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#376
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Me arrepiento, en primer término, de haber principiado a novelar demasiado pronto. En la edad juvenil se puede ser excelente poeta lírico, pero no cultivar con acierto un género tan objetivo como la novela realista. Sólo en la edad madura es dado al artista emanciparse de los lazos con que su sensibilidad le ata al mundo fenomenal y adquirir la calma, la perfecta serenidad necesaria para concebir y penetrar en el carácter de sus semejantes. Asimismo deploro el empleo de ciertos efectos de relumbrón que hallarás en algunas de mis obras. Cuando salieron de mi pluma ten por seguro que no atendía al consejo de las musas, sino al gusto depravado de un vulgo frívolo y necio. Me pesa, finalmente, de haber escrito más de lo que debiera. La fecundidad tal como el vulgo de los críticos la entiende es, en mi opinión, un vicio, no cualidad digna de aplauso. Para que las obras de arte se acerquen a la perfección y nazcan viables, es menester que se nutran antes largo tiempo en el cerebro y se trabajen con sosiego. No se me oculta que hay espíritus privilegiados a quienes basta poco tiempo para engendrar y producir frutos delicados; pero juzgo que ni aun a estos mismos les perjudicará un saludable retraso. Recuérdese el ejemplo de Goethe, que concibió a los veinte años la idea de Fausto y no terminó su inmortal poema hasta los ochenta. Actualmente, oprimidos unas veces con el afán de lucro, otras con la pasión de la gloria, los que escribimos para el público vivimos en una fiebre devoradora de producción. El público exige a cada instante novedades: es menester servírselas, aunque vayan hilvanadas. Si no aparece cada poco tiempo un libro nuevo en los escaparates de los libreros, pensamos con terror que se nos va a olvidar, sin prever que ése es el medio más seguro para ello; porque ese público cuya atención anhelamos cautivar a toda costa es un Saturno que devora nuestros pobres libros sin digerirlos: es igual que le den a mascar carne de dioses o piedras berroqueñas. No, compañeros, no: tratemos de producir obras sazonadas, sacando de nuestro ingenio todo el partido posible. Quien haya producido una sola obra en su vida, si es bella, jamás será olvidado. No nos fatiguemos en dilatar nuestra popularidad agradando a la muchedumbre, sino en obtener la aprobación de los pocos hombres de gusto que existen en cada generación. Éstos son los que al cabo imponen su criterio. Si así no fuese, si el renombre del escritor dependiese de la turbamulta, ni el _Quijote_, ni la _Iliada_, ni la _Divina Comedia_, ni ninguna de las obras maestras del ingenio humano, serían estimadas en lo que merecen. La fecundidad del escritor no debe medirse por el número de sus obras, sino por el tiempo que éstas duran en la memoria de los hombres. Escritor fecundo es aquel que a través de las edades hace sentir su influencia, _fecundiza_ con su obra el pensamiento de la posteridad, vive con todas las generaciones, las acompaña, las instruye, les hace gozar y sentir. En este supuesto, Cervantes con un solo libro es más fecundo que Lope de Vega con sus millares de comedias. Lejos, pues, de enorgullecerme por el número de obras que llevo escritas, me avergüenzo pensando en los grandes escritores que tras larga y laboriosa vida no han producido otro tanto. Es un vicio de la época al cual tampoco he podido sustraerme. . . . El idilio de un enfermo. Armando Palacios Valdés. está el foro muy entretenido con el taller de escritura . . . pero no olvidemos el de lectura ![]()
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![]() Quiero vivir la vida aventurera de los errantes pájaros marinos; no tener, para ir a otra ribera, la prosaica visión de los caminos. Poder volar cuando la tarde muera ... |
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#377
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Un Soneto de Pablo Neruda
