Navegación en Rio la Plata

[kaia]

Bueno, una rondita para el personal

Nos levantamos el sábado temprano, un desayuno rápido y para las 8 ya estamos soltando amarras. El viento sigue impertérrito soplando sus buenos 17 nudos y ha rolado al ENE. Izamos velas, mantenemos los dos rizos a la mayor, que ayer trajimos puestos, aunque enseguida quito uno.
Navegamos rumbo NW paralelos a la ribera, en la que se ven los náuticos del Centro Naval, Olivos y otro que no recuerdo, hasta alcanzar el de San isidro, base del Inquieto, pero no nos detenemos y continuamos remontando para internarnos en el delta propiamente dicho. Arriamos velas y ponemos proa al arroyo Julia, se encuentra señalizado por estacas, pero al alcanzar la primera, suela la alarma de la sonda, marca 1,50m, o sea algo menos de medio metro de agua bajo la quilla. A Jorge esto no le intimida y seguimos adelante sin tan siquiera reducir el régimen del motor.


Esquema de la navegación en el relato de hoy

Desembocamos sin ningún contratiempo en el canal San Antonio, siguiendo su curso ascendente, en la ribera derecha encontramos unas mansiones imponentes rodeadas de abundante césped, aunque poca actividad en sus alrededores.
Poco más arriba el San Antonio se transforma en el Unión y un par de millas después, al juntarse con el canal del Este cambia de nombre de nuevo a canal Honda.
El Inquieto con su motor de 1 cilindro y 7 cv, desarrolla una velocidad de 5 nudos pero la corriente de bajada del Paraná hace que avancemos en el GPS a no más de 3.
Jorge, buen conocedor del paraje, busca los márgenes poco profundos donde la corriente se minimiza, siempre atento a que la sonda no suba demasiado.
Poco antes de la 11h los primeros tractores nos adelantan como si alguien les fuese a quitar el sitio en algún lugar. Sigo pensando, que vayas donde vayas, todos están cortados por el mismo patrón y que me disculpe, si algún tabernario puede sentirse ofendido, pero la poca consideración con los demás es la tónica general de los tractoristas y los bandazos que nos provocan sus estelas, hace que nos acordemos de sus familias. Eso si, también damos las gracias a los pocos que gentilmente reducen la marcha al sobrepasarnos.


Comienza la tractorada


Desembocamos en el Paraná

Cerca de medio día desembocamos en el ancho cauce del río Paraná de las Palmas, que desciende sus aguas en dirección ESE, bastantes millas más al norte se encuentra el Paraná Guazú, el otro brazo principal del Paraná.
En ese momento aparece una visión un tanto irreal, un mercante de unas 40.000 Tm, remonta el río a no menos de 10 nudos. Cuando alcanzamos el centro, te das cuenta de la magnitud del cauce fluvial y el balizado de su parte central. La corriente aquí es fuerte algo más de 2 nudos, atravesamos el río buscando la orilla derecha, de poco fondo, por donde remontamos sin problemas de trafico, hasta alcanzar el arrollo Pay Carabí que continúa al N. Todo el delta es un espeso bosque hasta los mismos márgenes, para alguien como yo, acostumbrado a navegar en los espacios abiertos del mar, esto es una sensación especialmente sorprendente.
En la misma confluencia del Carabí, se encuentra el Club de pesca San Miguel, decidimos hacer una parada, fondeamos junto a su embarcadero y aunque no es un restaurante propiamente establecido, su dueño se ofrece a prepararnos un pollo estofado que le llevará media hora. Aceptamos el almuerzo y damos un paseo entre la maraña boscosa de los alrededores, bastante húmeda, pues en el día de ayer, debido al viento de componente sur, el nivel del río se encontraba un metro por encima. Jorge me enseña el quebracho colorado, un árbol cuya madera dura como el acero, se emplea para la cimentación de embarcaderos y las empalizadas de las construcciones sobreelevadas.


