La Taberna del Puerto Almayer
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Predeterminado Re: Cuento para el invierno

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Originalmente publicado por Atlántida Ver mensaje

¿A todo eso se llega en la marina mercante?

La Mercante te da la oportunidad de conocer lugares a los que no llega ni el turismo, ni la prensa, ni la vergüenza de los gobiernos. No sé por dónde empezar a hacer un breve resumen y tampoco quiero encenderme en un discurso que acaba por no ser creído.

En los años setenta podías contemplar desde la terraza de un café de Jounieh, cerca de Beirut, cómo se asesinaban entre sí los palestinos, chiítas, cristianos y sunnitas sin ninguna piedad. Por las mañanas acudían al trabajo, o a la universidad, y por la tarde participaban en lo que se llamaba eufemísticamente “les événements”. Unos tipos vestidos con uniformes de fantasía y fusiles ametralladores se paseaban ufanos por sus territorios como si fueran los dueños del mundo.

A principios de los ochenta debías asistir impasible al reparto equitativo del mismo material de guerra para Irak, que lo recibía vía Turquía, que para Irán, al que le llegaba por el Golfo Pérsico. Había que vigilar que los contenedores no tuviesen graffitis patrióticos, pues muy a menudo uno que hubiese transportado mercancías para Irán llevaba lo mismo, pero para Irak, en el viaje siguiente y, claro, se cabreaban y ametrallaban el contenedor si tenía alguna alusión a las madres respectivas. Alguien hizo mucha pasta vendiéndoles de todo a ambos. Nunca vi a los iraquíes, pero la contemplación de masas ingentes de jóvenes iraníes fanatizados que iban al matadero en Chatt al Arab es difícil de olvidar. Unos tipos vestidos con uniformes de fantasía y fusiles ametralladores se paseaban ufanos, luciendo condecoraciones, por sus territorios como si fueran los dueños del mundo.


Durante todo ese tiempo y llegando a la actualidad, lo que pasa en las profundidades de África sobrepasa algunas sensibilidades. Tipos que están a dos milímetros de la animalidad usando su fusil –normalmente un modelo ruso copiado y comercializado por China- para robar, violar o matar impunemente y a los que las navieras pagan un impuesto por protección. Mujerucas masacradas por la vida, criaturas indolentes que ya ni se espantan las moscas que se les meten en los ojos. Miseria, suciedad, barro y olor a podredumbre en unos puertos fluviales ruinosos rodeados de las barracas en las que existen, porque eso no es vivir, los espectros que hacen de estibadores.

A finales de los setenta y principios de los ochenta alguien se hizo de oro con el cobre chileno, que se vendía muy barato a ciertas empresas norteamericanas. Cargamos allí miles de toneladas, asistiendo a la explotación infame de la gente. Con el salario de un día no podían comprar un litro de leche. Los puertos estaban atestados de prostitutas adolescentes que, de vez en cuando, sufrían redadas de la policía que se las llevaba para violarlas. Tipos vestidos con uniformes y correajes, con grandes pistolones y fusiles ametralladores, se paseaban ufanos por sus territorios como si fueran los dueños del mundo.

Lo que pasó en Nicaragua después de la rebelión, lo que sucedía siempre en el Yemen, en Oman, en Djibouty, en la India, en Pakistán o en Argelia tiene siempre los mismos componentes: Unos tipos vestidos con uniformes de fantasía y fusiles ametralladores se pasean ufanos por sus territorios como si fueran los dueños del mundo y, oculto tras ellos, alguien compra, vende y roba en total impunidad, asiste a recepciones diplomáticas, pasea en yate por el Mediterráneo y goza de la mejor carne.

Los marinos gozamos del privilegio de visitar la trastienda. Tal vez lo más difícil es no sucumbir a la tentación de cosificar a los desgraciados. Algo que debe tener relación con el llamado síndrome de Estocolmo te empuja a justificar las acciones de los asesinos y a sentir desprecio por aquellos a los que les han quitado hasta la dignidad. Increíble, ¿verdad? Pues se producen muchos casos en los que los polizones descubiertos son arrojados por la borda en alta mar. ¿Qué agente corrosivo puede destruir de tal manera el alma de hombres educados en la abundancia y el respeto?

Parafraseando un dicho africano, se podría decir que uno no puede cambiar el mundo, pero el mundo puede cambiarte a ti.

Luego sigo con el cuento. Me tengo que desintoxicar de los recuerdos.

Editado por Tahleb en 15-03-2015 a las 19:28.
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