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Antiguo 03-05-2020, 22:31
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Predeterminado VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Ahora que el confinamiento comienza a matizarse y somos muchos los que seguimos sin poder navegar (en mi caso, por tener el barco en distinta ciudad), hay más ganas de mar que nunca. Para ir entrando poco a poco en ambiente, aprovecho para compartir mi experiencia en la última Menorca Reserva de la Biosfera, celebrada entre Mataró (Barcelona) y Fornells en septiembre del año pasado.

Una parte del texto está extraído del artículo que publiqué en la revista “Náutica y Yate” poco después de la regata, si bien lo he completado ligeramente. Y el adverbio es amable, porque me ha salido un “tocho” de aquí te espero, así que aprovecho que parte de la taberna sigue en casa para conseguir que, favorecido por tan especiales circunstancias, alguien llegue a leerlo entero


De alguna manera, algunas regatas comienzan días antes de la señal de salida. Lo anterior se evidencia si hay inestabilidad en la meteo y las consultas a los partes son continuas, como ocurrió en en esta VII Regata Menorca Reserva de la Biosfera, repasando unos modelos que anunciaban una Tramontana establecida, que aumentaba progresivamente de intensidad a partir de cierto meridiano (3ºE, aproximadamente) y caía drásticamente a su oeste, con gran riesgo de encalmadas en las aguas más occidentales de la regata.

El Frescachón, como segundo barco más lento por rating de la flota (Ro-340), tenía un reto importante: conseguir ganar Este y encontrar la Tramontana antes de que el viento cayera, lo que, de suceder, nos rompería posibilidades y esquemas. Reto compartido, por lo que se vio a las pocas millas de la salida, con una flota que rápidamente se separaría en dos grupos: los que forzaban la ceñida en un rumbo casi directo -los más rápidos, como el Hydra, ganador de la última Copa del Rey- y otro grupo que, con rumbo algo más abierto, navegábamos buscando una Tramontana que todavía tardaría en llegar.

Separada en dos, la flota avanza ágil hacia Menorca, con un viento algo mayor del previsto y buen rumbo y velocidad; al atardecer, el viento se vuelve más errático, para ir cayendo y transformarse en encalmada hasta que, ya a medianoche, un chubasco de viento y agua irrumpe sobre una flota que se despereza entre rizos, juegos de luces y alguna orzada; esto permite al Frescachón alcanzar su mejor posición de toda la regata, navegando algunas millas rozando la cabeza de la flota. Poco después y, ya sin tregua, aparecerá la Tramontana, establecida en 20-25’ y que nos acompañará las más de 70 millas que todavía quedan hasta Menorca.

El Norte fresco despeja los sentidos y arranca las máximas prestaciones a la flota, que negocia un mar formado de tres metros con buenas planeadas y registros de velocidad. A bordo del Frescachón, que navega A2, a la noche se la engaña sin dormir, timoneando a mano e intentando no quemar unas energías que serán necesarias más tarde, tras una inesperada ronda de averías que inició, silenciosa, la rotura de uno de los pasamanos de babor. Al pasamanos le sigue el piloto automático y, poco antes del amanecer, un gualdrapeo anormal del primer tercio del pujamen del génova sería la primera señal de una rotura que, con las primeras luces del día, vemos que proviene del arraigo de la vela el enrollador.

Es temprano, comienza a clarear y, tras una noche por mi lado sin soltar el timón, y sin dormir más que media hora por el lado de Miguel Ángel, el cansancio lleva varias horas a bordo. Los primeros colores del amanecer, virados por el cielo y el viento a gris, desvelan un mar formado; más formado, como suele pasar en estos casos, de lo que uno espera por lo que le han ido anticipando las pocas luces de la noche. Miguel Ángel, además de cansado, ha pasado la noche algo mareado; tras una segunda ofrenda a Neptuno, se encuentra algo mejor pero, después de una noche sin dormir, las horas se notan.