Es hoy: todo el ayer se fue cayendo entre dedos de luz y ojos de sueño, mañana llegará con pasos verdes: nadie detiene el río de la aurora. Nadie detiene el río de tus manos, los ojos de tu sueño, bienamada, eres temblor del tiempo que transcurre entre luz vertical y sol sombrío, y el cielo cierra sobre ti sus alas llevándote y trayéndote a mis brazos con puntual, misteriosa cortesía: Por eso canto al día y a la luna, al mar, al tiempo, a todos los planetas, a tu voz diurna y a tu piel nocturna |
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#378
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—¿Adonde vamos? —dijo. —A cualquier playa. Quiero tumbarme en la arena y leer. Asomamos al muelle. Por el Paseo corrían algunos niños. Los bañistas chapoteaban en los pontones y dos viejos disponían una andana de redes frente a la pescadería. Juan miraba a su alrededor ávidamente y aseguraba que en su vida se había encontrado mejor. —Me entran ganas de plantar a esos cabrones e instalarme a vivir aquí —dijo. Los pescadores aguardaban en el poyo del cobertizo. Sentado en el suelo, un muchacho enderezaba los juncos del golero de una nasa. Juan se aproximó a ver y un hombre todavía joven vino a nuestro encuentro y lo reconocí por la boina. Era el remero del bote. —Es para pescar anguilas —dije—. Se embocan por la faz y luego ya no salen. Juan le ofreció su cajetilla de Chester. El remero le dio lumbre haciendo hueco con las manos. —¿Quieren dar una vuelta? —Nos gustaría ir a La Manga. —Hoy no se puede. Cuando el viento sopla de tierra hay mucha marejada. Desde aquí no se dan ustedes cuenta. Saliendo lo verán. —¿Hacia dónde podemos ir? —A Los Urrutias. Si nos distanciamos de la costa el mar se arbola en seguida. Le acompañamos al pontón y el hombre embarcó los remos en el bote y me sostuvo mientras saltaba a la bancada. Juan y yo nos sentamos enfrente de él. Estábamos a socaire del viento y la barca se movía apenas. El hombre armó los remos sujetando cuidadosamente el estrobo en torno al escálamo y aproamos hacia la mar. El pueblo dormía gris y muerto. Una niñera con cofia y delantal blanco nos hizo adiós desde uno de los pontones. Los bañistas seguían chapoteando junto al muelle y el hombre explicó que pasaban el verano así y nunca se decidían a embarcarse. —¿Por qué? —dije. —Esa gente de la huerta tiene miedo al agua. En La Manga hay playas muy chulas y no se asoman a verlas ni por curiosidad. Los madrileños, es distinto. A ellos les agrada la mar. Preguntó si parábamos en el hotel y dije que sí. —El señor Joaquín, el amo, es amigo mío. Antes de enviudar salía a menudo de pesca. —¿Qué tal le va el negocio? —Durante la temporada se defiende. En agosto llena el hotel. Luego lo cierra en octubre y ya no abre hasta el verano. Navegábamos a longo de costa y apuntó con el brazo a las instalaciones de la base hidronaval. —La tienen prácticamente abandonada. Ahora, la mayoría del personal está en San Javier. En tiempo de la guerra, en cambio, había varias docenas de hidros y los técnicos construyeron un campo de aviación. —Le dicen el campo del Ruso —agregó. Aguantábamos de orza y el bote cabeceaba. Entre la base hidronaval y los Urrutias se extendía una llanura ocre, salpicada de palmerales y molinos. De trecho en trecho, el viento levantaba tolvaneras de polvo anaranjado. —Si son aficionados a la pesquera les llevaré en mi barca de motor. La semana pasada la dimos a la banda para limpiarle el fondo, pero mañana estará lista y calaremos las redes. —¿Cómo pescan? —dijo Juan—. ¿Con palangre? —No, acá salimos a la dorada o al mújol. Con la moruna o la pasantana. El viento soplaba cada vez más duro y el mar rompía a bordo y nos rociaba. Riendo, el hombre dijo que pasáramos a la bancada posterior. A vista de Los Urrutias ganamos la proa a otro bote. El remero —un pescador viejo— singlaba con una espadilla por la popa y saludó con voz ronca a nuestro amigo. —¿Quién es? —preguntó Juan. Sin dejar de bogar, el hombre explicó que era el padre del muchacho que tejía las nasas en la Pescadería. "En el pueblo le dicen el Morillo, dijo. Aquí, a todos nos conocen por un mote." —¿Y a usted? ¿Cómo le llaman? —A mí me dicen el Isabelo —contestó con una sonrisa. AI aproximarnos a la playa el temporal amainó. Las olas se