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VHF: Canal 77 |
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Pescar en una travesia Atlantica
saludos cofrades pescadores, aporto mi experiencia con parte de un articulo que me publicaron en la revista pesca a bordo, espero que os sirva y que no sea mucho rollazo. Estoy a vuestra disposicion si quereis que os aclare alguna cosa. Un saludo QUE, COMO Y CUANDO PESCABAMOS, EL DONDE ESTA CLARO, A TRAVES DEL OCEANO ATLANTICO No pretendemos con esta serie de comentarios sobre la enriquecedora experiencia que vivimos, a la hora de pescar, en esta maravillosa aventura que ha sido para nosotros cruzar en atlántico, compitiendo en la regata oceánica Cádiz – Santo Domingo, a bordo del Picoesquina. No pretendemos sentar cátedra, ni servir como referencia para otros que se atrevan a realizar esta travesía. Solo queremos hacer participes a todos aquellos enamorados de este Arte, que es la pesca, lo que disfrutamos haciendo una de las cosas que más nos gusta. Pescar. También queremos que sirva esta exposición, como modesta avanzadilla, de lo que sé debería preparar, para afrontar, con algunos conocimientos, lo que resulta más indicado para pescar, con un poco de éxito, en el océano Atlántico. Es nuestro objetivo enseñar parte del camino que tuvimos que recorrer a ciegas, puesto que en Cartagena no conocíamos a nadie que nos pudiera orientar sobre que técnica usar en este tipo de curri. Agradecemos desde aquí a los amigos que nos aportaron alguna sugerencia, a los que nos dieron señuelos para que los probáramos y a los que sabían por mediación de otras personas, algo sobre como se pesca en estos mares y nos pasaron la información. Y especialmente a mi tienda habitual de artículos de pesca en Cartagena, Mar Sport. Que se preocuparon por el tema, recabaron información y nos suministraron los señuelos que les recomendaron. El desarrollo técnico en materia de pesca fue el siguiente. Llevábamos dos cañas en sendos cañeros de acero inox. montados en los candeleros de popa y con la tirada necesaria para que la punta de la caña saliera por fuera de la borda, en ambas bandas, estableciendo entre las dos líneas unos 6 metros de separación. Una de ellas, la mía, es una reliquia artesanal, me la hicieron en la tienda donde compraba toda la vida. Hoy ya no existe, su propietario, un señor ya mayor, era una autentica enciclopedia sobre la pesca en el mar. Más que como negocio, funcionaba como centro de reunión, sobretodo los viernes por la tarde, cuando nos juntábamos allí, los clientes de siempre, en busca de carnada y material para arreglar los artes, deseosos de tener un sábado esplendoroso de pesquera. Desafortunadamente lo traspasó, y ya no fue lo mismo. Es de fibra de vidrio maciza, 2.30 metros, de una sola pieza. Empuñadura de madera de guayacán con cruceta en la base, anillas de rodillo en toda su extensión y puntera de ágata. Montaba un carrete Shimano Tiagra 50. de 4 rodamientos de inoxidable sellados, freno de palanca, bobina de aluminio forjado en frío y anillo de cerco en bronce, su ratio es de 3.1:1. con 300 metros de hilo Dyneema Wanted, 100% trenzado redondo, autolubricado, resistente a los rayos ultra violeta y alargamiento 0, de 0.70 mm. con una resistencia de 70 kilos. Un hilo excelente, pero tiene el inconveniente de que no se puede trabajar con las manos, ni siquiera enguantadas, por eso lo utilizamos con señuelos pequeños, con el fin de no picaran piezas grandes por lo que explicaré mas adelante. La otra caña es una Titan/FH de un potencia de 130 libras, una longitud de 1,90 metros, también de fibra de vidrio maciza y anillas de rodillo en toda su extensión, incluida la salida, mango de espuma desmontable con cruceta y portacarretes de aluminio. Donde se le acoplaba un carrete Penn Senator 115-L de 2.5: 1 de recuperación, del que no voy a descubrir nada nuevo al ser un artículo sobradamente conocido. Con 500 metros de monofilamento de alta resistencia Star Black, del 100 con una resistencia de 49 kilos. Como reserva estaban preparados 1000 metros de monofilamento Asso Double Strength, 0,70 mm. De una resistencia de 36 kilos. Que afortunadamente no la utilizamos. Los señuelos podíamos catalogarlos en función de lo que pretendíamos capturar con ellos más que por su tamaño. Así usamos, para tentar a las piezas de menor tamaño. Puros bicuc rojo y blanco de 7,5 y 12cm. acabados en doble anzuelo. Cucharas Mak cromadas y con reflejos de 80 mm. con torniquete, llavero y anzuelo triple. Iscabelas