Miro preocupado al génova; está claro que hay que ir a proa y arreglarlo. Ahora, yo no puedo soltar el timón, el mar está formado y no tengo claro si debo pedírselo a Miguel Ángel o no. Tras esperar unos quince minutos para ver cómo se va encontrando y tomar algo sólido, le explico qué haremos. Diez minutos más tarde, y gracias a su determinación, un aparejo provisional sustituye el grillete que había fallado y, poco después, estamos de nuevo haciendo un rumbo rápido a un largo, con más de la mitad de la flota por la popa y con planeadas que empiezan a ser continuas; una de las veces que Miguel Ángel baja a la mesa de cartas, me dice que ha visto una cifra superior a los 14 nudos en el GPS mientras planeábamos una ola; el plotter es nuevo y pienso si tendrá función de velocidad máxima, aunque, con la que hay montada arriba, en seguida paso a pensar en otras cosas.

No mucho después, tenemos ya a la vista Menorca. Seguimos defendiendo la posición y, con dos rizos en la mayor y todo el génova, el navegar del Frescachón es estable, o todo lo estable que da de sí la situación. La situación y el patrón, claro; y no necesariamente por ese orden. Porque, de vez en cuando, y alternándose con las planeadas, alguna orzada nos deja atravesados al mar y con la regala debajo del agua. El cansancio pasa factura. Aunque tal vez o, probablemente, sin cansancio tampoco habría conseguido evitar atravesarme en alguna de las ocasiones: sencillamente, no sé hacerlo mejor. A veces, la ola rompe y mete agua en la bañera; como la popa es parcialmente abierta, gran parte del agua desaparece rápido, aunque una pequeña parte siempre se queda y se nota, fría, en los pies. Pese a todo, con Menorca a la vista y una posición digna en la flota, el espíritu está alto y el humor, con una variabilidad propia de quienes llevan día y medio sin dormir, de vez en cuando roza una extraña euforia.

El Frescachón también debe de estar de buen humor; es el segundo barco más lento y pequeño de la flota y, pese a todo e ir A2 y sin piloto automático, vende caro el pellejo y sigue defendiendo su posición. En ese momento, claro está, no pienso en el humor del barco, sino en no romper nada en la siguiente trasluchada –el rumbo ¡teórico! a Fornells se acerca a la popa redonda-, y mi única conexión con el sentir del barco llega de forma abrupta cuando un golpe, que suena seco, indica que algo no va bien. No entiendo qué pasa, no entiendo qué hace la mayor portando tan mal, no entiendo qué *!#nes hace la parte delantera de la botavara suelta. El pinzote. Debe haberse ido el pinzote al carallo. No me creo que tengamos otra avería más. Hay que arriar mayor. No sé si podemos, con este mar y el génova en este estado, atravesarnos para conseguir aproarnos y tirarla abajo; no sé si podemos ni debemos, tras 30 horas sin dormir. El fantasma del abandono entra a bordo. Miro de reojo la radio. Miro la entrada a Fornells, a menos de 10 millas. Miro a Miguel Ángel. Me intento mirar, para pensar, a mí mismo, y no escucho prácticamente nada.

Pregunto a Miguel Ángel qué tal se encuentra. Miguel Ángel vale tres patrones; o cinco, si son como yo. Le explico que vamos a aproarnos, que va a tener que ir cazando génova mientras orzamos en un rumbo que nos va a hacer escorar; que la escora será mayor coincidiendo con el balance de las olas y que el viento aparente irá en aumento; y que, cuando haya subido del todo, deberá ir al palo y arriaremos la mayor. También que, una vez arriada, volverá a la bañera, volveremos a atravesarnos y, ya en un rumbo más razonable, deberá ir a inmovilizar, en la medida de lo posible, la botavara. Y lo conseguimos. En la maniobra nos ha adelantado un velero con el que llevábamos peleando toda la noche, pero ahí estamos. Sólo con el génova y su reparación de fortuna. Pero con Fornells a pocas millas por la proa, y todavía con una posición digna. El fantasma del abandono se ha ido por sotavento.

La siguiente hora pasa rápida, más que las dos trasluchadas. Y si, por lo general, las llegadas saben bien, no conozco regata con mejor sabor que ésta. Llegada bella por el entorno, único, de la bahía de Fornells; y llegada bella en lo deportivo, por las roladas y cambios de intensidad que anticipa cualquier entrada en una bahía acantilada y estrecha. En esta ocasión, con la Tramontana silbando en la jarcia y olas que aumentan su pendiente hasta estrellarse y, por segundos, volver blancos los acantilados que balizan la entrada a la bahía, la belleza del escenario es sobrecogedora. La situación obliga, en cualquier caso, a tirar la lírica por la borda, y emplearse a fondo en hacer una entrada en una bahía estrecha cuyo rumbo –no vaya a resultar todo demasiado fácil- coincide exactamente con el del viento.