acostaban, bajas y tendidas y transparentaban los guijarros del fondo. Luego, a medida que el viento caía, desaparecían por completo y no se divisaba rizo alguno en toda la lumbre del agua. El bote araba, sondando casi el suelo con la quilla e Isabelo dejó de bogar, desarmó uno de los remos y comenzó a fincar con lentitud, sirviéndose de él a guisa de palanca. Cuando la barca tocó seco, encapilló una soga de esparto a la cornamusa y arrojó el pedral al mar. Me quité el pantalón y la blusa e Isabelo me ayudó a bajar de la barca. El agua me llegaba escasamente a los muslos. Juan se había desvestido asimismo y propuso que fuéramos a beber una cerveza en el pueblo. —Gracias —dijo el hombre—. Yo les espero aquí. —¿Conoce usted algún bar? —En la carretera hay uno, pero deben cubrirse para ir allí. Si no, los civiles les multarán. Isabelo nos alargó las camisas y se sentó en la tapa de la regala con las piernas colgando para fuera. Juan le obligó a coger un paquete de Chester. La orilla de la playa estaba cubierta de algas secas y el suelo cedía bajo mis pies. El reverbero del sol hacía daño a los ojos. En Los Urrutias no había un alma —como si sus habitantes hubiesen desalojado después del último vendaval—. Las casas tenían puertas y ventanas entabladas. La única nota de color la ponían las farolas y alguna que otra palmera, desmedrada y amarilla. . . . Mar Menor -Juan Goytisolo- dedicado a algún catalán que otro . . . y a todos los que este verano han gozado, de lo que queda, del menor de los mares.
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#379
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Todos necesitamos que alquien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir.
La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. Ese es el caso del cantante alemán, de la actriz norteamericana y también del redactor con largas barbas. Estaba acostumbrado a sus lectores y, cuando un buen día los rusos cerraron su semanario, tuvo la sensación de que el aire era cien veces más enrarecido. Nadie podía reemplazarla la mirada de los ojos desconocidos. Le pareció que se ahogaba. Entonces fue cuando advirtió que la policía vigilaba todos sus pasos, que oían sus conversacines por teléfono y que hasta le sacaban en secreto fotos en la calle. !De pronto los ojos anónimos estaban otra vez en todas partes y él podía respirar de nuevo! !Estaba feliz! Se dirigía con voz teatral a los micrófonos de las paredes. Había encontrado en la policía al público perdido. La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría quienes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos ellos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. Entre estos estan Marie-Claude y su hija. Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. Pertenecen a este grupo Teresa y Tomás. Hay también una cuarta categoría, la mas preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores. Por ejemplo Franz. El único motivo de su viaje hasta la frontera de Camboya fue Sabina. El autobús traquetea por la carretera tailandesa y él siente que su larga mirada se fija en él. A la misma categoría pertenece también el hijo de Tomás. Lo llamaré Simón (Se alegrará de tener un nombre bíblico como su padre.) Los ojos que anhela son los de Tomás. Cuando se comprometió en la recogida de firmas lo echaron de la universidad. La chica con la que salía era sobrina de un cura de pueblo. Se casó con ella, se hizo tractorista en la cooperativa, católico practicante y padre. Después se enteró por medio de algún amigo de que Tomás también vivía en el campo y se alegró: !el destino había logrado que sus vidas fuesen simétricas! Aquello lo impulsó a escribirle una carta. No pedía respuesta. Lo único que quería era que Tómas dirigiera su mirada hacia su vida. "La insoportable levedad del ser" M. Kundera
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#380
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| Los siguientes cofrades agradecieron este mensaje a VERYFLOW | ||
Crimilda (01-09-2009) | ||
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Me han traído una caracola