montadas de 9 cm. blancas y verdes. Calamares de vinilo rojos y rosa de 8 cm. Rapala Deep Husky Jerk 10 cm. y gran babero, para alcanzar profundidades de 2,1 a 5,8 metros. y tunitas de 11cm. con una profundidad de natación entre 0,9 y 3,4 metros. Para las piezas más grandes las tentaríamos con teaser rampa con pluma rosa y azul con rafia blanca de 20cm. Supertenminator con cabeza de plástico y falda de pluma roja. Yo-zuri magnun plateado de 17 cm. Calamar Yo-zuri hydro squirt de 17 cm. Los anzuelos de repuesto eran básicamente triples de la casa Mustad, de diversos tamaños con baño de duratin con anilla. Los dobles eran de acero inox., engarzables por la unión de los dos. Y los sencillos, también de inox. con pala de anilla, de estos alguno de tamaño grande, por si acaso. De todos llevamos en bastante cantidad pues se gastan mucho. El surtido de anillas, esmerillones y quitavueltas, fue muy amplio y sobredimendionado. Con varias cajas para que vaya todo ordenado. Teníamos siempre a mano un sacaazuelos, varias panas, unas tijeras, un cuchillo, una maza o martillo, incluso una linterna, El gancho o mejor los ganchos, bichero y la sacadera o salabre, estaban cerca de la zona de trabajo pesqueril y estibados de forma que fuesen rápidamente puesto en servicio. No esta de más el llevar una pequeña báscula, de esas que se cuelga el pescado, aparte de para engordar nuestro ego, también nos sirva para poder calibrar, hasta que punto es razonable que exageremos, al relatar nuestras experiencias. En aguas del mediterráneo, que nos son ampliamente familiares se cumplió el dicho popular de que “nadie es profeta en su tierra” por que aunque nos proporcionó buenos ejemplares de albacoretas y llampuas, sobre los 2 kilos de peso. No era el pescado que intentábamos sacar, puesto que, por la distancia a tierra, por navegar en medio de una ruta de migración y por el tamaño de los engaños que calábamos. Era de esperar capturas de más entidad. Arrastrábamos dos señuelos, uno por caña. Una muestra de las que hemos denominado pequeñas, con 14 brazas de sedal y un plomo en la mitad de 100 gramos. Esto es lo habitual para el bonito en nuestras costas. Y en la otra mas grande montada al final de un terminal de monofilamento del 80 de tres metros con quitavueltas en la unión al hilo, también le poníamos aquí, si el engaño de era lastrado, una plomada de 100 gramos. En medio de las dos líneas, a 20 metros de la popa, llevábamos un excitador de superficie con alas. Las picadas fueron en el montaje mas chico. Esta misma técnica la mantuvimos mientras navegamos cerca de costa africana, ya en el atlántico. Con mejor resultado. Las capturas nos entraban a las dos cañas indistintamente, y su peso ya era mas acorde a lo que intentábamos pescar. Atunes y dorados entre 5 y 10 kilos fueron subidos a bordo. Costaba trabajo traerlos hasta la popa sin disminuir la velocidad del barco, cosa que no nos podíamos permitir puesto que íbamos en regata, pero los carretes pudieron, aunque con esfuerzo traerlas hasta nosotros. Cuando nos separamos más de 100 millas de costa en demanda de las Canarias, dejamos una sola caña e íbamos cambiando el tipo de señuelo dependiendo de la altura y frecuencia de la ola. ¡ que distinta es esta mar!, aquí la ola es mucho mas alta, suele haber bastante mar de fondo que la levanta hasta el punto de asustarte, pero te acostumbras cuando ves que pasan por debajo de tu quilla, te mueven un poco, pero ya esta. Normalmente, si no hay mucho viento, la cresta no rompe. Y la distancia entre ellas es grande. Esto nos planteaba un problema al que no estamos acostumbrados. Al variar bastante la velocidad del barco según nos pillara la ola de subida o de bajada, las cañas sufrían unos tirones tremendos si el señuelo era lastrado o lo sacaba del agua si le poníamos uno sin peso. Había que probar mucho para encontrar el idóneo. Entonces, como no podía ser de otra manera, se ratificaba la ley de Murphy, y cambiaban las condiciones de la mar, vuelta a empezar. Pero tampoco teníamos mucho mas que hacer, la navegación con vientos portantes deja mucho tiempo para hacer lo que quieras, por lo tanto, leíamos, comíamos, jugábamos al dominó y pescábamos. Esta técnica la seguimos utilizando el resto de la travesía. Cambiábamos de engaño con frecuencia porque tras dos o tres combates se destrozaban los señuelos y teníamos que cambiarles anzuelos o anillas, incluso desecharlos si estaban muy estropeados, sobre todos los que llevaban rafia, solo duraban un par de mordidas de