A bordo del Frescachón, la euforia por la llegada próxima se matiza con los cálculos de entrada. De todos, recuerdo tener en mente dos. En primer lugar, el rumbo de entrada en la bahía, que apenas tiene unos 150 metros de ancho, es de popa redonda, y las últimas trasluchadas no nos han salido precisamente de libro. En segundo lugar, la línea final de llegada, bahía adentro, está en una zona de calado suficiente, pero éste cae según se avanza más en una bahía que, por sus campos de boyas, no está tampoco sobrada de espacio. Como no tenemos mayor -eso reduce nuestra capacidad de ceñida- y tenemos el enrollador tocado y unido al génova por un aparejo provisional, me preocupa no poder enrollar génova al cruzar la meta; esto, si no fuéramos capaces de arrancar el motor -y las baterías no están en su mejor momento-, nos llevaría hacia la zona de menos calado sin demasiadas opciones. Decido dar tres vueltas al génova; así las trasluchadas serán más sencillas y aprovechamos a probar qué tal responde el enrollador. Y realizo una llamada por radio, en la que anticipo los problemas que tenemos y que, debido a ellos, es posible que no podamos hacer más comunicaciones hasta cruzar la línea. Y aclaro que, por supuesto, continuamos en regata.

Media hora y alguna trasluchada más tarde, estamos bien entrados en la bahía y a punto de alcanzar la línea de llegada; es al cruzarla cuando, sin terminar de saborear el entusiasmo del momento, comenzamos a recoger génova y vemos que algo no va bien: el enrollador está bloqueado y, a la buena velocidad que nos da el viento fresco al largo, nos dirigimos a sotavento, hacia la zona de menor calado. A babor, tierra, la del islote de Sargantanas; a estribor, campos de boyas. Lo que queda de patrón repasa las alternativas que, rápido y mal, pensé unas millas atrás. Enrollado manual. Si no es suficiente, aproarse; o motor; o fondeo. Miguel Ángel ya está en proa enrollando a mano la vela, mientras una auxiliar del puerto nos indica que vamos a una zona sin fondo. Motor. No puede ser, pero sí, sí lo es. Tenemos la escota del génova en la hélice. Sin motor, sin mayor y sin posibilidad de enrollar ni trimar génova, seguimos en rumbo directo a donde no podemos ir. Desde la lancha nos piden que ciñamos (¿?...). El fondeo está preparado por si es necesario. Pero aceptamos la oferta de la lancha de lanzarles un cabo y que ellos lo intenten pasar a una boya. Nos quedan dos o tres brindis al sol, y éste va a ser el primero.


El Frescachón, semioculto por una ola mientras entra en la bahía de Fornells, a una milla de la llegada

Decía una canción que, cuando menos te lo esperas -y en ese momento esperábamos poco-, el diablo va y se pone de tu parte. Y el cabo es bien recibido por la auxiliar, la maniobra de orzar y aproarnos frente a la boya sale mejor de lo que esperábamos y, quince minutos más tarde, estamos fondeados en la boya y empapados tras un chapuzón, navaja en mano, con el que hemos sacado el cabo de la hélice. Tiene gracia que, tras veinte años como patrón, mi primer cabo propio en la hélice se haya producido en un momento tan puñeteramente oportuno. Tras revisar que todo está bien, solicitamos amarre en Fornells y, tras una travesía de cinco minutos mucho más tranquila que la anterior, el Frescachón está amarrado y, al fin, descansando en puerto.