Dentro le canta un mar de mapa. Mi corazón se llena de agua con pececillos de sombra y plata. Me han traido una caracola. "Canciones para niños" Federico Garcia Lorca (Para mi queridísimo Rafa, que es el rey de los pantalanes de Melilla)
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Injustísimo Amor, ¿por qué así avaro
nuestros deseos concertar te antojas? ¿Por qué, pérfido, con placer tan caro en dos almas discorde amor alojas? No consientes que cruce el vado claro y al más ciego y mayor fondo me arrojas: dictas que a quien desea mi amor desame, y a aquel que me odia más, que adore y ame. Angélica a Reinaldo muestras bella cuando él todo fealdad cree ella que excede; cuando ella a él admiró y lo amaba ella, él a ella odió, cuanto odiar hombre puede. En vano hoy se atormenta y se querella; justo pago uno al otro así concede: lo odia ella, y el odio es de tal suerte que antes que a él querer, querría la muerte. Gritó altivo Reinaldo al sarraceno: «Apéate, ladrón, de mi caballo, que ver lo mío no sufro en puño ajeno y sé hacerlo pagar al que en tal hallo. También que esta mujer me des te ordeno, que fuera fiarla a ti grosero fallo. Tan perfecto corcel, dama tan digna no es cosa que a ladrón el cielo asigna.» «Mientes, si con ladrón mi honor laceras --no menos arrogante el moro brama-- que quien dijese a ti que ladrón eras diría más verdad, según tu fama. Y ahora se verá quien es de veras más digno del corcel y de la dama; aunque hablas de ella cosa fidedigna, y es que en el mundo no hay cosa tan digna.» Como suelen dos perros corajosos, o ya de envidia o ya de odio movidos, dentellando los dientes animosos con torvo gesto y más que ascua encendidos, venir a los mordiscos rabïosos con yertos cerros y ásperos aullidos; así al hierro entre injurias mano a mano llegaron el francés y el circasiano. “Orlando furioso” .- Ludovico Ariosto |
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Huye del sol el sol, y se deshace
la vida a manos de la propia vida, del tiempo que, a sus partos homicida, en mies de siglos las edades pace. Nace la vida, y con la vida nace del cadaver la fábrica temida. ¿Que teme, pues, el hombre en la partida, si vivo estriba en lo que muerto yace? Lo que pasó ya falta, lo futuro aún no se vive, lo que está presente no está, porque es su esencia el movimiento. Lo que se ignora es sólo lo seguro, este mundo, república de viento, que tiene por monarca un accidente. Gabriel Bocángel (1603-1658)
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Ser el náufrago que esquiva toda playa.
Juan Bonilla La víbora del miedo, la víbora del miedo derrotado, mi calor y su frío. Y se queda en el pecho, anidada en la sombra hasta el amanecer. Ten paciencia conmigo. Porque el mundo es así, y vengo herido, ten paciencia conmigo. Luis García Montero Pero hoy, cuando es la luz del alba como la espuma sucia de un día anticipadamente inútil, estoy aquí, insomne, fatigado, velando mis armas derrotadas, y canto todo lo que perdí: por lo que muero. Angel González ![]()
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El Capitán no es el Capitán el Capitán es el mar. (Jesús Lizano) ![]() ...NO CREAS TODO LO QUE PIENSAS... |
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#386
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Siempre fui, señor licenciado, de opinión que a los hombres que se casan los habían de llevar a la iglesia con campanillas delante como a los ahorcados, pidiendo por el ánima del que sacan a ajusticiar y habiendo de llevar teatrinos que los animasen. Más después que he visto esta materia de los maridos cuán en su punto está, soy del parecer que es el mejor oficio que hay en la república teniendo por acompañado el ser cornudo, gracias a Dios, que nos ha dejado ver tiempo en que es calidad y estoy sentido y aun avergonzado de parte de los que lo son de ver, que vuesa merced ande escondiéndose como afrentado de serlo. No me espanto que ahora es vuesa merced cornicantano y realmente se hallará atajado aunque se librará, con los besamanos y el ofrecerse: vuesa merced se hará a las armas como todos, y se comerá las manos tras ellos.
