Con la vista puesta en la estela del barco, al observar las olas perseguidoras, parece que tienen personalidad. Unas son tranquilas y barrigudas, al llegar al barco lo levantan mansamente como un gato se restriega ronroneando contra su amo. Otras vienen rompiendo y la espuma se parece a la sonrisa blanca de un depredador antes de saltar sobre su presa. Unas vienen de frente, otras atravesadas y traidoras. Las olas piensan que tienen personalidad, pero se equivocan, solo son el mar. A los hombres nos pasa lo mismo. Pensamos que somos hombres y en el fondo solo somos humanidad, moléculas que se rigen por las leyes de la termodinámica reduciendo la sociologia al ciclo de Carnot.