El camarote está oscuro y, sin el reloj a mi alcance, no sé adivinar qué hora es. Por no demasiado tiempo, había pasado la medianoche, y llevábamos siete horas durmiendo tras habernos duchado y comido a conciencia en Fornells. Sí sé que al despertarme y, todavía desorientado, ver en el móvil la imagen con la clasificación, contesté, sin reparar en la hora que era, que mi posición estaba mal, que seguramente había un problema con mi rating. Me costó un día dejar de dudar y mentalizarme de que habíamos ganado la regata. Sí recuerdo que desperté a Miguel Ángel y, sin poder cenar por la hora que era, nos fuimos a celebrarlo junto a parte de la flota en el único local que, a esas horas, seguía abierto. Volvimos con el amanecer, con la sensación extraña de llevar sólo seis horas despiertos.

Al día siguiente vimos, esta vez desde tierra, la regata Port de Fornells –en la que no pudimos tomar parte, nos tocó reparar averías- y participé –ya en solitario, Miguel Ángel tenía que volar de vuelta por trabajo- en la cena y entrega de trofeos en el espectacular entorno del Castell de Sant Antoni. Allí cogí fuerzas en gran compañía para, terminada la cena, hacer la travesía de vuelta al puerto base; travesía que hice en solitario, saboreando la gran experiencia de los últimos días y dándola, al fin, por terminada.


No puedo finalizar este relato sin un agradecimiento honesto a tres personas. En primer lugar, a Miguel Ángel que, siendo una de sus primeras regatas, peleó hasta el final y fue quien, claramente, permitió que el Frescachón ganara la regata. Sin su continuo apoyo y determinación, probablemente me habría retirado, y el Frescachón habría pasado de la primera a la última posición. Así de claro.

En segundo lugar, a Josep Maria, por organizar algunas de las regatas más interesantes del Mediterráneo. Y no sólo por las regatas que organiza sino, sobre todo, por cómo las organiza, desde el más amplio de los sentidos. Si sin Miguel Ángel no hubiera ganado la regata, sin Josep Maria no la habría realizado.

Y, por último, a otra persona a la que no hay manera de citar porque no le gusta nada que le llamemos maestro. Hace diez años dije que, sin haber navegado nunca con él, es la persona de la que más he aprendido de vela. Hoy lo anterior sigue más vigente que nunca y, si sin Miguel Ángel no hubiera ganado la regata y sin JM no hubiera participado, sin él no habría hecho nada de lo anterior porque, probablemente, ni siquiera navegaría en mi propio barco. Lo anterior es poco relevante para el foro, pero deja de serlo en la certeza de que, más allá de mi situación particular, somos decenas de personas las que disfrutamos más de esta afición gracias a su conocimiento y, sobre todo, su gran generosidad y su arrolladora capacidad para contagiar su pasión por esta combinación de ciencia y arte en la que se mezclan la vela y el mar.

Brindo hoy a la salud de todos. Y, cómo no, a la de esta bendita taberna.

Editado por Avante en 09-05-2020 a las 11:30.
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Predeterminado Re: VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Gracias por el relato.
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Gracias por compartirlo y por tus palabras, Pablo. Espero que podamos compartir muchas más.

Editado por Ophiusa en 04-05-2020 a las 23:38.
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Avante (08-05-2020)
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Predeterminado Re: VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Ole y Ole.

Ni Conrad lo habría escrito mejor.

Enhorabuena por la experiencia; muchas gracias por compartirla. Envidia me das.

(¿y porqué coj...nes nos gustará sufir?)
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Newton

El movimiento se demuestra andando.
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Avante (08-05-2020)
  #5  
Antiguo 08-05-2020, 20:33
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Predeterminado Re: VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Muchas gracias por vuestros mensajes. Será un placer, Josep Maria –esperemos que un placer próximo- y ya me gustaría, Newton, escribir y navegar la décima parte de como lo hacía Conrad

Me pareció útil, al escribir el hilo anterior, hacer un punto sobre qué cosas pudieron influir en el buen resultado y cuáles, en cambio, podría haber hecho mejor para evitar o, al menos, reaccionar mejor ante parte de las incidencias que tuvimos durante la travesía. Finalmente, por no hacer primer el texto interminable y para tomar aliento entre una parrafada y otra, preferí separar los dos textos, así que allá voy

Aunque, por los aprendizajes que supone, me parece más interesante el grupo de las cosas que pude hacer mejor, empezaré por las que salieron razonablemente bien, no sea que, si comienzo por las malas, nos deprimamos (hay muchas ) antes de terminar de leer el hilo. Entrando en materia, ¿qué creo que ayudó al buen resultado final?