Por estas hierbas cumplo veintisiete años y siete días de cornudo y le prometo a vuesa merced que, mediante Dios, me ha dado mil vidas. Bien sé yo, lo que más sentirá vuesa merced es lo que quedarán diciendo cuando pase por las calles. No se le dé un cuerno aunque le sobren muchos que si da en sentirlo se podrirá y así hágalo gracia y si oyere tratar de muchos en algún corrillo diga de ellos peor y más mal que todos, que nosotros así lo hacemos y engordamos. Y esté cierto que nadie puede, aunque sea hombre de bien, decir mal de cornudos, porque nadie dice mal de lo que hace. ¿Debe de pensar vuesa merced que es sólo cornudo en España? Pues ha de advertir que nos damos acá con ellos y que se trata que como oficios se les señales cuarto aparte y calle, como hay lencería y pescadería, haya cornudería. No sé si hallará sitio capaz para todos. dichoso vuesa merced que es cornudo sólo en ese lugar, donde es fuerza que todos acudan, y no aquí que nos quitamos la ganancia los unos a los otros, tanto que si no se hace saca de cornudos para otra parte se ha de perder el lugar. ¿Cómo piensa que está recibido esto de cornudar? Pues ya se hace inquisición para casarse uno, que después de darles el dote se obliga a hacerse cornudo dentro de tanto tiempo y el marido escoge el género de gente con quien mejor le está: extranjeros, seglares o eclesiásticos, y ha de llegar el tiempo en que han de usarse en España conmaridos y se ha de llamar Junta de dos desposados y vacadas los barrios, aunque la sobra de mujeres se ha cogido tanto cornudo estos años que valen a huevo. Y es un gran señor de la profesión, que antes, cuando había en una provincia dos cornudos, se hundía el mundo, y ahora, que no hay hombre bajo que no se meta a cornudo, que es vergüenza que no lo sea ningún hombre de bien, que es oficio que si el mundo anduviera como había de andar se había de llevar por oposición como cátedra y darle al mas suficiente o, por lo menos, no había de poder ser cornudo ninguno que no tuviese su carta de examen aprobada por los protocornudos y amurcones generales. Haríanse mejor las cosas y sabrían los tales cofrades del hueso lo que habían de hacer. No hay cosa más acomodada que ser cornudo porque cabe en el marido, en el hermano, en el padre, en el amigo. Al letrado no le estorba el estudiar, antes le da lugar a la lección. ¿Cómo curaría ni visitaría el médico si estuviese siempre sobre su mujer y no diese lugar al cuerno? El da lugar a los oficiales para su trabajo y a nadie estorba. Pues en cuanto a honra: ¿quién no le regala?, ¿quién no le asienta en su mesa?, ¿quién no le presta ni le da? Pues si miramos a el provecho de la república, si no tuviera cornudos ¿qué hubiera de muertes, de escándalos y putos? Todo esto estorba uno de nosotros a quien llaman hombre de buena masa. Y realmente nosotros conforme a buena justicia siempre tenemos razón para ser cornudos, porque si la mujer es buena, comunicarla con los próximos es caridad y si es mala, es alivio propio. En otro tiempo eran menester razones, mas ya está tan negro el calificado que son escusadas las autoridades, porque aunque es verdad que en el primitivo cuerno hubo alguna incomodidad y pesadumbre ahora está esto muy asentado porque todas las cosas que han hecho mudanza y más ahora que hay casta de cornudos, como de caballos y está acreditado este oficio que verá vuesa merced que están aguardando a una puta ducientos dueños para cogerla como arrebatiña y alto a casar. He oído decir el otro día que se trataba de hacer cornudos reales, como escribanos y repartirlos por las calles para el buen despacho, con su rótulo encima como curiales, que diga: "aquí se despacha para Génova, Roma, Francia". No sé si pasará adelante, como también la nueva institución que me acaban de decir se trata para moderar las sedas, cadenas, diamantes y trencillos que gastan. De todo avisaré a vuesa merced como quien tan a pecho toma nuestra estimación o imitación. Vuesa merced se honre mucho y coma de todo y hable con todos y disimule y verá qué bendiciones me echa. Y entre tanto, para entretener y aprovecharse lea este discurso intitulado El siglo del cuerno y mándeme cosas de su servicio. A vuestra mujer beso la mano en habiendo vacante. Carta de un cornudo a otro ("El siglo del cuerno").- Francisco de Quevedo La verdad es que no conocía este escrito hasta hace poco. Estas cosas no las enseñaban en los colegios en mis tiempos. ![]() |
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#387
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Cita:
![]() bienvenida a tu hilo . . . tu es que no has ido al cole de los jesuitas, alli están todas las obras de este ex-alumno a disposición del alumnado . Este escrito forma parte de Casa de locos y otras prosas festivas, en las que no deja títere con cabeza, entre ellas también se encuentra el dedicado al ojo del . . . digo del tercer ojo, en fin, un repaso satírico y burlesco de su época, dichosa época, de la que quiso ser cronista. martini blanco (dulce) con vodka, dentro de un rato ![]()
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#388
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Cita:
. Totalmente en serio. ![]() Claro que nos separa la edad y el sexo. ¿O crees que antes nos daban la misma libertad a chicos y chicas? |
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Cita:
Quevedo, joé, no era nadie el tío, pelín misoginin, se reía de todos y de él mismo, sólo le jodía que se rieran de él, así se definía en una carta cuando buscaba esposa, está en el mismo libro de antes: . . . Yo, señora, no soy otra cosa sino lo que el conde mi señor ha deshecho en mí, puesto que lo que yo me era me tenía sin crédito y acabado; y si hoy soy algo, es por lo que he dejado de ser, gracias a Dios nuestro Señor y a su excelencia. He sido malo por muchos caminos;y habiendo dejado de ser malo, no soy bueno, porque he dejado el mal de cansado, y no de arrepentido. Esto no tiene otra cosa buena sino asegurar que ningún género de travesura me engañará, porque todas me tienen, u escarmentado u advertido. Yo soy hombre bien nacido en la provincia: frasis que entenderá su excelencia. Soy señor de mi casa en la Montaña; hijo de padres que me honran con su memoria, ya que yo los mortifico con la mía. El caudal y los años siempre los referiré de manera que después la hacienda sea más, y la edad, menos. Los que me quieren mal me llaman cojo, siendo así que lo parezco por descuido, y soy, entre cojo y reverencias, un cojo de apuesta, si es cojo o no es cojo. Mi persona no es aborrecible ni enfadosa; y ya que no solicita alabanzas, no acuerda de las maldiciones y la risa a los que me ven. Ahora, que he confesado quién soy y cuál, diré cómo quiero que sea la mujer que Dios me diere en suerte. Yo confieso que, a no mandármelo vuecelencia, que fuera atrevimiento decir como quiere la mujer un hombre tal, que no habrá mujer que le quiera como él es. Desearé, precisamente, que sea noble y virtuosa y entendida; porque necia no sabrá conservar ni usar estas dos cosas. En la nobleza quiero la igualdad. La virtud, que sea de mujer casada, y no de ermitaño, ni de beata, ni religiosa: su coro y su oratorio ha de ser su obligación y su marido. Y si hubiese de ser entendida con resabios de catedrático, más la quiero necia; que es más fácil sufrir lo que uno no sabe que padecer lo que presume. No la quiero fea ni hermosa: estos extremos ponen en paz un semblante agradable; medio que hace bienquisto lo lindo, y muestra seguro lo donairoso. Fea, no es compañía, sino susto; hermosa, no es regalo, sino cuidado. Mas si hubiere de ser una de las dos cosas, la quiero hermosa, no fea; porque es mejor tener cuidado que miedo, y tener que guardar que de quien huir. No la quiero rica, ni pobre, sino con hacienda; que ni ella me compre a mí ni yo a ella. La hacienda, donde hubiere nobleza y virtud, no se ha de echar menos; pues, tiniéndolas, quien la deja por pobre es vilmente rico; y no las tiniendo, quien la cudicia por rica es civilmente pobre. De alegre o triste, más la quiero alegre; que en lo cotidiano y en lo propio no nos faltará tristeza a los dos, y eso templa la condición suave y regocijada con ocasión decente: porque tener una mujer-pesadumbre, más arrinconada que telaraña, influyendo acelgas, es juntarme un pésame de por vida. . . . Se pensó tanto llegar al matrimonio, a los cincuenta y cuatro años, que luego sólo le duró dos, después de tanto buscar así le fue. ![]()
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Crimilda (08-09-2009) | ||
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#390
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Cuando vio a Remedios, la bella, vestida de reina en el carnaval sangriento, pensó que era una criatura extraordinaria. Pero cuando la vio comiendo con las manos, incapaz de dar una respuesta que no fuera un prodigio de simplicidad, lo único que lamentó fue que los bobos de familia tuvieran una vida tan larga. A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces acuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardin sus sábanas de bramante, y pidio ayuda a las mujeres de la casa. Apenas habían empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa.
