocalizable. Se va a comer el barco, recojo todas y cada una de mis pertenencias y me voy, solo y por tierra, con lágrimas saliéndose de mis ojos,
Perdonad por el tostón pero necesitaba escribir esta historia de amor. Espero que a los valientes que hayáis leído hasta aquí os haya gustado o, en su defecto, entretenido. Cabe destacar que al final me tiré una semana en Formentera, navegando a vela desde Mallorca en el Sevens.
Esta historia no hubiese sido posible sin mencionar a mis compañeros de trabajo en el barco. A Jaume, ese loco que pasa el verano en el barco y que siempre tiene un Xoriguer con limonada fresquito en la nevera de su Scirocco ó sin las salidas a navegar y a por calamares en el Bolette, el barco de Manuel (¡Gracias por la pintura y la imprimación!). A Adri, mi mejor amigo y compañero de batallas. A Pedro, a Miki, a Miquel, a Pere, a Manu y a todas aquellas personas que curraron en el proyecto, a mi padre por todo el apyo moral que pudo depositar (ya conseguirmos barco para salir a pescar). Pero sobretodo a Pepe, por devolverme al mar y enseñarme a disfrutar del mar y por supuesto, por llevarme a Formentera
Y por supuesto, dar las gracias a toda la dirección de Calanova por facilitarme tanto las cosas este verano.
PD: Prometo colgar fotos, pero primero tengo que averiguar como se hace.
08-04-2020, 17:26
Madelca, un Tornado 31.
pero eso ya es otro tema. 
Re: Madelca, un Tornado 31.
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