- En primer lugar, pelear y pelear. No sé si el resultado fue o no merecido –no tengo criterio para dar una respuesta a eso- pero, desde luego, sí fue muy peleado. Cada vez que pensábamos en algo que podíamos hacer mejor, intentábamos ir a por ello; cada ola grande que podíamos intentar planear, lo intentábamos también; las últimas horas fueron más complicadas porque el cansancio iba haciéndose más evidente pero, aunque el fantasma del abandono estuvo sobrevolando la bañera en dos ocasiones, conseguimos, al final, sacarle unas cuantas esloras.

En esto, me fue difícil valorar dónde estaba el mejor equilibrio. Puede que el hecho de que fuera la única regata “larga” que pude hacer el año pasado me llevara a intentar rendir al máximo y dar el 101%. Y puede, en cualquier caso, que nos pasáramos de rosca en algún momento. En esta ocasión, ese gran esfuerzo funcionó y lo cierto es que, de haber abandonado al final, habríamos hecho un 99% del esfuerzo sin conseguir ningún resultado. Pero creo en los equilibrios y que, en este caso, nos escoramos demasiado a la banda del sobresfuerzo, con todos los dobles filos y riesgos asociados que conlleva.

- En segundo lugar, mi tripulante. Miguel Ángel fue decisivo. Mis tripulantes suelen tener tener poca experiencia en regatas; cómo no va a ser así si mi experiencia en ellas es también baja, de algo más de dos años - quitando algunas regatas de altura que sí llevo haciendo más tiempo y los años, lejanos, de la vela ligera. Miguel Ángel ha navegado conmigo sólo en tres ocasiones (tres semanas que incluyen un cruce a Menorca y otro a Cerdeña) y sólo había participado en una regata. Y, pese a ello, su contribución fue clave: sus ganas de aportar y su determinación fueron absolutamente decisivas, sobre todo en situaciones en las que, si le hubiera visto dudar o encontrarse incómodo, nunca le habría pedido esfuerzos que fueron decisivos para seguir peleando en regata.

- En tercer lugar, una estrategia meteo razonable. Como dije, teníamos una tramontana establecida que comenzaba algunas decenas de millas al este del comienzo de la regata. Decidimos llegar hasta ella cuanto antes, aun a costa de hacer un rumbo (algo parecido a un ESE) menos directo para, una vez nos encontráramos dentro de ella ella, “dejarnos caer” en rumbo casi directo a Fornells. Funcionó y conseguimos mejor viento que de haber intentado ir a rumbo directo.

- Por último, las condiciones en sí mismas. Ir en el segundo barco más pequeño y A2 no ayudó en algunos aspectos; sobre todo desde que, a media noche, el piloto automático decidió retirarse a descansar. Dicho esto, todo lo demás nos favorecía: ningún barco izamos spi (en un contexto en el que cuanto más sube la proporción de spi en una regata, más baja mi clasificación en la misma) y nuestro génova de buen tamaño nos daba en el tramo de Tramontana un plano vélico potente y bastante equilibrado, con una mayor en la que alternamos uno y dos rizos. Por otro lado, el formato regata de altura se me da mejor que otras regatas donde la agilidad en las maniobras es decisiva; y, por último, en esas condiciones de viento (F6 a un largo) me defiendo mejor que con ventolinas donde, la gente con más años de experiencia en regata tiene una sensibilidad que marca la diferencia. En resumen, y contra lo que pueda parecer, creo que las condiciones jugaron a nuestro favor.

Diría que las cuatro razones anteriores estuvieron a un nivel parecido, en cuanto a que cada una de ellas fueron necesarias: de haber fallado alguna, muy probablemente las otras no hubieran bastado para conseguir el buen resultado. Y, añadiéndose a ellas, hay otras, como la ventaja por la que un barco con cierta facilidad para el planeo puede verse beneficiado, en relación a su rating, en circustancias como las anteriores; o, por supuesto, el azar que, pese a traernos algunas sorpresas, se puso en lo deportivo de nuestro lado.

