El BAHIA LAS ISLAS en su vuelta por el mundo

[kaia]

APURANDO LOS ULTIMOS DIAS CARIBEÑOS

Pocas jornadas quedan para el obligado y momentáneo regreso a tierras patrias del Bahía las Islas. Por todas partes se oyen voces de que no es el mejor momento, pero mis circunstancias personales lo hace ineludible y es buen momento para reencontrarme con mis buenos amigos tripulantes y hacer el regreso en la mejor compañía.
Joakin se ha adelantado un mes a la partida para aprovechar a conocer las islas al norte de Martinica y acompañarme en este último tramo de preparación del barco para el salto del "charco"

Lo recojo en el Aeropuerto de Guadalupe, una calurosa tarde como tantas otras, he conseguido, después de algunos fiascos, alquilarle a un paisano un cochecito, con él aprovecho para hacer unas compras en un centro comercial alejado del de la marina en el que los precios han sido incrementados notoriamente.
No demoramos más de un día en dejar el fondeadero de Point A Pitre y encaminarnos en primer lugar a María Galante, con un vientecillo delicioso para navegar plácidamente a vela. En esta etapa con mi amigo me he propuesto descubrir nuevos lugares y después de un fugaz paso por el fondeadero de Port Louis navegamos hacia el lado noroeste de la isla, fondeando en la bahía de Anse Canot, lugar al que en la última navegación había echado el ojo y desde la distancia no me falló, porque descubrimos que la bahía dispone de una linda playa que la convierte a mi juicio en la más bonita de la isla y así lo han entendido la media docena de barcos que también han fondeado en las inmediaciones.


Islita en María Galante

Temprano, al día siguiente, sin tan siquiera arrancar el motor para no perturbar el silencio reinante, salimos empujados por la brisa que con el sol naciente comienza a desperezarse.
Otra agradable singladura de apenas veinte millas nos lleva al dársena de Saint Françoise, en el que estuve días atrás, pero mi sorpresa es que en tan solo unas jornadas el fondeadero lo han llenado de boyas. Nos amarramos a una de ellas y una vez más constatamos lo que desde tiempo atrás vengo comprobando, el Caribe se acaba, cada vez son menos los lugares en los que disfrutar de la libertad que estas islas han significado tiempo atrás.
Pero bueno, como aún no han terminado con la labor de fijar todas las boyas, tampoco nos cobran nada por pasar la noche.


Puesta de sol en Saint Françoise


En la capitanía del puerto hacemos la salida de Guadalupe con destino a San Martin, aunque hagamos parada intermedia en Antigua, pero antes, no me resisto en hacer una visita a los pequeñas islas de Petite Terre en cuyo fondeadero anteriormente no pude entrar, como ya comenté.
En esta ocasión la mar está mucho más benigna y el paso es más franco, pero ajustado al calado del Bahía las Islas, que lo hacemos despacio, con solo treinta centímetros de agua bajo la quilla. El lugar bien merece la pena, amarrados a una de las obligatorias boyas, ya que está prohibido utilizar el ancla en todo el Parque natural, comprobamos el encantador fondeadero entre las dos islas y la limpidez de sus aguas, a través de las cuales, vemos el fondo como si estuviésemos en una charca.


Fondeados en Petite Terre

A parte de los turistas diurnos, que traen diariamente las embarcaciones de diferentes empresas, desde Saint Françoise, el agradable paseo por la islita nos lleva hasta el faro, que tiene una longeva historia detrás, ya que es uno de los primeros que se construyeron en el Caribe, allá por los comienzos del siglo dieciocho.


El Faro de Petite Terre desde la perilla del mástil del Bahía

Dejamos definitivamente, por ahora, Guadalupe para navegar hasta la vecina isla de Antigua y como pocas veces en lo que llevo por el Caribe, se ha dado la circunstancia de navegar con viento suave y a favor, pues no desaprovechamos la ocasión de izar el spí. No recordaba una singladura de cincuenta millas disfrutando de la navegación y sin apenas preocuparnos de trimajes y ajustes al enorme balón que nos empuja a buena velocidad, con solo una suave brisa.