Fondeados en el club de pesca San Miguel

De vuelta al local, construido hace unas décadas todo en madera, de aspecto decadente, pero con el sabor de autentico hermanamiento al río. Aguardamos tranquilamente con unas frías cervezas, escucho atento las historias que Jorge me cuenta, tras tantos años de navegar cientos de millas por laberínticos ríos, canales y arroyos, de como cambian las costumbres a ritmo acelerado, hablamos de de todo un poco, incluso de la política globalizadora, que arruina a muchos para que otros se enriquezcan.
Le confieso a Jorge que me alegro infinito con la decisión tomada ayer de darnos la vuelta en el Río de la Plata, este mundo fluvial difícilmente lo hubiera conocido de otra manera y de lo poco que alcanzo a vislumbrar, lo encuentro sencillamente fascinante.
Al poco llega el rioplatense con una humeante bandeja rebosante de pollo con papas, no tardamos en dar buena cuenta del sabroso guisado, listos para seguir remontando el Pay Carabí.
Como dice Jorge, el Paraná marca la frontera de dos mundos; al Sur, el delta ha sido tomado como zona de esparcimiento de los bonaerenses, pero al Norte del gran río, sigue conservando el encanto rural de tiempos pasados.
Continuamos la placentera navegación, alcanzamos la bifurcación con el arrollo Estudiantes. Pequeñas haciendas jalonan los márgenes del arroyo, sus habitantes nos saludan cortésmente al pasar, es como caminar por la calle principal de un pueblecito perdido en medio del bosque. Curvas y más curvas en los meandros y algún susto por esporádicas motoras que nos pasan a toda leche como si fueran de rally.


Bifurcaciones de canales

En esta zona, los canales tienen de 15 a 20 metros de ancho por 4 a 5 de profundidad, tomamos otro desvío, esto es un auténtico dédalo de canales, ahora remontamos el Cañas (me viene enseguida el recuerdo de nuestro cofrade Urtzi y su restaurante Casa cañas), cada vez la vegetación es más espesa, ya no solo hay que mirar la sonda, hay que estar muy atentos para no enganchar el mástil en algún árbol.
Llegamos a un amplio recodo, poco antes donde el Cañas y el Frade se unen y Jorge me anuncia que es uno de sus lugares favoritos para pasar la noche.
Vamos, no tengo palabras. Preparamos los fondeos, largo el de proa, máquina atrás todo lo que da de si el cabo y Jorge larga el otro por popa, cobro el mío y dejamos el Inquieto prácticamente abrazado por la vegetación ribereña, apartado del canal, en previsión de alguno de esos locos que pasan de carreras.


Fondeados al amparo de la vegetación selvática

Con el motor en silencio, el lugar es asombroso, me siento realmente impresionado, el rumor del viento en las copas de los árboles y diferentes pájaros trinando en la espesura, arranchamos lo poco que no está en su sitio y nos sentamos en bañera a disfrutar del entorno en silencio.
Pero todo paraíso tiene su serpiente y en este aparece en forma de mosquitos. Con la caída del Sol auténticos enjambres de mini vampiros se abalanzan sobre el barco y nosotros, mi amigo dice que tranquilo, que todo está controlado, sabe que en un par de horas, con noche cerrada, se van como han venido, así que aprovechamos a leer, escribir y preparar algo para cenar.
Efectivamente, tal como me lo había anunciado los volátiles han desaparecido y aunque algún despistado, se ha hecho sentir, podemos disfrutar del entorno, silencio casi absoluto, bajo un cielo estrellado y música clásica de fondo, reitero mi agradecimiento a ese viento SE que nos impidió la travesía a Colonia.
Nuevamente la interesante conversación de Jorge, en la penumbra de la noche ha sido el colofón a un día pletórico

Mañana, continuaré con la tercera parte, algunas incidencias y la más alucinante tractorada que jamás había presenciado de regreso a puerto.