Como área más interesante, está la contraria al anterior: la de todo lo que pude hacer mejor o, sencillamente, hice mal. Aquí debo incluir un punto sobre averías: en total, tuvimos problemas con un pasamanos (se soltó), el piloto automático, el botón del embrague del motor (desapareció), el grillete de la amura del génova (saltó) y el pinzote de la botavara (roto). Demasiadas averías y no sólo fruto del azar y las condiciones de la travesía (que tampoco fueron tan malas), sino también de algunas decisiones muy mejorables:

- Pasamanos. Al llegar a Fornells, verifiqué las siete sujecciones restantes; aunque seguían en su sitio, vi que la sujección simétrica del que saltó (babor superior proa) no era correcta lo que, probablemente, fue la causa de que fallara en el que faltó. Si hubiera dedicado un rato a revisar las sujecciones, no habríamos tenido este problema.

- Pinzote de la botavara. En lugar de un bulón en su unión con la botavara, en mi pinzote la función la hacía un tornillo (herencia del propietario anterior) de buena sección; la rosca del tornillo, unido a su material (inox), habían ido limando en los últimos años la pieza en la que estaba insertado, hasta romperla. No había reparado en ello pese a haber revisado y engrasado en varias ocasiones esta pieza. Poco o nada disculpable.

- Grillete de amura del génova. Acababa de cambiarlo antes de la regata por un modelo diferente, pensando que el diseño era mejor que el original. Está claro que no lo era; ni mejor ni, siquiera, apropiado.

- Botón del embrague. En mi motor (Penta D1-30), es una pieza circular insertada en eje del morse. En este caso, no sé por qué saltó y se perdió. Si a alguien le sucede algo similar, ha de saber con una llave allen puede seguir desembragándose el motor, algo que no tuvimos tiempo de ver durante la regata y que nos supuso no poder cargar las baterías.

- Piloto automático. Más que un fallo como tal, las condiciones a partir de medianoche (25’, mar formado de 3m con olas puntuales de más) sobrepasaban frecuentemente su capacidad, en un contexto en el que su diseño (Raymarine EV-100) tiene un talón de Aquiles en su correa de transmisión, que va teniendo unas cuántas millas (tampoco tantas, 6K aprox) y en breve debo cambiar. Opté por gobernar ininterrumpidamente a mano durante las últimas 12h, más o menos desde medianoche hasta la llegada, lo que fue cansado al navegar A2 y no tener sustituto para llevar la rueda (por su experiencia y las condiciones, no podía compartir esto con mi tripulante)

Sin tampoco estar descubriendo con esto la pólvora, está claro que, en ocasiones, hay averías que son fruto del azar; ahora, en muchos otros casos, no pasan porque sí, sino por un mantenimiento o una atención mejorables en elementos que es importante revisar.

Por último, y averías aparte, aunque también muy relacionado con ellas, está el componente humano en sí. Como saben quienes me conocen, soy un madrileño que vive la mitad de la semana en Barcelona (con mi mujer y mi hija) y la otra mitad en Madrid, trabajando. Sobre todo desde hace un año, esto condiciona el tiempo que puedo dedicarle a la vela y condicionó de forma particular esta regata. Si la regata comenzaba un viernes a las 16h, llegué de Madrid el día antes, en el primer AVE que pude (por trabajo), que me hizo llegar una hora tarde a la cena de bienvenida y no poder asistir a la reunión de patrones. El día siguiente, el de la salida de la regata, sólo pude llegar con hora y media de antelación al barco, y con una lista de tareas y comprobaciones que tuve que realizar en menos tiempo del que tocaba. Mi tripulante, por su lado, llegó ese mismo día de Madrid, tras haber dormido poco la noche anterior.

Supongo que lo anterior tuvo un impacto en cómo sucedieron las cosas. En mi caso, el conjunto de la regata fue un tute: la noche de la regata, que era un viernes, no dormí (por la rasca y la necesidad de timonear a mano); la del sábado tampoco (por la celebración, tras dormir, eso sí, 7 horas de siesta post-regata); y la del domingo tampoco, puesto que, poco antes de medianoche, salí de regreso en solitario de Menorca a Mataró (115’), pese a que, despertador mediante, hice durante la travesía pequeñas siestas de pocos minutos; la noche del lunes sí pude dormir, sin despistarme porque a las 7h del día siguiente cogía el AVE de vuelta a Madrid. Lo anterior lleva a reflexiones que van más allá de este hilo (y de este foro); pero es evidente que, al analizar todo lo que no fue bien en la travesía, hay un “componente humano” ligado a la fatiga y a la programación del plan que, en este tipo de regatas, ha de considerarse más de lo que yo lo hice en esta ocasión.