Rumbo a Antigua

Alcanzamos Antigua con todavía un par de horas de luz, con tiempo a visitar el que fuera el arsenal del almirante Nelson y aunque ahora todas las instalaciones se hayan dentro de la enorme marina, han sabido conservar el sabor de lo que fuera la mayor base naval inglesa del Caribe.
No nos detenemos en Falmounth bay mucho tiempo, no vamos a hacer entrada oficial así que no quiero que se nos vea mucho por allí y al día siguiente nos vamos al Oeste, a Jolly harbour, pero en este buen fondeadero en esta ocasión entra bastante ola que no sé muy bien de donde sale, que incomoda bastante, así que después de un vistazo a la marina y al supermercado por si hubiéramos de hacer aquí las últimas compras antes de abandonar el Caribe, nos vamos buscando aguas más calmas.
Unas horas después fondeamos en Deep bay, bahía situada unas millas más al norte, en las que estaremos más tranquilos, como así ha sido.

Sin demorarnos más continuamos singladura, esta vez a otra de las islas que me quedaban por conocer, Barbuda. Veinte millas de ceñida abierta que recorremos en menos de tres horas, largamos el ancla al sur en la gran bahía de Cocoa point, flanqueada por numerosos arrecifes, pero de entrada franca. Dos grandes hoteles en la inmensa playa, uno de ellos abandonado hace tiempo y el otro en uso, junto a un aeródromo por el que llegan los clientes.
Decidimos quedarnos un par de días en el lugar y explorar los arrecifes, así lo hacemos, pero desagradablemente el agua está muy revuelta y no se ve más allá de dos metros y eso que prometía porque en el primer recoveco que he mirado, dos langostas, pero no estamos a la pesca así que continúen con buena salud.


Las playas de Barbuda

Desde Barbuda ponemos proa a San Martin casi 80 millas, nos las prometíamos muy felices porque la previsión era de brisa de 10 nudo del ENE y con spí saliendo prontito estábamos antes del anochecer en Philisbourg, pero en esto de la mar la cosa no siempre funciona como se prevé, a la animosa salida en la que enseguida izamos spí, prontos unos grandes nubarrones por el este nos lo dejan planchao y sin brisa, motor hasta que de nuevo entra viento de tormenta y aguaceros, lo que que creíamos una tranquila travesía se convierte en bastante incómoda, aunque el viento solo durante unos minutos ha subido por encima de los 20 nudos, eso sí, nos hemos duchado bien de veras, después de los aguaceros calmas de nuevo, total, los promedios que había calculado no se cumplen y por no llegar de noche acortamos el recorrido haciendo escala en San Barthelemy, donde llegamos poco antes de ponerse el sol.
Esta isla francesa está considerada la más cara del Caribe y es centro de encuentro de la Jet set caribeña, por lo que no era mi intención detenerme, pero ya que estamos, le echamos un vistazo a los alrededores de la fastuosa marina, donde las tiendas son de conocidas firmas parisinas e internacionales, como dice Joakin, esto es otro Caribe, lejos del que nos gusta.

Al día siguiente tempranito completamos las 20 millas que nos quedaron pendientes ayer, eso si, hoy hemos disfrutado de lo lindo, spí con 15 nudos por la aleta y por encima de los ocho nudos en el GPS.
Philisbourg me ha decepcionado sobremanera, iba derecho a un supermercado que conocí la anterior vez, para comenzar el avituallaje atlántico y me encuentro con que los precios ya no son lo que eran, solo nos limitamos a completar las reservas de gasoil que he ido gastando desde que salí de Venezuela, ya que en San Martin, es el más barato de las Antillas.
Antes de finalizar el día nos trasladamos a la bahía de Simpson bay, desde la que acceder a las tiendas náuticas y otros supermercados, aquí nos encontramos de nuevo con el Cibeles y como nunca podemos quedarnos mucho tiempo parados, después de poner la intendencia a punto nos vamos a conocer las bahías del norte de San Martin.
Recalamos en la Anse Marcel, un buen lugar si no hay mar del norte, como es el caso, aprovechamos para hacer un buen buceo aunque nada que se compare de lo que conocimos por Venezuela.
De regreso a Marigot al día siguiente, vemos al Alea aunque cuando hemos vuelto de unas compras ya habían zarpado, comemos con Julio y Maribel del Cibeles y poco después también nosotros ponemos rumbo sur hacia Monserrat.
Una lástima que por muy poco no hayamos coincidido con el cofrade Jadarvi que también andaba por Marigot, otra vez será.