dorado. En hilo se revisaba con frecuencia eliminando las zonas rozadas. los carretes se engrasaban a menudo y se endulzaban, también a las cañas y al sedal le echábamos agua dulce, pues el ambiente marino y los rociones, les dejaban una película de sal. La madre naturaleza nos ayudaba en estos menesteres mas de lo que deseábamos, pues no hubo día que no nos pasara por encima un chubasquito atlántico, que además de pegarnos el susto de muerte con un repentino y traicionero aumento del viento, nos calaba hasta los calzoncillos (en este caso bañador) pero nos ahorraba el agua dulce para limpiar los artes de pesca. Las picadas ya eran reglamentarias, el nivel de capturas incluso sobrepasó nuestras posibilidades técnicas. Hubo combates que perdimos por aplastante poderío del contrario. Creemos que seria peces que superaban los 30 0 40 kilos, pues la cantidad de hilo que sacaban en un instante era algo desconocido para nosotros. Intentábamos trabajarlo, siguiendo el protocolo que marcan los cánones establecidos, pero naranjas de la china. Accionabas el freno poco a poco, con mimo, comenzabas a recoger y el carrete no podía, patinaba. Probabas a cobrar con las manos y en principio, si la línea era el monofilanento, y si el bicho era un dorado que no pasaba de 15 0 18 kilos. Podía sonar la flauta y tras mucho bregar y varios cortes en los dedos, conseguíamos poder meterle el gancho y subirlo a bordo. Hubo otras picadas que no dieron opción a nada, partieron el sedal o se llevaron el reclamo al primer tirón. A saber que monstruito era. Solo al llegar a nuestra meta en Santo Domingo, nos dimos cuenta de cómo se podía haber resuelto este inconveniente. Tan sencillo como hubo de ser al principio de el hombre empezara a pescar, y que un pueblo sin demasiado acceso a los medios técnicos actuales sigue utilizando. Simplemente un cabo con la suficiente mena para poder cobrarlo a mano, con un terminal de pocos metros de nailon. Y además nosotros nos podríamos haber permitido el lujo de pasarlo por un winche. ¿Reminiscencias del pasado o agudización del ingenio?, del cualquier forma tremendamente efectivo. . Advertimos que había lapsus de tiempo no cíclicos, en que no teníamos tirones en las cañas, intentamos asociarlo a alguna causa, presión atmosférica, condiciones de la mar, periodos solunares, luminosidad, temperatura del agua, en fin todo lo que se nos ocurría, y llegamos a la conclusión, no demasiado concluyente, valga la redundancia, de que se debía a la aparición de manadas de delfines. No porque estos atacaran a nuestras potenciales capturas, puesto que por su tamaño no eran aptas para el consumo delfinero, sino porque espantaban a los cardúmenes de peces mas pequeños, que eran el bocado que buscaban los que nosotros buscábamos. También observamos que cuando teníamos ballenas alrededor, esto ocurrió en dos ocasiones, tampoco picaban, aunque cuando se nos presentaba este espectáculo recogíamos las cañas por miedo a dañarlas. Una vez en aguas caribeñas teníamos la ilusión, pero solo eso, una ilusión, de que nos picara un marlin aunque solo fuera por verlo saltar y combatir con él por poco tiempo, puesto que éramos conscientes después de la experiencia adquirida, que no podíamos subirlo a bordo, así que nos tuvimos que conformar con capturar otra especie caribeña. Una barracuda. Que por seguridad no la comimos. Ya que es complicado consumir este tipo de pescado en estas latitudes, pues pueden tener la Ciguatera, enfermedad producida por una toxina que produce un alga blanquiazul del golfo de Méjico. La ciguatoxina que así se llama la puñetera, es termoestable con lo que no se destruye al cocer el pescado, además la muy borde es resistente a los jugos gástricos y si a todo esto añadimos que no presenta ninguna sintomatología el los peces. Esta claro que si la consumimos lo tenemos clarito. Afortunadamente los tunidos y los marlines no son vectores. Así pues a practicar la captura y suelta que es muy deportivo y en estos mares hasta saludable. Tras haber vivido lo que os he relatado, solo me cabe decir esto: Hacedlo, embarcaos si tenéis ocasión en un crucero oceánico, dejaos llevar por viento, surcad el agua sin ruido, sentid los elementos en vuestra piel, evadíos de todo lo mundano durante un tiempo y disfrutad, disfrutad mucho, pescando. La mar hará el resto para que os sintáis plenamente felices. |
2 Cofrades agradecieron a sumeke este mensaje: | ||
Chivilco (21-07-2017), la magallana (27-10-2009) |
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