Y poco más por mi lado. Sé que dejo un flanco descubierto a los taburetes que algunos cofrades decidan lanzarme por todo lo que puede hacer mucho mejor () pero espero que, al menos, sacarlo todo a la palestra sirva para que alguno de los que lean esto puedan aprender, en pellejo ajeno, de alguno mis errores.

Más rondas
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Antiguo 09-05-2020, 13:16
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Predeterminado Re: VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Excelente relato, Avante, y que refleja algo muy importante y es el buen sabor de boca que te quedó y que te acompañará siempre. Eso no tiene precio.

Me gusta también el ejercicio de autocrítica. Es algo que siempre hago y te aseguro que soy muy severo conmigo mismo . De la autocrítica salen dos cosas: las positivas que dan el verdadero sabor a lo ocurrido y las negativas que son las que te hacen crecer, aprender y que muy posiblemente otra vez no caigas en los mismos errores. Resumiendo, son las que te hacen superar y, en todo caso, sean positivas o negativas, tienen que ir desligadas del resultado en la clasificación. Lo contrario es autosatisfacción, autobombo o, en caso contrario, abatimiento inútil.

Realmente, lo tuyo en esa regata tiene su valor, pues viviendo a 600 km de distancia y no pudiendo preparar con tiempo la máquina, tiene su handicap. Por otro lado, los buenos resultados, cuando se consiguen con tripulación reducida, tienen unsúmum de satisfacción y de valor. Si son en solitario, ya ni te cuento.

Viendo lo visto, principalmente tu afición, te felicito porque seguro te queda mucho que disfrutar en el mar. Ánimo que pronto las cosas volverán a la normalidad y seguro nos volveremos a encontrar en situaciones de aquellas en las que te preguntas: ¿pero qué hago yo aquí con lo bien que estoy en el sillón de mi casa?

__________________
Buena proa!
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Predeterminado Re: VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Pues sí.

Desgraciadamente un mantenimiento mejorable está detrás de muchos problemas que surgen en el peor de los momentos.

Y digo desgraciademante porque revelan un poco nuestras limitaciones o nuestra pereza.

Aunque me esfuerzo, me incluyo el primero en haber tenido problemas por no haber revisado un anclaje, interpretado un obenque destensado, quedarme sin gasolina en el fuera borda...

También, lo grande de esas situaciones es verse capaz de resolver con un arreglo de fortuna, una maniobra afortunada, un compañero leal, esos problemas, y después continuar por los propios medios.

Yo también vivo en Madrid.

Dos veces me inscribí en las 200 de Altea y la primera, tras mucho retraso, eché cuentas de las millas y tiempo que faltaban: haciendo un tramo contra el viento a motor podría ternimar el reccorrido, y por los pelos llegar a tiempo de coger el coche y estar de vuelta en Madrid a trabajar cuando tocaba. Así que abandoné y metí máquina llegando a Conejera.

Me dieron más miedo los 500 km que las 200 millas.

La segunda vez... cogí un día más de vacaciones
Y aprendí que a parte del viento y la ola, es contra la oscuridad y el agotamiento con lo que se pelea en esas regatas largas.

¿Y por qué hacemos todo esto?

Cada cual tendrá su razón. Sentir frío, calor, cansancio, aburrimiento, euforia, ver ponerse y salir el sol, marcarse un reto y superarlo, estar a bien con la naturaleza y el mar... todo eso me hace sentir vivo (bueno, y alguna que otra moza, también ).

Así que Avante, y resto de cofrades, mil gracias por compatir vuestras experiencias, lecciones, gracias y desgracias.