Rufino controlando los peces

Abandonamos San Martin, un poco decepcionado por no haber encontrado alguna de las mercancías que preveía, aunque si que he avituallado de algunas cosas para la travesía, en Guadalupe las completaremos.
Poca brisa para navegar rumbo sureste, con la caída de la noche luces por todos los sitios, de las islas cercanas, Nevis, St Eustatia, St Kitts, Saba, etc, amén de numerosos yates de grandes esloras que se mueven en la nocturnidad, aunque en el AIS los situamos sin mayores problemas, gran invento este aparatito.
Noche tranquila a motor, nos relevamos en las guardias cuando nos apetece, sin horarios fijos y un vistoso amanecer nos da los buenos días, pero de viento nada, eso si. la mar de fondo del norte se ha incrementado, es el anuncio de que en un par de días nos va a llegar por el Noreste mal tiempo.
Cerca ya de Montserrat, dejamos por estribor a un cuarto de milla isla Redonda, un peñasco que asciende mil metros del fondo submarino, en el que solo anidan aves marinas.
Poco a poco en vista de lo que se avecina empiezo a dudar de recalar en Montserrat, el fondeadero de Little bay, entrada obligatoria, es bastante precarfio con la mar del norte y además llegando en fin de semana, las autoridades ,no van a ser muy benévolas a la hora del cobro aduanero, así que decidimos unánimemente seguir navegando hacia Guadalupe.
Un quiebro en el rumbo para dejar este paupérrimo país del que por culpa de la erupción del volcán Soufriere Hills en 1998, la zona habitable se ha reducido a un tercio de la isla.


Volcan de Soufriere Hills en Monserrat

Desde nuestra posición a barlovento, observamos con claridad la gran fumarola del volcán y todos sus ríos de lava y ceniza que cubren gran parte de la superficie insular.
Por la tarde por fin sale brisa y podemos detener el motor, definitivamente es la anunciada y ya navegamos a buen ritmo. Pensábamos pasar otra noche en la mar para llegar por la mañana a Les Saintes pero en vista que llegaríamos de noche prefiero hacer recalada en el fondeadero de la isla Pigeón, y dormir tranquilamente.
A media noche largamos el ancla en la concurrida bahía y poco después dormimos como benditos.


Navegando a todo trapo hacia Les Saintes

Al día siguiente arribamos a Les Saintes, esperaremos amarrados a una boya que pasen los dos días de mal tiempo anunciado y lo que son las cosas, cuando paseábamos por una playa, gracias a Rufino nos reconoce la pareja del velero Piropo, Sandra y Daniel, con ellos pasaremos unos inolvidables dos días, esa clase de gente que te llena y con la que se conservará la amistad de por vida, pero como siempre ocurre en nuestro mundillo, el contacto es efímero, ellos continúan hacia el norte y nosotros momentáneamente hacia el Sur, a Dominica.


Nuestros nuevos amigos del Piropo

Como dice Joakin, razón teníamos los que decimos que es la isla más auténtica del Caribe, en ella hemos pasado unos días fenomenales, además ya apenas quedan barcos en los fondeaderos, cada cual va cogiendo posiciones de cara al verano, unos para el sur a cubrirse de los huracanes y otros para el norte, como nosotros, de regreso por el Atlántico a casa.
Finalizamos el periplo en Point A Pitre, de donde salimos hace poco menos de un mes, unos días de preparación y espera a que lleguen nuestros amigos y como la meteo se ve venir favorable, no tardaremos en hacernos a la mar, con toda probabilidas navegaremmos hasta Antigua y desde allí iniciaremos el salto el próximo lunes a más tardar.
Ya haremos un comentario el mismo día de la salida.

Salud