Recuerdo dos vuelcos espectaculares navegando con el Spí, el primero en un Sirocco navegando en popa redonda en un canal de separación entre dos islotes con rachas aceleradas y con cambios de dirección del aparente y con un bamboleo creciente. El barco se va a sotavento, traslucha, la botavara pasa a mil por hora sin pillar por suerte a nadie a nadie en su paso, y en segundos tenemos el barco acostado sobre una banda y todos los tripulantes agarrados a los cables guardamancebos y tirando de unos de los tripulantes que nada por fuera del cable para no oerderlo al adrizarse el barco. Cuando para la racha el barco se adriza con el Spí en bandera y aún así vuelve a trasluchar sin ya consecuencias, con lo que en menos de un minuto protagonizamos un número ideal para soltar adrenalina.
El segundo vuelco, imprevisible, calma total, Spī fláccido practicamente desventado, tertulia de bañera con un calor asfixiante, escota y braza amordazadas, y de súbito una racha bestial que nos vuelca un Puma 29 en menos de un segundo. Consigo soltar la braza, sale como un látigo, abre el mosquetón y se pierde en el horizonte, el barco se adriza, y sigue la encalmada....Al parecer el fenómeno responde a una violenta corriente térmica y se conoce como un “cremador”. No suele darse de noche, y de día puedes intuirlo si estás por la labor en lugar de estar por el aperitivo y la resignada tertulia en plena encalmada como nos ocurrió a nosotros que ni vimos llegar la racha ni entendíamos que estaba pasando...
Otra muy edificante, diez o doce horas parado a treinta millas de la costa sin combustible por no haber querido esperar las dos o tres horas de colas habituales en Mahón para poder repostar. Eolo faltó a su cita durante toda la jornada hasta que ya casi de noche entró el viento que toca en tales ocasiones, o sea, el que viene de morro y que te da la oportunidad de pasarte unas cuantas horas extra echando bordos.
La última, gages de la edad y pérdida de reflejos, tropiezo sobre la cabina con las manos ocupadas y me estrello contra los obenques y contra el cable del guardamencebos, con un brazo por dentro y el otro por fuera. Los cables dibujan unas curioosas trazas en brazos y cara y la frente se estrella contra un obenque sin por suerte partirme ningún hueso ni dañarme la vista....Habría salido mejor parado de una paliza en toda regla.
Saludos