Un abrazo.
Y un por volver al mar dentro de poco.
__________________

Newton

El movimiento se demuestra andando.
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Avante (12-05-2020)
  #8  
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Predeterminado Re: VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Muchas gracias, Atnem. Gran sabor de boca, desde luego; fue una navegada bonita e intensa en el mejor de los sentidos, que espero recordar por mucho tiempo. Incluso las averías me importaron un poco menos de lo habitual; en parte, porque fueron sencillas de reparar (un grillete, dos bulones…); pero, sobre todo, porque estoy acostumbrado a averiarme y quedar en una posición “tranquila” –por decirlo amable - en la clasificación con lo que, al menos, esta vez el esfuerzo y las roturas tuvieron su recompensa.

Estoy de acuerdo en los buenos resultados A2 dan una alegría adicional. En solitario tiene que ser la leche, pero es una sensación que de momento no conozco (), así que un aliciente más para seguir disfrutando y aprendiendo, que en este oficio siempre van de la mano. Brindo por la vuelta a todo ello y por la próxima situación en la que, entre juramentos en arameo, echemos de menos el sillón, que seguro que llega antes de lo que imaginamos.

Newton, entiendo bien lo que dices. Me pasó algo parecido en una 300 A3 (en la única que hice); tuvimos que retirarnos por exigencias de “tierra adentro”, que fue una gaita después de las horas echadas… aunque, al menos, en un atardecer de escaso viento frente a la costa de Formentera, tuvimos el privilegio de ver el famoso “rayo verde”; como bien mencionas, muchas razones para navegar y muchas que pueden hacer memorable una travesía.

A vuestra salud
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Newton (13-05-2020)
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Predeterminado Re: VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Muchas gracias por el relato Pablo.

Al leerlo he vuelto a sentir las emociones de esa experiencia.

Encantado de volver a formar parte de tu tripulación.

Un abrazo y hasta pronto.


Pd. Acabo de registrarme en el foro para agradecerte públicamente tus palabras.

Editado por Nemo_MD en 16-05-2020 a las 19:19.
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Avante (18-05-2020)
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Predeterminado Re: VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Muchas gracias, Miguel Ángel; por tus palabras y, sobre todo, por tus hechos, como queda claro líneas atrás.

Bonita foto la que has elegido; a pocas millas de la que abre este tema, aunque con 5 años de diferencia. Brindemos por los próximos 50... aunque, esta vez, que no sea con ratafía

Abrazo
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  #11  
Antiguo 18-05-2020, 20:02
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Brindaremos entonces, y no con ratafía esta vez.
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  #12  
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Predeterminado Respuesta: VII Menorca Reserva de la Biosfera. Mi experiencia en la regata.

Rondas para todos

Ayer por la mañana, mientras montaba el génova en el Frescachón, recordé la regata de la que escribí líneas arriba y, más específicamente, cuando, tras pasar la línea de llegada, una de las escotas fue a parar a la hélice y nos dejó sin motor. En su momento, no supe cómo podía haber pasado: suelo hacer un ocho al final de las escotas del génova precisamente para evitar que se salgan del escotero y pase algo parecido y, si bien ese día hacía viento, las condiciones dentro de la bahía seguro que no eran de más de F6 (y de popa).

Os escribo porque ayer por la mañana entendí qué había pasado aquel día. Y es que, al montar ayer una de las escotas del génova, vi que pasaba con facilidad por el escotero... con el ocho en su final. Esto es, en mi caso particular, el tamaño de un ocho es insuficiente para cumplir su función y es necesario hacer dos ochos -uno "encima" del otro- para evitar que pase por el escotero, así que llevar uno es prácticamente como no llevar nada. En fin, sé que con esta aportación no descubro la pólvora, pero puede que haya cofrades en alguna situación parecida, así que ahí queda esta pequeña aportación -comprobad, cuando hagáis un ocho, que éste cumple su función-, esperando salvar alguna escota de la mordedura de una hélice.

Añadir que, aunque estos ochos son útiles en las escotas del génova, nunca deben hacerse en las de un spi, donde es clave que sus distintos cabos puedan soltarse en banda y un ocho puede ser peligroso; un ocho que funcione, claro, no como los que llevaba yo

Y, por último, también añado que, en menos de dos meses, sale la siguiente edición de la regata que da título a este hilo, lo que es una fantástica ocasión para navegar y disfrutar de la isla en uno de los mejores meses para hacerlo

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