-¿Te sientes mal? -le preguntó. Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima. - Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor. Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Ursula, ya casi ciega, fue la única que tuvo la serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decia adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria. "Cien años de soledad" G. García Márquez
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..mis sueños son mentiras, que algún día dejaran de serlo. |
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#391
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Very, veo que nos dejó sorprendidas el mismo magnífico párrafo. Yo leí el libro hace muchísimo y esa es una de las escenas que recuerdo mejor.
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#392
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Os gusta Cortazar? él mismo leyendo un trozo de El Perseguidor, fondo de Charlie Parker (De quien trata el texto como sabeis)
http://www.youtube.com/watch?v=Ixqwa...layer_embedded
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¡Viva Cuenca libre! ¡Queremos puerto de mar! http://navegantenovato.blogspot.com/ http://www.youtube.com/user/Musikamoto |
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#393
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Así mejor. Gracias Veleta. ![]() |
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#394
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Gracias a ti Crimilda, nunca recuerdo como se hace lo de envolver con etiqueta y eso.
Me gustais mucho y el apartado este de Ruegos y Preguntas tambien ![]()
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¡Viva Cuenca libre! ¡Queremos puerto de mar! http://navegantenovato.blogspot.com/ http://www.youtube.com/user/Musikamoto |
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#395
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Cita:
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..mis sueños son mentiras, que algún día dejaran de serlo. |
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#396
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Cita:
![]() ![]() ![]() ¿Dónde está ese apartado? Yo no me he fijado nunca. |
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#397
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Eso digo yo, tampoco se cual es, aunque la zona esta de OT viene siendo mas o menos ruegos preguntas y alucinaciones varias
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..mis sueños son mentiras, que algún día dejaran de serlo. |
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#398
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#399
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Cita:
joooooooo Crimi heavy metal literario, yo lo pillé en mal momento y me deprimió un monton![]()
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#400
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Perdonar
era una broma, me referia a este "Otros" que me parece estupendo (sobre todo por los colaboradores ja ja ja) y por cierto, parece un chat no?Bueno, que me disperso, estaba buscando algún cuento infantil para compararlo con Crimen y Castigo y me doy cuenta de que son mucho mas crueles. En fin, que me voy del tema otra vez. Lo que quería decir que C y C es Bambi si lo comparas con "Memorias del subsuelo" si os gusta Dosto, leerlo y temblaaarrr! "....Sin embargo, sabe usted señor mío, en que consistía principalmente mi maldad? Pues en la circunstancia especialmente abominable de que a cada momento y después de cada intemperancia tenía que confesarme a mí propio, avergonzado, que no sólo no era tan malo como me creía, sino que ni siquiera sentía cólera, que me las echaba de espantajo sólo por vía de distracción. Cuando parecía más furioso, la más leve atención, una taza de té hubiera sido bastante a apaciguarme. Este pensamiento me enternecía, aunque luego, y por espacio de meses, me rechinasen por ello los dientes y perdiese el sueño de puro enojado conmigo mismo. Así era yo..."
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